domingo, 31 de agosto de 2014

El circuito de la alfombra roja




El circuito de la alfombra roja : Es una mañana de domingo con el Paseo de la Castellana totalmente despejado. Somos tan pocos los que circulamos que los semáforos podrían estar apagados, dejándonos que seamos nosotros los que nos organicemos. En los cruces podríamos darnos el paso sacando el brazo por la ventana. En los pasos de cebra podríamos detenernos hasta que cruce esa persona para la que van extendiendo la alfombra roja del domingo.

Debería estar permitido parar junto al puesto de helados que está bajo el puente, bajar la ventanilla, charlar con la dueña, elegir un helado, pagarlo con un billete y empezar a comerlo sin hacer caso de si el semáforo está en rojo o en verde.

Y con el helado en la mano, probar en otro paso de cebra. Por si aquí hubiera suerte. 

sábado, 30 de agosto de 2014

Sandwich en palacio




Sandwich en palacio : Hemos cambiado el plan de un restaurante por unos sándwiches en una estación de servicio. No nos arrepentimos. El continuo movimiento de los coches al otro lado del cristal enmarca la tranquilidad con la que comemos, dándole un toque de lujo al escenario : una mesa pequeña con los envases de los sándwiches, unas bolsas de patatas fritas abiertas, dos botellas de agua.

El empleado que nos ha cobrado, metiendo él mismo todos los artículos en una bolsa, mira hacia nuestra mesa regularmente. Esa vigilancia me incomoda al principio y me hace buscar algo que estemos haciendo mal. Cuando vaciamos la primera bolsa de patatas viene a por ella y se la lleva con una elegancia que añade al sitio unas paredes de piedra, unos cuadros con los retratos de los antepasados y, al fondo, un fuego recién encendido. Repite la misma acción con cada envoltorio que vamos dejando en la mesa. 

Antes de marcharnos pasamos por el servicio. No huele a nada. Las dos máquinas de aire caliente funcionan. De una ventana cae un cuadrado de luz con solemnidad de palacio.   

viernes, 29 de agosto de 2014

El reloj de conchas




El reloj de conchas : Vamos recogiendo conchas por la playa. Resulta fácil porque al retirarse la marea las deja a la vista sobre una arena que somos los primeros en pisar. Lucía busca en una parte y yo en otra: nos juntamos cuando las dejamos en el cubo que está entre nosotros. Ahí vigila que tengan el tamaño que quiere y que estén perfectas. En los charcos se reflejan unas nubes inmóviles que se agitan cuando las pisamos con cuidado.

Le prometí a Lucía que le iba a dedicar todo el tiempo que nos llevara llenar el cubo rojo de plástico. Hasta entonces, todo está detenido. Incluidos María y Daniel, desarrollando  un inacabado gesto en la toalla. Los segundos caen con las conchas en el cubo. Me gusta mucho el ruido que hacen. 

jueves, 28 de agosto de 2014

El lujo de un plato casi vacío



El lujo de un plato casi vacío : La bandeja recién servida, repleta de marisco, parece un escudo con el que defenderse de cualquier golpe de mala fortuna que pueda llegar en el futuro. Esta abundancia funciona también como un conjuro frente a las carencias del pasado, como si así quedaran anuladas, hundidas en el tiempo, sin fuerza ya para afectar al humor: una historia que le pasó a otro. Para que el rito funcione completamente, hay que comérselo todo y hacerse con esa riqueza que una vez en el estómago calienta el ánimo y concede una limitada sensación de ser invulnerable.

Quizás no me guste el marisco porque soy inmune a ese efecto que es más evidente conforme aumenta la edad de los comensales. Frente a esa acumulación de animales, hubiera preferido algo más minimalista. Una camarera que fuera trayendo una pieza de cada en un plato y nos la hubiera explicado. Ahí está para mí el lujo. Sin esa historia, ando un poco perdido, incapaz de valorar todo lo que voy comiendo.  

miércoles, 27 de agosto de 2014

Anegados por la teoría




Anegados por la teoría : Caminamos por una zona que poco a poco va cubriendo la marea, por lo que el paisaje no deja de cambiar. Este es otro de los encantos de la playa. El cielo está cubierto por unas nubes que dejan pasar el sol justo para que no nos tengamos que poner una camiseta. El verano, defendido por la poca gente que hay en la arena, parece dispuesto a rendirse antes de que le llegue la fecha, dejando unos días sin estación. Es agradable caminar por esta frontera.

Daniel me cuenta una historia que tiene en la cabeza. No le digo que es una mezcla de “Aragon” y de “La isla de Nim”, dos películas que hemos visto estos días. Para demostrarme que es una buena idea, se detiene en los detalles con una meticulosidad que resulta agotadora. El agua del mar va subiendo por momentos mientras caminamos.

