jueves, 30 de junio de 2011

La Odisea, por ejemplo



Leer versiones infantiles de obras clásicas está muy bien. Es como pasear al niño mientras corres, que al niño le da el aire y tú sudas un poco. Con el libro infantil , logras que a tus hijos les empiecen a sonar algunos nombres y tú te ahorras leer el original.

La Odisea, por ejemplo.


Ulises, que está contento porque el Telémaco le ha salido muy bien, pero ya tenía planes apra esa noche.

-Ahora vuelvo, Penélope.


Y se va a una ciudad con Menelao y otros a montar la de Troya. La cosa se alarga porque los troyanos juegan en casa.

-¿Ahora te pones a jugar con la madera?

-Calla Menelao. Mira qué caballo. A meterse dentro y que no es os escuchen las risas.


Para partirse. Caballo dentro, soldados fuera y el Ulises que se pone medallas en el pecho.


-Muchas medallas son ésas – dice Poseidón – Por listo vas a dar más vuelta que un taxista con turista en la M-50.


Y Ulises se convierte en turista y su nave en el primer crucero que recorre la zona, parando aquí y allá para limar asperezas : que si el del ojo de la frente, que si Circe y su zoo, que si las sirenas, que si el monstruo de las seis cabezas y el otro que se traga el barco con tripulantes y todo.


-Vaya mierda de profeta que está hecho el Tiresias, para eso que elijo la otra ruta.


Ulises se queda sin amigos y con un trozo de su barco al que se agarra para mantenerse a flote, lo suficiente para llegar a la cueva de la ninfa Calipso, que se enamora de él y le ofrece su otra cueva, para que sea inmortal ahí dentro. Sería un buen final, pero no, que Ulises piensa en Penélope.


-Venga, va, levantamos el bloqueo a Ulises – dicen los dioses.


Y Hermes convence a Calipso de que deje marchar a Ulises, pero Poseidón no está de acuerdo y vuelve a tragarse su barco. Y van dos, lo que es poco si se tiene en cuenta que Ulises ha matado a su hijo Polifemo, grande feo y con un solo ojo, pero hijo suyo. No todos pueden tener como hijo a Pep Guardiola.


Tiene suerte este Ulises porque llega a la tierra de los feacios, que, por su nombre parece que fueran a oponerse a todo.

-Somos feacios a hacer eso.


Pero no. Le llevan a Ítaca, donde Penélope hace que termina un sudoku para borrarlo por la noche y así alejar a los pretendientes. Atenea convierte a Ulises en un anciano para que el reencuentro sea más espectacular. Nada del estilo.


-Ulises, cuánto tiempo has estado fuera

Sino


-Anciano, tensa el arco y pasa esa flecha por todos esos anillos. (Doble lectura evidente, pero es que Penélope lleva mucho tiempo sin un hombre a su lado)


Y el anciano que lo logra y Penélope que se olvida del sudoku porque ahí está su amado. Telémaco también está contento.

-¿Qué hacemos para celebrarlo, papá?
-Matemos a todos estos pretendientes.

Familia que mata unida, permanece unida.


PD Aunque le daban los sudokus prácticamente hechos, Penélope no era capaz de encontrar la solución. No iba despacio porque quisiese, es que no podía ir más deprisa aunque lo deseara, que es la forma educada de decirlo.

miércoles, 29 de junio de 2011

Una temporada zen


Dijo el fisioterapeuta :

-Levántate y anda, hombre.

Y anduve, como si nada. Fantástico. El milagro duró poco porque al llegar a casa, mi espalda me dijo :

-Siéntate y no te muevas, hombre.

Y en esas estoy desde ayer, torcido de un lado, como si fuera a coger una curva que no termina de llegar. Ando despacito, fijándome en la naturaleza : las hojas, los caracoles, la hierba, las flores, los árboles, las piedras, las ramitas, las briznas, los pajaritos y las nubes. Da tiempo para todo. La lumbalgia te vuelve zen.

-¡Adiós, abuelo!
-Adiós, criaturitas.

Qué juventud tan dichosa. Qué pena que la crisis les vaya a romper los dientes.

Hasta mariposas veo.

martes, 28 de junio de 2011

De caza


Son las 23:50 y estoy en la terraza. Tranquilos, que hoy no me voy a poner lírico en plan “toda vida vista desde cerca es maravillosa” y tal. No. Sé que he tenido mis post suaves y conciliadores con los vecinos que podrían ser el germen de alguna película alternativa, Sundance, de título “Las grandes verdades de las pequeñas cosas y además no traspasa”, pero he visto que por ahí no van los gustos de los de la Fullbright y que, es más, pareciera que me alejara de esa beca que tan bien le vendría al mundo en general, al arte el particular y a mí mismo como persona física, a secas.

En qué estarán perdiendo el tiempo los de la Fullbright, con el esfuerzo que me tomo en escribir la palabra bien.

Fulbrai aparte, conciliación vecinal aparte, hoy estoy aquí por un tema de caza. Yo, que estoy en contra de semejante deporte en el que a un equipo se le dan treinta balones y cincuenta delanteros y al otro un portero recién operado de cataratas, me encuentro aquí practicándolo.

Podría decir que he leído algo en Ortega que me ha convencido, pero eso sería limpiarme la sangre que llena mi boca y que me anima a quedarme aquí, con sed de más sangre, vigilando la piscina comunal a la espera de que llegue el cabrón.

23:58. Del cabrón no sé nada, solamente conozco sus hábitos : suele pasarse la prohibición de bañarse de noche por los cojones (iba a decir lo del arco del triunfo, pero con la boca llena de sangre los tacos salen más fluidos) y, antes de zambullirse en la piscina, apaga el aparato del cloro.

Podría decir cabrón, o egoísta, o imbécil, o descerebrado, o fantoche, o mameluco, o hijoputa, o cromagnon, o pelele o mamonazo.

Al día siguiente la piscina no tiene cloro, la socorrista se da cuenta y compensa la carencia con una dosis buena, en plan chorro generoso de aceite. Ahí vamos con el cloro.

Y sucede que hay ojos a los que esa súbita dosis de cloro no le sientan bien. Los ves todo rojos y piensas :

-Coño, parecen los del emperador de la Guerra de las Galaxias.

Y te ríes, claro, siempre que el de los ojos no sea tu hijo y tú no seas un cabrón.

-Mecagoensuputamadre.

Así, de seguido. Y lo escribo y lo lamento, que seguro que hoy se pasan por el blog los de la Fulbrai y todo mi esfuerzo se va a tomar por culo. La Coixet tampoco me va a pedir que la ayude con su guión, no.

0:03. Pero no importa. Hoy estoy de caza, esperando que el cabrón aparezca para darse un baño y así tener la oportunidad de agradecerle esa mirada roja en los ojos de Daniel durante toda la tarde.

Esperaré y esperaré y cuando se meta en el agua le tiraré un secador que he empalmado con cuatro alargadores al enchufe del salón en el que normalmente va conectada la PS2.

¿A quién no se le ha caído alguna vez un secador a una piscina?

Si has llegado este punto y eres de la Fullbright, te animo a que te pases mañana por aquí, donde todo volverá a ser cortés y educado y el talento no estará sepultado bajo tantas palabrotas desafortunadas.

lunes, 27 de junio de 2011

Benidorm (3)


Un parque temático en el que no está ni Superman, ni Mickey Mouse, ni Correcaminos, ni una sola princesa de Disney, ni Spiderman, ni Astérix, ni el pato Donald, ni Buzz Lightyear, ni Batman, ni Bob Esponja.

Un parque temático en el que puedes encontrarte con el Minotauro, con una Esfinge, con Hera, con Cleopatra, con Polifemo, con Zeus, con la Medusa, con Ulises, con Helena, o con Paris.

Si empapamos a los enanos con dibujos extranjeros es porque resulta muy cómodo : viendo a Mickey Mouse no hay que saber nada. No hay que explicar nada.

Aquí, en Terra Mítica, la primera pregunta, cuando ven a unos soldados salir del caballo de madera es :

-¿Esos son los buenos o los malos?

domingo, 26 de junio de 2011

Benidorm (2)


1.Alguna vez grabarán Españoles en el mundo desde Benidorm.

2.A las diez de la mañana, una pareja de ingleses mira a la gente que pasa sin tocar la pinta que les han servido. Los dos tienen la cara del que acompaña a un famliar al médico para recibir los resultados de una prueba. Saben divertirse estos ingleses.

3.La versión en 140 caracteres de “Sobre la voluntad en la naturaleza”, de Shopenhauer, que no he leído a pesar de su gran título podría ser la imagen de un niño yendo y viniendo del mar con sus cubos para llenar una piscina que no deja de ceder en sus muros de arena.

Aquí, apenas empezamos a trabajar con la pala en la arena, nos encontramos con una piedra dura. Ya sabemos por qué se han podido construir todos esos rascacielos tan cerca del agua.

4.Una anciana en top less permanece inmóvil bajo el sol. Pasa el tiempo sin moverse, así que me imagino a los que limpian las playas por la tarde acercándose y comentando entre ellos :

-Una más.

Una chica que tenemos al lado se tumba al sol y se coloca una pequeña piedra negra sobre cada párpado.

5.En Mundomar puede experimentarse lo que dentro de poco será vivir en esta sociedad : si quieres dar de comer a lo leones marinos, pagas; si quieres acariciar a los lémures, te tienes que hacer una foto por la que tendrás que soltar cinco euros. Todo el personal es joven, guapo y con buen cuerpo, lo que le da a todo cierto aire de fábula de ciencia-ficción.

6.La abuela de una niña de rasgos chinos se acerca con ella para presentársela a dos amigas suyas, grandes y de muslos inmensos, que están sentadas en dos hamacas. El contraste hace que las ancianas parezcan más grandes y la niña más pequeña, pero esa diferencia se reduce cuando las señoras se señalan con el dedo y dicen su nombre y la pequeña repite el gesto consigo misma.

Es la primera vez que veo a una niña china tan morena. A su lado pasan dos niños de piel pálida con un bañador que les cubre desde el cuello a las piernas y una gorra con una tela en la parte de atrás que les protege la nuca. No sé si van a bañarse o a tratar de acabar con la fuga en una central nuclear.

