sábado, 30 de noviembre de 2013

La legión de extras




La legión de extras : Visto desde esa nave espacial en la que las lágrimas de Sandra Bullock volaban despreocupadamente, el punto de la Tierra que más brillará estos días será la Plaza de Jacinto Benavente. Mirar fijamente estas bombillas durante unos segundos debe ser más peligroso para la retina que esquiar sin gafas por los Pirineos durante una semana. Pero es bonito, no nos vamos a engañar, y las retinas ya aguantan lo que les echen.

El mensaje subliminal parece ser : donde hay luz, hay alegría. Y debe funcionar porque todos nos movemos entre los puestos con bastante buen humor. Gorros con formas de animales. Carteras hechas a mano. Dulces artesanales. Lo de siempre. Ya se sabe que es Navidad y cualquier sombra de culpa al gastar el dinero desaparece ante el avance implacable de esta efectiva invasión de luces.

Somos los extras de uno de esos anuncios en los que los actores caminan con unas bolsas que parecen pesar menos cuanto más llenas van.  

viernes, 29 de noviembre de 2013

Nueve millones de bombillas




Nueve millones de bombillas : Hoy encienden las luces de Navidad en Madrid. Nueve millones de bombillas que se reservarán para el centro y las zonas comerciales. Si los Reyes Magos se guiaran por ellas, buscarían a Jesús en alguna tienda de Princesa. H&M. Zara.

En el Carrefour las botellas de Yellow Tail están a 3X2, así que esta noche cenamos con una de ellas. Después me tumbo en el suelo del salón con una caja de Ferrero Rocher a la izquierda y El Cultural a la derecha. Si buscas el momento y el sitio perfecto para ponerte al día en lo referente a la cultura, estás perdido. Voy picando de los artículos como de los bombones, al azar, disfrutándolos.

Hoy también ponen el último capítulo de la temporada de Violetta, por lo que me obligo a respetar el atento silencio del salón. Cada bombón que me como, una luz que se enciende. Doy entonces con un artículo de Echevarría titulado “Claridad” y en el que menciona una cita de Botho Strauss : “Lo que está por decir es infinito. Y en realidad no puede articularse' según las leyes de la gramática y de la razón cotidiana”. Pero seguimos con la ilusión de las luces.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Promesa de invencibilidad




Promesa de invencibilidad : Entre los dos carriles hay unas plantas dispuestas según cierto orden geométrico que la falta de cuidado ha ido eliminando, como a una división perfecta a la que le fueran surgiendo decimales con el paso del tiempo. 

No hay nada en ellas que atraiga la atención salvo en un instante : justo éste en el que los pequeños frutos rojos que dan se iluminan con el sol al nacer. Pruébame, parecen decir, y serás invencible. Esa una imagen cuya intensidad apenas dura unos segundos porque nunca la he visto así. La radio. El atasco. Esa sensación de que no vas a conseguir sintonizar bien el día por mucho que te esfuerces. Ése deberías. La radio. Antes de que el sol se eleve un poco más, insisten, ¡venga!  

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Un indulto en el último instante




Un indulto en el último instante : Ante la duda de qué objeto guardar, hay dos caminos : desprenderse de todos directamente o valorar cada uno para acabar tirándolos con la sospecha de que entre los papeles que se arrojan a la basura haya un décimo premiado. Quizás ese impulso a conservar algo venga de cuando la vida se quedaba pegada a ellos frente a esta existencia líquida, como la definen algunos, que se acaba convirtiendo en unas gotas que terminan cayéndose de cualquier superficie. Todo se queda en nada, así que ¿para qué?

Pero. La jeringuilla de plástico con la que les damos las dosis cuando se encuentran mal.

Pero. Ese abrigo de mi padre que llevo en el maletero y que en el último momento salvé del punto limpio. No le recuerdo con él y a mí me queda realmente mal. Pero hubo un día en el que se levantó con la idea de comprarse uno. O quizás lo vio en un escaparate y se decidió. Pensando en mi padre, pienso que sería lo primero. Así que entró en una tienda, tal vez con mi madre, y entre los dos decidieron que ese abrigo le sentaba bien. No resulta raro suponer que salió con el puesto y que verse con algo nuevo que le favorecía le puso de buen humor. Un buen humor que debía regresar a él las siguientes veces que se lo puso hasta que acabó convertido en rutina. Si no lo tiro es, sobre todo, por no rendirme a esa facilidad con la que nos desprendemos de esas historias, aunque sean imaginadas.

La jeringuilla tiene las marcas ya algo desgastadas, así que damos las dosis un poco a ojo. Muchas veces de noche, con la luz del cuarto de baño encendida y el resto de la casa durmiendo. 

martes, 26 de noviembre de 2013

El oráculo al final de la escalera



El oráculo al final de la escalera : Hay una ventana estrecha, construida al final de la escalera que sube del garaje, de la que cae una fina franja de luz, como el chorro de agua que refresca pero no quita la sed. Pero no parece estar ahí para eso. Cuando la veo, en el momento en el que la mañana se ha asentado, no es solo la indicación del tiempo que hará, sino la primera valoración de cómo va a ser el día.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El salón del gran baile




El salón del gran baile : No tengo suficiente entidad metafísica como para convertirme en escarabajo. A lo más que llego es a transformarme en polilla cada vez que me acerco al edificio de Mc Donald´s que tenemos cerca de casa, atraído por la luz que sale por las ventanas y la que adorna las paredes. Parece que siempre estuvieran listos para recibir a alguien que celebrara su cumpleaños.

