domingo, 31 de julio de 2011

La playa


Damos un paseo por la playa. En la mano derecha llevo el cubo de Lucía, verde, en la izquierda, el de Daniel, azul.

Lucia busca conchas. Cuando encuentra una, la estudia, va al mar para limpiarla en el agua, la deja en el cubo y le repite a Daniel que en su cubo no se puede meter nada más.

Daniel va a mi lado a cuatro patas, haciendo de perro. Como no puede coleccionar conchas, se fija en las piedras, o en el musgo. Las deja en su cubo sin limpiarlos porque prefiere meterse él en el agua.

Damos un paseo largo. Cuando les pregunto si quieren que regresemos a donde tenemos la toalla, recibo dos respuestas opuestas. Siempre es así.

Esta es una gran playa.

sábado, 30 de julio de 2011

Charla en un urinario


La cafetería se llama Los cansinos y ahí paramos por segunda vez. Leo el nombre dos veces para asegurarme de que no me he equivocado. Sería interesante hacer listas de diez anotaciones con

1-Nombres de restaurantes curiosos, como este de Los Cansinos. Qué gran nombre y qué gran excusa si se toman su tiempo para servirte. Sólo un imbécil se atrevería a quedarse después de esa advertencia que te encuentras en la puerta, encima del cartel que anuncia la lista de bocadillos que hacen (no pasará a la historia el de atún, ni siquiera a la personal) y en los sobres de azúcar.

2-Pueblos que se anuncian en los desvíos, como La Crujía. Si lees ese nombre y no empiezas a imaginar es que algunas ramas de tu cerebro están ya secas.

3-Canciones que parecen emitirse en todas las cadenas, como si la diferencia en el dial no existiese (no existe, ahí está Melendi para mostrarlo). Es increíble la gran cantidad de temas que se han compuesto dentro del género del apareamiento. No me extraña que la población no deje de crecer y de crecer. Si las letras hablaran del FMI las cosas estarían más tranquilas y muchas camas dejarían de hacer sonar los muelles.

4-Camiones que adelantas y luego vuelves a pasar. Extraño fenómeno que está ahí y que desafía todas las leyes de la física pero estimula las de la literatura. Esta lista podría tener apartados : mercancía que se transporta y eslogan de las empresas que casi todos llevan escrito a un lado.

5-Mensajes de la DGT. Sobre los puntos, por ejemplo, que puedes perder si lanzas una colilla. Sería objeto de un estudio descubrir si esos mensajes van cambiando conforme se cruzan provincias. Tirar una colilla te cuesta cuatro puntos, que no deben ser muchos porque veo un pequeño incendio entre las plantas de los dos carriles que sólo puede haber sido provocado por una colilla.

6-Circunstancias extrañas : en el kilometro 21 de la PK24 vemos cientos de cigüeñas, sólo en ese punto. Antes no había ninguna y unos metros después parece que hubiera sido una alucinación. El extraño caso de las cigüeñas que desaparecen

7-Nombres de hoteles de carretera. O los dibujos de neón que los acompañan. Glamour. Un sombrero de copa y un guante.

8-Gasolineras abandonadas. Para hacerse una idea de cómo serán las cosas cuando la gente, por fin, sepa lo que es el peak oil.

9-Combinaciones de chucherías que uno sólo hace cuando viaja en coche con dos niños detrás.

10-Conversaciones interesantes entre padres e hijos : A pesar de las Nintendo o de las pantallas de DVD, se producen. Descubrimos que para Daniel los euros sólo sirven para designar a las monedas. Si se trata de billetes, hay que hablar de dólares.

Pero a lo que vamos, a esa cafetería de Los Cansinos y a su cuarto de baño, donde voy con Daniel. Un urinario funciona y el otro está cubierto y tiene encima con un papel escrito a mano.

-Ese está reservado – me dice Javier después de leer la mitad de las palabras escritas y de imaginarse el resto.

La cosa pasa de averiado a reservado, que es algo inexacto pero que provoca una conexión estimulante. En el mundo de los niños de seis años es normal que los adultos vayan por ahí reservando el urinario. Eso explica que nos vean así.

Me siento en la obligación de corregirle y de contarle lo que pone ahí. Es algo que, como padre, hago con desgana, porque creo que también debo proteger ese mundo. Soy a la vez el ecologista que defiende un bosque y la empresa que pretende llevarse todos los árboles por delante para construir una carretera.

Pero así son las cosas. Sin carretera no podemos seguir el viaje.

viernes, 29 de julio de 2011

Persiguiendo a Maigret


Podría ser “A bordo del naufragio”, de Alberto Olmos; o “Parpadeos”, de Tizón; o “Mil cretinos”, de Monzó; o “Infancia”, de Coetzee; o “Amarillo”, de Féliz Romeo”; o “Vértigo”, de Sebald; o “Horas en una biblioteca”, de Virgina Woolf; o “En el culo del mundo”, de Antonio Lobo Antunes; o “La vista desde Castle Rock”, de Alice Munro; o “El error de Descartes”, de Antonio Damasio. Todos ellos libros que pensaba leer en verano.

Pero no voy a llevarme ninguno de ellos. Lo que quiero es meterme en quioscos y tiendas buscando esas estanterías olvidadas en las que siguen los libros que nadie se molesta en quitar, a ver si ahí, entre ellos, encuentro un Maigret que no haya leído.

Aunque el papel esté amarillo y la cubierta haya perdido color. No importa. Ese placer que nunca obtendré en el mundo digital.

jueves, 28 de julio de 2011

Tres peces en una fiambrera


Tres peces en una fiambrera. Tres peces vivos. Tres peces que tienen una tapa verde sobre su cabeza. Tres peces que llevo a casa de mi madre. Tres peces en los que pienso cuando tomo las curvas. Tres peces que nunca han estado tan cerca los unos de los otros. Tres peces que coloco encima de la mesa de mi cuarto. Tres peces a los que miramos mi madre y yo cuando les quitamos la tapa verde. Tres peces que echo en el acuario cuando el agua está lo suficientemente fría, justo lo contrario de lo que hago con mis hijos. Tres peces que vuelven a nadar tranquilamente.

Todo este trabajo por tres peces.

miércoles, 27 de julio de 2011

Una nevera vacía


Para que no se estropee lo que hay en la nevera, dejamos de comprar más comida y vamos comiéndonos lo que nos encontramos. Yogures. Tomates. Leche. Refrescos. Jamón. Pan de molde. Cebollas. Salchichas. Sobres de Ketchup. Refrescos. Muchos de ellos llevan caducados algunos días. Lo olemos, lo probamos y nos convencemos de que está bueno.

Parecemos dos náufragos comiéndose un gran pez poco a poco, día tras día. Las varillas de la nevera, normalmente ocultas, parecen ahora las espinas de un frío animal.

martes, 26 de julio de 2011

Arturo, la guía de Ulises


Aunque me esfuerce, sólo soy capaz de ver dieciséis estrellas en esta noche despejada. Gracias a una aplicación del iPhone, en la pantalla del móvil puedo descubrir algunas de las constelaciones que están en el cielo.

Ofiuco. Serpiente. Boyero. Cabellera de Berenice. Perros de caza. Virgo. Leo. León menor. Osa Mayor y Lince.

De Boyero leo que su nombre latino es Bootes, que en la constelación hay cincuenta y nueve estrellas y que en ella se encuentra Arturo, la tercera estrella más brillante del cielo nocturno. Arturo se encuentra a 36,7 años luz y es la segunda estrella gigante más próxima después de Pólux. Es 113 veces más luminosa que el Sol.

Según se cuenta en el Canto V, cuando Ulises dejó a la diosa Calipso, se guió por las Pléyades, el Bootes y la Osa. Así que es bastante probable que él también se fijara en Arturo en su viaje hacia el país de los feacios. Esa estrella que sí puedo ver si me asomo un poco al balcón.

lunes, 25 de julio de 2011

Cuenta 140 : La raqueta


Desde Octubre del año pasado, en El Cultural, el suplemento de El Mundo, Montero Glez conduce un concurso de microrrelatos. Cada semana se propone un tema con la condición de que las historias presentadas no sobrepasen los 140 caracteres y los lunes se publican las finalistas.

Mando las diez que escribo. A la final pasa la séptima.

1-La policía no encontró nada en la mansión del narco. Éste, con la raqueta en la mano, les despidió junto a unas pistas con rayas nuevas.

2-En la raqueta sin cuerdas, la araña tejió una red capaz de atrapar todo lo que volaba por el trastero.

