Creo que ahora impulsan la celebración de Halloween para que cuando la gente, desesperada por la crisis, se lance a la calle, uno pueda pensar, al ver a alguien echando sangre por la boca y con un brazo ajeno en cada mano, que se trata de algún despistado que le ha cogido gusto a lo del disfraz.
Sea como sea, no cuesta adaptarse a esta celebración porque tiene el mismo fondo que las oficiales : ninguno. El día de la Hispanidad, la primera comunión o el entierro del perro, todo está vacío. Como nos hemos quedado secos de significados, cualquier cosa vale y esta es divertida porque puedes encontrarte con gente mal vestida, sin lavar, sin peinar, arrastrando los pies y murmurando palabras ininteligibles. Y todo eso sin que haya empezado la campaña electoral.
Celebramos Halloween, pues, y en todas las cadenas infantiles aparecen vampiros, zombies y hombres lobo para que los niños se aficionen sin darse cuenta. Y en Carrefour te echan una mano con disfraces baratos. Y los restaurantes están decorados con arañas y calaveras.
Inmersos en estos días de instrucción, detrás de los que sólo hay el deseo de hacer un poco el gilipollas, Daniel me pide que le ponga una película que no haya visto. Pienso en Wes Craven, por ejemplo y en cualquier título suyo. Las colinas tienen ojos, Las colinas tienen ojos 2, Scream, Scream 2, Scream 3, Scream 4, Scream 5, La maldición, Pesadilla en Elm Street o La nueva pesadilla. Este hombre vive su eterno Halloween. Un Peter Pan que busca a Campanilla en un montón de casquería.
La cosa podría ir por ahí, porque comenzamos por un Wes, sí, pero no Craven, sino Anderson. Hace unos días he grabado “El fantástico Sr. Fox” y este es un buen momento para verla, antes de comer, con Lucía en su cuarto, María de compras y los hombres, dos, tumbados en el sofá dispuestos a compartir una película.
Voy buscando alguna excusa para marcharme a los pocos minutos, pero bastan unas cuantas escenas para darme cuenta de que merece la pena ver esta película. Sí, me espera “El secreto de Christine”, por ejemplo, pero esta película está muy bien.
Y ahí nos quedamos los dos, tumbados en el sofá, de principio a fin. Nos hemos equivocado de Wes, pero no nos arrepentimos.
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