Una lectura templada : En una mesa
elevada junto a la ventana, una mujer lee un libro. Bastaría con pedirse un
café y mirar a la gente que pasa por esta concurrida esquina. Es la hora en la
que los niños salen del colegio, el momento en los que dejan la oficina se
detienen unos segundos de más después consultar el móvil o de encenderse un
cigarrillo para experimentar el primer instante del viernes.
Yo también tengo mi libro: el Kindle
lo dejo para los días laborales. Es el tercer tomo de los Diarios de Iñaki Uriarte
que acabo de comprar en La Central. Lo que voy leyendo me gusta, pero no logro
que las páginas me quiten la extraña sensación que me ha dejado el habérmelo
encontrado apilado en la entrada como un best seller. Este libro, aunque el almacén
esté repleto, hay que esconderlo. Dejar solo uno de ellos en la parte
correspondiente de la estantería para alegrarse al descubrirlo. O, mejor aún,
verse obligado a preguntar por él.
Dos adultos leyendo en la cafetería
le devuelven al viernes lo que éste les ofrece cuando levantan la vista para
mantener bien templada la lectura.
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