Bombones para los primeros auxilios : Quizás porque ya la historia de sus antepasados sea
tan interesante, en su casa solo tienen cabida aquellos objetos que vienen con
una biografía sugerente. Siéntate en el sofá del salón que da a la calle y fíjate
en ese agujero de la pared. No es un agujero cualquiera: vino un hombre enviado
por una oferta del banco a colgar una lámina de una fea escultura griega. Hizo
un agujero tan profundo que traspasó la pared y llegó hasta el baño de la vecina,
una mujer de ochenta años que les dijo que mirad lo que ha pasado, hijos. El
cuadro se cayó horas después. Ahí está, encima de la mesa con el cristal
partido. Y por ese agujero escucharon una tarde los gemidos de la mujer.
Profundos, largos. Placer o agonía. Para descubrirlo, fueron a verla con una
caja de bombones para disculparse por lo del agujero. La mujer les abrió la
puerta sofocada. Les dio las gracias y al rato volvieron los gemidos. Mientras
me lo cuenta, me sirve unas aceitunas que ha traído de un pueblo de Zaragoza.
Las acompaña con un vino que me sirve tapándome la botella. ¿Qué te parece?. ¿A
que es bueno?. Sí que es bueno. Un euro y medio, me dice. La botella no lleva
etiqueta, claro, porque no la necesita si a continuación me va a contar cómo la
descubrió.
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