Un baño flemático : Lucía y yo nos damos el primer baño de la temporada
con cierta flema inglesa, como si nos hubiésemos prohibido las manifestaciones
de alegría. Nos da por ahí aunque no tengamos razones objetivas para la queja:
el agua está caliente, el vigilante nos deja jugar con los aros y la piscina es
lo suficientemente amplia como para encontrar un hueco en el que jugar. A pesar
de todo, nada de risas, ni de gritos, ni de salpicaduras. Terminamos nuestra
sesión de juegos como si cumpliéramos con una prescripción médica que hubiera
determinado el momento preciso de hacerlo. Nos secamos. Nos cambiamos. De
vuelta a casa decidimos parar en el restaurante chino de siempre para comernos
unas gyozas y celebrar, ahora sí, que hemos estrenado la piscina este año.
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