3-La profesora de tenis les enseñaba a los niños a ganar y a sus padres, que la miraban dar la clase, lo que se perdían.

4-Todos sus compañeros acudieron al entierro del número uno. A una señal del cura empezaron a arrojar arena en el ataúd con sus raquetas.

5-Como él ya no disimulaba las marcas de carmín, ella se iba a jugar al tenis sin raqueta.

6-Lo que no lograron las súplicas de su madre para que dejara el boxeo lo consiguió la falda de su vecina cuando jugaba por la mañana.

7-Le llevó su raqueta a un lutier para afinar su juego.

8-Durante toda la noche se devolvieron con los móviles el mismo reproche y distintas palabras hasta que al amanecer se abrazaron en el salón.

9-Las relaciones entre ellos no habían mejorado. Aquéllos eran los gritos de su padre animando a su rival.

10-Entre las miles de gotas de sudor distinguió la primera de lluvia, como respuesta a la plegaria que nacía de su destrozada rodilla.

domingo, 24 de julio de 2011

Bichos


El de la foto es un escarabajo de resorte. Se lo compro a Daniel porque le gustan los bichos y éste, en su urna perfecta, está suficientemente protegido de un niño de seis años.

El escarabajo es del tipo de los artrópodos, del subtipo de los antenados, de la clase de los insectos, del orden de los coleópteros, del suborden de los polífagos y de la familia de los elatéridos. Si te olvidas de todo esto, le puedes llamar, tranquilamente bicho, aunque en la RAE digan que se trata una forma despectiva de llamar a un animal.

Y si uno se olvida de que es un escarabajo, resulta interesante.

Acompaña al escarabajo un fascículo en el que se cuentan algunas cosas interesantes. Además del árbol genealógico, descrito ya arriba, se cuenta algo de su historia, que es, básicamente, triste.

A saber : Se pasan cuatro años, la mayor parte de su vida, como larva. No se sabe si porque no se anima a cambiar de fase o porque sabe lo que le espera y se hace el remolón, como los que alargan los estudios y empalman un máster tras otro, para mayor gloria de la economía alemana. Como larva su situación es precaria porque cualquier topo o musaraña o, incluso, otras larvas, se lo pueden comer. Como venganza, la larva, o gusano del alambre, se dedica a comer raíces y patatas. Muchas patatas. Millones de patatas. Cada año, entre el 5% y el 25% de la cosecha de patatas de Estados Unidos se arruina por su culpa.

Ronald MacDonald : Jo
Mr King, de la dinastía de los Burguer : Jo

Cierto. Si por el fuera, las hamburguesas no vendrían con patatas, sino con ensalada de col, que es como te las ofrecen en el Hollywood, donde seguramente pierdan todas sus cosechas por culpa de esta larva. Un misterio resuelto.

Pasados cuatro años y quizás cansados de tanta patata, deciden cambiar de fase para follar. Digo, para copular. Digo, para reproducirse.

Escarabajo de resorte adulto : Pues vamos allá.

Ésa es la buena noticia. La mala es que como has dejado que se te pase la juventud como gusano, ya te queda poca vida por delante : unos pocos meses. Como despertarte un domingo después de comer. Además, como vas a vivir poco, la Naturaleza te manda al desembarco de Normandía con un peto de plástico y una espada de madera. La vida del escarabajo de resorte no es justa.

Naturaleza : No hay presupuesto de atrezzo para todos.

Para defenderse de lagartos o murciélagos, por ejemplo, el escarabajo se tira al suelo haciéndose el muerto (no sabemos si alguno se llama Alves) y después pega un salto. Así huye de los peligros, a saltos. Lo cierto es que tienen un par de alas, pero no son buenos voladores y como corredores tampoco destacan. El tema es que la Naturaleza no parecía tener las ideas muy claras.

Naturaleza : Hombre, uno utiliza esos bichos en los que nadie se fija para ir practicando. Lo del salto me lo curré, pero no encontré al mercado muy receptivo.

“A diferencia de lo que sucede con la mayor parte de los escarabajos, el protórax y el mesotórax de los elatéridos no se encuentran fusionados, sino que están unidos por una región flexible que hace las veces de falsa cintura. Gracias a ella pueden doblar el cuerpo u encajar la espina en el surco para llevar a cabo el característico brinco”

Quizás en métodos defensivos es lo que el Blue Ray al DVD, técnicamente muy superior pero uno no sabe muy bien si merece la pena.

Unos meses por delante, decíamos, en los que ya puede ver la belleza le mundo en forma de flores y comérselas. No todo es oscuridad y peligros. Para aquellos machos que, superados los peligros, y a base de saltos, encuentran una hembra, llega el momento de la copula.

Naturaleza : Eso sí que se lo pude porque tuvo buena aceptación.

Así que el macho encuentra a su hembra, hablan de cualquier tema (menos de patatas, para no estropear el momento con un pasado ya lejano) y si la cosa va bien, copulan. Y la hembra pone los huevos y el macho se muere.

Naturaleza : Esto…sí…esta parte tampoco estaba bien diseñada.

Cuatro años a base de raíces y patatas y cuando te conviertes en escarabajo y logras, huyendo a saltos de una naturaleza que quiere acabar contigo, copulas y te mueres. Vaya.

Le entrego a Daniel el escarabajo en su urna de plástico. Sólo espero que, en el caso de ser macho, tuviera su oportunidad de encontrar a su hembra.

sábado, 23 de julio de 2011

Mujer con carrito de la compra


Una mujer mayor que camina con el carro de la compra delante . Le hago la foto en blanco y negro porque así es como la veo. Va a hacer la compra en un súper del pueblo en el que acabo de comprar zumo de melocotón, manzana y uvas. Una mezcla rara, pero ese era el encargo y lo he hecho sin dudar. Cualquiera. Esta bien este súper: el limoncello es italiano, tienen panteras rosas, no hay nada de Hacendado, las mujeres hacen cola frente a la charcutería, algo que hace que me acuerde de mi madre, no hay música de fondo, tienen de todo, pero con pocas marcas para elegir, una mujer se lleva una botella de anís que paga con un billete de cinco y una moneda, a otra la cajera le dice que su hijo ha estado por ahí esa mañana a lo que la madre le dice que no ha pasado por casa esa noche, la cajera me devuelve el cambio en la mano y no me cobra la bolsa, que aquí los problemas con el medio ambiente deben ser otros, mas próximos, de verdad.

Y las mujeres van a la compra con el carrito, pasando delante de carteles que te siguen pidiendo que votes a Barreda o a Cospedal y que se desgastan juntos a otros de corridas de toros en plazas de los alrededores, donde se refugian toros y toreros, o sesiones de Dj´s. Hay muchas sesiones. Esto es el Ibiza de La Mancha.

En blanco y negro, claro.

viernes, 22 de julio de 2011

"Algo va mal", de Tony Judt


“Algo va mal” es un título con el que siempre vas a acertar. Como poner patatas fritas en una fiesta. ¿Quién va a poner mala cara frente a un cuenco de patatas fritas? Sólo algún familiar de la patata que han pelado, descuartizado y frito y alguien que esté a régimen y se lleve su tupper con espinacas.

Así que el titulo está bien pero no explica qué está mal. Para esto hay que leerse doscientas veinte páginas, como he hecho yo. Como no es una novela negra, os puedo contar qué es lo que va mal y así os podéis gastar el dinero en alcohol o juegos Platinum para la PS2.

Lo que está mal es que hoy el Estado se está quedando en poca cosa. Y Tony Judt echa de menos los tiempos, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, en los que el Estado te pedía que tocaras su bíceps y lo notabas fuerte y duro.

Ahora está blandito y sin fuerza, dice, aunque en España la deuda pública ha crecido de 373.506 millones de euros en el 2000 a 638.767, en el 2010. Será entonces que el problema no es de tamaño, sino de grasa, pero sobre temas como éste no aparece nada en el libro de Judt. Nada.

A partir de este punto, todas las preguntas que podáis hacer se quedan sin respuesta en el libro. Conforme iba leyendo, yo me decía : ¿Qué funciones debe aceptar el Estado? ¿Cuál es el límite de financiación en servicios no rentables? ¿Está justificada la estructura española con las diecisiete autonomías? ¿Hay alguna manera de marcar cuánto puede crecer un Estado? ¿A partir de qué punto su influencia puede ser negativa? ¿Qué servicios mínimos debe garantizar? ¿Existe alguna manera de controlar esa inercia de abarcarlo todo? ¿Qué mecanismos pueden desarrollarse para influir de una manera más eficiente en su funcionamiento? ¿Es necesario definir un nuevo concepto de Estado? ¿Puede ser culpa del propio Estado que hoy mucha gente considere que es una carga para la sociedad más que un beneficio?

