sábado, 31 de mayo de 2014

Tan sonriente, tan americana




Tan sonriente, tan americana : Para que no resulte tan evidente el origen de los artículos deportivos, se ha sustituido el Made in China por el Made in PRC. Así podemos tener la ilusión, ayudada por  la disposición cuidada de todo lo que se expone, de que no estamos en otra de esas tiendas de chinos que distraen nuestra atención del verdadero impacto del volumen de importaciones como éstas.

Como trabajadores, deberíamos preguntarnos si esa diferencia de coste que favorece las importaciones se debe a unos procesos productivos muy intensivos en capital o a unas condiciones laborales que no cumplen los mínimos que aquí nos exigimos. En el primer caso, deberíamos tomar medidas en nuestras empresas, en el segundo, habría que exigírselas a las suyas.

Pero aquí estamos como compradores, como clientes. Si nos hiciéramos un par de preguntas nos quitaríamos el placer de gastar en todas estas ofertas y en cientos de prendas a buen precio. Y tantas cosas en donde elegir. Mira: la cesta repleta con todo lo que necesitábamos para los campamentos. Y tan guapa la modelo rubia del cartel de la entrada en bikini. Tan sonriente. Tan americana.  

viernes, 30 de mayo de 2014

Otra luz verde menos





Otra luz verde menos : Solo entré una vez en esta tienda de Ordning & Reda, que me encuentro con carteles de alquiler, porque me parecía una papelería cara. Lucía estaba buscando una goma de borrar específica y me pareció que podíamos probar ahí. No le convenció ninguna de las que vio y salimos pronto, aliviado yo de que no se hubiera encaprichado con un cuaderno.

Sin embargo, me gustaba saber que esa tienda estaba ahí, como la luz verde que Gatsby veía desde su casa al otro lado de la bahía. Quizás porque pensaba que algún día podría parecerme normal comprar en ella, sin contar con las manos dentro de los bolsillos las monedas que llevara dentro, llevándome los cuadernos de cinco en cinco y las gomas de borrar en sus cajas. Verla cerrada acaba con la posibilidad de ser esa persona que me imaginaba.

Pero aquel día no salimos de la tienda con las manos vacías : la historia de esa goma, que al final encontramos en un Vips, nos la llevamos de allí.

jueves, 29 de mayo de 2014

Las pantallas apagadas



Las pantallas apagadas : Dentro de unos años, los árboles del largo paseo darán sombra y se podrá llegar al restaurante protegidos del sol. Pero es posible que para entonces ya no acudamos los jueves a comer arroz porque la calidad va bajando lentamente, quizás al mismo ritmo con el que los árboles crecen. Ya no es un tipo de arroz el que parece seco. Una semana el arroz negro deja de tener sabor. Otra, la fideuá pierde su aspecto atractivo. Es posible que todos pensemos que ya no merece la pena ir a ese restaurante, pero nos lo callemos porque al admitirlo perderíamos este paseo tranquilo, esta excusa para salir todos juntos y dejar la oficina vacía con las pantallas apagadas.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Las madres saben esperar



Las madres saben esperar : Nosotros andamos solos, damos pequeños paseos como si no hubiéramos salido del despacho o del límite de una idea obsesiva y desgastada, miramos el reloj, consultamos el móvil, levantamos la vista al cielo para ver cómo se refleja en los cristales del pabellón, observamos a las madres, echamos un vistazo a las puertas por si salieran ya los niños de las extraescolares. Las madres están reunidas en pequeños grupos que reproducen los que crean en Whatsapp o en las interminables listas de mails que utilizan para mantenerse al corriente. Se ríen, controlan que algún hermano pequeño no se les aleje demasiado, se ríen, gesticulan mucho con las manos, se ríen, no dejan de asentir con la cabeza, se ríen, escuchan con mucha atención, se ríen. Ninguna consulta el reloj porque las cosas funcionan así : cuando ya se han puesto al día es cuando, de alguna forma que hoy se me vuelve a escapar, dan la señal para que las puertas se abran y lo primero que vean sus hijos e hijas al salir sea a ellas.

martes, 27 de mayo de 2014

Curso de escaparatismo para tienda de chinos



Curso de escaparatismo para tienda de chinos : Tan pronto lo vea anunciado, haré el curso de escaparatismo (Fernando Vallejo me perdone por el uso de esta palabra y el de los paréntesis) para tienda de chinos. Es algo que le hará mucho bien a mi currículo y conseguirá que destaque entre los demás, que sacarán su Master en el IESE o en el MIT o en la ÉNA pensando que la mano es suya y habrán de aceptar su derrota al verme cualificado, con nota, para un trabajo con futuro.

Detrás (o debajo) de ese descuido o aparente dejadez de todo escaparate, en el que, quien no se fije, solo se encuentra con una mera acumulación (de peluches, por ejemplo), hay una cuidada estrategia que siempre, siempre, logra sus objetivos. Objetivos que son dos, a saber : atraer tu atención de forma inmediata y obligarte a recorrer todo lo expuesto sin dejar nada por observar, como esas ancianas que dan cuenta del ABC desde el titular a la última palabra.