Lo mejor es ir entre semana, de noche, con la cancha de baloncesto vacía y un par de coches en el aparcamiento, y disfrutar del contraste sin pensar en nada. Solo el contraste entre el frío de fuera y el calor de dentro, entre la oscuridad de fuera y la luz de dentro. Así de simple. Dentro. Fuera. En cuanto las ideas quieran adornarse un poco para empezar a divagar sobre la soledad, la extrañeza y los lugares de paso, se les pega una patada en el estómago para que vuelvan a la simplicidad del contraste básico. Dentro. Fuera.

Hay que quedarse en ese nivel. Fuera, hambre; dentro, comida. Así que salgo del coche y voy andando por el aparcamiento. El local está iluminado como si se estuviera rondando uno de los bailes de “El Gatopardo”. Cuando entro, solo veo una pareja en una mesa, cogiéndose las manos como si trataran temas fundamentales sobre su vida. Mal. Los dependientes, sin embargo, bromean. Bien. Les veo tan de buen humor que por un momento me entran ganas de decirles que es mi cumpleaños. Y el suyo también.

Sí que hay luz aquí para una polilla como yo: voy a llenarme los bolsillos.

domingo, 24 de noviembre de 2013

La silla del ocioso



La silla del ocioso : En una mesa de carnívoros me pido el bacalao porque, no sé, me imagino una cocina con los expertos en preparar la carne saturados mientras el del pescado espera sentado en una silla, pensando en la revisión pendiente del coche, en que por primera vez debería aprovechar uno de esos vales que te entrega la cajera del Carrefour, en cómo encontrar un rato para ver “La gran belleza” después de haber leído la crítica de Marchante, en una excusa para llamar a su madre. Me lo imagino con el cansancio del banquillo, esperando la excusa para ponerse de pie, en marcha. Y esa excusa se la doy yo y la aprovecha para preparar un gran bacalao. También podría haber pedido la carne porque sé que mi preferencia por el pescado se interpreta como una forma de marcar distancias, como el que, brindando con los demás, pide blanco en vez de tinto. Pescado Vs carne. Pero cuando el camarero me sirve el bacalao sé que todo lo que me he imaginado es cierto y que no me he equivocado. El mundo se convierte en ese plato y lo demás se va difuminando. Como concentrado, disfrutando, abandonándome. Pienso que tengo que pasar la revisión del coche, pienso en los vales del Carrefour que acumulo en la cartera, pienso en las palabras de Marchante, pienso en que tengo que llamar a mi madre.

sábado, 23 de noviembre de 2013

El Mal es esponjoso




El Mal es esponjoso : El pan de 6 cereales contiene harina de trigo, agua, cereales (14%), (mijo pelado, linaza marrón, harina de centeno moteada, sésamo, semillas de girasol, sémola de trigo, harina de arroz, trigo triturado, gluten de trigo, masa ácida), sal, levadura, emulgente (E-472e), agente tratamiento de la harina (E-300, E-920), trigo sarraceno, linaza dorada y marrón, sésamo, semillas de girasol, gluten y trazas de soja, leche, frutos secos y huevo.

Es, en fin, el pan que nos gusta y con el que hacemos lo que aconsejan evitar: mezclar carbohidratos con grasas. Mojamos como campeones. Es cierto que tantos ingredientes invitan a sospechar que no debe ser muy natural porque parece la respuesta a una pregunta que no sabemos (¿Qué es el pan?) y a la que nos enfrentamos largando todo lo que se nos pasa por la cabeza.

Pero esa sospecha desaparece cuando por la tarde voy a coger un trozo y ya está duro. ¡Duro!. Como Dios manda. De lo que sí hay que desconfiar es de esos panes que seguirán frescos cuando tus nietos abran el armario para ver qué se pueden hacer de merienda. El Mal se esconde en lo esponjoso sin bordes, y en Messi y en Punset.

No me lo puedo comer, pero me llevo el trozo de pan para empezar una saga sobre una chica y su cortador de césped en Marte. Exterior, día. Y en eso estamos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

La modelo de piel de plata




La modelo de piel de plata : Mi relación con la fotografía se convertiría en enfermedad si tuviera una gata como “Silver”, que se pasea por la casa de sus dueños como si sus pasos amasaran la tarde del viernes. Mientras en unas mesas se prepara una cena yo persigo a la gata por el salón. Parece estar posando todo el tiempo, haga lo que haga, por lo que si la fotografía sale mal la culpa es solo mía. Pero hoy, quizás porque ya el día no nos va a pedir más, el porcentaje de fotos que me gusta es superior a la media: por eso sé que con un gato la afición pasaría a costumbre patológica. Es mejor tener con ella la relación de un tío con su sobrina, puntual, dejando que sean sus padres los que se ocupen el resto del tiempo. 

