lunes, 30 de abril de 2012

Hembras y machos :



Hembras y machos : En los textos sobre los animales del Bioparc hay información que nadie lee porque nos basta con las fotos. La gente hace miles de fotos. Yo hago miles de fotos con todo lo que tengo a mano. Nos creemos que las fotos son un atajo para acercarnos a los animales. Más y más fotos de mierda que utilizaremos para castigar a alguien que se acerque a preguntarnos por los animales. Y si no se da la ocasión, nos castigaremos a nosotros mismos. Qué más da.

Es una pena lo de las fotos, porque los textos están muy bien : te dan ganas de saber más de cada animal, lo que es un éxito de la literatura de zoo.

Hembras y machos, por ejemplo :

Hienas : “Las hembras son el sexo dominante en esta especie. Son de mayor tamaño que los machos y será la hembra alfa la que lidere el clan. Este rango social de hembra líder es heredado por sus crías. Tienen camadas cada año y medio, compuestas de 1 a 4 cachorros, que nacen con dientes y con los sentidos de la vista, el oído y el olfato bien desarrollados.

Hembras y machos son difíciles de distinguir a simple vista ya que las hembras tienen el clítoris muy alargado y un par de sacos de tejido fibroso localizados en el lugar de os genitales. Parece que este proceso de masculinización es debido al alto nivel de andrógenos presentes en las hembras que, en algunos casos, es incluso mayor que en los machos. La masculinización parece tener ciertas ventajas a la hora de criar a los cachorros: la cantidad de comida y protección que les ofrecen sus madres es mayor.”

Avestruces  : “Viven en grandes grupos la mayor parte del año, pero durante la época de cría forman grupos compuestos por u macho y una hembra dominante que, a menudo, está acompañada por otras hembras subordinadas. La hembra dominante pone unos 8 huevos – cada uno equivalente a 24 huevos de gallina – en un nido que escarban en el suelo desnudo. Al poseer un plumaje pardo que se integra en los colores de la sabana, ella se encarga de incubar los huevos durante el día, mientras que el macho, con plumas blancas y negras más llamativas, lo hace por la noche para esconderse de posibles depredadores. Las hembras subordinadas ponen huevos en los nidos de diferentes parejas, aunque no ayudan en la incubación”

Mangostas : “Los grupos, liderados por tres o cuatro hembras dominantes, habitan madrigueras abandonadas por otros animales como el oricteropo o las que ellos mismo excavan. Utilizan curiosas técnicas de caza como lanzar con sus patas traseras huevos o presas con caparazones duros contra piedras. También hacen rodar por el suelo orugas y animales venenosos para evitar sus sustancias urticantes.”

Cigüeña de Abdim : “Nidifica colonialmente en riscos, árboles o entornos agrícolas. El macho toma posesión de un antiguo nido que suele ser una plataforma de palos. Las hembras se acercan hasta que elige a una, ponen de dos a tres huevos y los polluelos empiezan a volar a los dos meses”

Lemures : “No defienden su territorio y desarrollan su actividad tanto por el día como por la noche. Viven en grupos formados por una pareja y sus crías. Tanto el macho como la hembra participan en el cuidado de la camada. La madre la transportará las primeras semanas de vida y a partir de ese momento será el padre el que se encargue. Las hembras dominan sobre los machos y lideran al grupo en las jornadas de búsqueda del alimento.”

El lémur mangosta : “Se alimentan de frutas, hojas, polen y flores, siendo sus favoritas las de la ceiba. Esta dieta frugívora favorece la dispersión de semillas a lo largo de la selva así como la polinización de numerosas flores. Suelen vivir en grupos familiares compuestos por los padres con su descendencia aunque su estructura social es variable. Parece que las hembras dominan sobre los machos, ya que pueden elegir la mejor comida y a sus compañeros en la época de apareamiento”

Elefantes : “Las respetadas y experimentadas matriarcas mantienen el orden y la armonía en la manada de elefantes. Recuerdan y muestra a su prole rutas migratorias ancestrales que conducen a fuentes de agua y a los mejores pastos”

Mientras leo esto, a mi lado una hembra acierta con la petición a su macho.

-Tira una foto a esto. 

domingo, 29 de abril de 2012

Pececitas



Pececitas : Valencia, y pido perdón por el juego de palabras, es un sitio que destaca por las pececitas.

Vamos con las citas. Desayunamos en “La mie dorée”, que es una cafetería que está junto al hotel, y las citas están en las paredes. Si no te gusta mirar la televisión, con la noticia del asesinato por parte de las FARC de cuatro personas, siempre puedes leer las paredes, como si fueras una mosca caminando por ellas :

-El amor es tan importante como la comida Pero no alimenta (Gabriel García  Márquez)
-El vino es un remedio para el mal humor de la vejez (Platón)
-El hambre es el condimento de la comida (Cicerón)
-Comer es una necesidad del estomago. Beber es una necesidad del alma (Tiller)
-El vino da fortaleza a los hombres fatigados (Homero)
-Lo importante no es lo que se come sino cómo se come (Epicteto)           
            
Si con las citas de las paredes no tienes suficiente, en los sobres del azúcar tienes más :

-No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma (Pitágoras)
-Es mucho más difícil describir que opinar. Infinitamente más. En vista de lo cual todo el mundo opina (Josep Pla)
-El método más seguro para permanecer pobre es ser una persona franca (Napoleón)
-Todo el mundo debe casarse: no es lícito sustraerse egoístamente a una calamidad general (M.g.Spahir)          
            
Es como revisar las noticias de Facebook sin conexión.
            
Las citas también están en una exposición de Lawrence Jenkell  en el Paseo de L' Umbracle de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. La artista francesa ha colocado, sobre una peana, una serie de caramelos de plexiglás decorados con la bandera de varios países con información sobre los mismos. Entre los datos, se puede leer una cita elegida :
            
Francia : “Art is the reflection sent by the human soul dazzled with the radiance of the beautiful” – Victor Hugo – (1802-1885)
Japón : “Solitude is a hell for those who seek to leave; it is also happiness for he who hide therein” – Abe Kobo (1924-1993)
Reino Unido : “Knowledge is power” – Francis Bacon (1561-1626)
Turquía : “One must know how to chose between the revelations of the past and the liberty of the future” – Mustafa Kemal Atatürk (1881-1938)
Brasil : “Only one thing can render a dream impossible to realize: fear of failure” – Paulo Coelho (1947-)
EE.UU. : “Some writers only to help another writer to write one sentence. But it cannot derive from or ressemble a previous classic” – Ernest Hemingway (1899-1961)
Italia : “Each of us attempts to create ourselves and to create our own life through the same mental faculties as the poet who creates his art” – Luigi Pirandello (1867-1936)
México : “To name is to create, and to imagine is to be born” – Octavio Paz (1914-1998)
India : No country has raised itself without first being purified by the flames of sufferance” Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948)
China : “I can do nothing for he who does not ask questions” Confucius (-551 - -479)

¿Es esto suficiente? No. Parece que en Valencia la sed de citas es inagotables, razón por la cual, enfrente de la de Lawrence Jenkell hay expuesta una serie de fotografías sobre la Ciudad de las Artes y las Ciencias con, claro, una cita. Aquí la calidad de las citas no es muy buena. No es buena. Es mala. Aparecen frases de Amaral, El Canto del Loco o Malú. Se ve que no desayunan en la cafetería “La mie dorée”. La única que apunto es una de Kasparov :

"Si jugamos sin objetivos a largo plazo, nuestras decisiones se convierten en exclusivamente reactivas y nos vemos jugando el juego de nuestro oponente, no el nuestro" (Kasparov).
            