-Sírveme otro café con leche, bonita, que me he atascado en la sección de sucesos.

Los peluches, decía, se amontonan con una cuidada combinación : se mezclan los reconocibles con los extraños, los que se sugieren por una parte con los que se muestran enteros, los de niña con los superhéroes, las reproducciones fieles con las copias en la que te detienes a ver cuáles son las diferencias con el original.

No tengo intención de comprar ninguno (ya me he gastado el presupuesto de bolsillo en gomas para pulseras) pero los repaso uno a uno porque lo que tengo delante es, temas de marketing aparte, una buena representación de las capas que va formando la memoria con los objetos que le vamos ofreciendo. Esa imagen resulta tan poderosa y real por sus sugerencias, sus extrañas combinaciones, sus sorpresas y su caos (los cajones con las vivencias ordenadas por colores no existen) que durante el tiempo que miro puedo estar a la vez en los dos lados del escaparate.

 Algo así no se logra al azar. Hay ahí un ritmo, una narración, una elaboración de contrastes que no son fruto de la casualidad. Pensar que las cosas pasan porque sí impide analizar cada escaparate como lo que es: una lección de economía para el siglo veintiuno y para el veintidós. Si en un plazo corto no sale ese curso de escaparatismo para chinos, tendré que crearlo para darle alguna oportunidad a todos esos negocios que no son ni sucursales bancarias ni bares. La última línea de defensa antes de la derrota total. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Ésa de delante es mi espalda



Ésa de delante es mi espalda : Por un momento voy detrás de mí en la escalera automática del metro y me veo de traje, con el pelo blanco y llevando una cartera en la mano derecha. Puedo ser yo aunque no me vea la cara. Voy rígido. En las arrugas del traje veo el cansancio de la jornada sobre otro cansancio acumulado año tras año. La distancia que me separa de mí, de esa espalda que tengo delante, es mucho más pequeña de la que tengo con los que veo ascendiendo por la otra escalera. Podría darme un golpe en el brazo y preguntarme qué habría cambiado si hubiera podido. No sería necesaria una conversación larga. Tan solo unas cuantas palabras en lo que llegamos al final de la escalera. Aunque es posible que después de mirarme y de reconocerme ladeara la cabeza un poco para decirme : Nada.

domingo, 25 de mayo de 2014

Lisboa en el espejo





Lisboa en el espejo : Antes acudía al Rastro a comprar las grabaciones en cintas pirata de los conciertos a los que había ido. Las encontraba en puestos con carátulas en blanco y negro que algún amante del trabajo bien hecho (los había), coloreaba para añadir al indudable valor cultural y emocional del objeto otro estético y así los tres, empujando, conseguían elevar la valía del objeto con el fin de compensar la baja (o nula) calidad sonora que la cinta registraba.

Hoy no queda nada de eso porque si el vídeo mató a la estrella de la radio, el mp3 ha eliminado cualquier vínculo con esos procesos artesanales, con esas mesas inestables, con esos aficionados que sabían que parte del encanto estaba en el trayecto, en despertarse pronto un domingo por la mañana con la esperanza de dar con ese concierto de Queen en el estadio del Rayo Vallecano y que la inmediatez de Internet ha suprimido sustituyéndola por un eterna insatisfacción a cien megas de velocidad.

El Rastro ya no es lo que era y no sé si la culpa la tienen esos municipales que van pidiendo permisos y papeles y documentos a los dueños de los puestos. Permisos, papeles y documentos que entiendo, porque los impuestos deben recaer sobre todos para que todos nos sintamos iguales, pero que han suprimido esas mesas con cintas en blanco y negro (no me olvido de los artistas del color) que no podían o no querían, o las dos cosas, atender ninguna de las cargas impositivas con las que se mantiene en pie el sistema (sobre solo un pie, como sabemos).

Pero esa ausencia solo me sirve para estimular un poco la melancolía, que hay que tener todas las emociones en forma para cuando se necesiten de verdad. Ahora ya no vengo para comprar esas cintas. Lo que me interesa, que mis circunstancias han cambiado y yo con ellas, para no hacerle un feo a Ortega y Gasset, es ser de los primeros en acudir a uno de los puestos de cromos de fútbol para llevarme los equipos enteros como magnate chino. De dos en dos.

Y ahí estoy, bajando por la Ribera de Curtidores mientras los dueños de los puestos ensamblan las partes metálicas de los mismos y charlan entre ellos y miran al cielo y disponen la mercancía y vigilan los sacos con la mercancía. Les dejo trabajar, claro, y por eso voy por la acera, recorriendo sus trastiendas. Es el camino rápido y en el que me encuentro un quiosco donde suelo detenerme para leer titulares con la satisfacción del camello que encuentra un pequeño oasis en el que relajarse un poco, por mala que sea la calidad del agua. Hoy es tan pronto (los churros de todas las cafeterías, incluso los de las malas, donde se quedarán expuestos hasta la noche, todavía están calientes)  que el quiosco está cerrado.