Judt no responde a estas preguntas porque no le gustan los números y porque éste parece un libro escrito para el mundo de las ideas, el ámbito universitario donde, joder, no vamos a estropearlo todo poniendo cuadros y series y datos. Caca.

Lo sorprendente es que empieza con fuerza, presentando cuadros, pero el último se queda en la página 33. El resto, Judt lo recorre de la mano de las ideas y de los deseos, que siempre son más cómodos si uno quiere acompañarse a sí mismo hasta la página 220.

Y no es que el libro carezca de buenas sugerencias. En algunos momentos parece que va a salirse de lo esperado y que va a ofrecer un pase tipo Guti, hacia ese desmarque que había había visto antes, pero sólo son ilusiones fugaces que desaparecen en un par de párrafos. Sorprende encontrarse en un autor defensor de la socialdemocracia un párrafo como

“El asombroso poder de atracción del difunto para Juan Pablo II para los jóvenes tanto católicos como no católicos debería hacernos pensar : los seres humanos necesitamos un lenguaje en el que expresar nuestros instintos morales” (Página 172)

Donde uno se esperaba un palo, aparece una zanahoria.

Pero párrafos como éste son una excepción. Por principio, salvo que seas un descerebrado, todo estamos de acuerdo en la necesidad de tener un Estado. El problema es que a ese Estado hay que medirlo, definirlo, controlarlo y darle una justificación y para eso es necesario utilizar cifras. Cifras. Y más cifras.

En vez de cifras, un panegírico a favor del tren como argumento para la defensa del Estado. Ese tren romántico que llegaba al último pueblo y que parecía tener su razón de existir en llevar a un pasajero de un pueblo sin habitantes a otro pueblo sin habitantes.

Y nosotros, ya ves, cerrando el Ave de Toledo a Albacete. Porque no viajan abueletes, debe ser.

¿Llenamos entonces toda España de trenes románticos que inspiren a olvidados autores de blogs, como el que esto suscribe? Judt dirá que sí, porque le gustan los trenes, como a mí. ¿Se queda entonces el Estado como un refugio para los románticos, esos que reniegan de la cuenta de resultados porque jode el mundo?.

Pero el mundo es una cuenta de resultados, nos guste o no. El tema es qué partidas incluimos en ella. De eso no dice nada Judt, al que le parece que la culpa de todo la tenemos el gremio de los economistas :

“El perenne deseo de a juventud de hacer algo “útil” o “bueno” está arraigado en un instinto que no hemos logrado eliminar. Y no es que no lo hayamos intentado: ¿por qué, si no, han creado las universidades “escuelas de negocios” para estudiantes de grado?” (Página 177)

Qué hijos de puta somos los economistas. A esto se reduce todo. Así que ahora que ya lo sabéis podéis gastaros el dinero en una cena con vuestra pareja y, con un cortado como el de la foto, charlar de vuestras cosas.

jueves, 21 de julio de 2011

El cuarto oscuro


“Se ruega a los padres, tutores y/o responsables de los niños que utilizan triciclos, bicicletas u otros juguetes similares, los depositen en el área destinada para guardar los mismos, asimismo, se informa a todos los vecinos que los conserjes dejarán de recogerlos por petición mayoritaria de la comunidad de vecinos, ya que no es misión ni tarea de ellos salvo en casos excepcionales”

Es posible que alguien de afuera que esté de visita en nuestro edificio lea este mensaje que han colocado en el ascensor. No sería raro. Yo, que no abro las cartas que llegan de la comunidad, muestro más interés por los anuncios que me encuentro en ascensores ajenos. Es como hacer turismo de ciudad : puedes descubrir si se instalan una antena común, si van a limpiar el garaje o si se ofrecen clases de pádel para adultos.

Normalmente los mensajes son inocuos, mero cotilleo vecinal, pero el nuestro puede interpretarse mal. Leído con atención, como uno de esos comentarios de texto que Antonio Orejudo defiende en una entrevista, uno puede deducir que en esta casa los conserjes se dedican a guardar a los niños en ciertas áreas destinadas porque los padres ni se toman la molestia.

Pero eso es totalmente falso. Aquí a los niños los queremos mucho. No nos importa que corran con las bicicletas esquivándonos, que llenen la piscina con sus gritos, que se meen en ella, que nos despierten los sábados a las ocho de la mañana ni que no nos dejen dormir los domingos de madrugada por sus llantos, que tiren balonazos cuando llegas con la compra, que planten sus dedos en los espejos y pasen la lengua por su imagen, que jueguen a tener la puerta del ascensor abierta todo el rato que puedan o que se lleven a los bolsillos los caracoles que de vez en cuando aparecen junto al grifo de la manguera.

Como les queremos, sean o no nuestros, la sola idea de que por la noche un conserje cabizbajo y de andares lentos vaya recogiendo a los niños abandonados para meterlos en un cuarto junto al de las basuras nos resulta abominable

Esto no es una película de Jean-Pierre Jeunet.

Aquí los niños acompañan a sus padres. De eso doy fe ahora mismo, asomado al balcón. Ninguno queda abajo. Estarán ya durmiendo después de cenar un rico pescado con mercurio y ver su dosis de Bob Esponja, sus cabezas apoyadas en un mullido sueño infantil. ¿Lo veis? Pues ya podemos salir del cuarto sin hacer ruido.

Y ahora que estamos fuera y se ha demostrado que para interpretar este texto bien hay que leerlo mal, os diré que no sé si la foto que ilustra este post ha salido mal por mi culpa o por la de la cámara del iPhone. Yo tengo mi versión y el iPhone os diría la suya si estuviera aquí, pero anda llorando por las esquinas.

Todo, lo admito, porque he sido un poco cruel y en plena discusión (nada serio) le he dicho que él es falso, que lo compré en una Apple Stoer china y que eso es lo que pone en su espalda. Apple Stoer.

A estos cacharros se le sube el 3G a la cabeza y se ponen insorpotables. Ganas me han dado de decirle al conserje que venga a por él y se lo lleve a ese cuarto repleto de niños. Ese cuarto que no existe si te dedicas a analizar todos los textos que lees. Y no es plan.

miércoles, 20 de julio de 2011

Sin señales de Bob Esponja


No hay señales de Bob Esponja. Ni de cham cham. Ni de fanboy. Ni de Patricio. Ni de Chowder. Ni de Agallas, el perro cobarde. Ni de Edd. Ni de Edd. Ni de Eddy. Ni de los Pecezuelos.

Podemos poner el canal que queramos y ver, por ejemplo, “Muerte entre las flores”. Y encontrarnos con un Gabriel Byrne joven. Y saltar a “En terapia” y, en cuestión de segundos, descubrir a un Gabriel Byrne con más años.

Una casa sin niños sirve para recordarle a la televisión que su misión en esta vida no es la de ser un intermediario entre mediocres series de dibujos animados y esos niños en los que nadie parece pensar cuando se emiten.

-Estoy viendo unos dibujos que a ti no te gustarían – me dice Daniel cuando hablo con él.

Por lo menos ya es capaz de distinguir unos de otros con cierto criterio. El placer de verlos sabiendo que nadie ahí le va a decir que eso es una basura dese ser similar al que, desoyendo las recomendaciones de un médico después de ver los análisis, se cena la hamburguesa más grande de las que se ofrecen en el menú.

Cambio de canal y veo a Bob Esponja con el mando en la mano, recordándome quién manda y advirtiéndome de que dentro de dos meses todo volverá a ser igual.

martes, 19 de julio de 2011

El ala del dragón


Me asomo al cuarto de las literas y todos los juguetes quieren saber qué tal van los enanos. Les respondo que bien, que duermen mucho, que ven dibujos animados y que hoy han repetido macarrones. Lo de repetir macarrones les hace asentir en silencio, como si de pronto les hubiera dicho el nombre exacto del lugar en el que se encuentran : ahí donde no negocian cada trozo que se llevan a la boca y donde los platos terminan vacíos.

-¿Le has contado lo de mi ala, que sigue igual? – me dice el dragón.

Tiene mala pinta lo del ala del dragón. Le rompieron la pieza que encaja en el cuerpo y hasta ahora no hemos dado con el pegamento que lo mantenga unido. Al intentar encajarla de nuevo, la pieza cede.