Del otro lado del amplio salón, en el que el espacio se expone como siempre que se ocupa solo con los objetos imprescindibles, me avisan de que la cena está lista. Sigo con la gata y las fotos. Que van a empezar. Unas cuantas fotos más. Que esperan a que vaya para abrir el vino. Y al escuchar esto, la gata salta de la silla para dejarme el camino libre hacia el sacacorchos. 

jueves, 21 de noviembre de 2013

El continuo ascenso hacia la botella




El continuo ascenso hacia la botella : El litro de diésel está a 1,399. La próxima vez que pare aquí habrá subido a uno con cuatro, pero hoy todavía se mantiene en el filo, como dándonos la oportunidad a los que venimos a repostar a las siete de la mañana de despedirnos de esta franja del uno con tres.

Mientras echo gasolina, temo que el precio cambie en cualquier momento. Tal vez solo haga falta que algún trader estornude frente a su pantalla para que todos los surtidores reaccionen dando ese pequeño paso adelante. Intento hacer todos los gestos con cuidado para que un pequeño roce no lo provoque. Los precios que son ajenos a la demanda y siguen subiendo a pesar de que ésta caiga, tienen estos comportamientos de diva caprichosa.

Suaves son mis movimientos. Tranquilos mis pasos para que los pájaros no echen a volar. Educadamente doy los buenos días a la cajera que coge mi tarjeta. Chucherías. Revistas. Chicles en oferta. Cuando me tiende el terminal para meter el número, veo que el precio no ha cambiado todavía.

Le hago una foto al surtidor. Llegará el día en el que vendremos a por gasolina con una botella de cristal y los bolsillos llenos de monedas, como esas lecherías de antes a las que iban nuestros padres a comprar. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Los círculos de Barrio Sésamo




Los círculos de Barrio Sésamo : Me invitan a una cata de los albariños de “Paco & Lola” en “Fotomatón”. ¡Un miércoles!. No puedo ser objetivo en mi apreciación porque en cada sorbo se mezcla todo. El primero me sabe a miércoles. El segundo  a escapada nocturna. Y, a partir de ése, los demás a tiempo libre, a lujo, a buen ambiente, a conversación, a compañía.

Termino bastante animado, con cuerpo de coctelera, en un asiento del metro, envuelto por ese silencio mullido que desprende la gente que, agotada, va a descansar. Tanto los dueños como sus móviles están fuera de cobertura.

Uno de los efectos colaterales de una cata intensa es que acabas fijándote en detalles que normalmente pasas por alto porque la vida tampoco exige que te detengas en todo como si el Ser hablara a través de cada objeto. Pero ha sido una cata meticulosa, lo admito, y ando valorándolo todo con una mirada que derrapa por todas partes.

La botella tiene una etiqueta con una serie de círculos ordenados en filas. Me acuerdo de una serie parecida que aparecía en “Barrio Sésamo” : iban apareciendo y desapareciendo sobre una pantalla hasta que al final la completaban. No sé qué fin pedagógico tenía esa sección que cortaba el ritmo de cada capítulo.

Lo que sí descubro gracias a la inmensa cata que llevo dentro (soy el hombre cata) es que si coloco esa botella en uno de los asientos de metal con perforaciones en forma de cuadrados que hay en el andén, el contraste bien merece una fotografía y me desvela el mensaje de la etiqueta, elegantemente oculto a pesar de estar a la vista : el vino está para convertir esos cuadrados que conforman la realidad en pequeñas esferas que permitan que la vida siga rodando. Me parece una interpretación fantástica y muy profunda a la que debo volver en condiciones de cata-cero para comprobar si sigue en pie

Claro que sí. Y salgo a la noche de Madrid con una botella de albariño en la mano. 

martes, 19 de noviembre de 2013

Granja de naranjas



Granja de naranjas : Pocos momentos en el día como éste a las seis y media de la mañana en el que me acerco a la cesta metálica en la que están las naranjas y las observo. Piel fina, repletas de zumo. Me gusta verla llena, con naranjas de sobra para hacer treinta o cuarenta vasos. Todavía no he puesto la radio. Todavía no que colocado los vasos en su sitio. Todavía no he terminado de vestirme. Todavía hay algunas partes de mi cerebro que se están encendiendo, como esos tubos fosforescentes que tardan en iluminarse. Todavía no he separado las cosas que sé que tengo que hacer y voy a hacer de aquellas que sé que tengo que hacer y que no voy a hacer. Todavía no he buscado eso que me anime, eso que haga distinto el día. Todavía no me he puesto las zapatillas. Todavía no he pensado qué me voy a llevar de comer. Todavía no he recordado qué es lo que hace que esté tan enfadado conmigo mismo. Todavía no he calculado cuánto queda para el siguiente plan que me atrae. Todavía no he terminado de sacarle punta al tuit que ayer dejé a medias. Muchas cosas por hacer, pero lo primero es lo primero : asomarse a esta valla y ver todas esas naranjas amontonadas. La base sobre la que se puede construir un día.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El perro con la lengua azul




El perro con la lengua azul : Durante unas cuantas noches pretendemos dejar de lado los cuentos y dedicarnos a la ciencia un poco, para equilibrar. A Daniel el plan le parece bien siempre que aparezcan animales, que, por lo que veo, son la base de la naturaleza: podemos empezar hablando de lo que queramos si terminamos con algún bicho.

