Del vodka al café con leche: En la
sección de bollería del Carrefour encuentro las “Galletas mini choco escudo RM
425 Gr” por 3,99 euros. En mi época de
creyente merengue, algo así me habría molestado. La estrategia de marketing del Real Madrid, pensaba entonces, debía cuidar sus canales. ¿Acaso Chanel permitiría
que su número cinco se convirtiera aquí en un 4,99?. Pero esos tiempos han
pasado: las tardes ya no piden vodka, sino un café con leche al que acompañan
perfectamente estas galletas que ahora puedo llevarme por 3,99 en una lata a la
que antes cada jornada exigía que tuviese caviar.
lunes, 31 de agosto de 2015
domingo, 30 de agosto de 2015
Historia del ocio
Historia del ocio: A veces la hora de la cena nos pilla merendando
chucherías. Hoy Lucía abre la bolsa con sus favoritas y solo deja que nos las
comamos de una en una. Son tardes largas frente a la televisión en las que nos
beneficiamos de uno de los frutos de la revolución industrial: el ocio. Ahí donde
se nos ve, somos el resultado de la historia. Tal vez por eso deberíamos
honrarlo de otra manera, pero el ocio no es muy exigente: se puede comprobar en esa fotografía que Cartier-Bresson hizo a un grupo tomando vino un domingo a la orilla del río Mame.
Formó parte de un reportaje con el que se quiso celebrar los quince días de
vacaciones pagadas aprobados por el Frente Popular en 1936. Tampoco hacían gran
cosa. Mirar el río. Charlar. Beberse un vino. Quizás ese sea el camino, hacer
lo mínimo sin llegar a pararse. Nosotros vemos la tele. Charlamos. Comemos
chuches. No soy Cartier-Bresson, pero no por eso nos vamos a quedar sin nuestra
foto.
sábado, 29 de agosto de 2015
Programas de secado
Programas de secado : En el pueblo, las dos mujeres cuelgan la colada en una
gruesa cuerda que recorre el garaje de un lado a otro. Apoyadas en una pared
están las bicicletas, junto a un montón de madera sobre el que descansa un
plato de barro. Los tres primos vienen a por las suyas para darse una vuelta.
Abren la puerta y salen a la calle, de la que llega un sol contundente que
alcanza alguna de las prendas de la cuerda. Una de las mujeres cierra la puerta
como si así protegiera la colada. La que queda dentro es una luz tranquila que
secará la ropa sin servirse del calor.
viernes, 28 de agosto de 2015
El compinche gris
El compinche gris : Este gato callejero
es bueno. Deja que los niños lo acaricien y cuando los adulos nos agachamos
juntando el índice, el pulgar y el corazón, para llamarlo, finge que no sabe que
no le ofrecemos nada y se acerca. Se mueve despacio por el jardín, como si no
quisiera reconocerlo del todo y darse cuenta de lo pequeño que es. Tampoco le
importa que pronuncies mal su nombre, que, partiendo de Amis, admite una gran
cantidad de variaciones: no es purista.
Tiene la suerte de que su enemigo,
el que quizás le haya provocado la herida en el cuello, sea de color gris, tan
distinto a la combinación de marrón claro y blanco que presenta él. Es un gris
malo. Y basta verlo ahora, asomando la cabeza por la esquina, atraído por el
olor de la cena, para que el más pequeño de la casa le grite “ato, fuera” y
éste salga huyendo. Cada pocos minutos le repetimos el “ato, fuera”, mientras
se va poniendo la mesa en el jardín.
Nos asomamos para comprobar que el
gato malo no está por ahí. Confiados, nos sentamos a la mesa. Al lado está la
de los niños, en donde Amis está ahora subido comiéndose las salchichas de la
cena. Su paciente estrategia ha tenido premio: en vez de tirarlo, decidimos apartar
el plato para que siga comiendo. No sé si dejará algunos trozos para que esta
noche el gato gris reciba su premio por haber hecho tan bien su papel.
jueves, 27 de agosto de 2015
El juicio del maître
El juicio del maître : Aunque somos los
primeros en llegar, el maître nos asigna una mesa que se encuentra justo entre
la zona iluminada y la que tiene las luces apagadas. Como no entendemos su
criterio, asumimos que es la que se debe ofrecer a los que no se presentan a cenar
con el espíritu limpio del todo y sin propósitos de enmienda pendientes. Qué le
vamos a hacer. Le ha bastado con mirarnos a los ojos y después pasar el dedo por
las paredes de nuestra alma para, negando lentamente, mostrarnos que no ha
salido limpio. Cómo va a salir limpio, pienso, pero me callo.
Poco a poco van llegando los demás
comensales. A todos los va repartiendo por las mesas de la zona iluminada, en
las que el vino parece más rico, el pan más crujiente, las servilletas recién
dobladas y el mantel más blanco. Busco sobre sus cabezas una paloma blanca con
una rama de olivo en el pico. Que no consiga verla no quiere decir que no esté
ahí. La comida está buena, pero no termino de entregarme del todo a este placer
porque no me abandona la sensación de culpa que parece asomarse a mis ojos.