-Sí

Mueve el ala que le queda y después se queda inmóvil, para que el vacío que ha dejado la que falta sea más grande.

-Apriétame la nariz, a ver si por ahí todo sigue bien.

Le doy a un botón que tiene camuflado y se enciende una pequeña luz roja. Pienso en esos peces abisales que cazan así a sus presas.

-Es chula la nariz – me dice – Mola.

Daniel dice mola. Laura, nunca. Al dragón se le han pegado expresiones de Daniel.

-Ahí donde están igual tienen el pegamento que estamos buscando - Al hablar, la luz roja se recoge y se desborda de su boca.

Se mira las uñas, grandes y blancas.

-¿De verdad se come todos los macarrones?
-Eso dice.
-Ya. La verdad es que le echo un poco de menos. Aunque esté días sin hacerte caso, siempre sabe dónde te ha dejado. En su cabeza siempre estamos ordenados.

De repente de me ocurre que puedo hacerle una fotografía para mandársela a Daniel.

-¿Al país de los macarrones? Genial.

El dragón resulta ser un modelo exigente. Le hago una foto con la luz encendida, otra en la que sólo se ven sus garras, un primer plano de la cabeza, otra con un filtro distorsionado, de frente, con la boca abierta, sobre una mesa, con el ala desplegada, alejándose o casi oculta por la oscuridad.

-¡Ésta! – me dice.

Así que le mandamos a Daniel una foto del dragón en blanco y negro. Dice que se ve más elegante.

-¿Y puedo mandarle algún mensaje?
-Claro.
-¿Y no lo leerá Lucía?
-Creo que no.
-Pues dile que espero que sus vacaciones sean largas, pero que vuelva pronto.
-¿Y eso?
-Las muñecas de Lucía me dan miedo. Son las únicas que, cuando enciendo la luz roja por las noches, aplauden, dan saltitos de alegría y gritan que viva la fiesta mientras comienzan a bailar.

lunes, 18 de julio de 2011

Cuenta 140 : El mando a distancia


Desde Octubre del año pasado, en El Cultural, el suplemento de El Mundo, Montero Glez conduce un concurso de microrrelatos. Cada semana se propone un tema con la condición de que las historias presentadas no sobrepasen los 140 caracteres y los lunes se publican las finalistas.

Mando las diez que escribo. A la final pasa la sexta.

1-Con los sollozos de los críticos a sus pies, el guionista agonizaba en la cruz de su escasa audiencia, los clavos hundidos a golpe de mando.

2-Nuevo mando con ambientador : "Que tu nariz no note lo que llega a tus ojos"

3-Si el mando no hubiera estado al lado del móvil, los bomberos habrían llegado a tiempo a casa de mi abuelo.

4-Ya sólo hacían algo juntos cuando ella escondía el mando y ayudaba a sus padres a buscarlo.

5-Lo guardaba con más útiles en la cocina porque picaba la realidad, mezclaba los argumentos y convertía el cerebro en un homogéneo puré.

6-Si aparecía una escena de sexo, su padre apagaba la tele, estimulando su imaginación. Ahora ve orgías donde sólo hay pantallas en negro.

7-Descubrió que la tele era redonda : Daba la vuelta al mundo en trescientos canales, pero siempre se encontraba consigo mismo al terminar.

8-Cogió los mandos de la Wii, los unió con un cable USB y se llevó a sus hijas a la calle a enseñarles a saltar a la comba.

9-La receta para hacerse un tonto de verano : Coger el mando de la nevera para que esté fresquito, quedarse en calzoncillos y ver concursos.

10-El mono lanzó un hueso al aire y recogió un mando.

domingo, 17 de julio de 2011

Un poco de libertad



En el curso de fotografía nos dieron una Lomo para que hiciéramos fotos con ella. Cada semana se la llevaba uno y sólo podía hacer cinco fotos para que quedara carrete para los demás.

-Fotografiad cualquier cosa que queráis sin pensar en la técnica. Se trata de disfrutar.

Ayer me descargué el programa Hipstamatic para el iPhone y, desde aquella semana con la Lomo, no me lo había pasado tan bien haciendo fotografías. Lo que se pierde en técnica se gana en libertad, lo que, hoy por hoy, me compensa.

A la Canon D40 no le ha hecho mucha gracia.

-Ya te cansarás de la pequeña. Es la típica crisis de los cuarenta.

Quizás tenga razón, pero he hecho fotos a la ropa tendida, a los pies de Lucía, a Daniel corriendo desnudo por el borde de la piscina, a mis propios pies, al trozo de carne que María se ha comido, a las balas de paja recién cosechadas, a un cubo con el fondo de ceniza junto a la madera, a una manguera azul enrollada junto al agua, como una serpiente que hubiera cambiado de color después de beberse el agua de la piscina, a una regadera flotando y a una piedra con forma de corazón junto a un olivo.

-Pronto volverás a mí – ha insistido la D40.

sábado, 16 de julio de 2011

Después de una noche fría


Encima de la mesa de la terraza están las zapatillas que Lucía y Daniel llevaban ayer. Terminaron sucias y llenas de arena, así que María, nada más llegar a casa, las metió con el resto de la ropa en la lavadora y después las sacó para que se fueran secando.

Siguen húmedas porque ha sido una noche más bien fría, de esas en las que la luna no calienta mucho. Visto desde fuera, no parece muy práctico dejarlas aquí, pero lo básico no es que se sequen, sino que descansen y se relajen.

Si hay algún objeto que necesita ese descanso son ellas, así que ahora tecleo suavemente, respetando su silencio, su sueño o el estado de relajación que busque una zapatilla cuando se encuentra lejos de unos pies de siete años.

Están en el borde de la mesa, con la puntera hacia la zona de la piscina, viendo el mundo desde arriba, lo que también es bueno porque todos necesitamos un cambio de punto de vista. Las de Lucía son blancas y las de Daniel azules. Las de Daniel son de una talla 30 y las de Lucía una 33, por lo que alguien que se fijara en ellas podría deducir que en esta casa viven un niño y una niña pero se equivocaría al pensar que se llevan más de un par de minutos entre ellos.

Descansan las zapatillas, la televisión, los botes de plastilina, el transformer, sus tazas del desayuno, la goma de borrar, las nintendo, los cuadernos, el sofá y las gafas de bucear.

En este momento la zapatilla izquierda de Lucía empieza a recibir el sol. El filtro de la piscina se ha puesto en marcha y el vigilante, que estaba pasando la escoba junto a una pared, con el cuidado del que recoge unas migas, se saca el móvil del bolsillo y empieza a teclear.

viernes, 15 de julio de 2011

Hay que ser más precavido


1-Vuelvo de dejar a mi madre en su casa, en un barrio en el que cada vez hay más locales con un cartel de venta o de alquiler. Ver de noche el barrio en el que he vivido así resulta más deprimente, como si las horas de sol fueran a ser cada vez menores.

2-En la radio ponen una canción de los Scorpions. No cambio de emisora porque no creo que vaya a encontrar algo mejor y porque no me importa escucharla de nuevo.Conduciendo de noche uno es capaz de escuchar temas que en otras circunstancias no soportaría.

3-Paso junto al quiosco en el que he comprado muchas colecciones. Recuerdo una de Mundo Submarino, otra de música y una de ciencia ficción de libros con pasta azul y una fotografía en la portada rodeada por una fina franja de color metálico. Ahora están todos en una caja, tal vez con las páginas de color amarillo. Hoy me he bajado una aplicación para descargar la prensa en el iPod. Una de las pruebas gratuitas la he hecho con un número de National Geographic.

4-Dos policías hablan tranquilamente con un hombre joven junto a la boca del metro. Parece que todo está tranquilo, pero después de dejar la escena detrás veo que, en sentido contrario, se acerca otro coche de policía. Sin prisas.

5-Veo La Paz, ahora de vuelta. Siempre pienso que ahí fue donde murió mi padre. Creo que es bueno recordarlo, aunque sea un pensamiento rápido, como un perro que cruza una calle entre las piernas de temas más serios y razonados. A la ida, mi madre, al pasar junto al hospital, me habla de mi padre, de cómo cuando él vivía estaban los dos al tanto de los nuevos restaurantes que se abrían.

6-Tengo que limpiar el coche. Antes ya estaba bastante sucio, sobre todo los cristales.

-¿Cómo puedes ver a través de ellos? – me pregunta María

Ahora, además, hay que centrarse en las sillas de los enanos. Los cuatro primos han estado jugando con la arena mientras cenábamos en una terraza y al sentarse en ellas han cambiado de color.