Está cerrado y bien cerrado. Y es una lástima porque hoy es un buen día para detenerse en la prensa deportiva y disfrutar de los titulares de los periódicos enemigos, obligados a mirar hacia otro lado (el homenaje a algún socio distinguido que se ha muerto, no sé) mientras los ecos (en lenguaje deportivo) del suceso principal, el de ayer, siguen vivos. Quería y necesitaba esos titulares, pero la realidad es permeable y cuando algo importante sucede, ella misma se encarga de transmitirlo con lo que tiene a mano: enfrente del quiosco, un espejo con marco de madera premia con su reflejo unas prendas blancas que tiene colgadas delante de sí.

sábado, 24 de mayo de 2014

La presa de la Décima




La presa de la Décima : Parece un día normal. Estamos comiendo de nuevo en el restaurante oriental con la botella de Llama de la última vez. Como no queremos equivocarnos, repetimos también la gran mayoría de los platos que nos gustaron entonces. Nada de riesgos. En el brindis, por ejemplo, seguimos la fórmula de “por muchas comidas juntos”. Normalmente no se me ocurre ninguna mejor, pero hoy estoy a punto de hacer una excepción. La evito y durante un buen rato mantengo la atención aquí porque en ninguna de las conversaciones de las otras mesas se habla de fútbol. Es mejor así para retrasar los nervios. Nada de fútbol aunque en unas cuantas horas juguemos la final de la Copa de Europa en Lisboa. Conviene mantener la sangre fría, como si así el propio equipo, por esas extrañas conexiones que hay con la afición, pudiera también percibir esa relajación. Podríamos estar comiendo en un portugués para sentirnos más cercanos. Frente a eso, alejarse de Lisboa con pato laqueado, sushi y dados de ternera tal vez sea una estrategia más apropiada. Pero me fijo en el bolso y donde debería ver una cremallera abierta me encuentro con una mandíbula dispuesta a morder lo que sea para atrapar la presa de la Décima y no soltarla. ¿Para qué continuar con esta velada zen cuando los objetos alrededor han empezado a tomar partido?

viernes, 23 de mayo de 2014

El primer anticipo del sábado



El primer anticipo del sábado : Las motos de la pizzería están aparcadas en la acera, listas para atender los pedidos de la noche del viernes. Como en los pasatiempos de las revistas, es posible encontrar las diferencias entre ellas si se presta un poco de atención: en el retrovisor, en la pegatina de la caja en la que transportan las pizzas, en los arañazos en la chapa. Queda muy poco para que alguien abra una nevera y descubra que mañana, sin falta, hay que ir a la compra. Es en ese momento cuando recuerda la pegatina de la puerta y decide llamar a ese número para que la pizza acuda y asegure la transición entre una semana que acaba con la nevera vacía y un sábado que seguimos imaginando repleto de todo aquello que necesitamos.

jueves, 22 de mayo de 2014

El código de las pastillas



El código de las pastillas : Mi madre agarra el soporte metálico del que cuelgan las bolsas de plástico con líquidos de varios colores y salimos a caminar por el pasillo. Me cuesta seguir su paso. “También las enfermeras me dice que camine más despacio”. De algunas habitaciones me cuenta lo que sabe: hay una chica alta muy delgada que sale a caminar apoyada en sus padres, ese cartel junto a la puerta avisa de que todo el que entre debe protegerse, tenemos que caminar más deprisa para evitar el olor fuerte que sale de otra. Cuando empezamos el segundo recorrido me habla de las enfermeras, de los colores que las distinguen, de lo bien que la están tratando. Sigue caminando deprisa. Mira al reloj al completar el paseo. “Uno más y te vas”. Y es en éste último cuando ya me detalla cómo se siente. Me explica para qué sirven todas esas bolsas que están conectadas por cables a su brazo izquierdo. “La nueva es ésta, la del hierro”. Añade la lista de pastillas que se tiene que tomar a lo largo del día pronunciando una serie de nombres que se me van olvidando conforme los escucho. Debería tratar de aprendérmelos porque son las claves para acceder a su verdadero estado de salud, como la secuencia para desconectar la alarma de su casa o la serie de números con la que consultar su extracto bancario. “Venga, que tendrás cosas que hacer”

miércoles, 21 de mayo de 2014

Un rosado en Kiev




Un rosado en Kiev : Hoy los mellizos se marchan a unas convivencias. La casa no es ni más grande ni más pequeña sin ellos: la diferencia está en el tiempo, que pasa mucho más despacio. Para llenarlo, conviene hacer todo más lento, así que abrimos una botella de rosado porque en la copa no tiene la misma urgencia que el tinto, que pide ser bebido. El rosado puedes mirarlo y seguir con “El maestro Juan Martínez que estaba allí”, de Manuel Chaves Nogales. Una lectura lenta en la que la historia avanzan a más velocidad que cuando se lee con prisa. El libro describe los momentos previos y posteriores a la revolución rusa del 17 a través de la mirada de un artista español que, entre otros episodios, asiste a la lucha entre los soldados rojos y los blancos por conservar o hacerse con el poder en Kiev. La ciudad va pasando de unas manos a otras.