Y lo de los peces tiene su justificación en la gran cantidad que hay de ellos en el Oceanographic :Vieja lomonegro, cirujano de cola azul, catalineta , sargento mayor, pez ángel gris, roncador amarillo, cara de vaca, vaca convicta, obispo estrellado, vieja colorada, vaca blanca , vaca bicolor, vaca azul, roncador español, doncella, damisela reticulada, pez Napoleón, pez murciélago, fusilero de cola amarillo, galupe, salpa, oblada, espetón, chopa , herera, boga, mojarra, peto, merlo, castañuela, julia, cabrilla, salmonete o serrano.

Creo que éste debería ser un sitio para recorrer en silencio, abrumado por la gran cantidad de especies que te rodean. Pero ésa es una impresión sólo mía. La gente no deja de hablar y de hacer fotos. Me sorprender que la gente encuentre tan normal algo que no deja de ser tan raro. Es una lástima que la cita de Octavio Paz no esté escrita junto a los nombres de los peces.

Todos los países de plexiglás tienen su cita menos España. A lo mejor también nos la han expropiado.

sábado, 28 de abril de 2012

Un cuadro no hace exposición



Un cuadro no hace exposición : Todo el agua y el aire que quieras. En Valencia nos vuelven a segurar que allí están en magas de camisa, por lo que esperamos que este sea el título del cuadro, no de la exposición.

La identificación de la escena con un cuadro y su título no es casual. En un artículo publicado hoy por Orham Pamuk, a propósito de la apertura del museo creado a partir de su novela "El museo del amor", el Nobel defiende, entre otras cosas, que el futuro de los museos está dentro de nuestras casas.

"El retrato, en realidad, es sencillo: Épica X Novelas Representación X Expresión Monumentos X Hogares Historia X Relatos Nación X Persona Grupos, Equipos X el Individuo Grandes y caros X Pequeños y baratos".

La lluvia nos acompaña hasta que entramos en Valencia.

viernes, 27 de abril de 2012

Bufé chino




Bufé chino : "Los vengadores", de Josh Whedon, debería estar financiada, qué se yo, por una gran consultora porque reúne dos características que les gusta mucho : es mala y tiene mucho mensaje.

Voy a ver si puedo explicar por qué me parece mala antes de que el agua del baño se enfríe y tenga que secarles el pelo a dos pingüinos. Si el post sale un poco precipitado, se debe a este motivo.

…Ya voy, que estoy preparando la cena…(falso)

Que es mala, decía. Mala, sí, porque no se puede contar la historia de un combate si el malo se llama Loki, lleva un casco con dos cuernos hacia atrás (con la posibilidad de que se los clave si se fuerza un poco al rascarse la espalda) y ha subcontratado la invasión de la tierra. Así no hay forma si fallamos en lo básico y olvidamos lo que Julio César ya mostró en su Guerra de las Galas (en traducción autorizada, no esas extrañas interpretaciones nuestras que, creo, fueron las que llevaron finalmente a los profesores a desistir y a dejar lo del latín para dentro de cuatro o cinco generaciones) que para ensalzar una victoria uno debe resaltar las cualidades del rival. Si puede.

…No puede estar caliente porque la he probado yo…(verdadero)

Loki, Loki. Como el coche al que llamaron Pajero. ¿Cómo puedo tomarme en serio lo que se me cuente después? No puedo y me dedico a pensar en otras cosas. En que alguna butaca del cine tiene pinta de estar ahí desde que los Lumiere inventaron lo del cine, en que más que vivir, los cines sobreviven, en que lo digital será cada vez más perfecto mientras nosotros, abocados al mundo de lo analógico, nos vamos erosionando mental, social, económica y espiritualmente (sí, espiritualmente). Todas esas cosas que uno trata de mantener alejadas precisamente en el cine.

La película es carne de cultivo de teorías de trabajo en grupo y por eso no será raro que la recomienden por ahí. Para acabar con Loki y su fuente de poder infinito (un

 …Dejad de saltad ya…

un huevo cuadrado al que puedes enchufar todos los electrodomésticos de la casa, que la cosa no peta. Algo en plan Vaca Muerta, pero a lo bestia) un jefe con gabardina negra tiene hacer de un grupo de egoístas superhéroes un equipo. Ah, equipo, qué palabra tan jugosa.

El jefe consigue que esta panda forme un equipo, lo que no logran, curiosamente, los guionistas, porque uno no deja de preguntarse qué va a hacer un tipo que lanza flechas o una rusa con dos pistolas o un culturista con un escudo frente a invasión que llega de otros mundos a través (sí) de un portal (sí, sí, creas un socorrido agujero para que entren los marcianos y por ahí se te escapa la película).

Un portal abierto y el Loki como administrador de fincas llenando la escalera de indeseables que se dedican a surfear por las nubes con un ataque sin ton ni son, como este post.

…Limpiaos el pelo, que ya voy…

No está el mundo para este tipo de fiestas, que bastante caliente se va a poner la calle.

...Sí, con el champú del bote amarillo…

Así que, antes de que el ataque nuclear lo destroce todo, Hulk (un tipo tranquilo con alma de antidisturbios) empieza a repartir con la teoría del Arte de la guerra en la cabeza y las prácticas de Bud Spencer en cada puño. No queda ni un marciano entero porque Hulk es, básicamente, una pulga de tonelada y media que salta de edificio en edificio como una garrapata por los pelos de un perro.

Para ser sinceros, diremos que Iron Man también echa una mano al meterles a los marcianos un misil nuclear por el, por el, por el portal que se abre y se cierra como un esfínter.

…Un momento que termino de calentar las albóndigas…

Y eso es todo. Más que verse, esta es una película que se oye todo el tiempo. Ni un segundo de silencio, como echarle salsa a todo para que cada momento resulte muy sabroso. Y, hablando de comida, después de la película vamos a un chino a cenar. Ahí hago la foto. Es lo mejor de la película esta cena.

…Voooooy…..

jueves, 26 de abril de 2012

Pequeñas burbujas



Pequeñas burbujas : Me levanto como si hubiera perdido algo de consistencia. Tardo un segundo en situarme : aunque no recuerdo nada de lo que he soñado, es posible que haya analizado el gol de Robben desde todos los puntos de vista, como un vigilante frente a las cámaras, buscando una en la que Casillas sí llega a pararlo y hoy todo es diferente y Munich está al lado de Alcobendas.

Según mis conocimientos de la teoría cuántica (un tanto aproximados, pues el programa de Punset sobre el tema estaba a punto de acabar), en una realidad Casillas sí que para el penalti de Robben. Me pregunto, en la ducha, por qué no estoy en esa realidad. Si supiera cómo, realizaría ejercicios cuánticos para dejar este nivel y pasar a otro. No sé si basta con darse una ducha fría, cerrar los ojos y pedirlo con fervor, por favor, por favor. Aprieto los párpados con fuerza y trato de visualizarlo lentamente, en alta definición, con las briznas del césped saltando muy, muy despacio, y Casillas alargando un poco más el guante, en el que se pueden ver todos los detalles.

Tengo una buena imaginación digital, pero no es suficiente. Me caliento el café. En la radio, a las siete, abren el programa con el sonido de un muro viniéndose abajo.

-El balón de Sergio Ramos, que ya ha vuelto.

Si existen esas realidades paralelas, están bien alejadas, como los áticos de doscientos metros cuadrados, los restaurantes con carta de botellas de agua o las fiestas en las que un tipo de chaqueta blanca te corta unos trozos de jamón serrano elegantes y poderosos como billetes de quinientos euros sin estrenar. Parecen que están pegadas a ti, pero así logran, curiosamente, engañarte con la verdadera distancia, que puede estar, en términos monetarios, a dos o tres vidas de nóminas e intereses de la cuenta ahorro de tu banco favorito.