7-Si llega el momento de que tengamos que vender parte del patrimonio para pagar la deuda, deberían incluir, si me preguntan, el obelisco de Calatrava de la Plaza de Castilla. O quizás sea bueno dejarlo ahí como metáfora de lo que nos creímos.

8-Apago la radio. La música está bien, pero quiero escuchar un poco de silencio.

9-Las rotondas, si no hay tráfico, pueden ser divertidas. Es la curva infinita, la madre de todas las curvas para aquellos a los que nos gustan. Nada me impide dar dos o tres vueltas, pero la idea se me ocurre cuando ya he salido de ella. La próxima vez, me digo, pero sé que llegado el momento volveré a acordarme cuando sea tarde.

10-Antes de coger esa rotonda, veo, a la derecha, una persona que empuja una moto. Al acercarme distingo su casco y el logotipo de Domino´s Pizza. Va camino de la gasolinera que hay unos metros más abajo. No sé qué hará cuando llegue : si se reirá de su situación con el que se pare a hablar con él, si repartirá una pizza que ya estará fría o si, mientras llena el depósito, piensa que todo eso no merece la pena o que en la vida hay que ser más precavido.

jueves, 14 de julio de 2011

Dos fotografías perfectas


Hay fotografías que quizás nunca olvide porque en su momento no pude hacerlas.

En una de ellas, hace ya cinco años, mi tía, que ha venido de Suiza a despedirse de mi padre, le está abanicando en la habitación del hospital. En ese momento tenía la cámara cerca y sabía que podría ser la última oportunidad para sacar a los dos hermanos juntos, pero no hice la foto. Me quedé mirando sabiendo que más tarde lo lamentaría.

No tengo la foto, pero así puedo decidir si mi padre, incorporado, con la almohada a su espalda, tiene o no los ojos abiertos. Hoy elijo que no, para concentrarse mejor en ese aire que le llega.

Esta tarde he tenido delante otra fotografía que no he podido hacer. Esta vez porque no tengo una cámara capaz de hacer fotos debajo del agua.

Porque lo cierto es que la foto no estaba delante, sino arriba. Lucía decide quedarse conmigo cuando Daniel, muerto de frío, se sube con María a casa y me propone que buceemos juntos. Quiere descubrir si es capaz de hacerse la parte estrecha de la piscina buceando. Así que estira el índice, el anular y el corazón, toma aire y se sumerge.

Y yo voy debajo de ella, buceando de espaldas al fondo para verla encima de mí. Me fijo en su pelo ingrávido, en sus gafas rosas, en las burbujas que se le escapan de la nariz, en sus mejillas infladas, en su bikini rosa, en sus manos de dedos finos, en la luz que entra, en su ombligo, en sus largas piernas y en los dedos gordos de sus pies, idénticos a los mío.

Hace siete años nada de eso existía.

En su primer intento logra llegar al otro lado sin sacar la cabeza. La felicito y sin concederse un segundo para descansar vuelve a estirar el índice, el anual y el corazón. Así estamos diez minutos más. Ya ha logrado lo que quería, pero hay algo más que no me cuenta ni yo trato de saberlo.

En una parada se me ocurre preguntarle si tiene frío.

-Sí.
-¿Y quieres salirte?
-Sí.

Como caminar por un valle y encontrarte en el borde de un acantilado. Así son las transiciones con Lucía. Se cubre con su toalla y me pide la mía. El sol se ha puesto detrás de un edificio y estoy helado, pero tengo que hacer que no se note y seguir haciendo de padre.

miércoles, 13 de julio de 2011

La piscina vacía


A las ocho y media se queda vacía la piscina.

Nosotros hemos sido los últimos en marcharnos porque los enanos, a pesar de las nubes que cubrían el sol y del viento que hacía, se han empeñado en bajar a bañarse. Han abierto la ducha, pero el aire empujaba hacia un lado el chorro fino de agua, así que han pasado por debajo sin mojarse pero corriendo y poniendo cara de frío.

Daniel ha estado saltando y saliendo del agua los quince minutos que hemos estado. Lucía, más tranquila, parece que bajara para ponerse el bikini. Veo cómo se ajusta la parte de arriba a un cuerpo totalmente liso.

-Para que no se me vean las tetorras – me dice.

Yo, mientras, leo el periódico. No cuentan nada de lo que hay que hablar. Más que informar, parece que buscaran provocar un estado de ánimo. Tendría que tirarlo a la piscina, como hacía Umbral con los libros que no le gustaban. Los enanos salen cuando ya no pueden seguir convenciéndose de que el agua está lista y se juntan a mí, en el único sitio de la piscina en el que da un poco de sol. Así estamos los tres un rato, juntos.

A las ocho y media, nos subimos a casa.

Desde el balcón veo a la socorrista sentada en una de las sillas de plástico, con las gafas puestas, vestida, las piernas estiradas, los brazos cruzados, casi inmóvil a excepción de un pie, cuya puntera mueve de derecha a izquierda, ya ha tumbado las sombrillas, a su lado tiene su bolsa, lista, parece fijarse en la puntera de su pie.

Nadie va a venir pero ella tiene que estar hasta las nueve, limitándose a no hacer nada. Es una buena imagen de cómo me he sentido hoy, de por qué he acabado tan cansado.

martes, 12 de julio de 2011

Una lenta emergencia


También hace falta imaginación para leer el periódico. Sobre una mesa que hay en la recepción del edificio en el que trabajo se exponen los periódicos del día. En uno de ellos leo un gran titular : Emergencia económica europea.

Pero todo está tranquilo. Saludo a Cintia. Cintia me saluda. Llamo al ascensor y me subo hasta la planta segunda. El número que marca la pantalla y el piso en el que me bajo coinciden. La llave abre mi puerta. El ordenador responde a mi clave. La llave abre mi cajonera. En la cajonera sigue la llave que abre el armario.

El Outlook va descargando el correo.

Paso la mañana preparando las cuentas anuales mientras toda la Europa económica está en estado de emergencia.

A la hora de comer bajo a la cafetería. Para ser una emergencia, todo está muy tranquilo. Hay que tener mucha imaginación para hacer de esta escena en la cafetería una antesala de la urgencia. Un hombre pasa un paño por las mesas. En la televisión un cocinero, con un pañuelo rojo al cuello, prepara una receta. Dos personas están ya comiendo. Cojo una ensalada, un yogur y una botella de agua. La chica que me atiende lo coloca todo en una bandeja azul y me cobra. Cinco euros justos. Me siento en una mesa con el periódico del titular. Veo a la chica de la limpieza coger dos sándwiches y, con uno en cada mano, hablar con la que me ha atendido, que le señala uno de ellos. Leo los ingredientes de la ensalada. Siempre hay tres rodajas finas de huevo duro.

Leo que ahí fuera hay una emergencia provocada por la subida de los intereses de la deuda de varios países, España entre ellos. Hay mucha deuda y no existe dinero para pagarla. Mientras, los líderes se reúnen hoy, y mañana, y pasado, como esperando que las cosas se calmen solas.

A lo mejor es que ellos también leen los titulares y se preocupan, pero rápidamente regresan a su realidad, en la que todo está tranquilo, en la que saludan al guarda y el guarda les saluda, en la que llaman a un ascensor y el ascensor les lleva hasta su planta, en la que las puertas se abren con sus llaves y el ordenador responde a sus claves, las cajoneras se abren con sus llaves y ahí encuentran la llave que abre el armario.

Quizás es que nadie sea capaz de imaginarse cómo será el mundo después de una emergencia económica europea. Mientras tanto, tenemos estas emergencias silenciosas, tranquilas, de caracol, en las que no se escuchan sirenas ni el ruido de los aviones sobre nuestras cabezas y donde no hay que salir corriendo para esconderse en el túnel de una estación de metro.

El cocinero, satisfecho, acaba de terminar su receta y se la enseña a la cámara.

lunes, 11 de julio de 2011

Cuenta 140 : Las gafas de sol


Desde Octubre del año pasado, en El Cultural, el suplemento de El Mundo, Montero Glez conduce un concurso de microrrelatos. Cada semana se propone un tema con la condición de que las historias presentadas no sobrepasen los 140 caracteres y los lunes se publican las finalistas.

De las diez que escribo, mando seis. A la final pasa la quinta.

1-A pesar de la bala en la frente, no dieron por muerto al dictador hasta que pisaron sus gafas.

2-No terminó de desnudarse hasta que se puso las gafas.