Pasado un rato, viendo que él mismo se encuentra rodeado por una abundancia de detalles que pueden acabar engulléndolo, le cuento de dónde ha sacado esa idea para que no le dedique tanto esfuerzo. Se queda un poco sorprendido. Luego se enfada. Le explico que es difícil encontrar historias originales, que todas, analizadas, acaban reduciéndose a unos planteamientos básicos que están identificados.

Hacemos la última parte del paseo en un silencio del que me arrepiento. El agua, como la teoría de la que he hablado, lo ha cubierto ya todo. 

martes, 26 de agosto de 2014

El saludo de la nutria




El saludo de la nutria : Hay sitios que te esperan aunque tú no lo sepas. Tienen algo que llevas tiempo buscando, así que sólo deben tener paciencia. Saben que llegará el día en el que aparecerás por allí y te encontrarás con lo que te guardan. Y en ese momento pensarás que ha sido casualidad.

En Luarca no tenemos que esperar mucho. Apenas llegamos al puerto, Daniel se fija en algo que va nadando entre las barcas. No lo duda. Tampoco nosotros. Se trata de una nutria que parece haber venido a vernos. Esa nutria que no vimos ni en el acuario de Gijón ni en Faunia. Se muestra el tiempo suficiente para que le hagamos unas cuantas fotos. Después se aleja.

Pasamos el resto de la excursión buscándola. Al principio, entre las barcas. Seguimos por la zona que cierra el puerto. Y como ahí no aparece, Daniel sospecha ya de todo. Se asoma a la cazuela en la que nos sirven los fideos con almejas como si la nutria fuera a mostrar la cara para despedirse. Para demostrarle que no va a aparecer por aquí, no dejo ni un fideo.

lunes, 25 de agosto de 2014

Fidelidad eterna a Londres



Fidelidad eterna a Londres : Estas son las playas que deben recorrerse a pie desde la del Altar, en Barreiros, hasta la de Das Catedrais. A saber : De San Bartolo, Acantilado, Remior, Complexo, De Coto, Da Salsa, De Valea O Castro, De Fontela, Da Roda, De Lóngara, Punta Corveira, Da Pasada, Do castro, Da Arealonga y Da Malata.

Entro en el baño de la cafetería en la que hemos desayunado para partir más ligero en este paseo. Me miro en el espejo. Echo las manos a la cremallera y cuando voy a seguir con el proceso veo que encima de la tapa del váter han colocado una imagen del Big Ben con la característica cabina de teléfono roja en primer plano.

Aprieto la vejiga mientras pienso. Tenemos muchos kilómetros por delante. Esto, por un lado. Por el otro, la evidente carga simbólica de levantar esa tapa y mear dentro como el que deja su opinión. Habrá quien no tenga estos problemas, pero yo sigo aguantando sin saber qué hacer.

Me fijo entonces en el lavabo, que está a buena altura.      

domingo, 24 de agosto de 2014

La transparencia del frío




La transparencia del frío : El Cantábrico, sin embargo, te baña por dentro. Y hay que ganárselo. Vencer la resistencia del frío, de las olas, avanzar por poco a poco sabiendo que este mar no te necesita. Le basta con el juego de sus mareas. Ni siquiera te considera una amenaza: en el agua que el frío hace más transparente los peces te rodean y te desafían hasta que tratas de atraparlos y entonces te recuerdan que no merece la pena perseguirlos. Quédate quieto y se acercarán. Un rato después sales temblando de frío pero aliviado.  

sábado, 23 de agosto de 2014

La cuarta invasión vikinga de Foz




La cuarta invasión vikinga de Foz : Con una puntualidad típicamente nórdica, y cumpliendo lo que habían anunciado, los normandos (también conocidos como vikingos), se presentan en el puerto de Foz a las dos menos cuarto dispuestos a invadir la ciudad. Cuentan con cinco barcos distintos, uno de los cuales ha tenido que ser remolcado por una lancha, en lo que supone una flota claramente insuficiente para lograr los fines de saqueo y destrucción que se les supone. Los propios vikingos, por lo que se deduce del comportamiento un tanto errático de las naves en lo que hacen tiempo, parecen haber hecho anoche algunas incursiones de incognito a determinados locales de la zona para motivarse, lo que rebaja claramente su capacidad de lucha y la agudeza de sus sentidos: los previsibles gritos de fuerza se han convertido en canciones y carcajadas festivas que no anuncian nada bueno.

Pero hay que entenderlos. Tienen en contra a la propia historia, que certifica en diversos libros su fracaso, y los resultados fallidos de los intentos anteriores celebrados estos tres últimos años frente a cientos de turistas como testigos. No hay motivos para suponer que este año las cosas vayan a cambiar. Sin embargo, como madridista, yo me pongo del lado de cualquier empresa que ponga en marcha un vikingo, hable la lengua que hable, disponga de los medios que disponga y lleve en vena el alcohol que lleve. De entrada ya cuentan con mi apoyo aunque en Foz las apuestas a favor de su victoria se paguen cien a uno.