El libro elegido se titula “50 Animales que han cambiado el curso de la Historia” y doy el visto bueno cuando veo que no han incluido a Materazzi, que no van por ahí los tiros. Supongo que la contribución del elefante es obvia, pero ¿la mosca española?, ¿el pavo?, ¿la carpa?.

¿Y la cañadilla?. Son solo dos páginas, pero ahí está. Empiezo a leerlas con atención. Bolinus Brandaris. De este humilde bicho se obtenía una secreción que se utilizaba para fabricar un tinte azul conocido como “púrpura de Tiro” y que fue uno de los cimientos de los fenicios. El tinte no solo era vibrante, sino muy resistente a la decoloración. Bla,bla. El reproche silencioso de Daniel, que me mira con tensión de cobra, me recuerda que se trata de una lectura compartida: el vínculo entre el hijo y el padre a través de la lectura antes de dormirse y que lo suyo es que lo haga en voz alta.

Le hago un resumen de puré, evitando palabras finas y afiladas como : hipobranquial, rádula o secreción. Cuando termino de exponer la historia (la palabra fenicio se la traga sin problemas: a saber qué se habrá imaginado al escucharla) los dos nos quedamos callados. Reyes, comercio, lujo, dinero y comerciantes alrededor de la cañadilla. Mucha historia para tan pequeño animal.

Pero lo que más nos gusta es la leyenda que explica cómo fue descubierto el tinte, la que habla del paseo de Hércules y su perro por una playa y cómo al perro, al morder unas cuantas cañadillas, se le puso la boca azul. Quizás sea lo menos científico, pero pasamos un buen rato poniéndole y quitándole detalles. Hay que aceptarlo : una buena historia es el mejor postre de la ciencia.

domingo, 17 de noviembre de 2013

La intersección de la mañana




La intersección de la mañana : Un grupo de niños, sentados frente a la fotografía “Mayfair”, de Inge Morath, escucha la explicación de la guía sobre la regla de los tercios. El interés de la fotografía, les cuenta, debe colocarse en la intersección de las líneas.

Esa fotografía es una de las que forman la exposición “Magnum´s first”, sobre la primera que realizó la agencia con trabajos de Inge Morath, Robert Capa, Werner Bischof, Henri Cartier-Bresson, Enrich Lessing, Ernst Haas, Jean Marquis y Marc Riboud. Como tengo una mañana difícil, ninguna de las fotografías me atrae especialmente. También me pasa con los libros : me compro una semana el que la anterior no me atrajo. Nada grave.

Cuando regreso a la fotografía de Inge Morath no encuentro ni a la guía ni a los niños. Vuelvo a recorrer sin éxito toda la exposición, repleta de gente, por si se hubieran detenido en otra fotografía. El título de la exposición estaba en el centro de mi atención y me he dado cuenta tarde de que esa escena de la guía con los niños estaba en la intersección de esta mañana.

Trato de calmar esa frustración haciendo fotos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Dos platos con nuestros nombres




Dos platos con nuestros nombres : “Blue Jasmine”, de Woody Allen, no nos gusta. El mundo de los ricos que aparece es el que yo describiría si conocerlo. Lo mismo con el de los trabajadores. Y la historia tiene encuentros que solo pueden darse en el folio de un guión. Es, en fin, ese capítulo flojo que tiene toda serie en una buena temporada.

No importa. Antes usábamos el sábado para entrar en una película de Woody Allen. Ahora es al revés. Se convierte en la excusa para tratar de integrarnos en la noche del sábado. No estamos muy seguros de cómo nos va a ir porque hace bastante tiempo que no salimos los dos al cine y a tomar algo. Sabemos qué hay que hacer pero no los pasos apropiados para alcanzar esa despreocupación que teníamos antes : tal vez nos movamos pero no sepamos alejarnos, que es lo que necesitamos.

Damos un par de vueltas alrededor de los Verdi sin mucha fe. Y es justo cuando pensamos en callejear por otra zona cuando nos encontramos con un coche que nos dejar el sitio perfecto. Amplio y frente a la entrada del cine. Nadie va a tener tanta suerte esta noche. Basta con una maniobra para dejarlo aparcado.

Es como descubrir que el sábado ha conservado dos cubiertos listos para nosotros en una mesa repleta. Dos sillas que nadie ocupaba. Dos etiquetas encima de los platos.