3-Se ponía las gafas de aviador y, sentado en el tractor, se imaginaba que araba las nubes.

4-Desechó la venda y pidió unas gafas de sol para mostrar estilo hasta el final.

5-Para estudiar ese rostro que tanto me intrigaba, sin que fuera evidente mi interés, me ponía las gafas frente al espejo.

6-Como prueba de un exquisito rigor histórico, todos los soldados romanos de esa película llevaban gafas italianas.

7-Todos invocaron al sol con sus gafas puestas hasta conseguir que se hiciera un hueco entre las nubes e iluminara la playa

8-Salió del cine con las gafas de la película puestas, pero la realidad seguía siendo plana.

9-Si se ponía las gafas de sol no era por falta de respeto al rival, sino por confianza en su defensa.

10-Para que no le tuviera miedo a la autoridad, desde que era un bebé su padre le hablaba con las gafas de sol puestas.

domingo, 10 de julio de 2011

Las vidas de una gata


En la casa que unos amigos tienen en el pueblo hay cuatro gatos.

Uno se pasa todo el día tumbado en una silla de plástico durmiendo: es un sueño largo al que se ha abandonado con todo su cuerpo, que parece desmontado con cuidado para montarlo de nuevo el lunes.

Otro maulla para entrar en la casa y, cuando lo logra, cruza rápidamente la cocina para pedir que le abramos la puerta que le permita salir de nuevo.

El tercero camina tranquilamente. Visita la construcción en la que sólo quedan cinco pájaros y parece decirles :

-Vosotros dentro y yo fuera.

Se acerca a ver a las gallinas y a los dos gallos, de los que él mas pequeño se ha convertido en el dueño del corral, y parece decirles.

-Vosotros dentro y yo fuera.

Y después avanza entre patatas, pimientos y unos tomates que empiezan a madurar y a oler a tomate, ese olor que ya no se puede comprar en la ciudad. Cuando termina su paseo se acerca al árbol que tenemos cerca de la mesa en la que Daniel y Lucía están merendando y, estirándose, araña la corteza con sus garras delanteras varias veces. Lo hace lentamente, como si entre el árbol y el gato hubiera algo personal. Después se acerca a donde estamos y Lucía comienza a gritar.

Lucía le tiene pánico a los perros y a los gatos. Toda su frialdad británica, que posiblemente se haya traído de otras vidas, se desmorona cuando ve al gato caminar hacia nosotros después de abandonar el árbol. El suyo es un pánico sin resquicios, si es que la palabra lo permite. Un gran cuadrado perfecto, rotundo. La que no ha sentido sus efectos cree que es suficiente con decir :

-Si no hace nada.

Lo que es como decir que basta con bajar las persianas para protegerte del disparo de un obús. El problema no es el gato, sino la idea de gato que Lucía tiene en la cabeza. Tal vez también se la haya traído de otras vidas, porque en ésta casi nunca ha tenido un gato cerca y los pocos que se han saltado el control pertenecían a la raza de los peluches.

El mundo desaparece para Lucía. Ya no existe la mesa, ni su silla, ni el plato, ni el bocadillo que se está comiendo y que sostiene con las dos manos, ni el paquete de galletas, ni el libro forrado, ni su taza de leche con chocolate, ni el sol que le da en la cara, ni la cámara con la que respondo a esa exigencia de la luz del atardecer en su cara, ni su buen humor.

En un instante grita y salta hacia mí con la agilidad de esa gata inglesa que debió ser en otra vida. Su corazón late con fuerza, como si corriera por ella para alejarla de aquí. Ella es la cuarta gata. Mi gata.

sábado, 9 de julio de 2011

Lo normal


Tocamos uno de los cinco dientes que tiene un erizo, como pequeños colmillos.

Con las ranas aprendemos que los animales colores brillantes alertan de un peligro y que el veneno que es mortal en la sangre puede se procesado si llega al estómago : si no fuera así, los cazadores que usan el de las pequeñas ranas para cazar no podrían comerse sus presas.

Frente a la pitón albina nos cuentan que come sólo animales calientes, por lo que siempre se los dan después de tenerlos unos minutos en el microondas. Una vez que come, puede estar dos o tres semanas sin comer.

Es más peligrosa la víbora que la culebra porque la primera tiene los dientes delante y la segunda en mitad de la boca.

Las pirañas negras son omnívoras. Las rojas, sólo carnívoras.

La iguana sólo come vegetales.

El pepino de mar se alimenta de los pequeños animales que viven en las piedrecitas, por lo que se las come para echarlas ya sin animales.

Una estrella de mar puede tardar tres horas en comerse un mejillón.

Lo único que diferencia una coral de una falsa coral son los anillos sobre su piel. Dos negros y uno blanco para la falsa coral. Tres negros y dos blancos para la venenosa.

El dragón barbudo tiene las púas blandas.

Todo esto lo aprendemos en el “Toca,toca” de La Caixa, que los enanos quieren ver de nuevo esta mañana. Parece que ellos siguieran sorprendidos por la variedad de especies que existen. Con el tiempo uno se hace a la idea de que todo eso es normal.

Hay palabras que son peligrosas. Normal, por ejemplo. Lo normal parece ser simplemente la etiqueta que el cerebro le coloca a objetos o situaciones a las que no tiene que prestarle atención. Pero no hay nada de normal en todo esto. Cuando el guía de la visita nos pregunta si tenemos alguna duda, me viene una a la cabeza : ¿Por qué todo esto?

viernes, 8 de julio de 2011

La peluquera deprimida


A las nueve y treinta y un minutos suben la persiana metálica. Habría que crear un índice que mostrara la cantidad de persianas que se suben cada día como reflejo de la situación económica y contarlo en los telediarios. En vez de eso, apalancamientos, pruebas de stress y demás mierdas.

-¿Qué quieres? – me pregunta una de las dos chicas de negro.

Es una pregunta fácil porque estoy en una peluquería.

-Cortarme el pelo.

Termina de doblar la toalla que tiene entre manos y asiente. Quizás sea una contraseña, fácil, eso sí, que les permita rechazar a gente que venga con otros propósito.

-Vengo a estudiar el índice de apalancamiento del negocio
-Vete para casa y tómate mucho café.

A pesar de mis prisas por aprovechar un hueco antes de ir al trabajo, no he sido el primero. Se me adelanta una mujer delgada con gafas de sol a la que le ponen una especia de bata con cierta urgencia, como si su pelo necesitara, más que un tratamiento, una intervención. La chica que me ha preguntado la contraseña se marcha con ella.

La que queda me dice que me prepare, lo que en este ambiente quiere decir que me siente en una de las dos sillas que tienen para los hombres. Si nos pusiéramos tontos, podríamos pedir igualdad de sillas de género en las peluquerías y esas cosas, pero dedico menos tiempo a pensar en eso que a escribirlo ahora. Me siento en mi silla porque uno de los placeres de la peluquería es obedecer. Obedecer cuando no te cuesta nada ni te va a doler es agradable.

Como es tan pronto, todavía no ha llegado la prensa, que aquí entregan en una fina bolsa de papel que una vez pude abrir. Otro placer añadido del que hoy no puedo disfrutar. Me dedico un vistazo al espejo y como me encuentro menos interesante que a la peluquera, me fijo en ella, en su pelo y en el tatuaje que tiene en la parte interior del brazo izquierdo.

-Cuéntame – me dice.

-Al dos – le digo.

Coge la maquinilla y por un momento se vuelve estatua, escuchando atentamente lo que le dice su compañera desde la sección femenina.

-En cinco minutos termino – le dice.

Pone la maquinilla en marcha y estamos en un prado en el que ella es pastor y yo oveja. Es una pena que el pelo que cae, en su mayoría blanco, no se pueda aprovechar para hacer jerséis. La escena bucólica evita que ciertos elementos, como el aparato eléctrico en su mano, el tatuaje y el traje negro, me lleven a otros géneros. Hago fuerza para mantenerme en el pastoril.

-Sí.

La veo trabajar con cierta resignación, como si se preguntara si sus años de estudios y aprendizaje han acabado en esto, en cortarle el pelo a un cuarentón con una maquinilla. Cada cierto tiempo se detiene para atender a las clientas que van llegando.

Aprovecho entonces para mirarme en el espejo y acostumbrarme a lo que encuentro. No lleva mucho tiempo.

Aprovecho después para fijarme en la chica, que, inclinada sobre un cuaderno, parece una enfermera que diera información a los familiares que vienen a informarse sobre alguien ingresado. Me sorprende la seriedad de las mujeres que entran y salen.