Mi ánimo va con ellos hasta que, llegado el momento de asalto definitivo, anunciado en gallego por los altavoces, para evitar cualquier efecto sorpresa, los barcos dejan caer unas velas rojiblancas que me desconciertan. Apenas han pasado unas horas desde la derrota en el Calderón y ese recuerdo enfría mis ánimos y me deja desconcertado. Esperaba ver unas velas blancas, inmaculadas, y desafiantes desplegadas como símbolo del poder de las copas de Europa, no esta clara rendición que sugiere que entre las tropas vikingas hay topos o faltan ideas claras. Como no tengo el programa de mano, no sé qué entrenador está al frente hoy de la invasión, pero me temo que será de la escuela de Del Bosque, por lo que, al desembarcar en tierra, es posible que a los vikingos se les haya pedido que entreguen caramelos a los chavales del pueblo y se quiten el caso frente a las señoras.

Mala cosa, me digo. Y como todo está repleto de gente, tengo que seguir el desembarco por la narración del comentarista gallego, que no deja de traer malas noticias. Ya desde que ponemos el pie en la playa todo empieza a ir mal y, por lo que se intuye, no logramos que ninguna jugada nos salga bien. En todas se nos adelantan los lugareños, que tienen a favor el factor campo, y en veinte minutos no solo logran imponerse en un mano a mano con el mejor de los nuestros, sino que, cuando llega el cuerpo a cuerpo no llegamos ni a ver portería. Bastan veinte minutos para que la historia vuelva a repetirse y los vikingos tengan que marcharse sin la posibilidad de levantar el marcador en la prórroga.

Una vez dispersa la muchedumbre por los restaurantes de la zona, veo que en la playa quedan tres barcos vikingos, uno de ellos hundido. La derrota es más dolorosa porque esta vez no tendré a mano la crónica de un Jabois que logre curar las heridas.

Ya por la ciudad veo a varios de esos vikingos con una copa en la mano, marcando una tendencia que después han seguido algunos ilustres jugadores. Como si la derrota no fuera con ellos. Y si no va con ellos, ¿por qué voy yo a tomármelo a la tremenda?. Entramos en un restaurante, pedimos unos pimientos rellenos y abrimos un Briego del 2009 con el que desaparecen las dudas : si me dejan a mí dirigir la táctica el año que viene, nos hacemos con esta playa sin problemas. 

viernes, 22 de agosto de 2014

La alegoría del escaparate




La alegoría del escaparate : El día 2 de noviembre de 1810, la Fragata Magdalena se hundió en el Ría de Viveiro. Entre el material que se recuperó, estaba un obús de bronce de 9 pulgadas españolas. El obús es una pieza compacta que normalmente se usaba en las baterías de tierra y que ocasionalmente era embarcada para reforzar la artillería. Parece lista para usarse de nuevo.

También se consiguió salvar un cañón de hierro de 18 libras. Originariamente, pertenecía al navío “San Julián”, pero el comandante de la “Magdalena” pidió cambiarlo por dos de 12 libras.

Estas dos piezas, expuestas en la calle, son lo primero que vemos al llegar a Viveiro. Este tono didáctico marca la visita. Así, cuando al subir una de las calles vemos un escaparate vacío, con una maniquí desnuda sobre la que colgar alguna fantasía, mi mirada solo me deja verla como una alegoría de la victoria en aquella guerra contra los franceses. Alegoría en rebajas, pero alegoría. Nada de tonterías. 

jueves, 21 de agosto de 2014

El escondrijo del cangrejo




El escondrijo del cangrejo : Es fácil que cuando el día se emplea en tapar agujeros del pasado o en prevenir lo que vendrá en el futuro, no quede un hueco para ni para el presente más básico, el de indicativo.

Para evitar una situación así, lo recomendable es comprarse un par de redes atadas a un junco en una tienda de chinos. Nada que vayamos a dejar a nuestros nietos. Con que aguanten un par de semanas, es suficiente.

Después hay que vigilar la marea para que se quede en el punto exacto, ése en el que ha cubierto las piedras del final de la playa pero deja libre la zona de arena que lleva a ellas.

Con la red en la mano izquierda, vamos levantando las piedras con la otra. El presente toma la forma de ese cangrejo pequeño que, descubierto, se mete debajo de otra piedra que también levantamos hasta que acaba en la red.

miércoles, 20 de agosto de 2014

El plan B de mi nacimiento




El plan B de mi nacimiento : Una de las primeras cosas que te encuentras al entrar en una ciudad en Galicia es su tanatorio, como indicando que el tema de la muerte no solo no se elude, sino que está presente, formando parte de la filosofía cotidiana. Así, cualquier acción, por mínima que parezca (sentarse en una terraza a mojar un cruasán en un café, ir al Mercadona a por judías o gritarle al niño que si se cuelga así del columpio se va a abrir la cabeza), adquiere el significado del que sabiendo que es mortal, ha elegido precisamente hacer eso. Hechos que, en otra ciudad, sin tanatorios a la vista, donde la gente se levanta pensando que solo los demás se mueren, no tienen esa carga existencial.