Es esa sensación la que levanta la noche, la que nos acompaña cuando tomamos unas patatas con boquerones en Casa Paulino, cuando paseamos por unas calles abandonadas por la huelga de basura, cuando, a la entrada de los cines, pasamos junto a Manuel Vicent, charlando con sus colegas, cuando salimos del cine poco convencidos, cuando regresamos por La Castellana sumergido en un tráfico sin prisas, de coches con música en la radio.  

viernes, 15 de noviembre de 2013

Un cuentacuentos de guardia




Un cuentacuentos de guardia : Cuando el repartidor me entrega las pizzas, las noto frías. En noviembre, el retraso es el doble de evidente que en julio. Tengo la propina en la mano y en el salón a dos niñas a las que, después de una hora esperando, ya se les ha ido el hambre. No sé qué hacer con la propina, ese pellizco de monedas. El repartidor se disculpa.

Recuerdo entonces una frase de “Lavender”, de Marillion, un tema que seguirá siempre vivo por ese solo de guitarra de Steve Rothery. “A penny for your thoughts my dear”

La pizzería no está lejos. Si hubiera venido andando, habría llegado antes, y es esa proximidad la que hace que en el gesto del repartidor, que parece a punto de decir algo que finalmente se calla, haya una historia. Que no se arranque quiere decir que su excusa no tiene ningún interés, que a él mismo le parece aburrida o demasiado habitual.

Se me ocurre que, para estos casos, los de recursos humanos deberían haber contratado a un cuentacuentos profesional que, antes de llamar a la puerta de un cliente con las pizzas frías, les ofreciera a los repartidores una historia original  que pudieran narrar. Algo bueno con fuerza que les animara a decir :

-Qué penny ni qué leches. Déjeme que les cuente a esas niñas sin hambre lo que me ha pasado que seguro que mi historia les va a poner en marcha el estómago de nuevo. Que apaguen la tele, que me arranco.

Le doy la propina aunque sé que hay quien con razón me lo reprocharía, diciendo que si se premia la entrega de una pizza fría, no estás reconociendo al que se esfuerza por entregarla a tiempo. Pero mejor argumento es el de saber que uno y otro seguramente tengan unos sueldos de mierda.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Clases de papiroflexia china




Clases de papiroflexia china : Con un niño de nueve años, el camino más corto para no obtener una respuesta es hacer una pregunta. Es mejor hacerse las preguntas en silencio e ir colgándolas en una percha como corbatas. Un día, por las buenas, te cuentan algo que hace juego con esa corbata que tenías olvidada y ya tienes tu duda satisfecha.

Así que la mejor manera de no saber qué tal les van las clases de chino con la nueva profesora es abrir la puerta y decir que qué tal les van las clases de chino con la nueva profesora. Para ellos supone una entrada violenta en su intimidad tan amplia como el tamaño de la puerta en la que me apoyo esperando su respuesta.

Esperando.

Deberían entender que queramos saber algo. No es solo por el dinero (el saber ocupa, precisamente, ese lugar que deja el dinero que quitas de tu cuenta). Tal vez la profesora les esté transmitiendo ideas revolucionarias. Tal vez todas estas profesoras sean una quinta columna que favorezca la expansión de la empresa china por el mundo: Disney lo hace con una cadena propia y los chinos a través de sus libros de estudio. Tal vez estén analizando las contradicciones del sistema, la debilidad de nuestra economía y las ventajas de apoyar, defender y participar en la expansión china por el mundo en busca de recursos y de mercados, limitando cualquier labor crítica. Qué sé yo.

Tal vez, lo que les esté enseñando no sea chino y por eso no se dejen examinar cuando le pido a google que traduzca y pronuncie una palabra al azar para ver si ellos la saben.

Espero y cierro la puerta.

En la mesa del salón hay dos figuras de papel para jugar. Se encajan en los dedos y las abres y las cierras, igual que la boca de un animal, tantas veces como el número que te da el otro jugador. Cada punto en el que te paras tiene una palabra en chino con la traducción detrás.

Alguien que piensa, propone y juega a eso no debe ser mala profesora.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Llevamos en la cartera el capítulo de una gran obra




Llevamos en la cartera el capítulo de una gran obra : Una narración de nuestra vida es la que van haciendo los apuntes en la cuenta. Quizás por eso me cuesta tanto tirar los recibos, porque en ellos hay algo que no termino de ver y al arrojarlos a la basura hago lo mismo con una parte de mí. Si al terminar de pagar a la cajera, una gitana se ofreciera a leerlos y a interpretarlos, la pagaría con gusto porque antes de entender el futuro, conviene ir con el presente un poco entendido.

Nos falta una gran obra que nos enseñe a hacer ese ejercicio, construida con todos los tickets que se van acumulando en la cartera como esquelas de los billetes, como marcapáginas en un libro que no avanza, entre las cartas que se escriben las empresas a través de ti, en una caja que no habíamos comprado con esa idea, en un cajón con los cables de aparatos que ya no tenemos; entre los manteles de la cocina, en el cuenco de las llaves y las monedas de dos céntimos que crecen por sí mismas y en el carro que coges para hacer la compra.

Al llegar a casa hoy, me encuentro ese carro de la compra junto al ascensor. Es caprichoso y aparece cuando él quiere, no cuando tú lo necesitas. Meto la llave en el ascensor y espero. No sé si la proximidad de un carro grande vacío da buena suerte o no. Me inclino por lo primero. Le pediría que me esperara ahí hasta el sábado por la mañana, que es cuando voy a necesitarlo, pero sé que no puede prometerme nada porque va a su aire. Hace bien.

