Múltiplos de cuatro : Decido hacer un
revuelto. Abro la nevera y regreso a “Los quinientos pesos”, un cuento de
Onetti que he acabado de leer sobre los prejuicios y la poca información que
pedimos antes de opinar, mientras el cuerpo va a lo suyo. El cuerpo, que coge
cuatro huevos (todas las medidas son múltiplos de cuatro), y el cuenco de
plástico, y saca la sartén, y busca dónde está la sal, y levanta varios platos
buscando el más apropiado, y coloca el bote de cristal con el aceite y deja a
mano el rollo de papel de cocina. La conciencia, que regresa al último párrafo,
aquél en el que el protagonista devuelve en forma de flores sobre la tumba,
cada uno de los quinientos pesos que la fallecida a la que cuidaba le había
dejado en herencia, mostrando así que él no lo hizo por el dinero. “Porque lo
vieron de pie y de rodillas en el pescante, y luego de pie sobre la tierra
gorda, negra y siempre húmeda, sobre el pasto irregular e impetuoso, braceando
sin pausas, jadeando por la mueca resuelta y fatigada que le descubría los
dientes, para trasladar al voleo las flores recién cortadas, del coche a la
tumba, un montón y otro, sin perdonar ni un pétalo ni una hoja, hasta devolver
los quinientos pesos, hasta levantar la montaña insolente y despareja que
expresaba para él y para la muerta lo que nosotros no pudimos saber nunca con
certeza”. El cuerpo, que ya dispuesto todo, me reclama. Regreso del cuento.
Cuatro huevos, cuatro huevos no son suficientes.
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