“Esta desmoralización del ejército blanco fue lo que puso a mucha gente del lado de los rojos. ¿Por qué se creyera que los rojos eran mejores que los blancos, menos sanguinarios y tiránicos?. No; no había que hacerse ilusiones. Sencillamente, porque los rojos pasaban hambre al mismo tiempo que la población civil y los blancos no. Esto fue, aunque parezca mentira, lo que hizo inclinarse la balanza, y, al fin y al cabo, decidió la guerra civil”

El rosado es un Baigorri vendimia 2013. “La singular elaboración pretende respetar la personalidad de las variedades de la uva tempranillo y garnacha con que ha sido concebido este vino”. No soy aficionado al rosado, pero éste me gusta. El vino pide sorbos cortos, perfecto para tomarlos entre capítulo y capítulo. La combinación funciona tan bien que llegó al final del libro sin darme cuenta, como si cada trago alargara un poco más el tiempo, aplazando las dos o tres cosas que quedan por hacer. Justo después de cerrar el libro, le pongo el corcho a la botella, como si así pudiera conservar dentro algunas historias de Kiev de esos años.

martes, 20 de mayo de 2014

La parte no gastronómica de la receta




La parte no gastronómica de la receta : Para que las empanadillas tostadas alcancen ese punto apropiado que les ha dado merecida fama, es necesario meterlas en el horno y vaciar las mochilas, alabar un dibujo que sale doblado de un bolsillo, preguntar quién se ha dejado el polo encima de la cama, colgar la lavadora evitando que se caigan las pinzas, repasar una cuenta mentalmente y después con el móvil, responder al wassup de una madre preguntando si ha aparecido un pantalón de su hijo entre la ropa de algún compañero de clase, pasar los libros de la mesa grande a la pequeña, escribir a las demás madres si han encontrado una prenda de Daniel entre la de sus hijos, pasar los libros de la mesa pequeña a la grande, buscar el dinero justo para una excursión o para uno de esos cumpleaños que se celebran cada semana, leer una circular del colegio, escribir una nota en la agenda avisando de que mañana hay una cita con el médico, preguntarse dónde está la pareja de ese calcetín, limpiar los zapatos sabiendo que es cuestión de tiempo que por un tema estadístico acaben con la puntera destrozada, darle la vuelta a los gorros de natación, aprenderse lo que van a servir mañana en el comedor para responder a las preguntas cuando surjan, añorar ese tiempo en el que las cosas se mantenían en su sitio más de un día, añorar, siendo precisos, el tiempo en el que cada cosa tenía su sitio, leer los mensajes que van llegando al móvil, distribuir los objetos del salón en cada uno de sus cuartos, hacer un hueco en las mesas de estudio para que sirvan de estudio, recordar la ropa que necesitan para comprarla en una escapada, olvidar algunos temores, parar un par de segundos para priorizar asuntos en la lista de tareas pendientes, recordar algo bueno del trabajo, darse cuenta de que había otra opción para solucionar un problema, encontrar la pareja del calcetín y guardar los dos en su cajón, disfrutar un rato de un cajón en el que la ropa está ordenada sabiendo que también gracias a él la casa se mantiene en pie, calcular el coste de alisar una pared, pasar la mano por una sábana, mirar el reloj y detenerse de repente al recordar, por el olor que llega de la cocina, que en el horno había unas empanadillas que se deberían haber sacado hace tiempo si no se hubiera querido seguir, escrupulosamente, la receta de las empanadillas tostadas, de las que en el plato no quedan ni los bordes más crujientes.

lunes, 19 de mayo de 2014

Vuelta de honor al campo




Vuelta de honor al campo : Antes solo era necesario un cartucho para imprimir en color. Ahora hay que comprar tres para que la impresora pueda dar rienda suelta a su creatividad y hacer sus propias mezclas. El problema es que esos tres cartuchos son como los botes de salsas, que no se vacían al mismo ritmo, y cuando quieres echar mano de la mostaza dulce ya no te queda, y ese vacío no puede cubrirlo el ketchup por mucho que te sobre.

La señal de alarma, porque Murphy también tiene algo que decir en esto, aparece un lunes a última hora, cuando el día está a punto de irse por el desagüe, los platos sucios de la cena esperan en el fregadero, los móviles se cargan en la entrada, se empieza a zapear para mantener el forma el pulgar y uno de los vecinos sale a la terraza a fumar y nos llegar el olor del tabaco. En ese instante, decía, Daniel se acuerda de que tiene que imprimir un invento antiguo para mañana y Murphy se marcha a la impresora para volver al rato con el mensaje, evidente en la foto impresa, de que no queda salsa verde.

Intento recordar si últimamente hemos impreso muchas cosas en verde. Ya solo nos falta llevar un registro para igualar la carga de trabajo de cada cartucho y empezar a desechar fotografías.

-Te habrán pedido una fotografía de Marte, pero vas a llevar una de Júpiter porque andamos ya escasos de rojo.

