O la virtud está en el medio blanco. El título da un poco igual, que, para los que somos, tampoco vamos a estar limpiando la casa todos los días.
El partido del Madrid de hoy es a las diez de la noche. Me imagino volviendo en el metro a las doce y ahí se termina mi impulso madridista de primera línea. Saco al madridista de intendencia, al que se queda pelando las patatas mientras otros se juegan la vida en el frente. Con el cuchillo de pelar y los tubérculos en la mano, me siento frente a la televisión a ver el partido.
No puedo pelar ni una sola patata. El Madrid es un martillo y el Villarreal un castillo de azúcar. Esto sí que es fútbol y los que juegan van de blanco, lo que es una sorpresa. El arranque del Madrid es brutal, en el sentido completo de la palabra. Me imagino a Juanma Trueba limitándose a coger al vuelo lo que Xavi Alonso y compañía van dictando para escribir su crónica.
En media hora, el partido está acabado y los del Villarreal, cabizbajos, se van repasando los dientes con la lengua para saber si han perdido alguno en el combate, que todo puede ser. Si uno puede hacerse cardenales en la autoestima, alguno hay que se quedará con ellos de por vida por mucho que frote.
Pasada la media hora, el Madrid se dedica a pensar en otras cosas y le presta la misma atención al partido que el padre que, tomándose un aperitivo el domingo, vigila a los chicos que juegan en el parque. Nada serio.
Algunos dirán que esta postura del Madrid es egoísta, pero yo creo que lo hacen por nosotros. Mourinho nos regala el segundo tiempo, en el que no sucede nada de nada (el padre se pide otra cañita y los niños juegan a tirarse arena a la cara, angelitos) para que lo aprovechemos como mejor sepamos.
Puedes seguir con "El secreto de Christine Falls", o ver un capítulo más de la interminable segunda temporada de "En terapia", o estudiar si con 26.000 millones la banca española se apaña, o meterte en la cama solo, o meterte en la cama acompañado, o poner el lavavajillas para que los restos de la cena no se sequen y haya que frotar, o poner un poco de orden, o coger un cuaderno de chino y empezar a estudiar chino, para cuando el dueño del Madrid sea chino, o llamar a tu madre, que ya te vale, o prepararte la ropa para mañana.
Ser del Madrid alarga tu día. Además, te vas contento a la cama. Y para todos aquellos molestos por los métodos diplomático de Mourinho, pueden jugar a ser del Madrid el primer tiempo y a dejar de serlo el segundo, lo que te convierte en un madridista ejemplar, porque ahí, entre serlo todo el tiempo y no serlo en absoluto, está la virtud blanca, que era el título de este post y que espero haber demostrado.
Ahora, a pelar patatas, a ver si me hago la tortilla.
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