Salgo de casa pronto. El mundo avanza alrededor del sol a unos mil ochocientos kilómetros por minuto, pero mi coche sigue en el mismo sitio. Me fijo que la rueda de atrás está desinflada. Primero me enfado. Después me conmueve la forma que tiene el coche de decirme que sabe lo que siento. Bien, coche, bien, le digo, dándole unas palmadas en el capó.

Lo suyo se soluciona fácilmente con una parada en la gasolinera. Conecto el tubo de aire y presiono el botón con el más con ganas. La rueda queda dura y bien formada, como uno de esos quesos suizos en los que puedes construirte un refugio dentro. Lo mío no tiene arreglo tan fácilmente. Se trata, simplemente, de tener todo el día ocupado, y pasarlo hablando, trabajando, tratando así  de eliminar cualquier momento de silencio para no verme sorprendido por el sonido del aire al salir.

Algo leve. Así. Si la cosa no se soluciona, esta tarde, pienso, me meteré en la bañera y trataré de ver por las pequeñas burbujas dónde tengo el pinchazo.

miércoles, 25 de abril de 2012

El recolector de anillas



El recolector de anillas : Unos minutos antes de entrar en el Bernabeú, me fijo en un hombre que está agachado a mi lado. Lleva una chaqueta de chándal en la que pone RMCF en su espalda y una gorra a juego de la que sale un pelo largo, blanco y desordenado. Veo que está entretenido con algo que hay a los pies del árbol.

Como todavía faltan unos diez minutos para que empiece el partido, me quedo mirando. Podría entrar ya, pero sería demasiado pronto. Se trata de dar con el momento exacto, justo ése en el que el césped brilla de una forma especial, haciendo que todo lo que le rodea tenga un tono mágico. Antes siempre lo lograba, pero he de reconocer que llevo mucho tiempo sin conseguirlo y que, tal vez por eso, cada vez me cueste más entrar el en juego, sentirme parte de lo que me rodea. Hay que perseverar.

El suelo alrededor del árbol está repleto de latas de cerveza vacías. Por un momento pienso que el hombre está comprobando si a alguna de ellas le queda algo porque le veo cogerlas una a una. No se trata de eso. Les va quitando las anillas a todas ellas con cuidado y se las guarda en un bolsillo del pantalón. Su trabajo es meticuloso, paciente, sin prisas. Va repasando que no se le haya quedado ninguna. Cuando ve que ya están todas, estira la espalda y se marcha lentamente, como si caminara sobre barro.

No me cuesta nada encontrarle una interpretación a la escena. Lo que me dice no me gusta nada. Me deja con la sensación de que las cosas no van a ir bien esta noche. El hombre quitaba las anillas como si desactivara unas granadas. En eso pienso cuando me asomo al campo, después de subir las escaleras, y no me encuentro con el césped que busco. El ambiente es el de las grandes celebraciones, pero el césped parece frío, como un escenario incompleto.

En vez de mimetizarme con la excitación de la gente, me quedo con lo del frío y lo incompleto. Después de tantos partidos vistos, el cuerpo parece reaccionar antes estímulos extraños como los huesos de un anciano a la lluvia que se acerca. No me ayuda mucho ese entusiasmo exagerado de los que me rodean, que sustituyen a los habituales, y que muestran una pasión y unos comentarios exagerados con los que justificar el precio de las entradas. El seguidor fiel dice más con un cruce de brazos, una mirada o el meno de cabeza siempre precisos.

Es probable que no sea mi noche, pero parece que hay más jugadores del Bayern que del Madrid. Me entretengo en contarlos sin problemas porque a veces los dos equipos se quedan quietos, interpretándose los gestos como para saber quién va de farol, quién tiene energía para un desmarque más, quién se ha quedado sin imaginación para inventarse una jugadas. Los números son los mismos, pero lo que sigo viendo lo desmiente. Tres de rojo rodean a uno de blanco y los demás de blanco tienen a uno de rojo al lado. Matemáticamente, parece imposible, pero en este césped es cierto. La vieja guardia te diría que sí con el cruce de brazos, la mirada o el meneo de cabeza. Estos, que juegan a insultar, no se dan cuenta. Ella lleva un vaquero ajustado. Miss Sixty, dice su etiqueta, que leo varias veces cuando salta porque no todo es fútbol. En él no me fijo porque me gusta concentrarme en la lectura.

Puede que el Madrid lleve dos goles de ventaja, pero las matemáticas no están en el marcador, sino en el césped. Y el césped siempre manda, que es algo que los novatos de las entradas nuevas no entienden. Se ven ya camino de Munich y algunos es posible que estén ya reservando con el móvil el hotel y el avión y un restaurante con la botella de champán lista. Allá ellos. Yo vuelvo al césped, a la imagen del anciano del pelo blanco y a la zona del estadio en la que los hinchas del Bayern, mezclando pancartas en alemán y en español, parecen más confiados que nosotros porque esta es la noche de la escuela alemana de matemáticas y ellos lo saben.

Las buenas historias tienen ya el germen de su final en su narración y ésta no es una excepción. Miro cómo pasa el tiempo. Aprovecho para contar de nuevo a los jugadores, siempre con el mismo resultado. Pienso que no es una cuestión de más minutos jugados, ni siquiera de cambiar a dos o tres jugadores. Son muchos partidos en la temporada, muchas finales inesperadas en campos con contrarios que quieren contarles a sus nietos cómo fue lo de aquel partido que le ganaron a. La distancia a tu objetivo no la marca lo que te separa de él, sino el peso que llevas ya encima y estos de blanco cargan con uno grande y grave.

Nunca había visto en el marcador ciento veinte minutos.

Llega la ronda de penatis y ya me imagino el resultado. El anciano quería desactivar todas las granadas pero en algunas sí quedaron anillas. En la de Scheweinsteiger, por ejemplo

martes, 24 de abril de 2012

Puntos de orientación



Puntos de orientación :Lleno una columna de ochos. Hago lo mismo con otra, al lado. Si las miro así, una junto a la otra, son dos columnas de ochos. Cosas del Excel. A veces creo que habría que darle un par de premios grandes al que creo el Excel. No sé. Algo gordo con miles de consultores de PWC aplaudiendo, comedidos, mientras, por el cielo, cien aviones dejan un rastro de colores y mil o dos mil tanques amarillos transmiten una selección de arias, acompañado todo por un desfile de trescientas mil jirafas, de mayor a menor, recorriendo, en espiral,  el centro de la ciudad al tiempo que son fotografiadas por seis o siete mil modelos de Helmut Newton, una de ellas con unas gafas negras, para que no se diga que van todas desnudas.

A veces creo que habría que hacer sufrir al tipo que creó el Excel. Bastaría con poner en fila india a todos los elefantes de la tierra y hacerlos pasar, sin prisas, por encima del genio.