Por eso no me extraña que, envueltos en esa presencia de lo transitorio, en una obra me encuentre con la señal de “Perigo indeterminado”. Una advertencia que no hace referencia a lo que te puede pasar si traspasas las vallas de la obra, sino a lo que sucede fuera de ellas. En la vida, en general. Cómo no lamentar no haber nacido también aquí. 

martes, 19 de agosto de 2014

En el trece, la felicidad




En el trece, la felicidad : En el Restaurante “El Risón”, en Castropol, nos sirven una zamburiñas que admiramos antes de empezar. Llevamos un rato disfrutando de la vista de la ría desde nuestra mesa, así que cuando empiezan a traer la comida nuestro primer impulso es mirarla. Al fijarme en las ondulaciones de las conchas de las zamburiñas pienso en esas señales de admiración con las que Keith Haring rodeaba muchos de sus dibujos. Cuando las probamos, descubrimos que esas exclamaciones están bien justificadas. La Naturaleza sabe lo que se hace.

Es una gran comida de la que salimos con buen humor. Gracias a ella, el pueblo que vemos ahora no tiene nada que ver con el que hemos visto antes. Nos vamos fijando en los detalles como si para mostrar su valor solo hiciera falta haber compartido un “Condado de Sequeiras” y un guiso de la casa y unos fritos de rape y unos tacos de pollo y un tocinillo del cielo y dos cortados.

En ese paseo hacia el coche, me encuentro con la fachada de “Villa felicidad”. Me digo que toda la gente que la está buscando no sospecha que se encuentra justo aquí, en Castropol. No es que esté escondida, pero hay que ir pendiente. Pendiente después de haber compartido una gran comida. No es una casa especialmente llamativa: el cartel con su nombre es pequeño y, además, se encuentra en el número trece de la calle. A todo esto hay que añadir un anuncio en una de sus ventanas que indica que se trata de una propiedad privada.

Tantas señales negativas rebajan la ilusión de haber dado con una casa así, como si ella hubiera perdido la fe en sí misma. Pero todo es cuestión de expectativas. Quizás una vez que se entre haya puesta una mesa con unas zamburiñas y una amplia vista sobre la ría. 

lunes, 18 de agosto de 2014

La hebra del paisaje




La hebra del paisaje : Frente a la ría, con las barcas que la retirada de la marea ha dejado en la arena, el contraste de las montañas del fondo con una pequeña casa semioculta y unas nubes oscuras que suavizan el azul del agua, la regla sigue siendo la misma: buscar el detalle. Si la olvidas, viendo que aquí las fotos son las que te persiguen para ofrecerse sin esfuerzo, el fracaso será mayor porque hacer pasar un paisaje como éste por una fotografía sin la hebra del detalle es imposible.

Sin esa hebra, es mejor meter las manos en los bolsillos, respirar un aire que nace desde la profundidad del mar, y mirar sin atrapar. 

domingo, 17 de agosto de 2014

El cromo más perseguido




El cromo más perseguido : Con diez años piensas que serías feliz si tuvieras el dinero de un adulto para poder gastártelo en cromos. Con cuarenta y cinco años piensas que serías feliz si compartieras la ilusión con la que un niño de diez abre los sobres. Como el fabricante sabe que necesita de la alianza del padre y del hijo para que las colecciones salgan adelante, siempre crea unos cuantos cromos especiales y difíciles de encontrar para que el padre se lo tome como algo personal y el hijo reciba una financiación extra para perseguirlos: ese tipo de cromos en el que los dos coinciden en la edad. Daniel y yo no tardamos en identificarlos en la colección de animales de este año.

sábado, 16 de agosto de 2014

El dibujo de la manguera




El dibujo de la manguera : La larga comida termina con una agitada discusión sobre un tema intrascendente, de los que no dejan heridas. Está bien que de vez en cuando se muevan un poco las aguas con opiniones de punta redondeada y sin filo. Claro que sí. Durante una hora lanzamos argumentos como troncos para que no se venga abajo el fuego de la excitación que compartimos. Como no buscamos la precisión, sino la provocación, como jugamos a imponernos a los demás sin cartas ni reglas, nadie pide que se contrasten las afirmaciones.