Un carro vacío también sirve para darle sentido a tu vida. No un sentido amplio que justifique la existencia, que mucho sentido es ése. Algo más a corto plazo, adaptado al día: te has levantado para poder llenarlo el sábado. No está mal. Como el ascensor tarda, de lo de la compra y el sentido, paso a pensar en lo de los recibos. Nos vamos deshilachando en esos apuntes.

Sigo cansado: esa gran obra tendrá que esperar hasta mañana.

martes, 12 de noviembre de 2013

Los oscuros días de la garnacha




Los oscuros días de la garnacha : Los vinos del Mercadona son los apropiados para acompañar la tortilla que me como de pie en la cocina, entre la serie de Disney que está puesta y el partido en el salón. Como padre trato de soportar las estupideces de alguna de esas series; como aficionado al fútbol, me asomo a ver qué es lo que pasa en el césped. Entre uno y otro, un trago del vaso.

No espero encontrar el Arzuaga en las estanterías del Mercadona, pero hay algo que rebaja el valor de las botellas, independientemente de su precio : el acumularlas como si fuera la primera línea de un desfile militar. No hay que recordarle a la gente con ese toque a granel que lo que se lleva es tan barato que solo se alcanza la rentabilidad a base de soltar botellas. Hay que tener estilo. Cuatro botellas por línea, por ejemplo, como la disposición de las de Borsao que cojo.

Esta temporada, mi elegido es el Borsao Barrica 2011 porque estoy pasando una época en la que me atrae la garnacha. Me gusta su sabor y su historia: cómo pasó de ser una uva de segunda que se usaba para darle color a los vinos de viñas más nobles a exigir su hueco. Servirse un vaso es un reconocimiento y un gesto de ánimo a todos los que se encuentran en una etapa garnachera en su vida.

“Vino elaborado con un 60% de la variedad garnacha y un 40% de tempranillo. Ambas variedades son elaboradas…”

Esa repetición de la palabra elaborar me hace dudar, pero al final me la llevo porque está en la zona noble, en la que el precio sigue siendo bajo pero se mantienen las formas con unas cuantas unidades. El respeto mínimo que se merece la garnacha, cabrones.

lunes, 11 de noviembre de 2013

El tiempo pone huevos duros




El tiempo pone huevos duros: Ésta de los huevos duros rellenos es una solución fácil para la cena. Lo que más me gusta es sumergirlos suavemente con una cuchara en el agua hirviendo, mirar la hora para ser puntual en los quince minutos, esperar que de la cáscara no surja ningún hilillo sospechoso y adaptarme mentalmente a ese bullir.

La fe en los quince minutos es buena. Te reconcilia con el tiempo : le das tres huevos normales y te los devuelve duros. El tiempo vuelve a servir para algo. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Una diana del pasado




Una diana del pasado : Con la misma fuerza con la que lanza una piedra al río, el tirachinas de Daniel es capaz de atraer la atención de un par de abuelos: el que no puede evitar contarnos cómo se hacían cuando él era pequeño y el que nos pide permiso para cogerlo, buscar una piedra que le convenza y arrojarla lo más lejos posible, como si apuntara a alguna diana del pasado.

Todos hacen fotos con el móvil a ese río que corre al fondo del valle, pero para atender el primer impulso es necesario un tirachinas. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

La sombra de una idea




La sombra de una idea : Hago el camino de subida hacia el nacimiento del río cuervo con la cámara buena, la réflex. Debo parecer profesional porque la gente al pasar a mi lado baja la voz, como si estuviera haciendo un número de circo especialmente peligroso, y mira hacia donde enfoco. Luego siguen consultando sus móviles y charlando y yo decido que la fotografía no merece la pena.

Al volver, la naturaleza está especialmente fotogénica y aprovecho para hacer fotos sabiendo que esto es como cocinar magdalenas : ahora salen esponjosas pero en un par de días estarán duras. Pero a veces el valor de la fotografía no está en el resultado, sino en ese acecho, pendiente de todo, hasta que das con la combinación que te gusta. Logro hacer unas cuantas fotos hasta que descubro que Daniel y el hijo de una familia de amigos tiran piedras a todo lo que parece interesarme. Los niños no soportan que las cosas estén quietas, que no hagan ruido, como si supieran que les espera una vida de Excel y teclado y quisieran empezar a destruirla cuanto antes. No me dan tregua y un par de segundos después de seleccionar cada foto, una piedra ha roto el reflejo del agua.

Rendido ante la evidencia, ya en casa me refugio en las sombras de los objetos (no hay piedra que las rompa)  y en la comodidad del iPhone. Los niños tampoco parecen tomarse en serio lo de la fotografía con el móvil y se marchan a enterrarse en las hojas caídas de los árboles. La Naturaleza está muy bien, pero no puede competir con la representación exacta de la idea de la silla que el diseñador tenía en la cabeza que es esa sombra. 

viernes, 8 de noviembre de 2013

Cuernos y astas




Cuernos y astas : Lo que no sabía al detenerme a leer la diferencia entre cuernos y astas en el Museo de Ciencias Naturales (los primeros permanecen, las segundas se caen) es que estaba provocando que mi atención se enredara unos días después en la cabeza disecada de un ciervo en una casa rural.

