La llave bajo el felpudo : El contable es ese músico que sabe que ahí donde actúe
siempre le van a poner delante la misma partitura para que la interprete. Hay que
entenderlo y disculpar esos gestos lentos, ese aburrimiento como musgo que
trata de combatir con la precisión de sus números. Conviene elogiar su
segmentación de la cuenta de pérdidas y ganancias por centros de costes y su
habilidad con las tablas dinámicas. Así ofrecerá una sonrisa pequeña mientras
se lleva la mano al nudo de la corbata para comprobar que está bien apretado.
Para él el bote de cristal con pequeñas gomas de borrar con forma de cabeza de
zorro es un código en su lista que se sabe de memoria. Debajo de ese código
está la llave con la que a veces abre la puerta del pasado para saber en qué
momento no supo tomar el camino que le habría llevado a ese departamento en
el que se reúnen para decidir el número de cabezas de zorro que va a
llevar el pequeño frasco y, lo más importante, de qué color ha de ser el tapón.
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