6.La gente pasea por la playa y aprovecha para hablar. Andar no mueve el corazón, sino la lengua. Si los curas confesaran a la gente así, tendría muchos más fieles deseando confesar sus pecados.

Una mujer le dice a otra : Algún día te acordarás de lo que le estoy diciendo.

Una mujer le dice a su hija : La próxima vez os dejo el desayuno y me bajo a la playa y que os den por culo.

Yo les digo a los enanos : esta construcción no aguanta. Y Daniel va a por mis chanclas y las coloca como barrera.

7.Siempre que estoy en la playa aprovecho para leer novela negra. Esta vez empiezo “La chica de sus sueños”, de Donna Leon. Me cae bien Brunetti porque le pongo la cara de un profesor de la Escuela de Letras al que le tengo cariño, pero Donna Leon no me gusta aunque la admire : es capaz de llegar a la página noventa sin apenas haber contado nada. Echo de menos a Adamsberg y a Maigret.

8.Se podría hacer una buena serie de fotografías con los tatuajes que se ven en la playa. Un hombre mayor lleva en el pecho un caballero con lanza a caballo. No sé cuál sería su enemigo en el pasado, ahora parece que su objetivo es que no lo cubra el pelo blanco que crece sobre él.

9.¿Qué recordarán de todo esto mis hijos?

10. En el centro del casco viejo se reúnen una gran cantidad de restaurantes vascos. Quizás aguanten ahí por la similitud que existe entre la ikurriña y la unión Jack. Entramos en uno en el que somos los primeros en ocupar una mesa. La camarera que nos recibe tiene acento de un país del este. Es de nuestra edad y nos atiende con la mirada de una madre : sin decirnos nada nos mueve la botella de vino a una zona más segura de la mesa y le trae a Daniel el vaso con los dos hielos que le ha pedido. Ni uno más ni uno menos.

Está todo tan tranquilo en la sala que se escucha la campanilla con la que desde la cocina anuncian que un nuevo plato está listo.

sábado, 25 de junio de 2011

Benidorm

1.Paramos a comer en el restaurante que hay en la salida 19 de la A-31, junto a Pozoamargo. Todo lo que pedimos está bien. La camarera que nos sirve los platos repite “que les aproveche” después de cada uno.

A nuestro lado hay una familia con un hijo y una hija y una pareja de ancianos. La madre mueve con violencia la mano derecha, espantando una mosca que parece ver sólo ella. El niño lleva una camiseta de David Villa de la selección. El padre mueve nerviosamente las piernas, aunque de cintura para arriba aparente estar de lo más tranquilo. La hija se parece demasiado a la madre, lo que no me parece que sea bueno. Los abuelos mastican tranquilamente.

En la televisión están retransmitiendo otro premio cualquier de Fórmula 1 con neumáticos duros, blandos o una mezcla de las dos cosas. Qué más da. Para cualquier aficionado, éste debe ser uno de los mejores sitios para ver la carrera, mezclando las imágenes con el olor de gasolina que llega de los surtidores

En el sobre del café se anuncia un restaurante : “El sueño de Jemik”. Parece que el tal Jemik se lo propuso y lo consiguió.<

2.El recepcionista, de las Islas Canarias, se queja del nivel del turismo que llega aquí.


-Ahí en las islas el turismo que llega es más educado. Ahora les va lo de las casas rurales y ves que intentan por lo menos chapurrear un par de palabras. Aquí vienen en plan colonia. Tienen una zona aquí al lado llenas de pubs en las que miran mal a los españoles sin entran en sus locales. Y ayer uno se me puso a soltar eructos ahí mismo y tuve que echarle.

Acabo de asomarme a la terraza. Veo a una chica disfrazada de conejita. Detrás, un grupo de hombres con la misma camiseta blanca rodeando a otro disfrazado de mujer con un vestido negro.

Supongo que muchos ingleses deberían llamarse Benidorm.

3.En el ascensor del hotel alguien ha dejado caer cerveza. Le decimos a los enanos que no la pisen

4.Bajamos a la piscina nada más llegar al hotel. Los enanos llevan una bolsa de patatas cada uno con la intención de comérsela en la tumbona. Para eso están las vacaciones, pienso. Veo un cartel en el que un dibujo con una hamburguesa y lo que parece un vaso de un batido está cruzado por una línea roja.

-No podemos comer patatas, chicos.

Pero nada más meternos en la piscina veo a un grupo de ingleses tumbados en unas hamacas. Casi todos llevan el brazo izquierdo, del hombro al codo, tatuado. Parecen extras de “Gladiador” esperando para rodar una escena. Uno de ellos deja caer unas pastillas de un frasco en su manos izquierda y se las traga echando la cabeza hacia atrás, después bebe un buen trago de una lata de cerveza.

Hay latas de cerveza junto a las hamacas, en el césped, en la papelera. El anuncio debe ser literal : si no comes hamburguesas ni bebes batidos de chocolate, el resto está permitido.

-Si queréis, podéis tomaros las patatas – les digo a los enanos.

Poco tiempo después el socorrista, que ha bajado de su silla, nos indica que van a cerrar la piscina. A los enanos se les hace extraño que la cierren dos horas antes que la de casa. A mí también. Veo cómo el socorrista va despertando a los ingleses con mucho cuidado, como si les sacara ya de un sueño de resaca. Algunos no reaccionan. Un guarda de seguridad lo contempla todo desde la entrada de la piscina con los brazos cruzados.

5.En el paseo nos encontramos con una prima de María a la que o ve desde hace mucho tiempo aunque vive en nuestro barrio.

-Estábamos hablando de que éste es el paseo del coño, porque cada poco tiempo dices “Coño, mira quién anda por ahí”

5.Daniel no puede evitarlo y al ver la playa se quita los zapatos y prueba la arena.

-Está buena – dice.

Camina hacia el agua con un jabalí en la mano y mete los dos pies.

-Está buena – dice.

Y sale corriendo al encuentro de las olas. El sol se están poniendo y la luz es perfecta. El tipo de luz que te hace sentir bien si tienes una cámara en las manos y no dejas de hacer fotos hasta que llenas la tarjeta. Descubrir que te has quedado ya sin espacio libre en la tarjeta es como golpearte la cara con una puerta de cristal.

6.El taxista que nos recoge después de cenar se queja de que la gente piensa que todas las calles son peatonales. Avanzamos muy despacio, entre toda esta gente que va a intentar que la noche sea lo más larga posible. La nuestra, viendo los ojos de los enanos, ya se nos está acabando. Su queja es una forma de justificar los casi seis euros que marca el taxímetro cuando nos subimos.

Cuando salimos de la zona antigua, parece que estuviéramos recorriendo las calles amplias del Barrio del Pilar. Restaurantes, gestorías e inmobiliarias. Un buen resumen de la estructura de nuestro PIB. Llegamos al hotel y recuerdo que el mar está cerca. Me gusta esta mezcla, como el bacalao agridulce que he pedido en la cena.

María se despide del taxista y los enanos, ablandados por el cansancio, la imitan.

-Buenas noches – dicen los dos.

7.Me gustan las sábanas de las camas y cómo han colocado las toallas encima de una de ellas : la más grande debajo, la más pequeña, encima de todas.

8.La nevera está vacía. Metemos una botella de agua.

9.¿Cómo no me va a gustar esto? Es como estar en la Ciudad de los Periodistas, pero con el mar al fondo y el sonido de las gaviotas sobre el tráfico nocturno. Justo lo que echo de menos allí.

10. 01:32 : Ahora se escucha el sonido de una sirena. Son iguales que las de Madrid.

viernes, 24 de junio de 2011

Heineken recomienda el consumo responsable


Pero a mí no me gusta la cerveza, así que no me cuesta nada seguir el consejo de Heineken.

Hoy no he probado una cerveza aunque hemos hablado de ella con unos amigos que van a abrir un local y tienen una duda : La Estrella de Galicia o Voll Damn.

Mientras tanto, bebíamos vino blanco, muy fresquito, sin pausa pero sin prisa.

Cuidado con esta frase cuando tengáis una copa de vino en la mano : sin pausa pero sin prisa.
Cuidado, también con la frase :

-Tengo otra botella en el congelador.

Cuidado con los platos con anchoas, salmón, patatas fritas, embutidos, croquetas, pulpo, mejillones, atún, pimientos y navajas.

Cuidado con el viernes. Y el buen tiempo.

Cuidado, sobre todo, con ese vino blanco, no sé si lo he dicho...

Cuidado con el calor y con los anfitriones amables que te dan conversación y te hacen sentir tan bien con ellos, como si realmente les apeteciera estar contigo esta noche de viernes.

Cuidado con las copas de cristal fino.

Cuidado con ese vino que estaba en la botella y ahora está en tu copa.

Cuidado con el paladar.

Cuidado con la sed.

Yo también os recomiendo el consumo responsable.

Aunque, por lo que respecta a mí, ya sea un poco tarde.

¿Por qué se mueven las teclas?

¿Por qué son tan feos los peces abisales?

¿Por qué es tan pequeño el pulgar?

Yo, que me sabía todas las estrategias del vino tinto.

jueves, 23 de junio de 2011

Ahora que todo está en su sitio


De las patas de tres sillas de plástico salen unas sombras alargadas que caen en la piscina. Detrás tienen una farola que emite una luz blanca que, unida al suave movimiento de las hojas de los árboles, refrescan el ambiente.

Contemplar esa escena es como tener delante un reloj parado. Relaja bastante.

Además de esas tres sillas de plástico, hay otras siete alrededor de la piscina en una situación que hace fácil imaginarse qué estaban haciendo los que las ocupaban. Las tres de las largas sombras miran a la piscina, otras tres están alrededor de una pequeña mesa redonda, dos están enfrentadas, como si siguieran la conversación de los que estaban sentados en ellas, en una esquina hay otra, junto a una sombrilla tumbada y, cerrando este recorrido en el sentido de las agujas del reloj, una pegada a una tumbona que está doblada y apoyada junto a la verja. A pesar del aparente desorden, parece que todo estuviera en su sitio, a punto de retomar las conversaciones y los juegos ahí donde se dejaron cuando ya no quedó ninguna zona soleada a la que retirarse en la piscina. Tal vez si me sentara en alguna de ellas pudiera tener la intuición de saber de qué estaban hablando.

