sábado, 18 de junio de 2016

Osos o neones



Osos o neones : “Me gustaría deslizarme sobre unas raquetas en el Oeste canadiense, como Graham Boer, el buscador de oro, el héroe de mi artículo, clavar las estacas y balizar los árboles con un hache en valles helados. ¿Tendrá mujer e hijos ese Boer? Un tipo que se enfrenta al grizzly y a temperaturas de menos treinta grados no se muere de asco en un supermercado a la hora en que todo el mundo hace la compra. ¿Acaso es ése el lugar de un hombre? ¿Puede alguien circular por estos pasillos llenos de neones y de packs, sin ceder al desaliento?” 

Recuerdo el párrafo de la escena que abre “Felices los felices”, de Yasmina Reza. Parece que la elección tuviera que ser entre osos o neones, pero yo tengo en la lista de hoy varios artículos escritos por Lucía. Me gusta su letra. Prácticamente toda la comunicación escrita que me llega de ella es a través de Whatsapp, así que agradezco que gracias a la compra tenga este mensaje a mano dirigido a mí, aunque sea aséptico. No me importa. Me pone de buen humor seguir sus indicaciones como si, una vez completadas, fuera a tener un premio sorpresa.

miércoles, 1 de junio de 2016

Lágrimas de futbolista



Lágrimas de futbolista : Los chicos del peto amarillo tratan de seguir las indicaciones de un entrenador que no deja de gritarles cómo hay que proteger el balón. Me parece bien que se les enseñe las reglas. Me parece mal que se lo tomen tan en serio. No sería un entrenador muy de fiar yo. Hoy me habría dedicado a ensayar con ellos los penaltis después de ver cómo se decidió el ganador de la última Copa de Europa. Quizás a estas edades haya que hacerles creer que uno posee el suficiente talento, la suficiente fuerza, el suficiente amor propio como para no tener que llegar nunca a la prórroga y, menos aún, a los penaltis. Aún así, los practicaríamos y, después, representaríamos la parte de las lágrimas. Las lágrimas, chicos, tienen que ser más grandes que aquellas de quienes os han visto perder. Ensayaríamos las lágrimas y las posturas de la desolación. Todos tumbados en el suelo, o arrodillados, o caminando con la cara entre las manos.