Salgo un momento al jardín. Ahí está la manguera, junto a la piscina. Si la cosa fuera a más, podría presentarme en el salón y remojarlos a todos con el agua. Sería una buena forma de dar por terminada la reunión. Pero no creo que sea necesario. Además, hay que respetar el dibujo que la manguera hace en el suelo porque es la forma que tiene el día de dejar su firma.   

viernes, 15 de agosto de 2014

La gota sobre la fruta madura




La gota sobre la fruta madura : La tarde se extiende sobre nosotros con la densidad del pintaúñas que María le va aplicando a Lucía. Las dos se rodean de un silencio que parece necesario para que las uñas queden perfectas. Me meto en ese silencio para ver cómo las uñas de la mano izquierda, abierta completamente sobre la mesa del jardín, van cambiando de color: alternan el rosa con el naranja. Pienso en esas gotas grandes que recorren muy despacio la piel de una fruta madura. Ahora, la derecha. Alrededor de nuestra tarde, otra, a la que volveremos cuando el pincel termine su trabajo.    

jueves, 14 de agosto de 2014

Lecciones desde la retaguardia



Lecciones desde la retaguardia : Todo el frente, armado y decidido, se ha expandido por el mundo dispuesto a conquistar el espacio y el tiempo a la vez. En la distancia que da la retaguardia, bajo la sombrilla de una terraza en el agosto de Madrid, se descubre rápidamente que no se puede perseguir uno sin sacrificar lo otro. Es la enseñanza que acompaña a la copa de vino que se pide, sobre todo, por un tema estético. Las opciones de la ciudad, ya conocida y con casi toda la oferta cerrada por vacaciones, son limitadas y no exigen que la recorramos. Abandonado el espacio, el tiempo se vuelve nuestro, abundante. Se puede desperdiciar. Hay más. Y más. Cuando se termine solo hace falta sentarse en otra terraza.

miércoles, 13 de agosto de 2014

El trago que cierra la historia




El trago que cierra la historia : No hay etiqueta en la que se especifique cuánto tiempo puede permanecer la botella de vino abierta porque se supone que si se descorcha tardará poco en beberse: una celebración no puede darse por terminada, aunque se hayan marchado los comensales, si queda alguna botella con vino.

En el terreno doméstico sucede algo parecido. Parece que la botella pierde valor cuando se le pone el corcho y se la devuelve a la nevera a que espere, como un delantero al que se le obligara a ver el resto del partido desde el banquillo después de marcar un gol. Aunque pretendamos que nada ha cambiado al día siguiente, la devaluación es evidente porque el sello nuevo de ayer lleva hoy el matasellos de la nevera.

Pero hay elementos circunstanciales que son capaces de compensar la autoestima de la botella que un día se abre con un sacacorchos y al día siguiente tirando con fuerza con la mano. Basta con aprovechar ese tiempo para pegarla a nuestra experiencia y ofrecerle así unas líneas extra a su biografía.

La botella de Barcolobo que abrí hace dos días me ha acompañado en la lectura del final de “La granja”, de John Updike. Se puede decir que la última copa ha coincidido con las últimas hojas de la novela. Ha tenido suerte la botella con este emparejamiento porque la novela de Updike es una auténtica lección de cómo se escribe, la prueba de que con una trama sencilla (el fin de semana que pasa un hombre en la granja de su madre para que conozca a su nueva mujer y al hijo de ésta) puede contarse mucho, el ejemplo de que el lenguaje muestra toda su poder justo cuando se acerca a esos terrenos en los que, paradójicamente, parece volverse inútil para expresar lo que ahí ocurre.

El libro está ya colocado entre los que más me han gustado últimamente. Pegado a él, el recuerdo de la botella que tenía al lado en la mesa y que, por sus características, me obligaba a avanzar lentamente por las palabras, como si en vez de leerlo, también estuviera bebiendo del libro. Aunque hubiera llegado al final de la historia, no habría tenido la impresión de acabarlo realmente si la botella no hubiera estado vacía al cerrar el libro. 

martes, 12 de agosto de 2014

Un pantalón no es suficiente




Un pantalón no es suficiente : Pasamos la tarde de compras. Apenas nos lleva unos minutos encontrar unas gafas de natación para Lucia. Con los pantalones del uniforme de Daniel se nos va más tiempo porque su talla cuesta cuatro euros más que las demás. Repasamos todas las etiquetas de la talla para asegurarnos de que no ha sido un error aislado. María se enfada, pero yo lo veo lógico : debe ser la talla de los que están en la edad de destrozar más pantalones, lo que hace que las madres se los lleven de dos en dos. Algún programa de análisis de datos lo habrá descubierto y desde ese punto el camino hacia la subida de cuatro euros es tan corto que entiendo que no les haya costado nada recorrerlo.

También se puede ver la parte positiva : si no nos hubiéramos detenido tanto tiempo con los pantalones, no habríamos salido al aparcamiento en el momento preciso del atardecer, con el sol poniéndose y las primeras luces de los focos encendiéndose. Un espectáculo por el que no me importa haber pagado cuatro euros de más.     

lunes, 11 de agosto de 2014

Marcharse es más fácil que llegar




Marcharse es más fácil que llegar : A veces, marcharse de los sitios es más fácil que llegar. Por media, suelo necesitar unos cuatro días para sentir que estoy en un lugar. En ese periodo de transición manejo la realidad como si me hubiera despertado zurdo sin saberlo y me empeñara en seguir utilizando la mano derecha. Hay torpeza, falta de precisión y un desapego con lo cotidiano que aumenta conforme más insisto en servirme de los viejos patrones. Quizás por eso exista la frase “utilizar la mano izquierda”, como una invitación, femenina, a ser menos rotundo y más sutil. Luego, asimilado el cambio, es cuestión ya de práctica. La realidad se convierte entonces en un sitio habitable, amigable, cercano. Los días y el vino pasan sin prisas.