(un comentario de una revista, qué hacer con los hijos ahora que se quedan sin colegio, una gestión en un banco, la recomendación de ese apartamento en esa playa)

Se han dejado abierta una sombrilla. También hay una toalla azul.

Me gusta cómo la luz blanca que sale de las seis farolas que rodean la piscina consigue que brillen las duchas y las escalerillas de la piscina. Resulta extraño saber que la luz que hay ahora va a ser la misma durante toda la noche, que ni las sombras ni los brillos van a variar a pesar de que la tierra gire y avance por el espacio.

Para que la escena fuera completa, debería reflejarse el cuadrado amarillo de una ventana encendida en el agua de la piscina. Si no tuviera que madrugar, seguiría aquí sentado toda la noche esperando a que apareciera ese reflejo. Le dedicaría la paciencia de un pescador para algo de lo que sólo quedaría un recuerdo.

Puestos ya a jugar al "si no", si no estuviera prohibido, me sentaría en una de esas sillas de sombras largas y seguiría con el libro de Tizón ahí donde lo dejé hace cuatro horas, cuando la piscina estaba repleta de niños y Daniel y Lucía no dejaban de venir a quejarse

Lucía : Daniel no quiere jugar conmigo
Daniel : Lucía no quiere jugar conmigo.

Que era otra forma de decirme que querían que me bañara con ellos. Si finalmente acepto no es por dejar de oírles ni por conseguir el récord de gente nadando en una piscina, que debemos estar a punto de llevarnos, sino para proteger el libro de las gotas de agua. Miro la página (la 55), meto el libro en la bolsa, y me voy para la piscina.

“Me gusta contemplarme en ese breve oasis de luz en que lo que está a punto de suceder todavía no ha sucedido, parece que sobra tiempo, nada se ha roto aún, todo está intacto, y sólo estoy frente a un recién estrenado cuaderno, y en el cuaderno una frase en que Fátima sigue siendo bella a perpetuidad”

Seda salvaje – Página 55

Ese es el párrafo que leo antes de meterme en la piscina

miércoles, 22 de junio de 2011

Economía homeopática


Os advierto, desde ya mismo, que este post va a ser un poco aburrido, así que, si todavía no habéis recogido el árbol de Navidad, éste puede ser un buen momento para hacerlo.

El párrafo anterior no es una falsa entrada para hacerme el interesante y contar algo divertido. Vuelvo a advertir que esto va a ser un poco duro. ¿Por qué no llamáis a vuestra madre, que seguro que hace tiempo que os lo agradece?. Las madres, como los hijos, suelen agradecerlo todo. Somos el resto los que lo estropeamos todo.

Bueno, llegado a este punto, os diré que el tema es un poco árido (un ladrillo), pero que a mí me hace gracia. Tal vez por deformación profesional. Sin dar más rodeos, diré que, en plena crisis, está surgiendo un tipo de economista que propone un tipo de teoría económica homeopática para arreglar la realidad.

La economía homeopática propone soluciones muy bonitas, que agradan a todos, que Heidi podría llevar en su camiseta, que piden a gritos una pancarta, que hacen sonreír a las ancianas, que logran que asientan los puros de corazón, que encontrarían fácilmente una guitarra para acompañarlas, que brillan como el empedrado del camino a Oz, que son como caramelos de colores divertidos y que hasta es capaz de quitarte años.

Si presentas una teoría homeopática, eres un gran tipo, si te enfrentas a ella, eres un cabrón.

Hoy voy de cabrón porque me he encontrado a otro economista homeópata en un artículo del Cinco Días. Se trata de un Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Murcia (respetemos las mayúsculas, niños) que trataba de argumentar que una disminución en las cuotas de la Seguridad Social de las empresas no acaba provocando una significativa disminución en el precio final.

Os había avisado del ladrillo y aquí lo tenéis.

Es todo un ladrillo, pero aguantad un poco más porque es importante. Es importante porque las empresas soportan un 21% de coste adicional por cada persona que contratan. Llueva, nieve, salga quien salga en la portada de Interviu. ¿Por qué ese impuesto? Pues no lo sé, aunque esté bien claro para qué. Entiendo un impuesto sobre beneficios, pero no uno que grave así a una empresa que contrate a un trabajador.

Con ese dato en la cabeza, es importante destacar que, dado que el mercado interior, de gran lago va a convertirse en pequeña charca, para que las empresas sobrevivan es necesario que vendan en el exterior. No sólo mandamos a nuestros ingenieros a Europa, también enviamos nuestros productos y servicios.

Vale, ya estamos a punto de terminar. Una de las cosas que se proponen (Jordi Sevilla acaba de hacerlo hace unos días) es que se rebaje la cuota de la Seguridad Social de las empresa. No se habla de eliminar, sino de rebajar, para que las empresas puedan reducir sus costes y, manteniendo el mismo margen, poder salir al exterior.

En este punto, el catedrático afirma que eso no funciona porque, afirma, “la contención de salarios entre 2008 y 2011 ha permitido recuperar casi un 7% en costes laborales unitarios frente al conjunto de países desarrollados que se han reflejado en una ganancia de competitividad en precios al consumo del 0,7%”. Es decir, que con esa reducción del 7% sólo hemos mejorado un 0,7% frente al exterior. Para él eso es una muestra de que ese camino no sirve para nada, aunque no explica si eso puede deberse a que el resto de los costes de producción hayan subido en un porcentaje que haya anulado el ahorro vía costes salariales.

Si seguís vivos, aguantad, que queda poco.

Aún así, explica, hay empresas que sí han conseguido vender en el exterior sin contar con la ventaja competitiva de un precio más bajo. ¿Cómo? Aquí viene la receta homeopática : gracias al ingenio, el dinamismo y la innovación. Sonar, suena muy bien. ¿Quién no va a tatuarse estas tres palabras de manual de coaching en el pecho? Yo, el primero. No importa la estructura de costes que tengas si mantienes vivas esas tres llamas. A lo mejor, no sé, esas empresas importan parte de sus componentes de países con mano de obra más barata y por eso pueden competir, pero eso no lo sabemos. Apple, sin ir más lejos, derrocha ingenio, dinamismo e innovación pero tiene a los chinos montando iPad tras iPad.

Uno puede ser homeópata cuando no tiene entre manos a un enfermo de verdad. Así cualquier puede correr por el campo lanzando flores. El problema de la Seguridad Social, actualmente, no es sólo un tema de costes, sino de tesorería. Cualquiera que haya vivido una empresa por dentro sabe que la deuda con la Seguridad Social no se puede retrasar. Hacienda sí lo permite, pero la Seguridad Social no. Y con el crédito de los bancos a cero, queda el recurso de acudir a un ICO, que te financia a un 7%. Todas las alarmas se dispararon con Grecia cuando llego al 7% de intereses con su deuda, pero, claro, una cosa es una empresa y otra un país.

Dicho todo esto, os recomiendo que, en temas de economía, siempre pidáis cifras y que penséis un poco en ellas. Decir a estas alturas que hay que cambiar a un modelo sostenible, verde y basado en el conocimiento es lo mismo que reconocer que no se tiene ni puta idea de qué hay que hacer. Todo el mundo señala el horizonte pero nadie sugiere cuál puede ser el camino.

martes, 21 de junio de 2011

Una serpiente sin pedigrí


Ayer Daniel cambió unos cromos por una serpiente de unos quince centímetros. La serpiente tiene pinta de haber pasado por muchas manos o por las mismas muchas veces. Como suele sucederle, se convirtió inmediatamente en su animal preferido.

-Mi favorito es el murciélago y después la serpiente. No, espera. Primero la serpiente y después el murciélago.
-¿Y tú Lucía?¿Tienes algún animal favorito?
-No – Me contesta deprisa, como si me echara en cara la ambigüedad de la pregunta, que en su casa debería haber especificado si me refería a animales de juguete o de verdad. Tratándose de Lucía, es probable que no coincidan.

Todo esto para decir que tenemos un animal más en casa. Como los cromos se los regalan sus amigos, se puede decir que esta serpiente le ha salido gratis, lo que no ha afectado a su valor sentimental. Con los años aprenderá, gracias a la publicidad, que lo suyo es querer más lo que más te ha costado, dejando en la infancia cosas que es mejor olvidar.

Ayer le demostró su valor al meterse con ella en la bañera, un privilegio reservado para muy pocos, pero ha sido hoy cuando ha tenido su verdadera prueba de fuego en la piscina. La piscina tiene algo de sagrado : lo que ella une, es difícil que lo separe el tiempo.

Antes de bajar, me da un hombre rana de plástico para que haga el papel de secundario. A esta serpiente le gusta morder, es mala, tiene unos colmillos finos, su veneno te puede llegar al corazón, te rodea con su cola y te mata, nada más deprisa que tú, no la puedes ver venir, ni oír, es fuerte y le encanta ensuciarse. De mi hombre rana no sabemos nada, sólo que está aquí para que la serpiente le muerda y se muera.

-¿Y no pueden llegar del hospital para curarle?
-No. Vamos a jugar.

Me gustaría saber en ese momento, metidos en la piscina, a qué se refiere con jugar, si la historia ya está definida y todo lo que tengo que hacer es dejarme matar. Sería como decir que vivir es conseguir una hipoteca y luego dedicarte a pagarla.

Tengo que buscarme otros ejemplos porque lo de la hipoteca me deprime.

A lo que íbamos. El hombre rana se sumerge y la serpiente le muerde y le mata. Y ya está. Sale con los dos juguetes, los deja junto a la toalla y viene a jugar conmigo.

Por la noche veo que ha colocado la serpiente en la mesa roja que tiene junto a la cama

-Así me protege – me dice.

No le pregunto de qué le protege, pero, sabiendo que la quería para esto, la veo con otros ojos. Quizás en sus pesadillas aparezcan hombres rana abriendo la puerta del armario con la intención de llevarle a lo más profundo del océano. Si es así, a partir de ahora será mejor que se queden dentro del armario. Deberían tener miedo de esa serpiente sin pedigrí.

lunes, 20 de junio de 2011

Cuenta 140 : La sombrilla


Desde Octubre del año pasado, en El Cultural, el suplemento de El Mundo, Montero Glez conduce un concurso de microrrelatos. Cada semana se propone un tema con la condición de que las historias presentadas no sobrepasen los 140 caracteres y los lunes se publican las finalistas.