Es bastante probable que, de no pararme allí, no lo hubiera hecho aquí en las escaleras, donde está colocada esa cabeza, mientras subimos maletas y bajamos mesas para empezar a organizarnos. Los adultos hacemos posesión de los grandes espacios mientras los niños ocupan los pequeños con su precisa curiosidad de cajones abiertos, saltos en las camas y carreras por el jardín.

Nadie comenta nada sobre la cabeza disecada porque aquí todos tienen un pariente cazador y eso la hace invisible. Cuanto más me fijo en ella, más me sorprende la simetría en la naturaleza. Cada célula a su sitio. No dejo de tener la sensación de que en la enciclopedia sobre la naturaleza hay tomos que faltan: de lejos todos los lomos son iguales, pero al acercarte ves que hay grandes saltos en la numeración. Cada célula a su sitio.

Los dueños de la casa viven en una zona de la planta baja y descubrimos que tenemos que hablar con ellos porque no encontramos las sábanas. Sería bueno preguntarles si lo del ciervo es solo decorativo o un recordatorio para una generación que solo ve astas.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Lo que escondía el telón




Lo que escondía el telón : A veces el Plus se pone tonto y sigue emitiendo sonido con la pantalla en negro. Debe ser que el otoño le vuelve susceptible y reacciona así al hecho de que muchos días sintonizo la guía de los canales y la uso como radio mientras leo. Lo mejor del Plus es, sin duda, esa música. Esa música y el Tizón de estos días, que voy alargando con cualquier excusa : que si el sueño, que si no tengo tiempo, que si es la hora de ir a trabajar.

Esa pantalla en negro es la que también emite mi cabeza con algunas letras de canciones que me gustan mucho. “¿Por qué esas flores raras crecen en la acera para ti?”, del “No me acostumbro” de El Último de la Fila. Siempre, al llegar a esa parte, se produce la caída de un gran telón negro que no logro detener con la imaginación. Ni idea de las flores.

Y así llego a esta tarde en la que, camino de una cena con dos amigas, voy andando por la calle entre la basura que se va a acumulando por la huelga. No es un espectáculo agradable y, en muchas partes por las que me muevo huele a mierda, pero está funcionando perfectamente como abono para unas cuentas de twitter que están dando unos tuits muy buenos. Podríamos decir que todo se equilibra y que gracias a estas bolsas de basura amontonadas está floreciendo la inteligencia en el mundo de los mensajes cortos.

En una calle que une la plaza de la Luna con la Gran Vía veo todas las papeleras repletas, a punto de rebosar. En ese momento no hay nadie y, curiosamente, el resto está completamente limpio. Salta entonces, de nuevo, la frase, encajando perfectamente con lo que estoy viendo. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El embajador de la propiedad distributiva



El embajador de la propiedad distributiva : Todavía veo sus ejercicios y puedo explicárselos sin dudar. La distributiva, no problem, vamos allá, mira. Sé que cada día la distancia entre lo que los dos sabemos se va haciendo más pequeña. Poco a poco, claro, hasta que llegue el momento en el que nuestras dudas sean exactamente las mismas frente a un problema. Y hasta que llegue ese otro día en el que la suya ya sea más pequeña. Y a partir de ahí. Pero ahora la distributiva, y la goma de borrar, y el lento balanceo del lápiz al escribir, y el cortado, y el frío fuera y los que dejan el coche en segunda fila para entrar a por una barra de pan.

martes, 5 de noviembre de 2013

Solo se nos ocurren nombres de perros




Solo se nos ocurren nombres de perros: Como todos los globos del paquete estaban pegados, conforme los íbamos arrancando, como lonchas negras de plástico, se nos iban poniendo manos de forense. Esta vez la match ball de los productos chinos había caído del lado malo, qué le íbamos a hacer.

Solo pudimos salvar tres, que inflamos rápidamente para traerlos al lado de los productos vivos. Unos golpes de aire precisos, violentos, rítmicos, muy de cine, con los que conseguimos que el corazón que todo globo tiene latiera un poco.

Para que aguantaran más, no los atamos en las cuerdas que teníamos preparadas para ellos. Los dejamos en el sillón, con cuidado, que nos pareció un lugar especialmente apropiado al ver los gatos que tenían dibujados. Tenían que haber contribuido a crear un ambiente de siniestra alegría, pero se quedaron como cojines en reposo.

Sé que tenemos que ponerles nombres a los gatos antes de que pierdan todo el aire. Pasa otro día y hoy vuelvo a decírmelo : sé que tenemos que ponerles nombres a los gatos antes de que pierdan todo el aire. La cosa está difícil.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Nadie pone orden a gritos en un grupo de pájaros




Nadie pone orden a gritos en un grupo de pájaros : Antes me molestaba que el cambio de hora me quitara ese sol que más hace falta: el que te espera cuando sales del trabajo como esos últimos entrantes que quedan en la fiesta a la que llegas tarde. Ahora, además, me pone de mal humor el frío. Los abrigos son una hora más finos; las mangas, una hora más cortas; las nubes una hora más amenazantes y el viento una hora más persistente.