Irse, decía, es menos complicado. Puedo ser consciente de que éste va a ser mi último baño en la playa con los mellizos. La última vez que coloco la sombrilla. La última vez que me doy crema. La última vez que miro alrededor y pienso que mucha gente tiene cara de estar aburriéndose mucho. La última vez que aclaro los cubos. La última vez, en fin. Aunque me lo diga, el cuerpo, algo rota la comunicación con la cabeza en estos días de vacaciones, cree que esa relación de adioses no le afecta, que mañana volverá a haber playa y olas y partidas al Uno y expediciones en busca de conchas. Te lo puedes llevar sin que ofrezca ninguna resistencia ni experimente algo de nostalgia. Así de fácil. Solo se rebela cuando  se ve metido en el coche, con las maletas detrás y el primer cartel indicando la distancia que queda hasta casa. Momento éste en el que se envuelve en una depresión silenciosa.

Antes de abandonar definitivamente la playa, me giro y hago una fotografía a una cuerda atada a un grueso poste de madera con un nudo rotundo y poco elegante. El nudo, independientemente de su calidad, expresa ese deseo de permanecer atado a los sitios. Me parece lo suficientemente sutil como para que mi cuerpo lo descubra y asimile que todo esto, en fin, se ha acabado. La imagen funciona mejor que las palabras: dedico un rato a mirarlo todo y a llenarme los pulmones con este aire como si el regreso fuera una de esas comidas desagradables que te tragas sin respirar.    

domingo, 10 de agosto de 2014

La canción de los primos




La canción de los primos : En el mundo del vino todavía falta una figura importante: el catador de etiquetas. Una persona dedicada únicamente a valorar lo relacionado con el exterior de la botella para la que la calidad del propio vino sería algo secundario. Que todavía no exista de forma profesional implica cierta limitación en la forma en la  que las bodegas analizan su producto porque es evidente que es más la gente que ve la etiqueta de una botella que la que acaba comprando el vino.

Por ejemplo : la etiqueta de “Les cousins L´Inconscient”. Un dibujo grande en el que se ve a los dos primos mencionados vestidos con pantalón corto y unas camisetas que indica que en esa etiqueta siempre es verano. Uno coge al otro por el hombro mientras caminan dando grandes pasos. Tal vez corriendo hacia un sitio que llevan añorando el resto del año. Los dos tienen los ojos cerrados y las bocas abiertas, compartiendo a gritos una canción. Los colores son cálidos. Y hay tres nubes en el cielo.

Pocas botellas harían más feliz a un catador de etiquetas que ésta. Al verla resulta inevitable asociar ese momento compartido por los dos primos con el propio vino e imaginarte que ésta es la botella que tienes que comprar si te encuentras en una situación así o, más importante, si quieres, en cierto modo, imaginarte que eres el tercer primo, al que van a buscar los dos.

Si mis hijos y mis sobrinos no fueran menores de edad, les habría comprado una botella a cada uno en esta pequeña enoteca en la que cenamos para que recordaran estos días de playa que acaban mañana. Los dueños, no sé si por casualidad o buscando con elegancia cierta narrativa en la exposición de sus botellas, han colocado ésta al lado de otra llamada “Mala vida”. Que vuelva a la mesa, me dicen. Que ya voy, contesto. Pero todavía quedan muchas etiquetas en las que detenerse. 

sábado, 9 de agosto de 2014

El recorrido de la aguja




El recorrido de la aguja : El flan llega en un gran plato de cristal redondo con irregulares estrías concéntricas. El resto de los platos han venido repletos de comida, así que éste llama la atención porque el flan no trae ningún acompañamiento. Solo un flan. Una pequeña isla en un mar de cristal.