Daniel me mira. El vecino sigue fumando (un vecino previsor que, o no tiene hijos, o no permite que el nivel de los cartuchos de su impresora llegue al nivel de reserva). Podría proponerle que tiráramos de lapiceros de colores, pero en ese momento recuerdo que el pasado es, sobre todo, territorio del blanco y negro. ¿Y qué mejor forma de mostrar respeto a la máquina de escribir que Daniel ha elegido que imprimirla en así? Al fin y al cabo, la gran literatura se escribió siempre en blanco y negro: cada palabra tenía que ser pensada dos veces porque aún no había llegado la pantalla en color en la que escribir no exige ningún esfuerzo.

“Back in black”, que dirían los de AC/DC. Y en mi cabeza suena el tema a todo volumen cuando Murphy, abatido, me deja en la mesa la imagen en blanco y negro de una máquina de escribir perfecta. Daniel da el visto bueno. Solo queda trazar con regla unas líneas a lápiz para guiar a la tijera. Lo hago despacio, como esos futbolistas que, con un trote lento, recorren las marcas del campo aplaudiendo para dar las gracias a la afición. Esta noche yo soy el jugador y la afición. 

domingo, 18 de mayo de 2014

Las primeras luces del domingo



Las primeras luces del domingo : Unas letras con bombillas iluminadas reproducen el nombre del local en una pared. Recuerdan a las que anuncian los musicales en la noche de la ciudad, pero es la hora del desayuno. Tres tartas cubiertas por campanas de cristal. Un vaso con los cubiertos limpios. Los periódicos dispuestos en el mostrador. El olor a café. Lo normal es que las bombillas estuvieran apagadas. No, me corrijo, claro que no: es domingo por la mañana.

sábado, 17 de mayo de 2014

Un mínimo cambio de agujas




Un mínimo cambio de agujas : En los terrenos en los que se levanta el hospital, hace unos años había dos grandes piscinas muy frecuentadas en verano. Es ese tipo de recuerdo que se comparte en la conversación de la habitación de un enfermo. Todos los que hablan, menor yo, se bañaron alguna vez en esas piscinas, lo que provoca que durante unos minutos se alejen al pasado mientras yo me quedo de guardia en el presente. No sé por qué, pensaba que las piscinas eran intocables y que, al definir tanto un espacio, se hacía imposible que desaparecieran.

Una de las que se bañaron en esas piscinas fue mi madre. Hubo un día en el que, sin saberlo, iba a nadar en ellas por última vez. Pensaría que volvería, pero se produjo un mínimo cambio de agujas, y su vida siguió un camino distinto que la alejó de las dos piscinas. Ahora regresa a ellas, aunque sea en la charla de la habitación que ocupa.

No toda la relación con el agua se ha evaporado porque a pocos metros del hospital pasa el Manzanares. A la salida, camino del coche, veo a una mujer en una silla de ruedas mirando el agua. Me asomo. No es una gran vista, pero del río llega un aire fresco que parece estimular los olores de la escasa vegetación que hay alrededor.

viernes, 16 de mayo de 2014

A merced de las mareas




A merced de las mareas : Ver las dos esquinas del faldón del toldo rasgadas tiene su encanto: te asomas a la terraza esperando encontrarte en mitad de un océano, zarandeado por el viento, con el vigía listo, las cañones preparados, los cabos tensos, el futuro escrito en las nubes y los pies interpretando el movimiento del agua a través de la madera de la cubierta. Todo envuelto en cierto aire de revancha y la promesa de unas monedas de oro con las que, más que comprar el futuro, poder justificar el pasado.

Por eso no había mujeres en las tripulaciones piratas: ya está avisado el que montó el toldo para que venga a cambiar la vela rota por el faldón nuevo, el mar por la piscina, el puesto de mando por la barra de la terraza, los cabos tensos por los zapatos desabrochados, el vaivén del suelo por la firmeza de la rutina, la revancha por la aceptación y las monedas de oro por las cifras de la nómina.  

jueves, 15 de mayo de 2014

Una llave en el estómago




Una llave en el estómago : Los días de fiesta, los candados parecen proteger las tiendas de los propios dueños, que pueden pensar que es mejor abrir un rato para sumar unas cuantas ventas. Solo unas horas. ¿Y cómo no entenderlos?. En un tranquilo paseo por el Rastro puedo ver bastantes negocios abiertos: para comprar una sartén, o arena para el gato, o un juego de brocas para la casa. Pero lo que mantiene la calma de la mañana son esos candados cerrados de los que los dueños, para evitar la tentación de abrir y así concederse un desayuno sin afeitar, asomados a la terraza, con el café en una mano, es posible que se hayan tragado la llave justo después de usarla. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Las fotos escondidas




Las fotos escondidas : La escalera que va de la calle a la estación de metro es sinuosa. Realiza un dibujo de serpiente en el que se esconde una fotografía perfecta que creo que nunca seré capaz de encontrar. La subo y la bajo un par de veces por si hoy fuera ese día especial. Nunca se sabe : acabo de tomarme un café que se ha enfriado mientras leía “Antigua luz” en una mesa pegada a una ventana y quizás esa falta de prisas sea una buena excusa para probar suerte hoy. Pero espera. Puede ser que la foto ya esté en mi cabeza desde hace tiempo y lo que busque sea la forma de llegar a ella dando un rodeo como el de la escalera. Si no fuera así, ¿por qué intentarlo otra vez hoy?