Mando las catorce que escribo. A la final pasa la última. Selecciono las diez que más me convencen.

1-Mientras Colón reclamaba aquella tierra, uno de sus marineros, con olfato comercial, clavaba una sombrilla en una zona alejada de la playa.

2-El alcalde, previo pago, logró cambiar la sombra de la sentencia por la sombrilla desde la que ahora ve el mundo.

3-El verano empezaba para él en el momento en el que el pesimismo del paraguas se convertía en el optimismo de la sombrilla.

4-El verano se desinflaba lentamente por los agujeros que le hacían con las sombrillas.

5-Mil deseos, como peces oscuros, se removían inquietos en el círculo de arena de la

6-Para protegerse de la luna llena, el vampiro plantó su sombrilla en la abandonada playa y esperó a que llegaran los cadáveres del naufragio.

7-Pequeña y frágil, llegaba la primera para que su marido tuviera sombra. Antes de que cerraran el cementerio, volvía a por ella.

8- Conservaba la sombrilla : Bajo ella su madre le daba crema con meticulosidad, como si así la protegiera del futuro.

9- La empresa les regaló una sombrilla, flotadores y toallas con su logo. A cambio, se quedó con su padre todo el mes de agosto.

10- Por orden del Ministerio de Sanidad, en las nuevas sombrillas se estampaban fotos de cánceres de piel.

domingo, 19 de junio de 2011

Hombres vomitando el pasado


1.

“En una atmósfera delimitada por la inutilidad del lenguaje, la perspectiva cenital sobre la enigmática imagen de cabezas sin rostro de hombres mayores, sentados, cuya dominante sobreexposición se completa con sonidos inarticulados, en apariencia inocuo aunque agudamente crítico, pone en entredicho el sistema patriarcal de reglas y gira en torno a la representación del poder, en un intento de evidenciar la tensión entre la simbología del gesto artístico y la rigidez del estado mental. De este modo, Hombres sentados parece reivindicar la visibilidad y la autonomía de una imagen-escultura que, paradójicamente, cuestiona los límites de la autoridad a la vez que apunta al mismísimo núcleo de su motor, la inamovilidad del cerebro”

Marko Stamenkovic (De la hoja de la exposición)

2.

-Abuelo, que le voy a grabar con la cámara.
-Pero Federico, hijo, con esta cara.
-No importa, si es desde arriba. Espere, que me subo a la silla. Ya.
-¿Ya?
-Sí, abuelo, le estoy filmando.
-¿Y esto?
-Vamos a hacer un poco de arte. Pero no hable, abuelo.
-¿Y qué hago?
-Gritar. Grite abuelo, grite.
-¿Gritar?
-Sí, abuelo, grite. Así, perfecto. Aguante un minuto. Así.
-(Grita)
-Muy bien.
-¿Pero qué vas a hacer con esto?

3.

Me acerco al guarda para preguntarle por dónde se entra a ver las exposiciones del Matadero.

-Hoy es el día de la música y de las tres sólo han dejado una. De todas maneras, hasta las once no abren la puerta, la que está aquí al lado.

Todas las cafeterías están cerradas por la plaza de Legazpi. En las paradas de autobús hay gente sentada con el gesto del que no espera el autobús, sino algo diferente que no parece que vaya a pasar por ahí.

Nos metemos en la cafetería de la gasolinera a tomarnos dos cortados mientras esperamos a que abran las puertas del Matadero.

-Tengo gatitos de un mes. ¿Queréis uno? – nos ofrece uno de los empleados - ¿No? ¿Seguro?

4.

La exposición que han dejado abierta es “Hombres sentados”, de Carlos Rodríguez-Méndez. En una sala prácticamente a oscuras, se proyectan dos videos. En los dos aparece una imagen cenital de la cabeza de personas mayores. Lo único que se escucha es el grito que acompaña a cada escena.

5.

¿Y esto? - pensamos los dos.

6.

-¿Pero qué vas a hacer con esto?
-Voy a ver si lo expongo.
-Pero hijo, a mí me parece que…
-Nada, abuelo, nada, que una vez vi algo parecido en el Matadero. Se llamaba “Hombres sentados”. Ahora que he visto que puedo hacer lo mismo, creo que voy a desarrollar ese concepto. Le voy a pedir que se beba un vaso de leche y que recite algún texto de su época del colegio.
-Pero se me va a caer todo de la boca.
-Esa es la idea.
-Pero esto…esto…
-Cuando esté listo, le ponemos un buen texto. Un buen texto es fundamental para aclararles las cosas a los visitantes, que no se enteran de nada. Qué lata de público.
-¿Y eso?
-Que es una lástima tener que depender del público. El público limita el arte. Perfecto. Voy a por la fregona para limpiar el suelo. Ahora a ver si le pido un texto al Alex, que se le da bien esto de escribir

7.

“En la obra de F.G.S. se percibe la tensión subyacente a todo proceso de tratamiento de la memoria. Por un lado está aquello que el entorno, económico y social, acepta como válido y, enfrente, la parte personal, reducida en muchos casos a una forma de nostalgia en la que el yo no puede encontrar una referencia histórica. Esa lucha, en la mayoría de los casos ajena al propio sujeto, es fuente de una tensión permanente que acaba modulando al individuo que, para sobrevivir, tiene que abandonar el pasado. En su obra “Hombres vomitando el pasado”, F.G.S. dota de significado, a través de un ejercicio aparentemente inocente, a hechos cotidianos a través de un uso alternativo de los objetos y de los actos comunes. En la serie, la acertada mezcla de la leche con las palabras, genera un nuevo campo de significado : la palabra, sin forma ni color, se convierte en un flujo blanco y desbordante que, roto ese dique del entorno social, se vuelve nutritiva, violenta, próxima, alimentando así a una memoria acuosa, fértil, rejuvenecida. F.G.S. vuelve con esta serie a los elementos que ya ha usado con éxito en otras exposiciones : los abuelos, la leche (desnatada) y las sillas en las que se sientan los abuelos."

Alejandro López-Finisterre (Del futuro catálogo de la exposición)

8.

Salimos del Matadero con la sensación de haber perdido la mañana. Photoespaña lleva ya unos años de capa caída. Ya no hay exposiciones ni el Price, ni en la sede del BBVA, ni en la del Canal de Santa Engracia, ni en el NH, ni en Telefónica...

9.

La verdad es que me hubiera gustado decirle al hombre de los gatos que sí.

10.

Una papelera. Hay que ser limpio.

sábado, 18 de junio de 2011

Closing time

A las 21:15, mi mundo continúa su ritmo, alejado de mí : María ha ido a por Lucía a una fiesta de cumpleaños, Daniel está cenando con su primo en la casa de mis cuñados. En la casa hay silencio.

Me siento en la terraza con un libro.

Antes de abrirlo, llamo a una amiga para vernos mañana. Después charlo con mi madre. Sigo sin abrir el libro.

Recuerdo que la nevera está llena, repleta.

La piscina ha cerrado y un grupo de padres y madres charlan mientras sus hijos juegan.

El vigilante se dedica ahora a recoger las bicicletas y los triciclos, de dos en dos, para llevarlos al cuarto en el que se guardan. Va sin prisas. Seguramente tenga turno esta noche y sabe que es tiempo lo que le va a sobrar.

Las madres y los padres siguen hablando entre sí, manteniendo las distancias, como si un director les hubiera señalado dónde quedarse y esperaran alguna indicación.

El libro es “Cuentos de la periferia”, de Shaun Tan. Hay uno que quiero leer. Lo abre un dibujo de un buzo. Todavía, no sé por qué, no lo empiezo.

Una chica sale al balcón a fumar con la pose de la chica que sale al balcón a fumar y se sabe observada.

Quiero llenar este silencio con demasiadas cosas. Mirar. Leer. Escuchar música : quiero poner algo que no sea infantil. La banda sonora de esta casa la ponen Clan o Disney y es algo que empieza a agotarme. Lo primero que encuentro es un disco de Leonard Cohen. Ahora todos escuchamos a Leonard Cohen y decimos cosas profundas cuando, la verdad, lo que a mí me gusta de Leonard Cohen son las voces femeninas. Cómo arrancan cuando llega su momento en “Take this waltz” o cómo juegan con Leonard Cohen en “Closing time”, "First we take Manhattan", "Dance me to the end of love", "In my secret life" o "Hallelujah". A ellas deberían darle el Príncipe de Asturias de plata. Y a los violines que le acompañan el de bronce.

Escucho “Closing time” en una versión en directo. No está mal. Me vale.

El libro. El cuento. Me estoy demorando tanto con esta urgencia por aprovechar el silencio y el tiempo que no voy a poder leer el cuento. Se titula “Juguetes rotos” y es corto. Si dejo de fijarme en que el cielo se refleja en los cristales del edificio de enfrente, como si detrás no hubiera nada, sólo más cielo, no voy a poder terminarlo.

Venga, que es corto.

Y aparece un buzo que repite palabras en japonés con un caballo de madera, y dos niños que temen a la señora Malanoticias, que siempre les devuelve rotos por la mitad los juguetes que encuentra en el jardín de su casa.

El cuento es corto y está muy bien. Llevar varios años contando cuentos nuevos por la noche hace que valore mucho el trabajo de los demás : cada vez soy más intolerante con los malos (donde incluyo a la mayoría de los dibujos animados, basura que sirve para emitir anuncios) y disfruto mucho más con los buenos, porque sé lo difícil que es sorprender.

En este caso, además, a los textos se añaden los dibujos de Shaun Tan. Me parece muy buen ejercicio contar estos cuentos, dejar que los niños se lo imaginen y después mostrarles cómo lo ha dibujado el autor.

¿Surge primero la imagen y después la sigue el cuento o es al revés? Normalmente imagino la historia y pocas veces la veo dibujada, apoyándome en las palabras. Pero un día seguí el camino contrario, con un cuento en el que una niña, Sonia, se relacionaba con extraños monstruos. Antes de empezar con el “había una vez”, me imaginé a Sonia y el mundo que ella veía. Estuve casi una hora contando la historia de Sonia y los monstruos porque conseguí que me resultara sugerente desde el principio. En cierto modo, también me estaba contando el cuento a mí.

Así que se podría decir que somos malos narradores porque, en el fondo, también somos malos dibujantes.