Me gusta esta lujosa desproporción. El plato parece la forma que tienen desde la cocina de decirnos que van a respetar el tiempo que le llevaría a una aguja recorrerlo si fuera un disco. Durante ese imaginario viaje de la aguja, nadie va a venir con la cuenta a importunarnos porque esta charla  de la sobremesa es, también, parte de la comida. Quizás la más importante.                                                            

Pero hay cuatro niños en la mesa y es tarde. No vamos a dejar que la aguja descienda. Tampoco creo que supiéramos crear alrededor de ese flan una conversación que estuviera a la altura de lo que hemos comido. Hacemos una señal al camarero y pedimos la cuenta.  

viernes, 8 de agosto de 2014

Los candados del verano



Los candados del verano : El candado que abre el verano no es el que uno desearía. Por eso es mejor empezar los días como si nada hubiera cambiado para no pasarse las vacaciones forzando uno que no va a ceder. No pasa nada por ir al Mercadona del lugar a primera hora para hacer la compra y descubrir que es prácticamente igual al que tienes en casa (salvo esos letreros en valenciano). Tampoco pasa nada por dejar la playa por la piscina aunque quede mucha mañana por delante. Tampoco hay por qué dormir en esas horas en las que normalmente no se duerme, ni salir a pasear cuando todos lo hacen para tomar algo en una mesa pequeña junto a otra mesa en la que unos padres y sus tres hijos ya están cenando unas pizzas. También se pueden dejar de lado las compras en los mercadillos o la cena en el restaurante de moda. Mejor tantear la vida cotidiana y descubrir ese candado abierto cuando se van pasando las páginas del libro ("El enigma", de Jan Morris) y nadie viene a interrumpir la lectura, ni siquiera esa vaga sensación de culpa con la lista de todas esas otras tareas en las que podrías estar empleando el tiempo.

jueves, 7 de agosto de 2014

Una bandada de titulares




Una bandada de titulares : Basta con un mar tranquilo en el que proponer un juego nuevo con una pequeña pelota para que los titulares pierdan adherencia y no puedan pegarse a nuestra realidad. “Sanidad deja vacío un hospital de Madrid para el infectado de ébola”. Tenemos que lanzarnos la pelota sin que caiga al agua. Despacio al principio. “Los marinos iban a cobrar 550.000 euros por traer la droga en el ‘Elcano’ ”. Y cuando hayamos cogido confianza, más y más deprisa. Si me concentro en el juego, voy creando una corriente. “Pedro Sánchez da el poder en el PSOE a jóvenes sin vínculo con el anterior aparato”. Una corriente dentro de mi cabeza que expulsa las noticias de la portada que solo he leído para disfrutar ahora viendo cómo se alejan. 

miércoles, 6 de agosto de 2014

Los brazos del saltamontes mecánico




Los brazos del saltamontes mecánico : Damos un paseo por el puerto para ver los barcos. En algunas cubiertas hay gente tomando el sol. No se debe estar mal. Los nombres y las banderas sugieren puertos distintos, pero cualquiera de ellos serviría para vivir en ese eterno domingo en el que parecen atracados, con el desayuno recién servido.

Quizás para demostrarnos que no todo es tan fácil como parece, ésta es la hora que escogen para realizar algunas reparaciones. En lo alto de un mástil un hombre ajusta no sé qué. Sus compañeros de abajo le miran protegiéndose del sol con las manos.

En la feria, los que venden las entradas van colocando las monedas en su sitio para tener el cambio a mano. Por la mañana han revisado las atracciones y las han limpiado con el agua a presión de las mangueras. En media hora abrirán y subiremos al “saltamontes”, nuestra favorita, con unos brazos mecánicos que dan vueltas rápidamente y que te suben a la misma altura de ese hombre que sigue inmóvil en el mástil, como si no terminara de enhebrar una aguja.

martes, 5 de agosto de 2014

Esos puntos suspensivos



Esos puntos suspensivos : Las vendedoras se mueven rápidamente detrás de las cajas con los pescados. Llevan redecillas en el pelo y guantes azules. Tan pronto terminan con un cliente, presionan un botón, gritan el nuevo número y el afortunado responde levantando su tique como si le acabara de tocar un premio en esta feria. Mi amigo actúa igual cuando llega su turno. Hasta este momento hemos ido viendo la mercancía, disfrutando del olor, la variedad y la frescura de lo expuesto. En una esquina está la caja con las gambas rojas a 99 euros el kilo. No hace falta gastarse tanto. Mi amigo pide unos voladores y mientras una mujer mayor los pesa, él le explica cómo va a prepararlos, dejando unos puntos suspensivos después de los dos primeros pasos. Hay que haber practicado mucho para soltar esos puntos así. La gente sigue esperando en este pequeño local junto a la lonja pero la mujer ha escuchado el sonido de esos puntos suspensivos, moviéndose por la mesa de billar de la conversación, y en un instante decide terminar la jugada propuesta. Sí, ese arranque está bien para preparar los voladores, pero además es bueno que pique esto, que desmenuce lo otro, que sofría aquello, que deje reposar el conjunto. Para explicarlo, ha dejado de trabajar. Mueve mucho las manos y mira a los ojos. Mi amigo lo repite todo para demostrarle que no se le va a pasar nada por alto. Ella asiente. Las demás siguen gritando los números. Ella asiente otra vez y vuelve al trabajo más convencida, como si todos sus gestos hubieran ganado sentido. El precio final debería ajustarse para premiar estas recetas que van a mimar la compra.