-Hoy no paran de llegar – me dice – El viernes pasado no vino casi nadie y hoy vienen todas.

No sé si su queja tiene que ver con el viernes pasado o con éste, lo que me impide saber si a esta peluquera le gusta mucho el trabajo o no hacer nada. Cortarle el pelo a alguien con una maquinilla no me da pistas. Lo que lleva tatuado es un nombre rodeado de florituras, como de anuncio de colonia, pero no puedo leerlo.

-Ya está – me dice.

Han sido menos de cinco minutos y para ver el resultado me fijo en todo el pelo que hay en el suelo, que era lo que quería. Es un pelo de otra estación. Ahora, oficialmente, por lo que a mí respecta, acaba de entrar el verano. Para celebrarlo, le digo que sí a la peluquera cuando me propone lavarme la cabeza. Otro buen momento para obedecer.

Me siento y me coloca una pequeña toalla negra detrás, como si fuera un aprendiz de superhéroe que llevara muy poco tiempo en el sector y tuviera que ganarse el resto de la capa. Me pregunta por el agua y le digo que está bien.

-Vamos a terminar muy pronto – me dice.

Lo que es cierto. Con este pelo, se necesita menos agua para lavarme que para bautizar a un bebé. La imagen me lleva a otra curiosa asociación de ideas que dejo aquí para que el que quiera la utilice. Agua, bautizo y peluquera, para los despistados. Me seca con mi propia capa.

-Vamos a terminar muy pronto – me repite.

Dos pasadas y estoy listo. Todo ha ido muy rápido y se lo comento.

-La verdad es que os envidio – me dice – Porque podéis llevar el pelo tan corto. Yo todas las mañanas tengo que dedicarle un buen rato al mío.

Noto que lo dice en serio, que a ella le gustaría ser Sinead O´Connor. Debe ser la primera peluquera que me encuentro que se confiesa así. Mientras en sus manos tiene una gran melena, que peina, lava, corta, tiñe, retoca, seca, define, alisa, riza o retoca, en el fondo está soñando con esa maquinilla que acaba de dejar.

No sé si pensar así la convierte en un topo, alguien a quien debo delatar a su otra compañera y a todas las clientas que entran a esta hora. Para animarla, porque veo que su pena es sincera, le digo que nosotros, a cambio, tenemos que afeitarnos.

Valora lo que le digo en silencio, pero apenas cambia el gesto de su cara. Me dan ganas de coger un caramelo del plato que tienen en la recepción y ofrecérselo. Me parece que esta chica sigue en pleno invierno.

jueves, 7 de julio de 2011

La empresa 2.0


En el caso del fraude de a SDAE, del que hoy hablan los periódicos, lo que más me sorprende es que, en el entramado de empresas, las haya que paguen retribuciones a pesar de carecer de actividad.

Esto es la empresa 2.0 y yo no sabía que ya había llegado.

En la 1.0, tenías que vender bienes o servicios, cobrarlos y así pagar a tus proveedores. En la 2.0 las cosas cambian y tú puedes facturar por nada, lo que es una gran ventaja : no hay que gastar energía fabricando, ni recursos transportando equipos, ni hay problemas de deshechos, ni accidentes laborales, ni temor por los robos, ni riesgos de caducidad, ni posible rechazo por parte del mercado, ni problemas legales, ni malas consecuencias por un uso inapropiado, ni impacto en el medio ambiente.

La empresa 2.0 es la empresa del futuro. ¿Y da dinero una empresa así? Sí. Mucho. En cuatro añitos, por ejemplo, una empresa que no vende nada puede llegar a pagarte 340.000 euros. Nada mal para no ejercer ninguna actividad.

Es la empresa perfecta porque no necesitas hacer un plan de negocio, ni buscar financiación, ni encontrar un local, ni hacerte con la gente apropiada, ni negociar salarios, ni estudiar el mercado, ni aprender de impuestos, ni ajustar tu bien o tu servicio, ni vigilar la tesorería, ni estudiar a la competencia, ni pelearte con el banco, ni cuidar a los clientes y llevarte bien con los proveedores, ni soportar al pelma que te asegura qué él sabe dónde jugará al Kun el año que viene.

Lo único que necesitas para salir adelante en esta economía 2.0 son dos cosas. Muy importantes. La primera, son lazos familiares. La segunda, ponerle un nombre apropiado a la empresa. Si consigues que un amigo de tu marido sea el director de la empresa a la que vas a facturar por no hacer nada, ya has dado un gran paso. Lo que queda, sin embargo, es algo más difícil

Pensar en el nombre de una empresa que no hace nada es complicado. Normalmente, la actividad de una empresa te da una idea, pero si no haces nada, cualquier nombre es bueno y todos son malos.

No todo es de color de rosas en la economía 2.0. Si quieres llevarte 340.000 euros, has de encontrar el nombre justo. Y piensas.

-¿Cómo no despertar sospechas?

Y pensando un poco (en la economía 2.0 hay que hacerlo un poco al principio), te das cuenta de que ya hay quien cobrar por no hacer nada. ¿No llevan haciendo eso los consultores desde hace mucho tiempo?. Llamar Micromega Consultores a la empresa que va a facturar por no hacer nada es una muy buena idea que no va a levantar sospechas.

Es posible que con una empresa así no ganes todo lo que te mereces por no hacer nada y quieras redondear ese sueldo con otra empresa. Tampoco hay ningún problema. Como vas a estar en una empresa en la que no hay nada que hacer es posible que te entre sueño. ¿Y qué órgano regula el sueño?. El hipotálamo. Ahí tienes el nombre para la otra empresa.

Los hay que pondrán pegas a este nuevo modelo de economía, pero a mí me parece muy bien porque es sostenible, no daña el medio ambiente, permite conciliar la vida laboral con la profesional, es compatible con el teletrabajo, se respetan los horarios, pueden incorporarse personas con minusvalías, acaba con la dicotomía del contrato fijo o temporal, puede convertirse en multinacional, es ecológica y totalmente segura.

Bienvenidos a la nueva empresa.

miércoles, 6 de julio de 2011

Ne me quitte pas


Hoy era el cumpleaños de mi padre. Lo habríamos celebrado de alguna manera si no nos hubieran enseñado a hacerlo sólo con los que están vivos. Esta es una sociedad en la que las cosas van bien si estás vivo y con dinero. Si falla alguna de las dos, los ritos que te ofrecen, generalmente diseñados para que alguien gane dinero, ya no sirven. Y es una lástima, porque hoy siento la necesidad de celebrarlo. Aunque sólo sea por esa inercia que lleva cada seis de julio.

Se me ocurre que se podríamos encender unas velas y soplarlas por él, o ver alguna escena de El manantial, o recitar la misma alineación del Real Madrid que él consideraba como la definitiva, o abrir una botella de Matarromera, o escuchar una canción de Edith Piaf, o ver la foto más antigua que se conserva de él, o juntar cinco objetos suyos y tocarlos (una corbata, su reloj, sus gemelos, sus gafas, su cartera), o pedirle a mi madre o a mi tía que cuenten alguna anécdota que nunca antes hayan dicho sobre él, o descubrir que recuerdo tienen sus nietos de él, o imaginarse cómo serían las cosas si siguiera vivo.

En las coronas de flores y en las lápidas se escribe que no se olvidará al que se muere, pero el hecho de recordar, siendo importante, es algo pasivo. Lo importante es utilizar ese recuerdo para tratar de imaginarse al que ha muerto en el presente de cada uno y ver cómo sería la realidad con y sin él. En qué habría cambiado este seis de julio si al marcar el móvil de mi padre, que todavía tengo guardado en la memoria del teléfono, hubiera contestado.

martes, 5 de julio de 2011

La vigilante de la piscina


Coincido en el ascensor con una madre que lleva en brazos a su hijo de dos años.

-Estoy estresada – me dice – No quiere ponerse los manguitos de su hermana y en cuanto puede se tira a la piscina.

Las madres en la piscina cumplen una labor preventiva. La socorrista, en cambio, acude cuando el mal ya está hecho. Ese tipo de mal que se cura con una tirita, o unos masajes, o un poco de aire en la herida, o unas gotas de betadine, o algo de algodón, o unas palabras tranquilizadoras, o una sonrisa, o un poco de crema, o un suave masaje o una visita al médico de urgencias.

Sentada en su silla de plástico, la socorrista, más que mirar, escucha. Podría tener un gorro tapándole la cara, las piernas estiradas y las manos, una sobre otra, en la tripa si en medio del sueño su oído siguiera atento.