Hoy tampoco doy con ella.

Me llevo un par de preguntas más. ¿El arquitecto optó por una opción más sugerente dejando de lado otra más lineal y práctica? ¿Se encuentra el mismo día de trabajo el que usa a primera hora una escalera como ésta y el que se sirve de una recta?   

martes, 13 de mayo de 2014

La desorientación del viajero




La desorientación del viajero : Es la primera vez que salgo por esta estación de metro, a pesar de haber vivido cerca muchos años, porque nunca me resultó práctica. Hoy me parecía un buen lugar para empezar el paseo. En los segundos en los que tardo en orientarme, la mirada, que se ha vuelto sensible, no busca ya en los detalles de los objetos que me rodean su utilidad, sino la información, con lo que todos están al mismo nivel. Es un vértigo rápido y excitante. Uno de ellos será el que finalmente me diga dónde estoy. Los dibujos de las sombras en las paredes. La inclinación de las escaleras. Los primeros edificios que aparecen. 

lunes, 12 de mayo de 2014

Todos los cumpleaños deberían celebrarse en lunes




Todos los cumpleaños deberían celebrarse en lunes : Porque todo resuena un lunes. Un viernes hay que competir contra el ruido que crea el propio viernes para subir la intensidad. Pero el lunes. En ese silencio del lunes se podría escuchar a través de la pared a una madre hablándole a su hijo mientras le seca la cabeza. Cualquier cosa: un menú de quince euros en una terraza a la que somos los primeros en llegar, veinte minutos esperando a que Lucía y Daniel se pongan de acuerdo sobre la tarta, el cuidado con el que la dependienta me la entrega en su caja, las llamadas de teléfono (todos los amigos y familiares, cada uno en su órbita, se alinean), una foto a un árbol al que las hojas parecen habérsele caído hasta la mitad del tronco, la canción de Antonio Vega con la que arrancan en “Hoy empieza todo” como homenaje al día de su muerte, el primer párrafo de “Antigua luz”, el libro de John Banville que empiezo hoy, Daniel que me dice que hoy ha utilizado un compás en el colegio por primera vez, el placer de pagar con las monedas justas, sin cambio, el helado de chocolate blanco que Lucía se pide, el tema de Styx que llega desde la cocina mientras espero a que me entreguen las dos pizzas que he encargado “take me down to my boat on the river and I won´t cry anymore”, el mismo deseo de estos últimos años al soplar las velas, los trozos de pizza que cada vez son más pequeños para que duren más, el mismo deseo. 

domingo, 11 de mayo de 2014

La música de la imperfección




La música de la imperfección : Del desconchón de la parte baja de una pared en la calle Regueros nace el dibujo de una flor azul de tallo fino que, en vez de olor, esparce unas notas. Para el dibujante la música estaba atrapada en esa imperfección en la que nadie había reparado y que, gracias a la flor, puede ser escuchada.

Esa pequeña flor llena toda la pared como no lo habría hecho un mural. A veces nada es tan rotundo como lo leve.

sábado, 10 de mayo de 2014

Cien Ferrari en el garaje




Cien Ferrari en el garaje : Si de mí dependiera, la publicidad de los Kinépolis se centraría en el tamaño de sus baños, no en el de las pantallas. La películas actuales decepcionan tanto en las grandes como en las pequeñas, y Spider-Man 2 no es una excepción: esta vez se enfrenta contra un malo, el electricista introvertido, que daría más juego en el diván de la consulta de Gabriel Byrne . Y el plato fuerte de la historia, el encuentro entre Spider-Man y el rinoceronte de lata (que podría haber tenido su hueco en el Mago de Oz), se queda para la siguiente película, con lo que se puede decir que el tráiler de Spider-Man 2 lo es, a su vez, de Spider-Man 3.

Pero los servicios, decía, no defraudan. Me encanta pasearme por ellos y poder elegir cuál utilizar. Como si en el garaje tuviera mi colección de Ferrari y pudiera darme el lujo de tener un aseo, con su correspondiente grifo, para cada día de la semana. Camino lentamente, atento a los detalles, como si estuviera pasando revista a un batallón. Hasta la iluminación del techo me gusta. Es posible que incluso se haya diseñado el lugar para favorecer cierto sonido envolvente que permita apreciar los matices. Me lavo las manos. Me miro en el espejo. Hay que alargar un poco más este momento en el que lo que veo en la pantalla del espejo no me decepciona del todo : el primer Photoshop de la historia ha sido el dinero.