Lleno una columna de ochos. Hago lo mismo con otra, al lado. Si entorno un poco los ojos y ladeo la cabeza, parece el rastro de un tanque por la nieve. Al instante, la columna de la derecha me lleva a “Vida y Destino:

“Al despuntar el día empezó a caer la nieve y no remitió hasta mediodía. Los rusos experimentaron alegría y tristeza. Rusia había soplado en su dirección, arrojando bajo sus miserables y doloridos pies un pañuelo materna. Lo techos de los barracones estaban emblanquecidos y, a lo lejos, cobraban un aspecto familiar, aldeano” (Página 19)

La otra se dirige a “Relatos de Kolymá” :

“¿Cómo se abre camino en la nieve virgen? Un hombre echa a andar, suda y blasfema, avanza sin apenas poder mover los pies, hundiéndose a cada instante en la esponjosa y profunda nieve.  El hombre se marcha lejos, marcando su camino con irregularidades hoyos negros. Se cansa, se acuesta en la nieve, enciende un pitillo, y el humo de la majorka se extiende en una nube azulada sobre la nieve blanca y brillante. El hombre ya se ha marchado lejos, pero la nube sigue suspendida en el lugar en que se había detenido a descansar : el aire es casi inmóvil. Los caminos de abren siempre en los días de calma, para que los vientos no barran los trabajos de los hombres. El hombre se marca sus propios puntos de orientación en la infinitud nevada : una roca, un árbol alto. El hombre guía su propio cuerpo por la nieve del mismo modo que un timonel dirige la barca por el río de un saliente a otro “ (Página 17)

lunes, 23 de abril de 2012

Saliva de novia



Saliva de novia : A veces falta un poco de imaginación para traducir una gran celebración a hechos cotidianos, personales y, en el fondo, irrelevantes para el mundo. Podría convertirse, por ejemplo, la muerte de Shakespeare y Cervantes en una pequeña lista de dos entradas: el último libro comprado y el que estuviera leyendo en esa fecha. Pero parece que con calcular los años que ya han pasado desde que Shakespeare y Cervantes se cortaron la coleta literaria es suficiente para que gastes y compres. Todo se recude a comprar, celebres lo que celebres, que hasta nos han convencido de que con algunas compras ahorras.

Habría sido un buen rito que me permitiría saber por dónde andaban mis preferencias cada año. Habría sido, insisto, porque nunca lo he hecho.

Ahora, con cuarenta y dos años distribuidos de manera poco uniforme por mi cuerpo, la pregunta es ¿para qué?. Pero empieza a ser tan normal hacerse esta pregunta ante un número mayor de actividades que, o se rebela uno o se abandona al sofá y a las series, encadenando temporada tras temporada hasta que te llega a ti la última. En el fondo, nuestro cerebro, no sabe qué hacer con tantos años por delante.

Así que hago el ejercicio. Aquí va la lista de dos elementos. Aquí estoy ahora.

Último libro comprado : “La habitación amarilla”.

Compro este libro en “La buena vida”, una librería de Madrid en la que ahora exponen todas las obras de Bartleby Editoresl. Me gusta el local porque huele a libro y a café al entrar, lo que me parece uno de los mejores maridajes que hay y me recuerda a Londres, aunque esta tienda no esté en Oxford, sino cerca de Opera. El libro está próximo a “Todos nosotros”, de Carver, lo que me parece una buena señal.

Me pido un cortado (2,20 euros. Ufff) y empiezo a leer el libro de Suñén ahí mismo, sentado en una mesa, con una pareja de argentinos al lado y un gran retrato de Salinger, amenazando con un puño cerrado, detrás. Es como picar de la barra de pan antes de llegar a casa con ella.

La poesía de Suñén me queda todavía grande. Me doy cuenta de que mi esfuerzo no alcanza sus poemas. Leer a Emily Dickinson ("El viento comenzó a mecer la hierba", Nórdica Libros), como hacía una hora antes, en “Tipos infames” es como levantar pesas sin resistencia. Su uso del idioma es el tuyo, por lo que la lectura es una charla entre iguales con una verja de madera entre ambos. 

"Estar vivo es tener poder
La existencia, por sí misma,
sin más aditamentos,
es suficiente poderío"

Con Suñén es distinto : él está en un punto al que tienes que acercarte.

Esa aproximación no es sólo literaria, sino, básicamente, personal. Es necesario haber leído bastante, y haber pensado y haberse hecho muchas preguntas y haber madurado y haber crecido para acercarte a un libro así. Se le podría reprochar el esfuerzo que tiene que hacer el lector, pero es que el que te tiende la mano desde la orilla no puede hacer más que ofrecértela para que se la cojas.

A cambio, Suñén te presenta un uso del lenguaje que es capaz de modificar la experiencia haciendo que adquiera sentido y valor. Tendemos a ver el lenguaje como algo neutral que sirve para transportar la realidad como la bandeja en la que van las manzanas, pero la buena literatura sugiere que el lenguaje es capaz de transformar esas manzanas. De alguna manera, cada acto parece llevar pegada su narración y en el cerebro se produce la mezcla de esos dos elementos para producir la experiencia de la realidad. El sabor de la manzana es el mismo, pero su forma de experimentarla ya es diferente si, por ejemplo, un dios nos ha prohibido morderla.

Esa intuición está presente en cada poema de Suñén, donde el hecho que se presenta como excusa es mínimo, sin importancia. A partir de ahí el lenguaje se extiende para que, con él, se despliegue la realidad con su densidad, sus matices, su significado. El resultado es cierta euforia ante las posibilidades de lo que se presenta que se ve limitada por mi incapacidad por llegar al fondo de cada propuesta.

Cuestión de tiempo.

Pero tampoco es una lectura del todo o nada, porque sí es posible regresar con algo valioso en los bolsillos:

"...Casi un olor a saliva de novia..."

Cuestión de tiempo.

Libro actualmente leyendo : “Sobre el dibujo” , de Berger.

Cuarenta y dos años distribuidos de manera poco uniforme por mi cuerpo, decía, y si alguno de mis hijos me preguntara por qué pinta un pintor no sabría responderle. Mal han ido las cosas si uno no sabe qué decir ante una pregunta tan básica.

No recuerdo a ningún profesor de arte o de literatura que hubiera tratado de responder a esa pregunta. O todos la daban por evidente o no querían hablar de lo que no sabían. En cualquier caso, el tema nunca se planteaba y, en su lugar, se exponían listas de pintores, de cuadros, de un ismo siguiendo a otro ismo y de raídas interpretaciones. Si había un cuadro era porque alguien había querido pintarlo. ¿Para qué más?

Ahora, con cierta distancia, me parece algo tan inexplicable como publicar un libro con una falta de ortografía en la portada. ¿Cómo tomarse en serio el resto de la clase si no se empezaba por el principio? Pues así hemos alimentado a nuestro cerebro.

En “Sobre el dibujo”, Berger se atreve a proponer hipótesis sobre qué animaba a Van Gogh o a Wetter a pintar. Esa explicación me parece más valiosa que cualquier tratado de historia del arte. Se trata de acallar todo los murmullos de las exposiciones, de los comisarios, de los expertos, de los profesores de universidad o de los críticos para guardar un momento  de silencio en el que aproximarse al instante en el que Van Gogh o Wetter se deciden a pintar un cuadro en especial. Para entender para qué sirve el arte, qué es el arte o para valorar el acierto de una obra es necesario esta acercamiento, ese segundo en el que de la corriente nace un afluente.

Berger trata de acercarse al origen, hable de lo que hable. Siempre tengo esa sensación, sea una novela o un ensayo. Le leo no sólo por una cuestión cultural o de placer, sino, tal como se presenta la realidad, de necesidad.

domingo, 22 de abril de 2012

Comida familiar



Comida familiar : Todos sentados en la mesa, que hoy es como la barra de la que cuelgan las perchas.

sábado, 21 de abril de 2012

Cambio de agujas



Cambio de agujas La tarde empieza bien, leyendo “Salud y libertad”, una pequeña historia de Fred Vargas en “Tipos infames”, sentado en una de esas mesas pensadas para sentirte escritor aunque el único diario que lleves sea el contable. A la derecha está el ventanal, amplio, haciendo que me sienta expuesto. A la izquierda, una pareja de veinteañeras americanas que no dejan de hablar, como si no se vieran en mucho tiempo o se vieran todos los días, acostumbradas a encontrar interesante absolutamente todo. Escucharía con atención si Fred, en mis manos, no me acusara de infidelidad.