Trato de portarme bien para evitar que en cualquier momento el maître vuelva,
valore de nuevo la situación, y empuje la mesa hacia la parte más oscura de la sala.
Un rato después, el maître nos
recomienda un plato fuera de carta que nos habría salido por veintinueve
euracos si no hubiéramos hecho la reserva con El Tenedor. Algo así hay que
comentarlo, hombre de dios, por muy bueno que vaya a estar, pero el maître se
queda en la descripción del secreto, que, más que cocinarlo, parece que el chef
lo estuviera pintando sobre lienzo creando un nuevo estilo artístico. Y como ya
nos perdimos la transición del románico al gótico, decimos que sí, que lo
traiga, que así seremos testigos del paso del post-postmodernismo a esta nueva
época. Todo lo damos por bueno para que nos deje terminar la cena sin juzgarnos
de nuevo.
Mientras esperamos los segundos, veo que una
pareja se sienta en una de las mesas de la zona oscura. Eso hace que me relaje.
Efectivamente, la situación podía haber sido peor. Los miro varias veces para
tratar de descubrir qué es lo que el maître ha podido ver en ellos para que
hayan terminado así. Parecen dos personas majas. Me caen bien, pienso. Después
me obligo a pensar que no me caen bien para así eliminar cualquier identificación
con ellos que pudiera dejar más en evidencia esa falta que desconocíamos hasta
que entramos a cenar aquí, en esta mesa.
miércoles, 26 de agosto de 2015
Plan de fuga
Plan de fuga : En la
bolsa de macarrones que he vaciado en un tarro queda uno que se cae al suelo
cuando voy a tirarla a la basura. Sigo pensando que nos delatamos en decisiones
como ésta: echarlo en el tarro con los demás o arrojarlo a la basura y que siga
con su plan de fuga. Yo mismo me observo para ver qué decisión tomo. Me alejo de
mí mismo para no hacer ningún ruido que pueda distraerme mientras trato de
dejar la mente en blanco para que nada entorpezca esa decisión. Me miro desde
la puerta. Ahí estoy, con el macarrón en la mano.
martes, 25 de agosto de 2015
Bala sin revólver
Bala sin revólver : Una modelo ocupa toda la fachada de la tienda que
abrirá en otoño. Su mano derecha está a la altura de los que caminamos junto al
gran cartel, así que si se gira la cabeza es lo primero que se ve de ella.
Tiene las uñas cuidadas, bien pintadas. Una modelo de verdad debe mostrar que
lo es con cualquier parte de su cuerpo y ella parece tan segura de sí misma que
lo primero que ofrece es la mano. Lo que no sé si será premeditado es el gesto
que tiene. Parece que en cualquier momento fuera a desenfundar un revólver. Es
lo que sucede con mujeres así: antes de que te des cuenta, una bala ya te ha
atravesado.
lunes, 24 de agosto de 2015
El segundo paseo por la piscina
El segundo paseo por la piscina : Hago
varias fotos de la piscina de recuerdo. Lo hemos pasado muy bien bañándonos
aquí, disfrutando con juegos improvisados, reglas absurdas y la sensación de
que bastaba con salir y tirarse para retrasar el reloj y empezar de nuevo. Arranco
con la opción de color para aprovechar los contrastes entre el azul de la
piscina, el verde del césped y el marrón de las palmeras. No hay nadie: el agua
posa. Al rato cambio al blanco y negro porque las emociones más intensas van
unidas al color y es posible que también quiera acordarme de esto con cierta
distancia, que primero lleguen los ojos a la forma y después el corazón al contenido.
domingo, 23 de agosto de 2015
Un par de huevos perfectos
Un par de huevos perfectos : Por la
mañana, mi madre me entrega la lista de la compra para el Mercadona con lo que
ha visto que falta. Cruasanes. Huevos. Nocilla. Pizzas. Agua. Voy añadiendo
todo a la cesta en ese orden porque llevo chanclas, porque los anuncios por
megafonía los dan también en inglés y porque me gusta este punto lúdico: me da
por ahí. Sin prisas, que hasta rebusco en la bolsa del fondo las monedas para
pagar.
Por la noche, mi madre nos dice que
la nevera está llena y que no podemos dejarla con tanta comida, así que propone
freír unas cuantas docenas de huevos con beicon para cenar y despejarla, que,
si no, no se queda tranquila, que ella no se va a poder comerse todo. Y los
platos salen de la cocina con unos huevos perfectos que no veía desde que vivía
en casa.