viernes, 9 de mayo de 2014

Datos básicos sobre el gorgojo azul



Datos básicos sobre el gorgojo azul : Es probable que los niños de las próximas generaciones tengan una impresora 3D con la que fabricarse sus propios juguetes y que las historias de sus padres, que hacían serpientes con gomas cuando eran pequeños, les parezcan de otra época. Daniel no parece tener mucha prisa porque llegue ese momento, feliz de que su serpiente se explique a sí misma con la forma de su cabeza, su color verde y esa lengua roja que parece un lazo. Me la enseña. Quizás el hecho de que el parecido sea tan bueno sea lo que lo anime a ir a por un libro de animales a leer sobre las serpientes, como si ahí fuera a encontrar lo que necesita para que la suya cobre vida. No da con la clave, pero sí con bastantes datos que quiere compartir conmigo, como si ya sospechara que mi interés por la literatura fuera una pérdida de tiempo y que la verdadera información hubiera que buscarla lejos de la novela. Lo escucho. Igual que hice el otro día que llamó a la puerta del baño para leerme unos párrafos que le habían interesado mucho sobre el gorgojo azul. Ahí estábamos los dos, sentados, separados por una puerta, aprendiendo cosas nuevas sobre las protuberancias de sus élitros.

jueves, 8 de mayo de 2014

La tensión de la correa



La tensión de la correa : El perro va detrás de la chica, caminando rápidamente para ponerse a su lado sin conseguirlo. Me identifico de inmediato con el perro porque cuando hago fotos y me retraso me veo en la misma situación, obligado a recuperar el tiempo perdido con pequeñas carreras. También yo noto esa correa. Eso no impide que, a la vez, me sienta como su dueña porque en muchos paseos con los mellizos, tras detenernos en esos lugares que convierten la ciudad en un reclamo, echo a andar sin mirar atrás, como un tanque ascendiendo por la colina que nos llevará a la victoria.

En cualquier caso, todo ese movimiento aumenta el placer que experimento sentado sobre un pequeño muro. Este rato en el que no soy ni perro ni dueño.

miércoles, 7 de mayo de 2014

El huevo frito del último piso




El huevo frito del último piso : Algunos sábados por la mañana íbamos a hacer la compra al Corte Inglés. Mientras mis padres llenaban el carro, mi hermano y yo añadíamos los caprichos que nos íbamos encontrando después de insistir un poco. El carro terminaba repleto, como si de vuelta a casa fuéramos a elegir el camino largo, el que incluía pasar por Pekín, y hubiera que estar preparados.  

Después comíamos en la cafetería con esa tranquilidad que da saber que tienes la compra ya en el coche y el resto de la tarde para no hacer nada, que es la mejor manera de aprovecharla. El menú era siempre el mismo : un sándwich vegetal de varios pisos con un huevo frito en el último del que asomaba la yema por un agujero precioso en la tostada que lo cubría, y un batido largo y eterno, como la propia tarde de sábado. El mejor momento del sábado, y tal vez de la infancia, llegaba cuando cogía el trozo circular que habían retirado de la tostada que coronaba el sándwich y empezaba a dar pequeños toques sobre la yema, probando su consistencia, apretando con cuidado para evitar que se rompiera. Tal vez la infancia se acabe exactamente en el momento en el que la yema se rompe y haya que empezar a comer antes de que el plato se enfríe. O no. El caso es que había un rito que cumplir con el sándwich que acababa cuando recogía las migas con las yemas de los dedos y al absorber por la paja del batido solo salía un ruido de desagüe que obligaba a mi padre a pedir rápidamente la cuenta.   

A pesar de ser casi una costumbre, y de que ese sándwich debería incluirse entre los objetos de mi tumba si fuera un faraón, esto es algo que nunca hemos hecho con los mellizos. Para mí pertenece a una época en la que el dinero tenía cierta rotundidad. Esos días en los que el dinero parecía estar delante de las cosas y no detrás, como ahora, persiguiéndolas sin llegar a atraparlas. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero queda la sospecha, viendo que ahora no podemos salir del Mercadona, de que sí fue más barato.

martes, 6 de mayo de 2014

La caducidad de las reglas




La caducidad de las reglas : La masa de las pizzas lleva varios meses caducada, pero no me inmuto cuando lo compruebo porque la única intoxicación de mi vida la cogí con un pescado fresco que compramos unas navidades en Garrucha. Desde entonces han pasado dos cosas : que cada vez que vea un rollo de papel higiénico piense en Garrucha y que cuanto menos fresco sea un alimento, más me fíe de él.

Los mellizos, sin embargo, sí le prestaban atención a las fechas y nos miraban con reprobación cuando descubrían que algo estaba fuera de plazo. Era el momento de apelar a nuestra posición de adultos y explicarles que el fabricante no conocía su producto tan bien como nosotros y que esa fecha estaba equivocada. Y para demostrarlo probábamos lo que servíamos en el plato con esa tranquila confianza con la que Fraga se dio aquel baño en Palomares.

Esa posición de superioridad sobre los alimentos, sobre la industria, sobre la propia naturaleza se ha venido abajo ahora que las fechas son meras indicaciones. Ese cambio, además, ha desorientado a los mellizos, tan fieles a las fechas, que ahora toman esta relajación como la señal de que, no solo en el tema de la comida, lo que hoy es válido, mañana puede dejar de serlo por el simple motivo del porque sí.

