El ejercicio de matemáticas : En “Wasteland”,
un cuento de Charles Baxter, uno de los personajes, Warren Banks, se queda con
una pistola de la que debería deshacerse. Su vida cambia.
“En casa mi carácter mejoró, en
lugar de degenerar. Conocer mi pequeño secreto me permitía sentarme con Gary,
mi hijo menor, a practicar con el piano, lo felicitaba en los pasajes de Czerny
que había conseguido dominar, y lo ayudaba en las partes que no se había
aprendido. Me convertí en un ferviente ángel de la paciencia. Ayudé a Sam, mi
chico mayor, con un trazado de vías de tren a escala. Preparé más cenas que de
costumbre: desde el pollo a la mostaza con miel, seguí con diversas recetas de pescado
relleno y otros platos con salsas que antes solo existían en mi imaginación.
Era atento con Ann. Nuestra intimidad mejoró. Empezamos a susurrarnos de nuevo.
Hacía años que no nos susurrábamos”.
“Wasteland”, de la colección “Grifo”,
de Charles Baxter – Página 190
Pienso en ese párrafo todo el día.
En esa seguridad que le da la pistola y en el talento de Baxter al mostrarlo.
Mientras espero a que Lucía salga de clase me doy cuenta de que todas las
acciones a las que hace mención son cotidianas: bien podrían ser la relación de
tareas que podría esperarme esta tarde.
No tardo en descubrir que el patio
se está vaciando y que Lucía no está. De repente me parece que soy el único que
sigue esperando. La rutina, esa capa que protege y estandariza la realidad como
la los paquetes de comida del supermercado, se raja. Lo rápido que ofrece el
cerebro la relación de cosas malas que pueden haber pasado. Le pregunto a
Daniel si reconoce a algún compañero de clase de Lucía, a algún padre. Me dice
que no. La puerta del patio está a punto de cerrarse. ¿Habría sido mi reacción diferente de compartir el mismo secreto que Warren Banks?
Entonces empieza a salir al patio
la última clase que quedaba. Lucía se explica antes de que le pregunte.
-El profesor de matemáticas ha
dicho que hasta que no acabáramos un ejercicio, no salíamos. Siempre dicen lo
mismo pero hasta ahora nunca lo habían hecho.
Warren
Banks acaba desprendiéndose de la pistola lanzándola en medio de unos pastos
altos después de disparar cuatro veces a la pared de una central nuclear. Ahí
acaba esa corta experiencia de la pistola, regresando así a su vida normal. A
esa misma vida a la que vuelvo cuando dejo las bolsas con los libros en el
maletero.
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