lunes, 4 de agosto de 2014

Una conversación desmenuzada



Una conversación desmenuzada : El hijo pequeño de un amigo al que he ido a ver camina a nuestro lado por la playa con la bolsa de patatas que acabamos de comprarle. Va feliz. Queda poco para que el sol se ponga y la playa recibe una luz intensa que va reconociendo los objetos sobre los que ahora tiene el tiempo de detenerse. Todo queda justificado. La sombrilla cerrada. El barco en la arena protegido con una lona. La construcción de arena ya olvidada. También nosotros, con nuestro paso lento. El niño aprieta la bolsa para que las patatas grande se rompan en trozos más pequeños y así, me explica, tener más. Lo mismo que hacemos nosotros con nuestra conversación, dejando que se vaya construyendo a base de pequeños temas para que este encuentro dure más.

domingo, 3 de agosto de 2014

Nápoles hace setenta años



Nápoles hace setenta años : El reloj de arena tiene ahora la forma de un helado: cuando Lucía se lo termine, se acabará el tiempo que tengo para elegir un libro. Junto a la parada de los autobuses de Alsa y el restaurante turco en el que compro el helado, hay una librería en la que encuentro una gran oferta de libros de RBA a 4,95. Cualquier verano se garantiza un momento inolvidable con algo así. Los libros están cuidados. Alice Munro. Isaac Bashevis. John Updike, Vladimir Nabokov. Charles Baxter. Jan Morris. Cada nombre que voy leyendo hace más difícil la elección, por lo que llega un momento en el que no sé qué hacer, atrapado en las arenas movedizas de un helado. Hemos venido a despedir a María, que se vuelve a Madrid, y a cambio la tarde, como forma de equilibrarla, me ofrece esta selección de autores. Pero no sé por cuál decidirme porque, haga lo que haga, voy a lamentar haber descartado a los otros. Lucía está pegada a mi lado, lamiendo su helado tranquilamente. Ya me ha dicho que ése es el tiempo que me da y no necesita repetirlo. Se ha comido la capa de chocolate duro que lo recubre y ya veo que empieza a asomar el palo por la parte de arriba. Dentro de poco cogerá el helado con las dos manos y lo acabará como si fuera una costilla. Quizás pueda esperar a que el palo quede limpio por si en él apareciera el libro que tengo que llevarme, como los helados de hace muchos veranos en los que los palos podían anunciarte premios. También puedo dejar la mente en blanco y permitir que los autores giren hasta ver cuál es el último en detenerse. Hay muchas estrategias para elegir pero un solo helado y éste se termina antes de lo que esperaba. ¿Ya?. Ya. Y, sin saber por qué, cojo un libro de un autor del que no sé nada : Norman Lewis, “Nápoles 1944”. Y si hay libros de los que deberíamos recordar las condiciones en las que los compramos, éste, sin duda, es uno de ellos.

sábado, 2 de agosto de 2014

Un rastro de burbujas



Un rastro de burbujas : En algunas ocasiones, Daniel rebaña esa parte de la experiencia que dejo de lado. No es que yo no vea en ella qué aprovechar, pero aparece alguna excusa, como la copa de vino que ahora tengo en la mano, que me detiene. Daniel vive en la edad en la que las excusas apenas tienen consistencia. Poco importa que hoy se haya bañado en el mar y después en otra piscina. Ésta es nueva y, solo por eso, hay que aprovecharla. Tampoco le frena que ya se haya ocultado el sol, que solo queden dos madres charlando encima de una toalla, que los demás niños estén ayudando a poner la mesa en la terraza para cenar. Me sorprende que en cada motivo que le expongo vea una razón más para hacer lo que ya ha decidido. Se acerca al borde de la piscina, se coloca las gafas, se gira hacia mí con el pulgar de la mano derecha hacia arriba y se tira. El sonido del agua refresca el atardecer. Una de las luces de la piscina ilumina su cuerpo al bucear y hace visible el rastro de pequeñas burbujas que va dejando detrás. El segundo trago de vino ya no es tan bueno.

viernes, 1 de agosto de 2014

Ofrenda al sol




Ofrenda al sol : Hace un sol tan fuerte que nos vemos obligado a meter todas las sillas en el garaje con la misma urgencia con la que las protegemos cuando rompe a llover. El sol no se molesta, qué va a molestarse si es su mes. Atraviesa la cortina metálica del garaje y juega a tocar una de las sillas, la roja, la que tiene en su respaldo la silueta de un oso. Alcanza una de sus patas, el brazo izquierdo y el asiento. El movimiento de la cortina, que permite que los trazos del sol vayan cambiando, se debe al calor que va acumulando porque el aire se ha detenido en las sombras, esperando a la noche. Sobre esa silla roja infantil el sol parece inofensivo. Ven, salid, que no os voy a hacer nada. Miro en silencio para no delatarme: si quisiera, enrollaría sus tentáculos alrededor de la silla y se la llevaría fuera.