Todo encaja suavemente, por lo que mis movimientos son lentos, para no desajustar nada. Soy el observador y lo observado. Paso con cuidado las páginas, metiéndome en una historia típica de Fred Vargas, en la que, como suele suceder, el desenlace es lo de menos. La gente que cruza por delante del ventanal camina deprisa, como si todos llevaran un buen plan en la cabeza. Esa rapidez de calle estrecha, de aceras pequeñas. El contraste con los lentos paseos de Adamsberg por las orillas del Sena resulta estimulante, como el mordisco del chocolate amargo después del café.

Suena de fondo “To build a home”, muy suave, pero me basta porque, dado ese pequeño empujón, la voy recordando, encajándola con lo que escucho como la sombra a un objeto.

Es probable que los acontecimientos importantes provoquen unas ondas que vayan no sólo hacia el futuro, sino al pasado, difuminadas como suaves olas que llegan al presente a mojarte los pies. Uno sabe que está disfrutando algo que no tiene su origen en ese momento, lo que no impide que, a su modo, exista.

Es algo que se mezcla con la librería y con la lectura, con la pareja de americanas y con la mujer que pasea a su perro con una correa demasiado tensa, con el plato del café y con la música de “The Cinematic Orchestra”. Es algo que queda plenamente definido cuando, a las nueve y veintisiete minutos, Ronaldo lanza un tiro cruzado que pasa por encima de Valdés, entra en la portería, activando el cambio de aguja, y rodea este momento con la precisión del pastelero que envuelve el paquete de merengues, claro, que te vas a llevar a casa.

viernes, 20 de abril de 2012

Pedagogía colateral



Pedagogía colateral : Cosas del destino, termino con Daniel viendo “Battleship” cuando una hora y media antes la película no estaba entre nuestra lista de opciones. Figuraban “Furia de titanes” y “John Carter”. La primera se cae cuando Daniel ve el cartel, con unos titanes que dan miedo en 2D y pánico en 3D, que es la única opción que hay. “John Carter” tampoco es la elegida porque, de alguna manera, Daniel parece ser sensible a ese aire de fracaso económico que rodea a este título de Disney y nadie quiere pasarse por una fiesta en la que no hay invitados y los payasos lloran por las esquinas. Como el coche está bien aparcado y se es menos exigente con el tiempo del viernes, que parece capaz de soportar cualquier plan que uno levante sobre sus terrenos, le propongo ir a ver la de “Battleship”, que aparecen marcianos y naves y luchas.

Marcianos, naves y luchas sí que hay en la película, sí. Sin embargo, hay momentos en la película (los que van desde el primer minuto hasta ese otro en el que aparecen los créditos) en los que se tiene la incómoda sensación de que, esta vez, al mono guionista de Hollywood le ha sustituido el gato de la buena suerte chino, que sólo mueve la pata izquierda, con lo que su teclear es continuo pero poco sorprendente. La historia, en sí misma, aporta tan poco a la película como un hueso de plástico al cocido.

Curiosamente, ese ejercicio de adelgazamiento de la historia (mandamos una señal al espacio y encendemos las farolas para vigilar el cielo, los marcianos la escuchan y se presentan con cinco naves, cinco, que nos cepillamos de una manera espectacular) tiene efectos colaterales interesantes. El primero es el poder experimentar el significado de la frase “el todo en cada parte”, la certeza de que lo que viene a continuación ya está dicho en lo que tienes delante, con lo que si se hubiera quemado la película (algo que, desgraciadamente ya no sucede), nos habríamos levantado sin pesar y sin pensar. Cualquier momento es bueno para dejar de prestar atención al movimiento del péndulo.

El segundo punto relevante es, sorprendentemente, pedagógico. Esta es, sin duda, una gran película para un niño de siete años. Para más años ya no sería recomendable, con lo que vuelvo a pedir que en las películas se establezca no sólo una edad mínima, sino también máxima.  Pero a lo que vamos. Esta es una gran película para ver con un niño de siete años con la prima de riesgo a más de cuatrocientos puntos y la bolsa cayendo. O, lo que es lo mismo, con la situación económica de las diecisiete comunidades de este país a punto de volver a los tiempos de la Ruperta.

Y es que, a pesar de que los marcianos solo mandan cinco naves (la crisis, se sugiere, es universal) la oposición del planeta tampoco de más de sí y la batalla tiene cierto aire de pelea de recreo. Los golpes, espectaculares, acaban con la oposición de la armada de los Estados Unidos que al final tiene que echar mano de un viejo acorazado, el USS Missouri, que servía de museo por el que paseaban viejos marineros sin dientes recordando esos tiempo en los que todos los cañones, propios y ajenos, respondían a la menor provocación.

Con lo que ahí está el viejo Mo, un acorazado de esos años en los que había que girar muchas llaves para que los barcos funcionaran, salvando al mundo con una tripulación de viejas glorias que son capaces de poner el punto y final a la amenaza alienígena. (Si ponemos Mou en vez de Mo, el párrafo tiene aún más sentido)

La arruga es bella. Lo antiguo sirve. Sudar es provechoso. Algo que no tiene pantallas táctiles funciona, no pasa nada. El músculo tiene su misión. Todas estas afirmaciones, rotundas como los abuses que se disparan, entran con determinación en las blandas capas del cerebro de un niño de siete años, que las acoge sin darse cuenta de lo útiles que le serán en el futuro al que vamos retrocediendo, en el que no nos quedará más remedio que aceptar que la arruga es bella, que lo antiguo sirve, que sudar es provechoso, que algo puede funcionar sin pantallas, que el músculo tiene su misión y que eso que hay que apretar se llama botón y aquello es una azada y que claro que te va a doler la espalda cuando vuelvas del campo.

Deberían repartirse copias de esta película en todos los colegios de España.

Daniel se lo pasa bien. Los marcianos no dan miedo, aunque se parecen a James Hetfield, ponen dos canciones de AC/DC y las palomitas nos duran gasta el final. Todo un éxito.

Esta película, tan recomendable, no debe verla cualquiera que pretenda ganarse la vida con la música (o con el arte, ya puestos). El papel de Rihanna es una muestra de a qué tendrán que dedicarse los artistas en el futuro. O en el pasado. Vayan donde vayan, les acabarán pillando.

jueves, 19 de abril de 2012

La isla y el mensaje



La isla y el mensaje Voy a hablar de un libro y de un mensaje en el ascensor.

El libro, pues. Quien quiera leerlo, que cambie de canal porque tengo que desvelar algunas cosas para analizarlo como se merece.

El libro, seguimos. Estoy terminando “Sukkwan Island”, que va de un dentista al que le deben haber afectado muchos los rayos X de sus radiografías porque decide pasar un año con su hijo de trece años en una isla desierta. Sukkwan, se llama la isla. El tipo, que se llama Jim (James Edwin Fenn, para los que lleguen a la página 178, con lo que ya nos quedamos sin esta sorpresa) debe ser de esos dentistas que se equivocan al quitarte una muela. Jim, en la isla, como en su vida en general, anda bastante desorientado. En la isla pretende solucionarlo, pero es que la brújula de su cabeza hace ya mucho tiempo que se rompió.

