La humildad de los adictos : La que lleva un rato atendiendo en el mostrador le
dice a la recién llegada que no manche mucho. La nueva golpea uno de los mandos
de la máquina de café para vaciarlo, sigue golpeándolo, lo llena, coloca una taza pequeña y
aprieta un botón. Después coge la taza, a la que se le cae el café por todo el borde, y la deposita sin plato encima de una bandeja. La veterana me dice que
me puedo llevar mi pedido sin añadir dónde puedo coger un sobre de azúcar y una
cucharilla. No importa. Ya lo hago yo.
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