Los
relojes están distribuidos aleatoriamente en cajas en las que pone "niño" o "adulto". Daniel se fija en el que buscaba. Me dice que no sabe si pedir en Amazon
ese modelo con botones amarillos o llevarse éste, todo negro, ahora mismo. Pienso:
llévatelo ahora, que tiene su historia, esa pequeña historia que empieza cuando
decidimos venir a examinarlo después de
ver “Life” y sigue cuando aparcamos en la Q3 de La Vaguada, escuchamos las
indicaciones de un hombre mayor sobre la localización de la tienda y damos con
la zona en la que los exponen. No quiero influir. Pienso en “Life”, en lo
inteligentes que son los autóctonos de Marte, en que la nueva película de “Alien”
se estrena el día de mi cumpleaños, en los dos agujeros que tengo en mi bolsillo
izquierdo que hacen que lleve las llaves y las monedas en el derecho. Al final
Daniel me dice que se lleva éste. La chica que me cobra me aconseja que le haga
una fotocopia al recibo para que pueda servirme de la garantía en el caso de
que lo necesite para proteger no solo un reloj de 5,99 € hecho en China, sino
su historia.