Apenas tengo tiempo de pensar en el cuento, de disfrutarlo una vez que lo termino. La puerta de la calle se abre y mi mundo vuelve a estar alrededor de mí.

viernes, 17 de junio de 2011

El oso espíritu


National Geographic manda a Paul Nicklen a fotografiar al espíritu del bosque en el bosque húmedo del gran oso de la Columbia británica. El mayor bosque templado del mundo. Los osos negros que viven ahí sufren una anomalía genética única en su especie : uno de cada diez oseznos nace blanco. Los llaman osos espíritu.

Nadie vive en ese bosque. Sólo se puede llegar ahí en barco o en avión.

Paul tiene cuarenta y cinco días para dar con ellos y hacerles una buena fotografía. En las dos primeras semanas no logra verles. Establece su puesto de observación en una atalaya en el punto de un río por el que pasan los salmones remontando la corriente. Ahí pasa unas diez horas diarias.

“Hoy comenzó a llover a cántaros. Debí habérmelo figurado cuando vi lo lisas que estaban las rocas. Así que me coloqué sobre la roca al borde de un precipicio a diez metros del río. Era imposible moverme más de medio metro sobre la roca porque cualquier resbalón causaría una caída grave. Así que ahí me quedé, siete horas de espera bajo la lluvia. Pasé mucho frío. Se necesita un nivel de paciencia inconmensurable. La única forma de reunir tanta paciencia es que te sientas apasionado por aquello que vayas a fotografiar y por la historia que quieres contar. Estás totalmente incómodo. Te mueres de hambre. Pasas calamidades. Pero nada importa porque lo único que te interesa es la foto. Pensaba : seguramente no veamos a ningún oso blanco, pero vale la pena pasar el día entero aquí. Cinco horas después miré al rió y pensé que algo iba mal. De repente vi dos rayas verticales blancas. Llevábamos semanas esperando y ahí estaba.”

“Somos una especie emotiva. Nos encantan las cosas bonitas, mimosas y raras, como los osos espíritu. Con suerte, al vincular nuestras emociones y nuestro amor por los animales terminaremos preocupándonos por su hábitat.”

“Echo de menos el ártico. Tras ocho días de esperar bajo la lluvia durante diez horas al día he obtenido cinco visiones fugaces del oso blanco. Y, dios mío, llevo todo el día aquí, de espaldas a la cascada, Tengo la bota izquierda empapada, los pantalones también. Y tengo frío. Esto es lo que hay que hacer para conseguir fotos.”

“Cuando no ves un oso pero has prometido unas fotos y el reloj sigue corriendo,estás gastando dinero y no obtienes una imagen, comienzas a pensar que no lo lograrás. Es una sensación horrible, La única forma de tranquilizarte en situaciones así es trabajar dieciocho horas al día.”

“Tenía una imagen resplandeciente en la mente pero al final acabe con otra de lluvia y ríos crecidos. Sin embargo, cuando el oso salió caminado bajo la lluvia, hice las fotos sabiendo que ésa era mi visión. Esa sensación, la de que al fin todo confluye es una de las mejores que puedes experimentar como fotógrafo de naturaleza.”

Paul consigue hacerle varias fotos al oso blanco, pero ninguna es la definitiva. Y es en el último de los cuarenta y cinco días, comprobando unas cámaras que ha dispuesto a modo de trampa, cuando se encuentra con la imagen que buscaba

“Ahí estaba el oso blanco sobre el árbol con la luz a un lado. Volví a apretar el botón y ahí estaba, casi mirando a cámara. Y en la siguiente, justo enfrente, nítido y con una luz perfecta. No daba crédito. Comencé a emocionarme y me dije : Lo tenemos. Lo conseguimos.”

Yo no sé qué busco exactamente esta tarde cuando le hago fotos a Daniel y a Jorge y Carlos , sus dos mejores amigos, mientras los tres se bañan en la piscina , de casa, que ha abierto hoy.

Les hago fotos saltando a la piscina, nadando, corriendo mientras se persiguen, tirándose, subiendo por la escalera y empujándose. Veo las fotos y algunas están bien, pero no me convencen. Digamos que yo también busco a ese oso blanco sin saber si andará por la piscina esta tarde.

Cuando bajamos hace sol, pero poco a poco el tiempo se va estropeando. Primero es Carlos el que me dice que quiere subir a casa. Después veo a Daniel tiritar y Jorge, viendo que se queda solo, también sale de la piscina.

Entonces los tres se sientan en el suelo y se cubren con sus toallas. Es el único momento en el que están quietos, contentos. Les digo un par de tonterías y los tres se ríen. Llevan riéndose toda la tarde por cualquier estupidez. Les hago varias fotografías con el diafragma abierto, cambiando la velocidad para asegurarme de que en una de ellas atrapo la luz que quiero. Disparo y disparo hasta que ese momento, igual que ha llegado, se marcha. Uno se quita la toalla, el otro se marcha a por un juguete y el que se queda se pone ya la camiseta.

Jorge se marcha el año que viene a otro colegio, así que es posible que esta imagen no vuelva a repetirse. Desde el primer año de infantil han sido prácticamente inseparables. Algo se vieron entre si que les animó a unirse y a elegirse entre todos los demás.

Les hago fotos esta tarde para ver si consigo dar con alguna pista sobre esa razón que les llevó a hacerse amigos con sólo tres años. No lo hago por mí, sino por ellos, para que les sirva para recordar.

Hago muchas fotos hasta dar con esa en la que los tres, envueltos en sus toallas, se ríen. Creo que en ese momento también a mí se me aparece un oso espíritu.

jueves, 16 de junio de 2011

Chocolat noir


Lucía camina por la tienda de los chinos buscando con qué acompañar al batido de chocolate que me ha dado. Le detallo todo lo que puede elegir como si estuviéramos en una joyería y yo fuera el dueño.

-Mira, panteras rosas, tigretones, donuts normales, con chocolate, donettes de chocolate, donettes blancos, bollycao con chocolate, bollycao de chocolate relleno de chocolate, palmeras de chocolate y bucaneros.

Sí, bucaneros.

Ella lo mira todo para agradecerme el interés que me tomo, pero parece que no va a decidirse por nada de lo que hay ahí. Veo que el dueño de la tienda prepara pequeñas bolsas con un surtido de chucherías que va sacando de las cajas de plástico expuestas. Lo hace con cuidado, como si estuviera guardando peces de colores. Las bolsas se acumulan en el pequeño mostrador que atiende su hija, atenta a la pantalla de un portátil.

Toda la gente que entra sabe dónde encontrar lo que busca. Entre el hola y el adiós apenas pasa tiempo.

Lucía niega con la cabeza, como si estuviera frente a una colección de una temporada pasada. Tengo ganas de verla dentro de unos años mirando ropa, para ver si este gesto sigue siendo el mismo. Creo que lo que la frena es pensar que todo ese chocolate que viene en la bollería, a punto de deshacerse por el calor, acabará manchándole las manos.

De repente señala una caja de mikados. No me parece una merienda. De hecho, no sé qué me parecen los mikados, pero sé que o es eso o nada. También lo sabe ella.

La hija del dueño deja de teclear en el ordenador. Para sumar los artículos usa una calculadora que tiene en el mostrador. Tal vez para no mezclar el trabajo con el placer. Le doy un billete de veinte euros y ella me devuelve el cambio ordenado de mayor a menor : el billete de diez, encima el de cinco, encima la moneda de un euros y, sobre ella, la de veinte céntimos.

Le propongo a Lucía que vayamos a un parque, pero prefiere sentarse encima de un pequeño muro que hay junto al coche.

-Hace sol – le advierto.
-Tengo gorra – me dice.

Ella, sí; yo, no. Se sienta en el muro y empieza a sacar los mikados de uno en uno. Le sientan bien a sus dedos finos. Los mikados son para ver cómo se los comen los demás. Cuando el chocolate de la caja empieza a derretirse y ya no puede comérselos de uno en uno, los deja de lado y se bebe el batido de chocolate.

-Ya – me dice.

Por eso quería yo una niña. Esta merienda en versión Daniel, que ahora está en un cumpleaños, sería totalmente diferente.

miércoles, 15 de junio de 2011

Donde la reina te lleve

Las nuevas cintas tienen una pantalla en la que puedes ver la televisión, escuchar la radio o navegar por Internet. Son las siete y cuarto, ya ha salido el sol y me apetece correr un poco. En La Otra, esa cadena que parece el título de una copla, hay un programa de música. Mira qué bien.

Pierna derecha : ¿Eso no es Radiohead?
Pierna izquierda : Sí, no me jodas.

Las piernas hablan entre sí, pero yo hago oídos sordos. No puedo ceder a las quejas de mis piernas. Pues sí, es un especial de Radiohead y si eso es lo que toca, pues se acepta. El mismo argumento utilizamos con las cenas : lo que hay en el plato es lo que hay que comerse.

Pierna derecha : No tengo ganas de correr. No me veo.
Pierna izquierda : Con Radiohead me dan ganas de correr hacia atrás. Lo que sea, pero para atrás. Mira, así.

¡Pero qué coño! Me tengo que agarrar para no caerme. Si Radiohead está muy bien, razono con mis piernas, muy bien, y se han llevado muchos premios y es un grupo de culto.

Pierna derecha : ¿Oculto?
Pierna izquierda : ¡Oculto! ¡Oculto! ¡No lo suficientemente oculto!

Y se ríen las dos piernas. Míralas. Como colegialas compartiendo un secreto. Si no fuera porque las necesito para darle patadas al ascensor cuando no lo dejan libre, no habría risas sino llantos. Radiohead, insisto, tiene canciones muy famosas como “Karma Police”

Pierna derecha : Suena a raterillo andaluz tranquilizando a un municipal.
Pierna izquierda : “Carma, polí, carma”. Jejeje

Esto no funciona. A mi izquierda, en otra cinta, una veinteañera que lee apuntes va mucho más deprisa que yo. Yo quería correr un poco. Esto no es correr. Repaso las opciones pero no encuentro la forma de correr sin mis piernas. Podría hacer el pino y probar.