Las pizzas salen muy ricas. Para acompañarlo, abrimos un Petit Berdot, agradeciendo que el vino sea de los pocos alimentos sin fecha de caducidad. De los pocos que tienen el tiempo a su favor.

lunes, 5 de mayo de 2014

Para reclamar las huellas que se dejaron




Para reclamar las huellas que se dejaron : No me he separado de estas botas desde que decidí sacarlas del armario y ponérmelas. Estaban mezcladas con todos los demás zapatos y, sin una razón especial, una mañana me dije: hoy, éstas. Y desde entonces el día ha empezado cuando me ataba los cordones como si fuera me esperara alguna misión especial. Pero no : el Excel. Sin embargo, un buen nudo mantiene una tensión en los pies que se transmite a los dedos y de los dedos a las teclas y de las teclas a los números, que cuadran sus decimales como obedientes escuadrones listos para desfilar por cualquier informe al que se les mande.

Ahora puedo ceder a la tentación de trabajar en casa con ese uniforme que no es ya el pijama pero no es todavía la ropa con la que saldría a la calle. Una combinación a la que le da igual estar planchada o conjuntada. Lo normal sería añadir las zapatillas para patinar sobre este mundo de lo doméstico, pero hacerlo sería dar un paso atrás y la mejor forma de reclamar la tierra que fue tuya, en lo que llega el momento de reconquistarla, es caminar por la casa con camiseta, pantalón de pijama y las botas. Con los cordones bien atados. 

domingo, 4 de mayo de 2014

Un jugador de incógnito



Un jugador de incógnito : El estadio se alimenta fundamentalmente de presente, por lo que, para pasearse por su historia, es recomendable darse un par de vueltas alrededor antes del partido. El contraste, como la mezcla de temperatura de las saunas, es bueno. Me gusta ir leyendo en las camisetas los nombres y los números de antiguos jugadores con unas tipografías que los atan definitivamente a lejanas temporadas. Raúl. Zidane. Guti. Si yo hubiera sido uno de esos jugadores, me pasearía por aquí de incógnito un día como éste porque el estadio muestra dentro los títulos que ha ganado el club, pero es la gente la que conserva fuera, vivos, los que ha merecido un jugador.

sábado, 3 de mayo de 2014

Lo que David Byrne tenía en la cabeza



Lo que David Byrne tenía en la cabeza : Alguien ha arrancado la cara de David Byrne en la fotografía que aparece en el Babelia, dejando a la vista frases del artículo de la página de atrás. Se menciona a Cixí, y, entre otras, aparecen las palabras China, mujer, dirigir, voracidad europea, gobernó. Podría pasar la página con el artículo sobre David Byrne para leer ese texto entero, pero prefiero que se quede como sugerencia. Quizás el propio Byrne, mientras respondía profesionalmente a las preguntas que le iban haciendo, realmente estaba pensando, sin que él supiera por qué, en Cixí, en China, y ese habría sido su tema de conversación si hubiera sabido cómo saltar a él.

viernes, 2 de mayo de 2014

El viaje de las medusas




El viaje de las medusas : La nutria, que tiene para sí un espacio del tamaño de un ático, no aparece. No, no está, y compruebo que los visitantes pasamos más tiempo frente a las zonas del acuario en las que no encontramos al animal que frente a las otras. Todos pendientes, hasta los niños, de alguna pista que la delate, pero la nutria debía tener algo importante que hacer y, como su posición se lo permite, se ha marchado sin dejar ninguna indicación. Quizás en la tercera visita al acuario de Gijón logremos verle la cara.

Lo que sí se ve a primera vista es el baile de gelatina de las medusas, sugerente, como si conservaran una definición de elegancia prácticamente extinguida. Pueden ser unas treinta (aunque solo una bastaría) moviéndose bajo una luz azul en un recinto que parece el pasillo de cristal de una nave espacial. Nadie les presta atención, lo que me sorprende. Tal vez haya que forzar una mirada líquida, menos sólida, para descubrir en esa danza de fantasmas cruzando el espacio la pregunta que en el resto de los animales permanece más escondida : las medusas la exponen de forma directa. Aún así, sigo siendo incapaz de formularla con palabras.

jueves, 1 de mayo de 2014

El momento de revisar la quilla




El momento de revisar la quilla : Unos pocos días en Gijón para descubrir si esta vez logramos ver a la nutria del acuario; comernos unos carbayones; ver la playa con la marea alta y baja; dejarnos caer en la cama del hotel de espaldas con los brazos abiertos nada más entrar en la habitación; desayunar tranquilamente leyendo noticias locales sin dejar una frase; escanciar sidra en “La Galana”; leer los nombres de las calles solo por curiosidad; detenernos en los helados que se anuncian en los puestos para este verano; elegir dónde comer por el diseño de las mesas; escuchar retazos de la conversación de al lado; ignorar las indicaciones del navegador; cambiar el ritmo del reloj por el del sol; poner la televisión para ver programas sobre cachopos gigantes o rutas de chigrines; extender una toalla en nuestra cama y vaciar encima lo que hemos comprado, todo lleno de colorantes y conservantes, para cenar; despertarnos por la mañana y fijarnos en un punto iluminado de la habitación; olvidar lo que nos costó ganar el dinero que entregamos; elegir unos calcetines con diseño de vaca y apoyarnos en el muro del paseo marítimo para ver esas embarcaciones que, en el dique seco, están elevadas para poder revisar su parte sumergida y su quilla.