Este es Jim y su brújula : “En general, estoy jodido. Necesito un mundo animado, y que haga referencia a mí. Necesito saber que cuando un glaciar cambia o un oso se tira un pedo tiene algo que ver conmigo. Pero no puedo creer nada de esa mierda, aunque lo necesito” (Página 100)

Jim y su hijo Roy hacen vida de isla aunque parece que Jim encajaría mejor preparando los decorados de una película de Harold Lloyd, donde lo importante es que las cosas se caigan y no funcionen. En una isla donde hay osos y nieve, esas cosas deberían dejárselas a los que saben. Pero ahí están. Y no seré yo el que diga que le parece bien aunque esté claro que lo de la isla y el hijo y los salmones que pescan y la nieve y el agua y todo eso es simbólico, que aquí el escenario es un personaje más. Sí, así lo leo, que me aprendí la lección en “Cumbres borrascosas”, pero es que este no es un escenario para un tipo que tiene la cabeza llena de ideas podridas. Si estuvieran congeladas, tal vez se hubiera podido hacer algo, pero es que este hombre está enfermo.  El libro debería ser muy serio pero me entra la risa del funeral en muchas páginas. Venga a reír con un tipo que debería salir del libro y marcharse a ver un médico. Eso es lo que pienso página tras página.

-Jim, hombre, tú estás enfermo.

Dice la contraportada del libro que si Cormac Mc Carthy por aquí, que si Hemingway por allá, y que en Francia es libro es un fenómeno. Vale. Lo curioso de todo es que ésta habría sido una gran novela, si se hubieran hecho dos cambios. Subrayo gran y dos. El primero, ya sugerido, sería sustituir a Jim por un personaje que esté a la altura del tema, del gran tema de la obra : si preparas el escenario para un concierto de AC/DC no me saques a María Jesús y su acordeón, que este hombre tiene el acordeón dentro de su cabeza : ahí está el bueno de Jim en la página 147, tratando de saber qué hacer con el cadáver de su hijo Roy, que conserva metido en un saco de dormir. Sí, ésta es otra de las grandes sorpresas del libro.

“Vale, dijo. Si no vas a sentarte bien…Buscó en los cajones, encontró cordel y unas tijeras y envolvió a Roy, lo ató a una viga y una pata de la mesa y a un gancho que salía de la pared y servía para colgar cazuelas o algo, y Roy se quedó en pie en el saco de dormir y Jim pudo sentarse y comer”.

Jeje.

El otro cambio, lo siento David, le toca al escritor. Ya sé que The Times dice que tu prosa es “portentosa”, pero en sólo diez páginas, de la 191 a la 201, aparecen ejemplos que me obligan a buscar qué quiere decir portentosa :  

“Algo después de las dos de la madrugada, Jim se dio cuenta de que hacía casi un año que no estaba con una mujer. Así que se abrigó y fue a buscar una prostituta” (Página 191). Importante que sea algo después de las dos.

“No bebía, pero fue al bar, porque parecía un lugar adecuado, aunque era por la mañana” (Página 194). No, pero, porque, aunque.

“La empleada que lo atendía no quería atenderle” (Página 198). Atentos.

“Avanzaron el resto de la noche hacia Juneau, pasaron ante tierras ensombrecidas que apenas se veían bajo el cielo ensombrecido” (Página 201). Doblemente ensombrecido.

Ya está. ¿Se puede escribir una gran novela con un gilipollas como protagonista? Yo diría que no. Y esta novela es un buen ejemplo. Lástima de alineación y lástima de entrenador.

Y, ahora, el mensaje del ascensor que han puesto hoy :

“Rogamos a los propietarios que tengan problemas con el portero automático dejen durante la próxima semana sus datos en conserjería para concertar cita con los técnicos”.

A mí me ha hecho mucha gracia, pero es que debe ser que no leo las cosas como debería.

miércoles, 18 de abril de 2012

El MacBook de Lola



El MacBook de Lola : Fe, entre otras cosas, es suponer que la profesora de chino hace bien su trabajo. Le pregunto a la que hoy sustituye a la que teníamos si los mellizos van bien y me dice que sí. Fe es creerse también esa respuesta.

La nueva profesora se expresa mejor que la anterior.

-¿Señor? – me dice, acercándose con su MacBook en la mano - ¿Podría darme la clave para conectarme a Internet?

Le paso el código. Su pantalla está llena de iconos y de fondo tiene el dibujo de un cactus sonriente. Parece el ordenador de una veinteañera japonesa y por un momento me entra la duda. Igual están aprendiendo japonés.

-Voy a enseñarles unas canciones – me dice.

Les dejo en el salón cantando melodías conocidas. Parece que estuvieran celebrando un cumpleaños. Escucho que Lola, que es como nos ha pedido que la llamemos, se anticipa a las peticiones y va proponiendo nuevas canciones, como si los tres fueran personajes de una serie de dibujos animados.

Aprovecho para leer el periódico en la cocina y volver a encontrar motivos para que los enanos estén cantando canciones en chino en el salón. No faltan. A finales de febrero, el total del dinero que alemanes y holandeses se han llevado ya de Italia y España es de 600.000 millones de euros. Un dinero que no deja ningún titular en las primeas portadas de los periódicos porque, realmente, no tenemos ni periódicos serios ni periodistas serios ni, me temo, lectores serios.

Esto es lo importante del mundo, según El Mundo : “El magnate sitio Kayali pagó la cacería del Rey en Áfica”. Leído deprisa, parece que al que cazaran fuera al Rey, lo que, en cierto modo, también tiene sentido.

También hay un grupo de padres que piden que se quiten los deberes en casa. No sé si por fe en el sistema (otro tipo de fe aun más ciega que la mía en Lola) o porque, inconscientemente, ya bajan los brazos : que los niños, por lo menos, den balonazos frente a un muro, que las criaturas jueguen hasta que lleguen a los treinta.

Me sirvo una copa de vino. Los enanos y Lola siguen cantando. Deberíamos llevarnos bien con Lola porque tener un contacto así siempre es bueno. Tal vez en el futuro ella pueda sernos de utilidad para que podamos vivir en una lejana provincia china enseñando español a las nuevas generaciones de chinos. ¿Qué para qué va a querer un chino saber español si aquí ya gran parte de los negocios se harán en chino? Pues también es verdad.

El vino no es muy bueno, pero es la botella que tenemos de guardia para las cenas de la semana.

Al terminar las canciones, me acerco a hablar con Lola. Es una veinteañera china con ese empuje de adolescente japonés que se ve en los documentales. Parece que esta nueva generación ya no tiene esa cierta desorientación de los que empezaron abrir las primeras tiendas. Ahora ya saben dónde están, qué pueden hacer y a qué aspirar. Esas referencias de un mapa interior que a los demás se nos están borrando.

-¿Van bien en la clase?
-Sí – me dice. Me enseña una hoja en la que han escrito algunas palabras – Esta quiere decir papá.

El ideograma para papá es una e con unos palos cruzados encima. Los palos me hacen pensar en esos martillos avanzando del video de Pink Floyd en el que un coro de niños cantaban que no necesitaban educación. Tal vez todos ellos estén sirviendo pintas en algún bar. 

martes, 17 de abril de 2012

La evolución de la grada



La evolución de la grada La invitación es solo para niños. Se les cita en un campo de fútbol para celebrar un cumpleaños.

-¿Ninguna niña?
-No – dice Daniel.