Voy a defender a Radiohead pero, sinceramente, no puedo. No me gustan, nunca me han gustado, nunca me van a gustar. Quiero que me gusten pero no lo consigo. Me veo en un nivel más alto si puedo decir que me gustan, pero no me gustan, no. Lo siento. Leo sus entrevistas y me gustan lo que dicen, pero escucho su música y me doy cuenta de que nunca viviré en ese barrio elitista de la gente a la que sí le gusta Radiohead.

Chicas, les digo ya resignado, ¿qué queréis?

Pierna derecha : Al astrofísico del pelo abundante.
Pierna izquierda : Eso, y al de Tanzania con el bigote grande.

Pues larga vida a la reina. Me meto en Youtube y busco vídeos de Queen. Y empiezo a correr.

Pierna derecha : Esto es otra cosa. ¿A dónde le llevamos, jefe?
Pierna izquierda : ¿Tiempo o distancia?

Pienso que podría intentar llegar a los nueve kilómetros. En lo que lo intento, me doy cuenta de que hay muchas canciones de Queen con la palabra Love. Este Freddie, que era muy cariñoso. Funny how live is, Crazy little thing called love, Somebody to love, Mother Love, Too much love will kill you, Love of my life, One year of love, I´m in love with my car, Get down, make love y Las palabras de amor.

Pierna derecha : Hecho, jefe.
Pierna izquierda : Nueve kilómetros y doscientos cincuenta metros, de propina.

martes, 14 de junio de 2011

Minimizar riesgos


Con una diferencia de veinte minutos, esta mañana realizo la misma gestión en sentido opuesto. A las nueve le entrego un formulario a la chica de administración del colegio para solicitar una beca de libros que ya nos denegaron en año pasado. A las nueve y veinte, una chica, con una eficiencia que compensa su seriedad, me clava una aguja en el brazo sin que lo note.

En el primer caso pretendo recuperar algo de sangre, en el segundo, la entrego.

El caso es que la secretaria, que sólo tiene que revisar el impreso, niega con la cabeza. Sabe negar lo suficientemente bien como para que me sienta ya culpable sin haber dicho nada, sin conocer cuál es mi error.

-Número de identificación del alumno. Está en la agenda de cada niño.

Y me mira. Si era buena negando con la cabeza, esta mirada merece que la plaza se ponga en pie. Puedo leer en ella, como esa sucesión de cotizaciones que recorren la parte baja de la pantalla en los canales de economía, el mensaje : “Así que vuelves a casa, coges la agenda, miras el NIA, lo anotas y vuelves mañana”

Yo la miro con una pregunta “¿Y no puedes comprobarlo tú, que un fichero así debe ser para vosotros la piedra sobre la que edificar toda la burocracia?”

Y ella sigue con la sucesión “Hay mucha gente esperando y acabo de llegar y quiero quitarme esta cola de aquí cuanto antes”

Yo sonrío y le doy las gracias. Ella sonríe y me da las de nadas. Es la burocracia en estado puro, lo que me gusta, porque en esta época adulterada es difícil encontrar elementos puros e inmutables.

Veinte minutos más tarde, le entrego una tarjeta y un impreso de análisis a otra administrativa que me atiende junto al laboratorio. No pregunta nada. Consulta la pantalla, mira la hoja y comienza a imprimir pegatinas que va colocando en distintos impresos. Parece que estuviera facturando veinte maletas. Cuando reúne toda la información, la coloca en el mostrador. Sólo le falta decirme desde qué puerta sale mi vuelo y a qué hora debo embarcar.

Le doy las gracias y ella me contesta que de nada. Aquí hay traspaso de información, lo contrario que en el caso anterior. Llevo impresos en la mano como si acabara de salir del Fitur. Busco asiento y me fijo en un código impreso. La imagen del aeropuerto es apropiada porque en varias pantallas van apareciendo las distintas llamadas junto al box en el que se hacen las pruebas.

Son muchas hojas las que me han dado para un análisis que la hematóloga había escrito en cuatro palabras. No sé, porque no me fijé en ellas, si decían análisis u obras completas. No importa, no vamos a ponernos nerviosos por estas cosas.

Me doy cuenta de que ésta es la hora en la que las madres vienen con sus hijos a hacerse los análisis. Sólo madres, lo que demuestra que en los momentos importantes nos sobra el padre. Una niña sale llorando, otro dando saltos de alegría, otro se aprieta el algodón con seriedad, y otra camina con su madre como si éste fuera el camino de todos los días al colegio. Además de madres y niños, hay bastantes mujeres embarazadas, y ancianos, y ejecutivos, y parejas que se hacen los dos el análisis y se alejan con la mano en el algodón, y una señora con un bote de plástico envuelto, y otra que consulta su móvil y un hombre que mira al suelo con las manos en los bolsillos y otro que no deja de consultar la pantalla.

Leo un par de páginas de “Telón de fondo”, de Marcos Ordóñez :

“Las obras que más me seducen son las que modifican mis prejuicios, y los personajes que más me conmueven son los protagonistas secretos: aquellos que crecen inesperadamente, “como si” se sorprendieran a sí mismos con sentimientos que no preveían, y acaban de modo distinto a como empezaron. Esa es la señal inequívoca de que relato y personajes están vivos, porque siguen las pautas de la vida : el azar, la sorpresa, las pulsiones ocultas, las sacudidas de la pasión” (Página 108)

y veo que en la pantalla sale mi número.

Una chica bajita, sudamericana, delgada, me indica que la siga hasta el box 2. Coge mis papeles, los desordena y los vuelve a ordenar. Le sienta bien la bata. Hay batas que dicen : ésta realmente no es mi vocación, pero de algo tengo que vivir. Esta bata dice : soy buena en lo que hago y te lo voy a demostrar.

-Pon en brazo que quieras.

Le presento el derecho porque veo que hay una vena que se acerca a la superficie como las carpas del retiro cuando les tiras comida. Ella sigue el ritual con seguridad. Ata la goma. Palpa con un dedo. Frota con algodón. Saca una aguja.

-Aprieta con fuerza.

Y la clava con suavidad.

-Ya puedes abrir la mano.

Veo que utiliza varios tubos para la sangre. Más que un análisis, parece que se llevara a mi sangre de excursión, llenando un autobús tras otro de glóbulos rojos deseosos de conocer mundo.

-En dos semanas vuelven de excursión – dice.

Realmente dice que dentro de dos semanas tendré los resultados.

Si esta chica me hubiera antendido en el colegio, habría buscado el NIA sin problemas. Claro que, entonces, es probable que la otra, estrenando bata, me hubiera mandado a casa con los tres tubos vacíos para que los rellenara yo mismo. Parece que la realidad a veces se organizara para minimizar riesgos.

lunes, 13 de junio de 2011

Cuenta 140 : La feria

Desde Octubre del año pasado, en El Cultural, el suplemento de El Mundo, Montero Glez conduce un concurso de microrrelatos. Cada semana se propone un tema con la condición de que las historias presentadas no sobrepasen los 140 caracteres y los lunes se publican las finalistas.

De las diez que escribo, mando las tres primeras. A la final pasa la primera.

1-En la cola del autor de "Cómo mejorar tu matrimonio" esperaba su mujer con los papeles del divorcio.

2-Como única dedicatoria, el autor de la monumental biografía de los Sex Pistols abría el libro y escupía.

3-Le gustaba la Feria y el tiro al blanco. Desde su ventana, el escritor fracasado apuntaba con su rifle a las casetas más visitadas.

4- Durante el año les daba cobijo, cariño y se preocupaba de su salud para que ellos engordaran y pudiera llevárselos a la Feria. A Firmar.

5-Como su estilo se metía bajo la piel, los lectores le pedían que les tatuara la dedicatoria.

6-Se le pasó el tiempo de escribir la novela en encontrar la dedicatoria perfecta.

7-Disimuladamente, el negro le dictaba al oído las dedicatorias al famoso presentador.

8-El agente se dejaba llevar por su vocación literaria y al pie de la multa ensayaba sus futuras dedicatorias en la feria.

9-Salio a pasear al perro y volvió con la Historia del Arte en diez tomos. Al ver cómo la vendedora acarició al perro supo que estaba perdido

10-El autor de su biografía como censor escribía la dedicatoria y después la tachaba concienzudamente.

domingo, 12 de junio de 2011

Descubriendo Madrid

Poco a poco vamos regresando a Madrid, descubriéndola con cierto espíritu de turistas, comentando los nuevos restaurantes que abren o anotando las recomendaciones de locales que nos hacen los amigos. Tener hijos te acerca a unas cosas y te aleja de otras. En cierto modo, teníamos a Madrid abandonada. Entendiendo Madrid con cierto espíritu purista en el que no entran ni los centros comerciales ni los cines de las afueras, únicas soluciones a veces en una ciudad no muy preparada para ir con niños.

En la nevera, por ejemplo, un recorte de El País con una guía de locales relacionados con la comida que hay que conocer. De ellos tenemos marcados con una equis los que ya hemos visitado : Oomuombo, Cacao Sampaka, Moulin Chocolat, Pomme Sucre y Mercado de San Miguel. Para recuperar el título de madrileño más o menos al día, todavía nos faltan otros tantos : Magasand, La Abeja Egipcia, Spicy Yuli, Azzait y Harina.

Aprovechamos que hace buena mañana para añadirle una equis más a la lista y, como peregrinos, acercarnos al final de nuestro particular camino madrileño. Elegimos Harina porque está junto a la Puerta de Alcalá y el Retiro, que hoy clausura la Feria del Libro.

Así que madrugamos y a las once llegamos al local, que no es mala hora para desayunar un domingo. Todas las mesas del exterior están ocupadas por gente que ya ha pagado su desayuno y se lee tranquilamente el dominical. No se debe aprovechar de la misma forma una noticia leída en una de estas mesas que en casa, rápidamente, escondiéndote de un niño de seis años que pretende que juegues con él. No me importa jugar con él, el problema es que siempre pierdo.

-Si el dragón siempre le gana a mi monstruo verde, cuando nos lo cambiemos, te tocará perder. ¿no?

No. Los poderes no están en el dragón ni en el monstruo, sino en su mano. Los dos están ahora en la mesa interior a la que nos sentamos después de esperar de pie unos cuantos minutos a que la gente se termine sus periódicos. Falsa esperanza. Todos leen meticulosamente, como buscando un error tipográfico que les permita devolverlo y recuperar su dinero. Esta gente no lee : examina el periódico.