Me pego a la pared del colegio, pero también la noto fría.

Los que parecen inmunes son los niños que juegan al baloncesto. Van en manga corta y no veo a ninguno quejarse. Hay muchos. Sería difícil contarlos porque son como esas bandadas de pájaros que se agrupan, se rompen y vuelven a unirse, como un latido de alas. Los balones de baloncesto botan, vuelan, cambian de manos en un caos de pura energía que reconforta. Las profesoras insisten en que, pero nadie pone orden a gritos en un grupo de pájaros.

Sí que está fría la pared. Todos los focos están encendidos, todos. Bien por los de mantenimiento. Una bombilla apagada habría sido la puerta por la que se habría asomado algún pensamiento negativo o por la que se habría escapado esta sensación de que, a pesar del frío y de la oscuridad, algunas cosas están en orden. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

La tecla de pausa




La tecla de pausa : El Museo de Ciencias Naturales parece el almacén de un taller de reparaciones al que hubieran ido a parar todas esas partes de animales que han resultado inútiles y que se han reciclado aquí para que los niños se den una vuelta. El esqueleto de un gato. Las cabezas de veinte tigres con la misma expresión. Los tentáculos medio deshechos de un calamar. El saludo de un mono. A mí este paseo me recuerda a las visitas a las casas de los escritores famosos en la que falta lo único que me gustaría ver: al escritor. Todo lo demás me sobra.

Pero los niños se mueven por las salas como si fueran capaces de ver vida en esta exposición en la que los taxidermistas han hecho su particular apuesta por la eternidad. Supongo que para ellos esto es como darle a la tecla de pausa y así poder ver detalladamente a esos animales que normalmente no se ofrecen con esta paciencia de polvo y frascos herméticos.

Daniel lleva su libreta en la mano. Se va parando en todo lo que le llama la atención para dibujarlo. Estrena el lapicero que acabamos de comprar porque el suyo no tenía ya punta. Dibuja con cuidado, como si estuviera transcribiendo las respuestas de una entrevista a cada animal frente al que se detiene.

sábado, 2 de noviembre de 2013

En eterna órbita




En eterna órbita : Antes de ver “Gravity” me paso por el baño porque conviene subir al espacio preparado. Recorro un pasillo muy, muy largo hasta dar con él, como si los arquitectos hubieran querido separar lo más posible el mundo fisiológico y real del de las historias y la imaginación. Por mí vale, aquí va mi reconocimiento, pero éste no es un pasillo para gente que aguante poco: si vienes con prisa estoy seguro de que cada paso que des te alejará más, mientras que yo, tranquilo y despreocupado, llego a mi destino sin problemas.  

El lavabo tiene un aire espacial que me gusta. Entro en situación antes ya de que se apaguen las luces de la sala, lo que me va a venir bien para centrarme. Las críticas de “Gravity” están tan enfrentadas que no solo voy a tener que salir diciendo si me ha gustado o no, sino que me voy a ver obligado a justificar mi opinión con argumentos  más o menos objetivos. Habrá que pensar un poco.

Habrá que pensar un poco, pero sé que no daré en el blanco porque mi interpretación de las películas es tan particular que nunca coincide con la oficial de los críticos. Oigo el ruido raro, como los demás, pero mientras ellos abren el capó y localizan la avería sin problemas, yo estoy en el maletero, a lo mío, rebuscando entre lo que me encuentro ahí. No soy la persona adecuada para explicar de qué van las cosas. Digamos que me dedico a flotar alrededor de ellas. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

El último lector de periódicos




El último lector de periódicos : En un banco de Fuencarral está sentado un anciano con un traje perfectamente planchado que es un reconocimiento a la parte más elegante de la fiesta. Sostiene el periódico con cuidado y lo lee como si estuviera eliminando cualquier pliegue de las palabras. La parte positiva de que decaiga el número de lectores de periódicos es que aumenta la calidad de los que siguen comprándolos.

Frente a él, los niños aprovechan que la calle está cortada para subirla y bajarla practicando con los patines. Ejercicios de equilibrio bajo un sol que ilumina todo sin calor. Hay cierta urgencia por hacer las cosas más despacio. Las conversaciones también tratan de mantener el equilibrio con unas pocas palabras mientras los niños se toman su tiempo en caerse. En el fondo, la tranquilidad de saber que nada de lo que se hace se acumula.

El hombre lee con cierta exigencia académica, como si todos los periódicos que ha leído en su vida estuvieran examinando a éste que tiene delante. Se toma el tiempo necesario: no hay excepciones. Debe tener unos ochenta años y lo que le mantiene erguido es una cultura que al final se ha quedado en lo firme, en lo esencial.

También nosotros podríamos haber traído los patines. O no. Basta con estar aquí.

Pasado un rato, el anciano se levanta y comienza a caminar muy despacio. Lleva el periódico perfectamente doblado: si al pasar junto al quiosco lo dejara encima de una pila, nadie notaría la diferencia.