Se acerca cuando escucha a Daniel llorar. Se ha golpeado las rodillas contra la escalera y viene a ver si la cosa es grave. Con sus dedos palpa una rodilla y después otra. Sus movimientos, no sé por qué, me hacen pensar en una persona ciega. Lo que para mi es una rodilla, para ella es un conjunto de huesos que parecen estar en su sitio.

Pensaba que las socorristas se limitaban a nadar.

-Se ha golpeado con otra niña que salía de la piscina – nos dice.

Y mientras nos dice esto levanta la cabeza al escuchar a otro niño llorar. Nada serio.

Así que pensaba, como decía, que las socorristas se limitaban a nadar, pero eso es porque he visto muchas series americanas, de las que te convencen de que las cosas son como te las cuentan.

Me pregunto si la socorrista llevará un blog.

Me despido de la madre y de su hijo, que van una planta más arriba. Si en la próxima reunión de vecinos alguien propone cerrar la piscina cuanto antes, ya sé de quién habrá salido la idea.

lunes, 4 de julio de 2011

Cuenta 140 : La acampada / El rascacielos


Desde Octubre del año pasado, en El Cultural, el suplemento de El Mundo, Montero Glez conduce un concurso de microrrelatos. Cada semana se propone un tema con la condición de que las historias presentadas no sobrepasen los 140 caracteres y los lunes se publican las finalistas.

Para el tema "La acampada", mando tres de las cinco que escribo. A la final pasa la segunda

1-Para que también los ricos puedan solidarizarse, la nueva promoción de adosados con piscina particular se llamará “La acampada”

2-Esas lonas que les cubrían eran las velas que sus ideas necesitaban.

3-Preparó un bocadillo que no dividió en partes iguales. Fue a la zona. Una parte fue para su hijo, la otra para su marido, junto al furgón.

4-Como no estaban para dormir en una tienda, los de la residencia se fueron de acampada a los expositores del IKEA.

5-Nunca habían estado tan próximas las estaciones de Sol y Nueva Numancia.

Para el tema "El rascacielos", mando tres de las cinco que escribo. A la final pasa la primera.

1-Conseguí por primera vez en mi vida el papel del protagonista. Cada ventana era un fotograma de mi suicidio.

2-Vestido de Spiderman, el niño siguió por las calles la sombra del edificio hasta la aguja dorada que lo coronaba. Ahí, satisfecho, se sentó.

3-Los bancos plantan rascacielos para limpiar el sistema : en las hojas de sus balances filtran el dinero negro que llega de las raíces.

4-El trabajador pegó un chicle en lo más alto del rascacielos : un pequeño paso para la humanidad pero gande para él.

5-Para ser el primero en el día del juicio final, el millonario dispuso que colocaran su urna en el último piso del rascacienlos.

sábado, 2 de julio de 2011

Cloro

Les pregunto a los enanos si hay mucho cloro en la piscina.

-¿Hay mucho cloro en la piscina?

(Transcribo la pregunta para que se vea que yo no miento)

-No – me dicen.

Qué bien, pienso yo. Ya en casa, cuando las toallas y los bañadores, colgados en el tendedero, es probable que estén secos, me doy cuenta de que me pican los ojos. Y recuerdo que los dos enanos hoy han nadado con gafas y yo no.

Los enanos son más listos.

Cómo pican los ojos. Todo está un poco borroso y de las luces salen pequeños rayos. Todo va bien hasta que se siento frente al teclado y veo que las teclas se mueven. Es como el juego en el que hay que golpean los y topos con un martillo falso en cuanto asoman la cabeza.

La a, ¿dónde está?. La a. No te muevas, a. Así . A. Caza mayor.

Me pican tanto los ojos que me gustaría escribris cons alsoa ojos cerrados. Y es una pena porque hoasys as muchas coas aa que contar. Lo de los cuentos de als ala acsjlkjdj Salmorejo Teatro en el marcado de Chueca. Hemos as asasldeu asdjsa dd . Dos mariquitas que adoptaban un gusano. Y luegos sasas euhsd asa saiw dllasd .

-¡Ahora la canción con la u!

Todos los niños y aslk estrsi sss eddlas a a laámon. Arriba y abajo. Caso dos horas. Comos estasa al lado, hemso croquetas. Y vino.

Ñam, ñam.

Y un paseo por Fuencarral. Todo llenso de asssa conas as de arco iris. Miles o cientos. Y banderas. Gente que entras as tiends coo si nada, lejos de Grecia, bueno, o cerca, no sé. Buen día. Y comptramos hambruced para la cena.

Entonces, veía. Ajhora ya no. Na de na. Si sigo así igual me dan el Planeta. No, que raass adds de la aasaor nçósos.

Y Ulises 31, el cíclope y Telémaco.

-¡Ahora la canción con la i!

Tingui ini hirmiguiti in li tripiti (iiiiiiiiiiii) qui mi hici quisquilliquis y ni mi diji dirmir.

Diría que hoy todo ha estado iluminado, pero la frase ya ha sido utilizada en un gran título. Dejémoslo en que todo está claro a pesar del cloro.

viernes, 1 de julio de 2011

Mola


Antes de empezar, tengo que advertir que en este post van a aparecer spoliers de Transformers 3, así que recomiendo que siga leyendo sólo aquél que no vaya a ver la película o no sepa lo que es un spoiler.

Hoy, a las cinco y media, estamos en el cine Lucía, Daniel y yo viendo Transformers 3. Tenemos agua, palomitas y en la sala hace fresquito. Ese fresquito que está a un punto de que la abuela se incline hacia adelante y pregunte :

-¿No habéis traído una rebeca para los niños?

Como si los padres deseáramos, en silencio, que a nuestros hijos les pasaran cosas malas. Y no es así, que nos preocupamos por ellos y les damos mucho atún y muchas espinacas para que crezcan sanos y con un poco de esos minerales de los océanos.

Que me despisto. Transformers, decía. La historia es bastante absurda, pero todos parecen tomársela tan en serio que hasta yo empiezo a preguntarme si el problema no es mío. Si entre tanta chatarra futurista están Frances Mcdormand (siempre esa policía de Fargo), John Turturro (Siempre ese gánster suplicando que no le peguen un tiro) o Malkovich (Siempre tomándose el té en el Sahara) es que la cosa debe tener trasfondo.

O chicha.

Se la busco pero no la encuentro, así que lo que debe haber detrás es mucho dinero. ¡La cantidad de películas españolas que luego no se estrenan que se podrían haber hecho con todo ese dinero! ¡Tanta cultura desperdiciada! Menos mal que la compenso con este blog en general y con este post en particular.

Compartimos palomitas entre los tres. Los enanos suelen darme las que no se abren. No me importa, porque valoro el cariño.

Bueno : Los transformers malos quieren abrir una puerta espacio-temporal para traerse su mundo aquí y los buenos dicen que no. Yo pienso. ¿Los transformers son robots con forma de coche o coches con forma de robots? ¿Fue antes el huevo o la gallina? No lo sé, son muchas dudas.

La película es muy mala, pero está muy bien hecha, así que seguimos al fresquito, pendientes de esta historia que deben haber financiado en Detroit. Lo que se podría haber hecho con todo ese talento, ese dinero y un guión decente. Pero es que el dinero se puede imprimir y las ideas no : para que no haya dudas, los malos crean una única pieza de color rojo que dejan a la vista para que los buenos sepan qué tienen que destruir. Almas de cántaro. ¿Por qué no la hacéis de color azul, como las demás?

Me entretengo elaborando una teoría de por qué la película falla y qué se habría podido hacer para mejorarla. Como no tengo con quién discutirla, creo la versión infantil de la misma (que es lo que el eslogan al programa de un partido político) y me giro a la izquierda para comentársela a Daniel.

Me basta ver sus ojos, su boca abierta y cómo inclina un poco el cuerpo hacia la pantalla para descubrir de que él está viendo otra película.

-Mola – me dice.

Tal vez él esté viendo la película que haya que ver y yo tenga delante otra. Es un mola denso, jugoso, limpio, cálido, confortable, grande, envolvente, brillante, de piel suave y olor a palomitas que me rodea como si fuera una pacífica serpiente buscando dónde acomodarse.

-¿Cuánto queda? – me pregunta sin dejar de mirar a a pantalla.
-Bastante, queda la batalla final.
-¡Qué corta!

Una película corta que dura casi tres horas. Me doy cuenta de que la mejor forma de seguir la película es mirando la cara de Daniel.