Por la mañana, mi madre me vuelve a
entregar la lista de la compra para el Mercadona con lo que ha visto que falta.
sábado, 22 de agosto de 2015
Los ocho euros mejor gastados en la playa
Los ocho euros mejor gastados en la playa : En la playa es fácil establecer una analogía entre el
escenario y el tiempo. La arena sería el pasado, el horizonte del mar el futuro
y el presente esas olas que se deshacen en pequeñas burbujas a los pies. Si me
giro ciento ochenta grados, la analogía cambia. El mar, ahora a mi espalda,
sería el inconsciente, la arena, frente a mí, el ego, y la pequeña franja entre
ambos, el yo. Esto es lo malo del ocio, que le da tiempo a la mente a tontear y
hacerse la profunda. Para eso se inventaron las palas. O las cartas de
plástico. O, para los que no nos gusta mucho ni una opción ni la otra, ese
chiringuito que está al fondo cuyo dueño se queja de que esto está lleno de
franceses con poco dinero. Qué, le digo a mi madre, ¿vamos a por ese mojito?. La
cabeza también se merece estar de vacaciones y ahí los preparan muy bien.
viernes, 21 de agosto de 2015
El tren de las 20:18
El tren de las 20:18 : A pesar de que la
horchatería está vacía y poco iluminada debería elegirla para sentarme en una
de las dos mesas mientras espero porque para eso estoy en la Joaquín Sorolla de
Valencia. Una horchata fresquita. Pero enfrente está el McDonald´s con más luz
que un quirófano y yo tengo una novela negra a medias. Sacrifico la horchata
por un batido con el que realmente pago esa mesa en una esquina junto a una
pared repleta de palabras. El tren llega a las 20:18, así que puedo leer
tranquilamente hasta las 20:17. Jack Caffery insiste en que el sospechoso tiene
que trabajar en el hospital de St Dunstan de Londres. A pesar de estar bajo una
lámpara, la historia conserva sus sombras. Meterse en una trama negra es la
mejor forma de protegerse del sol de agosto.
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jueves, 20 de agosto de 2015
El placer de elegir
El placer de elegir : A ambos lados de
la estrecha calle dan las puertas de las cocinas de los restaurantes que se
encuentran en las calles paralelas. Las cocinas, a través de las puertas
abiertas por el calor, parecen iguales. Pequeños espacios en los que se
aprovechan todos los huecos. Tarros. Utensilios. Bandejas. Cajas de cartón. No
hay ninguna zona que atraiga por un olor especial que invite a descubrir para
qué restaurante trabajan.
Al otro lado, las camareras
preparan las mesas. Cada sección de la acera se diferencia claramente de las
demás. El nombre. El diseño. La música. El menú. Los que pasean tranquilamente
buscando dónde cenar, se van fijando en todos los detalles para hacer una buena
elección. Mientras, por la calle estrecha, un cocinero puede salir de una
puerta y meterse en la de al lado, un plato prepararse en una cocina y servirse
en otra.
miércoles, 19 de agosto de 2015
Una toalla al hombro
Una toalla al hombro : Indudablemente ésta es una playa familiar. En un paseo
por la zona que recorremos para ir al mar me encuentro con un biberón colocado
sobre el tope del muro que rodea un aparcamiento. Es normal que, con lo
cargados que vamos a la arena, algo se caiga en el trayecto. Un accidente que
puede interpretarse de forma casual o como el resultado de una motivación más
profunda. O no tan profunda: lo que más se añora de la playa es ese tiempo en
el que a vida pesaba lo que esa toalla que se llevaba al hombro y que se podía extender en cualquier
sitio. Todos valían.
martes, 18 de agosto de 2015
Alegre inventario de bajas
Alegre inventario de bajas : En el
primer paseo recorremos la zona del puerto y después la de los restaurantes.
Para llegar a la segunda cogemos un barco que en un minuto nos transporta al sitio
en el que están los puestos: aquí uno puede olvidarse de la envidia de no tener
uno de los yates fondeados comprándose un par de collares, un anillo y un llavero serigrafiado con una foto mandada desde el móvil.
Caminamos junto a los restaurantes haciendo
un inventario de los que ya no existen y de los que se han abierto nuevos.
Tratamos de recordar los detalles de las comidas que hicimos en aquellos que
están cerrados. Qué nos sirvieron, cómo eran los camareros, cuánto costaba, qué
mesa ocupamos, quiénes estábamos. Apenas prestamos atención a los restaurantes
que siguen y en los que también comimos.
domingo, 16 de agosto de 2015
La alfombra sobre nuestras cabezas
La alfombra sobre nuestras cabezas : Llegamos
mucho antes que nuestras maletas a la terminal de recogida de equipajes. Aprovecho
para quitar la opción de vuelo del móvil y ponerme al día de todos los mensajes
que me esperaban desde el último oasis de wifi de alguna tienda, restaurante u
hotel. Mando algunas respuestas. Cuelgo unas fotos. Cuando termino veo que casi
todos estamos haciendo lo mismo.
Al fondo veo a dos hombres
empujando una escalera. Los dos miran hacia arriba hasta que uno de ellos
levanta un brazo. El otro se sube a la escalera y va ascendiendo los escalones
lentamente, como si con cada paso el aire fuera más escaso. Al llegar
al último se saca lo que parece un destornillador de un bolsillo y quita un fluorescente
circular de su soporte. Lo cambia por otro. Un pequeño golpe de luz blanca
resalta la cara del que está arriba. Asiente. El de abajo agarra la escalera
con dos manos para que el otro descienda.
Todo el techo de la sala está lleno
de esas luces, extendidas sobre nuestras
cabezas como una alfombra para recibirnos.
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