Lo que quedará de todo esto : La Fonda
del Tozal es una de las posadas más antiguas de España, en pie desde el siglo
XVI. Dice el folleto : “Tratantes de ganado, maletillas, comediantes, en
fiestas y ferias, y durante el resto del año : arrieros, carreteros, vendedores,
peleteros, pastores, masogueros, jornaleros, labradores, etc. Toda una variedad
de tipos sociales hoy en día ya desaparecidos como clientes”.
La puerta de entrada está cerrada.
En un cartel se recomienda avisar a la persona que atiende el bar de al lado,
construido en lo que antes eran las antiguas caballerizas. La mujer de la barra
se marcha corriendo y al rato regresa para decirnos que pronto nos abren. Teruel,
Diciembre : frío. Poco después llega un hombre con las llaves en la mano para
no perder tiempo.
-No hay ascensor – se disculpa,
ofreciéndose a llevar una de las maletas. Nos hace una breve introducción al edificio, que su familia compró por dos arcas de azafrán, y después de comprobar
la reserva en un cuarto que parece el almacén de un anticuario, nos entrega el
folleto.
“Gran parte de los objetos que el
viajero puede ver en el Bar, son utensilios de uso de la casa y objetos
perdidos y olvidados por los viajeros en la antigüedad: cántaros, tinajas,
calentadores de cama, maletas, baúles, ropas, relojes, etc…”
Efectivamente, por todas partes hay
objetos y muebles de varias épocas. Para avanzar hay que sortear años. Sobre
una mecedora, un gato de piel marrón nos observa con ojos tranquilos. Más allá,
junto a una mesa con un cenicero en el que se ve una única colilla, hay una
pizarra anunciando un Barça-Madrid. No sé si es algo espontáneo o el gesto de
alguien que ya sabía qué convenía añadir de este tiempo.
Las camas de la habitación ofrecen la promesa de un sueño lento.
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