Nos sentamos dentro y esperamos a que nos atiendan.

Esperamos.

Es bonito el local, con su decoración blanca, sus mesas blancas, sus sillas blancas.

Esperamos.

¿Será la paciencia blanca? Me pregunto. No sé si hay paciencia blanca y negra. Podría ser. Hay magia blanca y negra. Ahora mi paciencia es blanca. Como el hambre que tenemos, que es blanca porque sabe que la comida no tardará mucho.

Esperamos.

Viene un camarero y con un dedo estirado va contando las mesas, como si fuéramos niños a punto de subir a un autobús. A cada uno nos da un orden. Primero tú, después tú y más tarde tú. Hay problemas porque el orden que establece no es el real. El camarero tiene pinta de estar muy estresado. Tal vez sea su primer día aquí. También es el nuestro.

Esperamos.

Si te fijas en la barra, blanca, ves a varios camareros llenar sus bandejas y salir en todas direcciones, pero lo sorprendente es que afuera la gente sigue rastrillando con la mirada todos los artículos. Pasan lentamente se pasan las páginas mientras se toman el café con pequeños sorbos. ¿Cómo puede haber tanta agitación con ese escenario de lagartos tomando el sol encima de sus periódicos?

Esperamos.

La paciencia, lo voy descubriendo, puede ser negra. Sí. Me da tiempo a perder varias batallas con Daniel. Unas con el dragón. Otras con el monstruo verde. Le pregunto si tiene hambre. No, me dice.

Esperamos.

El camarero del dedo estirado es sustituido por una camarera, generosa en carnes y más resuelta. Nos limpia la mesa (las batallas con Daniel tenían de fondo dos teteras metálicas, lo que le daba al escenario cierto toque oriental) y nos pregunta qué queremos desayunar. Nada complicado : Cola-cao, croasán, tostadas y dos magdalenas.

Si alguna vez llego a la Academia y me dan unas tijeras, lo único que cortaré será la g de magdalena.

Esperamos.

La camarera va trayendo el desayuno en varios viajes. Joder lo que cuesta conseguir una equis más en nuestra lista de peregrinos. La leche del cola-cao está caliente pero no se quejan. Tampoco quieren una pajita. Es mentira que no tuvieran hambre : Lucía y Daniel se comen lo suyo y después quieren probar lo nuestro. Apenas hay tiempo para negarse y cuando quiero reaccionar estoy rebañando las migas : las recojo con el índice y me las llevo a la boca.

Cuando llega el momento de pagar, me acerco a la barra para poder aprovechar la mañana.

Ahí sigue la gente, atrapada en su periódico, concentrada en él. Es una buena imagen. Al lado, un quiosco repleto de periódicos y revistas, como un puesto de fruta con variedades frescas de todo el mundo. Detrás, la Puerta de Alcalá. Y en las aceras de la Plaza de la Independencia, una exposición de fotografías de niños con síndrome de Down.

Cada foto tiene el nombre del niño y una frase. Recuerdo, claro, “El libro de Julieta”, que Cristina Sánchez-Andrade ha escrito sobre su hija, también con el síndrome de Down. Ahí no todo es optimismo y alegría, como en estas fotos.

“Llega mi turno. Digo mi nombre y el de mi hija. Digo que Julieta no es ningún regalo de Dios. También digo que un regalo de Dios es un niño normal, sin problemas, Sin discapacidad” (Página 60)

Me entran ganas de releer ese libro. Vamos a la Feria del Libro y, por segundos, no consigo que Marcos Ordoñez me firme su libro. Cuando logre que Zidane me firme su camiseta, iré a por usted Sr. Ordoñez. Está avisado.

sábado, 11 de junio de 2011

El viaje del coro

Ocho niños, acompañados por sus padres y su profesora, vienen desde Valladolid a participar en un encuentro de coros infantiles en Madrid

-Son una representación – nos dicen al presentarlos – porque ahora están de exámenes y el resto ha tenido que quedarse en Valladolid.

Ocho niños que cantan en el centro sociocultural ante unas sesenta personas, sus padres incluidos. Es sábado, hace buen tiempo y la gente debe andar por las terrazas. Es una tarde de terrazas y, además, a este centro no lo conoce ni Dios, a pesar de estar pegado a una iglesia. Es la primera vez que vengo aquí

Un piano, unos micrófonos. Los niños más pequeños, sentados en el centro de este claustro. Los adultos que han encontrado sillas, esperan sentados. Los que no, como yo, buscamos una columna en la que apoyarnos.

Ocho niños que comienzan con el Akai hana y siguen con Banaha, Hallo django y Nesiponono. Los ocho niños también cantan con el coro de la academia a la que van Daniel y Lucía. To stop the train, I like the flowers, Singing all together, Cubanita, La canción de las banaas y Tutira mai, que es con la que cierran.

En total, el concierto dura una hora y media, bises incluidos.

A la salida, veo el pequeño autobús en el que han venido desde Valladolid. Analizado con cierta distancia, no parece muy lógico lo de hacer este viaje para actuar ante tan poca gente.

El hecho es que a esos ocho chicos que el tema sea lógico o no les da igual. Parecen hacerlo porque disfrutan cantando y cualquier excusa es buena para reunirse. Les viene bien que estés ahí, pero no te necesitan.

viernes, 10 de junio de 2011

La Zaranda

El pirata Barbacoa me enseña su plano del tesoro. La verdad es que es un poco extraño, porque junto a la primera X, la que señala el punto de partida, aparece la palabra “Zaranda”. Si sigues la pista de la línea discontinua, junto a la segunda X, la que marca el lugar donde está el tesoro, se puede leer “Zaranda”

- ¿Qué clase de tesoro es éste?

Barbacoa no dice nada. Barbacoa deja que su loro de trapo diga algo. Y esto es lo que dice el loro de trapo :

-Enséñame tu plano.

Me palpo el hígado, el corazón, los pulmones, el bazo y le doy un golpe al estómago :

-¡Qué bueno el Tilenius!-Le digo.

El loro es implacable.

-El plano.

Rebusco y toco hasta que doy con él. Es un papel doblado que le entrego para que él lo abra con sus alas. Yo ya sé lo que aparece, así que os lo digo antes de que el loro lo despliegue con sus alas. En la X de partida aparece “Nicholson Baker”. En la de llegada, “Nicholson Baker”.

Así que no es tan raro, me demuestra el loro, que uno salga de un sitio para llegar al mismo lugar. En el plano del tesoro, tu objetivo está ya a tu espalda.

Compro dos entradas para ver “Nadie lo quiere creer”, en el Teatro Español, que es un sitio que está muy bien porque lo rodean locales en los que tomarse un vino, y cuatro croquetas y un humus con un pan muy fino en lo que empieza la obra, a las ocho y media, un viernes como hoy.

Pasa gente curiosa por la calle Prado. Ellos, viéndonos comer estas croquetas, también pensarán lo mismo. Gente curiosa.

A las ocho y cuarto, los platos limpios, pedimos la cuenta y nos vamos al Español.

"Nadie lo quiere creer". Esta es una obra como esos chupitos que te ofrecen, con una mirada de complicidad, al final de una comida.

-Lo preparo yo, pruébalo.

El chupito se lleva todo lo que encuentra a su paso. Joder con el chupito. Tres actores, un reloj sin tripas, dos sillas, una sábana, un pavo real disecado, un brazo derecho ( es importante que sea el derecho), un guante de limpieza rosa, un traje de miliciano, un juego de bingo y una palangana. ¿Quién no tiene eso en casa? Todo el mundo. Todo el mundo puede montar una obra de teatro en su salón.

Esto no es “Los miserables”.

Esto es teatro de diálogo y movimentos, de actores que dicen y hacen y exprimen los pocos objetos que tienen. Esto es un sándwich de dos rebanadas en las que te ponen, en un lado, Nocilla, y en otro sobrasada. Y a morder, a mastica y a tragar.

-Es que tengo el estómago de delicado, voy a pedirme un desnatado con bífidus.

Los de la Zaranda no tienen bífidus porque a veces da la impresión de que a los de la Zaranda el púbico no les importa demasiado. Es algo que está ahí, como el gorro del miliciano. A ellos lo que les gusta es abrir el armario y probarse todas esas frases que hace tiempo que nadie se pone. Ninguna parece sentarle bien a nadie, excepto a la dueña de la casa, que aunque prepare su funeral.

-¡Quiero un responso más emotivo!

tiene el lenguaje y el humor más vivo de toda la obra, sin que importe mucho que se quede sin el brazo izquierdo al principio y el derecho al final. La que anda más cerca de su propia tumba parece más lúcida y más vital, aunque su sangre ya no corra por sus venas, que los que la rodean, que en vez de ver fantasmas persiguen las sombras de su propia avaricia.

Puedes estar muerto aunque tus constante vitales sean normales.

Puedes estar vivo si te refugias en tu cabeza, como en lo alto de una torre, y sigues llamando a las cosas por su nombre y conservas el lenguaje inquieto y rápido como un galgo bien entrenado.

Hay esto y hay más : codicia, soledad, nostalgia, dolor, pena, mentira, humor negro, decadencia, calor, olor a cloroformo y miedo.

No voy a contar más de la obra, sólo el final : los actores no salen a saludar. Miles de obras con los actores doblándose ante el público, agradeciéndole su presencia en estos tiempo de crisis, y vienen los de la Zarada para explicarte, con su ausencia final, lo que nunca se debe hacer : si el personaje se conciverte en actor, le das una patada en los cojones a la obra que acabas de representar.

-Por esta gente me lancé yo a la mar – me dice el pirata Barbacoa.

No es mal plan, aunque esta gente sea de los que, en vez de utilizar el canal de Panamá, prefiera recorrer la mitad del continente.

jueves, 9 de junio de 2011

Una comida especial


Pensaba que sería otro día de menú de diez euros, pero, por una de esas sorpresas que te trae la vida, he terminado comiendo en un restaurante de nivel. Con lo de nivel no me refiero al precio, obvio, sino a una serie de detalles que están ahí y a los que hay que prestar atención si uno sólo lleva en el bolsillo los vales de comida : mejor cambiar de lugar antes de que sea demasiado tarde.

1-Sólo hay camareros.