El concepto de cuotas no ha llegado a este tipo de cumpleaños. Quizás por eso esta invitación sea un poco ilegal, en plan infantil, como esos billetes de mentira que imitan a los de verdad : de caerte una sanción, sería también de mentira, con la apariencia de verdad, como cuando en Argentina te dicen “Te vendo YPF”, que luego es que no, que habían cruzado los dedos mientras firmaban. Cosas de niños, che, y a ver si la próxima vez los presidentes miran a todos los lados, como el portero cuando está a punto de sacar, para que no surja Kirchner de detrás de una portería y te cuente que ahora Repsol se dice Sinopec.

No percibo ningún matiz en la respuesta de Daniel, como si eso fuera lo más normal del mundo. Cuando tienes una hermana melliza que va perfeccionando día a día el arte de la presión psicológica, entiendo que para él una tarde en un campo de fútbol, alejado de las niñas, sea un buen plan. El plan, sí además puedes ponerte la camiseta de la selección.

Programa : Arena en la boca, arañazos en las rodillas, pelotazos en la espalda, vasos de plásticos caídos con restos de Fanta, sándwiches sin el relleno, gusanitos en los bolsillos, indicaciones mientras se sigue al balón, equipos que cambian de jugadores según sopla el viento, porterías sin red, unas cuantas camisetas de Ronaldo, alguno, por joder, con la de Messi, piedrecitas en las botas, marcadores inexactos, insultos (risas), una pelota que huye, sí, que huye, goles que se celebran como el último de “Evasión o victoria”, relleno sin sándwich, saques de banda lánguidos, ataques en la portería contraria, un poco de frío cuando la nube se queda quieta, botellas de plástico que se comparten al principio, se esconden a mitad de juego y por las que se pelea al final, escozor en la garganta de tanto gritar, charlas improvisadas en cualquier parte del campo, sin prestarle mucha atención al balón, que pasa al lado, barreras bien formadas con todas las manos protegiéndose, un par de jugadores que van sobrados, un padre que hace de árbitro para darle a todo cierto aire oficial, una madre que piensa que algunas camisetas no deberían ya ni lavarse, una bota que surca el cielo, empujada por las risas de todos, uno que mide, con paso militar y rigor matemático, los pasos hasta la barrera, otro que se protege del sol con la mano con el gesto profesional que te permite mirar más lejos, el sonido de un silbato que se ha quedado sin autoridad a los pocos minutos, abrazos en grupo, jugadores que vuelven a su campo con las manos en la cintura y la mirada en el suelo, demostrando así a los demás lo poco satisfechos que están con el juego que han desplegado, tacos compactos como el balón para demostrar que se tienen ya ocho años y que ya se ha llegado, por fin, a la tabla del diez, aunque sepan que el campo todavía es demasiado grande para ellos y que no son capaces de llenarlo, lentas deserciones hacia la mesa de la merienda donde las madres, hayas hecho lo que hayas hecho, te reconfortan y alaban tu fútbol, chorretones de sudor sucio por la cara, regates sorprendentes y padres que no dejan de hacer fotos como si este fuera el último partido en el mundo, lo que en cierta forma es verdad, aunque no se sepa exactamente dónde está el detalle y se trate de abarcar todo, fracasando antes de tiempo.

El proceso, de todas formas, es lógico. Ahora meten goles para enseñárselos unos a otros. Más tarde, jugarán para los padres, que, sentados en una grada a las nueve de la mañana, trataran de consolarse pensando que peor lo tienen los padres de Alonso, con esos horarios a los que el niño corre. Al final ya no jugarán ni para sí mismos ni para los padres, sino para alguna chica que no dejará de mirarles mientras ella imagina, que diría Millás. 

lunes, 16 de abril de 2012

Una mandarina bien ganada



Una mandarina bien ganada Quizás sería una buena idea llenar España de nuevo de grúas y empezar a desmontar todos esos edificios que no se van a vender y por los que, de noche, caminan los fantasmas de los promotores y los constructores. Ese sería el mejor mensaje a Europa y a nosotros mismos de que hemos aprendido la lección. El auténtico borrón y cuenta nueva.

No creo que todo el problema haya sido la codicia, sino la educación que recibimos, en la que lo normal era jugar con piezas de Lego y construir. Esta es una crisis que tiene su origen en el subconsciente, y es que hemos asociado el hecho de colocar una pieza sobre otra con una fuente de placer, de alegría, de gozo, de creatividad. Y, una vez ya creciditos, como en Lego no había piezas para adultos (¿Por qué, Lego S.A.?), nos dio por repetir ese esquema tan divertido con los ladrillos, que son más feos, pesan más y no vienen en varios colores, pero, puestos uno encima de otro, aguantan, y puedes construir “Residencial El Vergel”, que además vendías y después te ibas a ponerte ciego de cigalas para celebrarlo.

La culpa, de nuestros padres. Ya está todo dicho. Hemos construido millones de pisos que no se van a vender para revivir la infancia, eso es todo. Que nos hemos pasado un poco, pues sí, pero cuando eras niño no te parabas a preguntar de dónde sacaban tus padres tantas cajas para que pudieras levantar en el salón de tu casa una réplica del Coliseo romano. Y aquí tampoco te ponías a hilar fino con el tipo del banco que te daba las piezas que querías, que él recibía de otro tipo de un banco alemán, que parecía que se las regalaran a él.

Hemos jugado de más, tampoco es para ponerse así. Ha sido un recreo a lo bestia en el que nos hacían los coches a medida. Pues bueno.

Así que, para no dar mal ejemplo a las nuevas generaciones, propongo que desmontemos todos esos edificios y les compremos a los niños un IPad para que, si quieren montar piezas, que lo hagan de una forma virtual.

Y ahora voy a pelarme una mandarina.

domingo, 15 de abril de 2012

Tiendas cerradas



Tiendas cerradas : Caminamos por unas calles vacías, de edificios blancos y tiendas cerradas, que recogen el sol como un caudal que va rompiendo en todos los detalles. Es el instante en el que la primera mesa del restaurante se ocupa, destrozando un orden que ya no se va a alcanzar.

Estas calles conservan el orden. Nos detenemos frente a los escaparates de las tiendas, sintiéndonos cómplices, por el momento, de esas manos talladas de madera, de ese bolso dispuesto sobre una tela con un cuidado que todavía permanece, de esos zapatos pensados, diseñados y creados para ser expuestos. En todos los artículos se refleja el domingo, presentándolos de una manera única que variará en unas horas.

Los cuatro leemos los títulos en inglés de unos libros infantiles. Si hasta ahora todo lo visto tiene la dignidad y la distancia de los objetos de un museo, en los que el precio se limita a tratar de alcanzar la historia particular, frente a esta librería percibimos la frescura de un puesto de frutas. Nos gustaría probar cada uno de los libros y pasárnoslos para comparar y reírnos al vernos con la boca llena y los jugos a punto de caer. Ahí están las historias, sugerentes y próximas, como el abrazo a un cachorro.

Si la tienda hubiera estado abierta, no habríamos estado tanto tiempo jugando, hasta poseerlos, con esos títulos que habríamos creído adquirir plenamente con la compra. Sólo este ejercicio es pleno, lo sé, el resto, nacido del deseo de ver las tiendas abiertas, habría sido el rutinario ejercicio de comprar algo con la intención de adquirir, sin ser plenamente conscientes, este sol; estas paredes blancas; este silencio de mesa lista; el desfile de objetos inalcanzables pero con su sentido pegado, pegado, al cristal; nuestro buen humor; nuestro dejarnos llevar por esta calle y por esta, atentos a la sugerencia del sol sobre un detalle o a la invitación de una fachada; el disfrute de unas aceras estrechas pero suficientes si somos los únicos en recorrerlas; y la sensación de que vamos atravesando zonas en las que, como corrientes que modifican la temperatura del agua, el tiempo se frena, se detiene, avanza, se frena, siguiéndonos como una sombra más.