Mayores, con chaqueta y pajarita negra. Se mueven despacio y con la seguridad de que ellos son parte del local. Tienen cierto aire académico, como si entre plato y plato se leyeran el Wall Street Journal en la cocina y estuviera deseando que les preguntaras algo.
-¿Y las predicciones de Meredith Withney?
-Obvias si en EEUU no acometen un rápido programa de reducción de gasto que mantenga el nivel de los bonos. Le aconsejo que pida rape

(En el local del menú a diez euros sólo hay camareras jóvenes, vestidas de negro, que no dejan de moverse de un lado a otro. Siempre se ven caras nuevas)

2-Mientras esperas, te ofrecen un vino.

Te colocan la copa en la barra y te sirven un vino tinto sin preguntarte si Rioja o Ribera, como si lo importante es que estuviera bueno y eso es algo que ahí se da por descontado.

(En el local del menú a diez euros esperas de pie porque apenas se queda una mesa libre, la preparan en cuestión de segundos, como si eliminaran el rastro de un asesinato)

3-No hay televisión.

Aquí se viene a comer o a hablar de negocios, no a distraerse.

(En el local del menú a diez euros, lo primero que ves al entrar es una televisión de pantalla plana en la que cuentan que una vaquilla se ha escapado, te explican una nueva manera de preparar el salmón o repiten los diez mejores goles de la última jornada, del peor al mejor)

4-Hay corbatas.

Hay muchas corbatas. Son corbatas de jefe, con los nudos bien hechos, y cierta rigidez. En cierto modo, las corbatas reafirman al que las lleva, son un símbolo más de su posición. No hace falta que te den su tarjeta para que sepas que tienes delante a un CEO : ya te lo dice su corbata

(En el local del menú a diez euros también hay corbatas, pero las pocas que se ven parecen llevarse por obligación, y eso se nota. Como el que pasea a un perro que no es suyo)

5-El camarero anota lo que pides.

Lleva un cuaderno y escribe lo que quieres comer, letra tras letra. Si se lo pidieras, seguro que podría hacerlo en el tipo que quisieras. Times New Roman, por ejemplo. El bolígrafo con el que esriben no es un bic de plástico. Cuando termina cada plato, afirma levemente con la cabeza para que le digas el siguiente.

(En el local del menú a diez euros la camarera coge la nota impresa en la que están los platos y va colocando un palito al lado de cada uno. Cuando termina, los cuenta, nos mira y multiplica por dos y si las cuentas le salen, se marcha para la cocina)

6-Alguien habla en inglés.

En la mesa de al lado, un hombre mayor, con camisa blanca y corbata, le traduce los platos al que tiene al lado, que no habla español. Se atasca cuando llega el momento de traducir merluza. En vez de consultarlo en el móvil, como haría yo, le hace una señal al camarero y le dice algo al oído.

Al rato, el camarero se presenta con un plato en el que lleva un trozo grande de merluza. Ayer nadaba en el mar y hoy hace de traductora

(En el local del menú a diez euros se escucha español con acentos de todo el mundo. Cada camarera tiene el suyo)

7-No hay salsas ni patatas fritas.

La ensalada trae lechuga, tomate, atún, cebolla, huevo duro y aceitunas. Nadie nos ha preguntado qué salsa queríamos. Aceite y vinagre. Al bacalao que pido le acompañan unos cuantos pimientos rojos desmenuzados, casi por un tema de estética.

(En el local del menú a diez euros las ensaladas tienen salsas de diferentes nombres. El segundo plato suele ser un montón de patatas fritas al que le ponen algo de pollo o de carne, casi por un tema de estética)

8-No hay prisa.

Hasta que no nos comemos el último trozo de calamar y de tomate no se llevan los entrantes. Si hiciéramos la prueba de dejarlos ahí para ver quién pierde antes la paciencia, estoy seguro de que seríamos nosotros los que tiraríamos la toalla. Aquí sobra tiempo. Pueden darte todo el que quieras.

(En el local del menú a diez euros te dejan el segundo plato si, por culpa de la conversación, te retrasas con el primero. Las camareras saben hacerlo de forma que no resulte violento. Dejas de charlar y, con sentimiento de culpabilidad, vuelves a centrarte en el plato)

9-Acompañan el café con dos pastas.

Y nada más dejarlas en el plato de ofrecen un chupito.

(En el local del menú a diez euros te sirven el cortado. Si no se derrama un poco de café en el plato ya me doy por satisfecho)

10-Traen la cuenta en una pequeña bandeja plateada.

Haciendo que nos sintamos como embajadores recibiendo un importante parte del frente. Para que la escena fuera perfecta, la cuenta debería venir en un sobre acopañado de un abrecartas.

-Gerónimo, que por fin ha caído.

(En el local del menú a diez euros te tienes que acercar a la barra a pagar. La chica mete la tarjeta en el terminal, te pide que teclees el ping y espera. Tú también esperas. Miras si llueve. Te metes las manos en los bolsillos. Piensas en un par te tonterías. El terminal responde y la chica, de un tirón preciso, te entrega el recibo con la tarjeta)

Este sitio está bien y la comida es propia de un sábado, pero me sentiría extraño viniendo aquí todos los días. Fuera de lugar en muchos sentidos, incluyendo el moral. Mi sitio ahora es el local del menú y creo que lo seguirá siendo por mucho tiempo.

Pero del bacalao que me he comido me voy a acordar mucho, mucho tiempo.

miércoles, 8 de junio de 2011

Una subasta asequible


Escucho por la radio que se va a subastar la chaqueta roja y negra que Michael Jackson llevaba puesta en el video de Thriller. Se espera que se paguen por ella 400.000 dólares. Así que, dentro de poco, alguien que ahora tiene mucho dinero, y entonces tendrá un poco menos, podrá ponerse la chaqueta en las fiestas y echarse unas risas con los amigos haciendo de zombie.

Sé que las posibilidades de que llegue a ser tan famoso como Michael Jackson son más bien pequeñas, pero nunca se sabe. Esta misma noche podría ser el elegido por una avanzada civilización sin fútbol ni cinturones contra la celulitis como enlace entre ellos y nosotros. Donde nosotros equivaldría a toda la Humanidad menos los que critican a Peter Gabriel en sus blogs de mierda. A esos, que se los coman crudos los marcianos.

Todo puede ser, así que debe considerarse que lo que voy a presentar a continuación, una idea más bien extraña, fruto de alguien que se hubiera visto el mismo capítulo de House veinte veces (el lupus tiene la culpa de todo), tiene, en el fondo, su cierta lógica (recordar lo de la invasión marciana del párrafo anterior).

Todavía no se manifiestan los alienígenas, así que sigo.

Propongo, pues, siguiendo el ejemplo de Michael Jackson, realizar una subasta de las prendas que he llevado puestas a lo largo del día. Junto al nombre de la misma y una breve descripción, señalo el precio de salida. Las respuestas, de forma ordenada, pueden dejarse en la parte de comentarios.

1-Toalla pequeña para el gimnasio : 10 euros.

Es una toalla pequeña que he usado en el gimnasio. Ha acabado empapada de sudor, porque ése era su fin. Qué bien le sienta al amor propio una toalla empapada de sudor y qué ganas te entran de enseñársela a la sábana, la que después de escuchar el despertador te decía :
-Hoy no te veo yo en el gimnasio.

2-Camiseta negra para el gimnasio : 10 euros.

Ésta tiene poco sudor porque está hecha de un material que lo repele, o lo elimina, o se lo come, no lo sé. Si no fuera por la toalla pequeña, saldría con menos sudor que ese vigilante del museo que no se levanta de su silla en todo el día.

3-Calzoncillo : 10 euros

Es como el mayordomo de una mansión inglesa. El Anthony Hopkins de "Lo que queda del día" en versión ropa interior. Muy limpio y discreto : ni juzga lo que ve ni se lo cuenta a los demás. Bastante de moda ahora que se está imponiendo la expresión “a calzón quitado” como estilo de conversación parlamentaria.

4-Calcetines blancos : 10 euros.

Ya menos blancos. Se caen un poco, pero siempre aparecen juntos cuando los sacas de la lavadora. Hay sondas lanzadas al espacio y mi lavadora sigue repleta de misterios.

5-Camiseta : 10 euros.

Sin mangas y sin mi nombre puesto en el cuello, porque ya no ando perdiendo la ropa por ahí. Si se pierde, es ella sola.

6-Pantalón vaquero : 10 euros.

Siempre aparece una moneda en alguno de sus bolsillos. Cuando alguien te pide lo que le falta para pagar el café, puedes estar seguro de que la vas a encontrar en algún bolsillo.
-Espera, que te la doy.
Y ahí está. Veinte céntimos de mierda, por ejemplo, pero quedas muy bien.

7-Calcetines negros : 10 euros

Son del tipo ejecutivo y me gustan porque se adaptan bien a los brazos : los estiras bien, bien, y, moviendo los dedos ya tienes una figura con la que amenizar las veladas. La voz la tienes que poner tú.

8-Polo : 10 euros.

Creo que se llama así, aunque éste tiene mangas.
-¿No tienes calor con eso? – me han preguntado en el trabajo.
Y he dicho que no aunque los dos sabíamos que sí, pero es que es de ese tipo de preguntas que te incitan a decir lo contrario de lo que piensas.

9-Zapatillas blancas : 10 euros.

Hoy me he llevado el segundo elogio de mi vida por la forma en la que he combinado los colores al vestirme. Lo cierto es que si me he puesto estas zapatillas es porque era las que tenía debajo de la mesa del salón esta mañana y no eran horas para ponerse a considerar otras opciones.

10-Camiseta : 10 euros.

Frente al espejo no lo reconoceré, pero es cierto que tendría que haberme comprado una talla más. La presión, un tanto excesiva, provoca que todos los órganos del cuerpo se aprieten entre sí y que la sangre se quede principalmente en las extremidades, lo que explica lo bien que me funciona la cabeza (basta leerme para verlo) y lo bien que me funcionan las extremidades, como ya he dicho.

Desde este momento queda abierta la subasta. Aceptamos euros y pesetas, ante la posibilidad, muy, muy lejana, de que la crisis acabe convirtiendo todo esto en un episodio de Cuéntame, de cuando Michael Jackson no pensaba que un trozo de lija podría ser parte del instrumental de un cirujano plástico.

Anda, mira, una luz que se acerca.