Todo esto nos lo llevamos.

sábado, 14 de abril de 2012

A salto de meta



A salto de meta : Tener hijos te rompe la realidad. Cuando les coges en brazos, así de pequeños, con ese gorro que les ponen las comadronas en ese tiempo que parece haberles sobrado y que aprovechan para envolverles la cabeza como hacen con la comida que te sobra en los restaurantes de las películas americanas, la realidad se cae el suelo y se queda hecha añicos, que es una palabra con acento maño, lo admito. Brazos, niños, realidad y añicos, en resumen, que la frase anterior me ha quedado larga.

Unos dos mil ochocientos días después, día arriba, día abajo, la realidad sigue rota, pero ya te has acostumbrado. Vamos con un ejemplo para los que hayan sobrevivido a la frase de arriba. Antes, hace más de dos mil ochocientos días, un partido de fútbol era algo compacto a lo que se le dedicaba toda la atención durante unos setenta minutos, noventa si jugaba Zidane. Ahora es algo fragmentario, poroso, hueco, combinable como una prenda negra, que se puede llevar con todo, aunque es bien sabido que el uniforme del Madrid es blanco.

Hoy, me paso la tarde pendiente del partido del Madrid y de sus metas, y de Lucía, que camina a mi lado con su lista de la compra (Celo, cuaderno, gomas y sacapuntas), y de los coches que esperan, cabrones, a la salida de los aparcamientos, y de la lluvia, con sus charcos y sus paraguas, y de nuestras bolsas.

0-0 : A las ocho empieza el partido. Ya tenemos el celo, el cuaderno y las gomas. Nos falta el sacapuntas, que encontramos, dorado, en Tiger, el Ikea para aquellos que no tienen casa. También compramos un puzle blanco para que pintes lo que quieras si eres de los que no ven ahí un coche o un pueblo o un perro cubierto por la nieve.

0-1 : Cuando, treinta minutos más tarde, marca el Sporting el gol de cortesía que el Madrid ofrece en lo que termina de aterrizar en el partido, con la lentitud de esos aficionados privilegiados que bajan a su asiento con un pincho en la boca y dos o tres en el bolsillo de la americana, Lucía y yo estamos sentados en una mesa del “Take A Break”, el local que ella ha elegido, de repente, para cenar. Sporting, gol, cortesía, lentitud y ”Take A Break”, en otro resumen que ofrezco para compensar esta tendencia de hoy a formar frases largas.

El “Take A Break” aparece aquí porque la chica que atiende el local es simpática, habla ruso, y me regala un smothie.

-Si lo quieres te lo doy, porque iba a tirarlo.

Eso lo dice en español, pero se nota que esas palabras caminan por una alfombra rusa.

Lucía se pide unos tagliatelle con salsa borgoñesa y yo un sándwich de salmón. La mesa que ocupamos es estrecha. Este es un local para venir solo o con una pareja en ese momento de la relación en la que cualquier objeto que separe los cuerpos, ropa incluida, estorba. La mesa es pequeña, pero no está fija y el pie está cubierto por falso césped, como si la hubieran arrancado de un campo de golf. A mí me vale y a Lucía también.

1-1 : Cuando el Madrid empata, Lucía, que todavía no ha probado su pasta, tiene desplegadas todas sus compras. Le fascina ese broche con aire de insecto que sirve para agrupar varias hojas. Se la había visto a sus profesoras y tener tantas y de tantos colores le hace sentir aún mayor. Veo en el iPhone, colocado al lado del sándwich de salmón, que ha marcado Higuaín.

El local me gusta porque tiene un aire inglés que me permite imaginarme lejos de aquí, como si Malasaña no estuviera a la vuelta de la esquina. Los sándwiches están bien ordenados, con unos precios que sirven, cosas de la psicología, para saciar el hambre casi instantáneamente, demorando cualquier comida. También hay bandejas de sushi, yogures dietéticos y botellitas de Perrier.

-¿Y eso es agua? – pregunta Lucía, que le presta atención a todo.
-Sí.

De fondo suena George Michael y las conversaciones rápidas entre los clientes que piden su comida para llevar y la chica rusa. La lluvia y la noche de la que llegan los clientes hace que el sitio parezca más cálido e iluminado. Terminado mis sándwiches, le echo una mano a Lucía con su pasta a condición de que se termine las natillas de chocolate en las que se ha fijado.

Esta es la primera cena que compartimos los dos después de una tarde de compras. Es bueno saberlo en ese mismo momento.

A las nueve salimos corriendo para ir a recoger a Daniel en la casa de un amigo suyo.

2-1 : Al pasar junto a una tienda de apuestas, veo, en una pantalla grande, que el Madrid ha marcado el segundo gol. A Lucía le tengo que explicar por qué he dicho que las cosas ya están como deben estar y qué significa apostar.

Ya en el coche, Lucía me pide que quite la radio porque le da mala suerte. Le pido que lo repita por si lo he entendido mal, pero ella insiste : mala suerte.

3-1 : Es así como me pierdo el tercer gol del Madrid, del que leeré la crónica hoy, mañana y pasado, en los huecos que vaya encontrando para hacerme una idea de lo que hoy ha pasado en el Bernabéu. Siempre nos quedarán Juanma Trueba y David Gistau.

viernes, 13 de abril de 2012

Mantequilla y pimienta



Mantequilla y pimienta : Las mazorcas me parecen los frutos de una planta de dibujos animados. Aunque las tenga en las manos, me cuesta aceptar que el maíz crezca así, con esa estructura densa, de piel de animal de desierto, replegado sobre sí mismo

Las saco de su envoltorio de plástico y, siguiendo las instrucciones, las dejo cinco minutos en agua hirviendo. No pasa nada en cinco minutos. No sé si se trata de cocinarlas o de exponerlas a estas condiciones para que, como en un interrogatorio, los granos se vengan abajo y se suelten. Las mazorcas, como un grupo de jugadores de rugby en una melé, aguantan unidas. Todas estas tonterías se piensan cuando transcurren cinco minutos sin que en la olla nada cambie.

A los cinco minutos aproximados (los relojes digitales se guardan la precisión para sí mismos) las saco y las coloco en una fuente blanca. Un par de exclamaciones sin puntos. Parece mentira que ahí dentro estén las palomitas, les digo a los mellizos y me digo yo mismo. Alguien, tal vez viendo dos mazorcas como éstas, se dijo que no era posible que esta verdura fuera tan impasible, tan introvertida. Quizás hasta estaba escribiendo sobre ellas cuando empezó a pensar en la forma de cambiarlas con algún método elegante y simple, como cuando con un simple gesto se daba la vuelta a un disco. Y de alguna forma dio con la solución haciendo más por el cine que el cruce de piernas de Sharon Stone.

Pienso que es un buen ejercicio de pedagogía gastronómica poner en la mesa unas mazorcas, unas hamburguesas de carne de la sierra de Madrid, un tarro de mantequilla de cacahuete y una tarta de queso. Falta la zarzaparrilla. Es difícil presentar una cena norteamericana cuando, sin quererlo, es lo que te sale cuando no quieres preparar nada.

Lucia dice que no quiere probarla. Daniel, por quedar bien, da unos cuantos mordiscos desganados. Les recuerdo que de ese maíz surgen las palomitas. No sirve. Es como sugerirles que vean en blanco y negro una película que en la sala de al lado emiten en 3D.

Cojo las mazorcas antes de que se enfríen para que se derrita la mantequilla. Echo también un poco de pimienta. Cosas del subconsciente, mientas las muerdo pienso en Instinto Básico.