Hace un mes no teníamos olla express. Ahora tenemos dos.
Lo cierto es que hace un mes teníamos una olla express a la que se le había perdido la pieza que controla la presión. Es una pieza negra de plástico que, creo yo, supone el 0,0001 % de posibilidades de que una olla express, rotunda como un insulto en alemán, deje de funcionar. Pues ese 0,0001 % se perdió, sin que, cada vez que veíamos a la olla inutilizada, supiéramos ni dónde, un cuándo ni por qué.
Tan triste como ver a un tanque inmovilizado por haberse quedado sin correa de transmisión. O el equivalente en un tanque.
Decidimos comprar otra olla express para volver a la comida sana, la de las zanahorias, el sol saliendo por el horizonte, las patatas, lo niños corriendo por los campos, las judías verdes, los árboles mecidos por el viento, el brócoli, las manos llenas de tierra y la coliflor. Aunque el resto iba a seguir igual, la cocina iba a ser la cocina de una casa rural. Gracias a esa olla express, que compramos, claro que compramos.
Y el tanque lo aparcamos junto a la entrada, esperando otro impulso ecologista que nos llevara al punto blanco a dejarlo, para reciclarlo o malvenderlo o llevarlo a algún país Africano. Por lo visto, cualquier opción es posible. En cualquier caso, tú sales con la conciencia tranquila, que ir a un punto limpio es la versión ecológica de la confesión : entras sucio y sales limpio. En un te absuelve el cura, en otro, el planeta.
Así brillaría nuestra conciencia si la asistenta no se hubiera fijado en la tapa y se la hubiera llevado después de dejarnos una nota en la que no nos pedía un rescate, no, sino que nos anunciaba que iba a llevarla a una tienda para que le implantaran la pieza.
¿Hay tiendas así? – pensé.
Pues las hay, sí. Yo pensaba que las cosas se compraban y se tiraban, pero parece que hay gente que monta una tienda de piezas para ollas express sin pensar en lo que puede pasar, que básicamente es esto : la gente como yo acude a ellas y deja de comprar ollas express y la fábrica de ollas express ve caer su demanda y con la caída de la demanda van los ajustes de producción, y los despidos, y los problemas para pagar a los proveedores, y la caída de pedidos a esos proveedores, y las dificultades para devolver préstamos, y la paralización de nuevos proyectos de desarrollo para alcanzar la olla express del siglo XXII, y la disminución de menús servidos en los restaurantes de la zona, y el menor uso del transporte público y la paralización de la campaña publicitaria prevista en prensa, radio y televisión. Más pobreza.
Sí, tapas el agujero de la olla, pero le haces uno más grande a la empresa.
A cambio, florece la economía del reciclaje, de la compra necesaria, de los diseños útiles, de los comercios locales, del ahorro, de la caída de los residuos, de la eliminación de los productos químicos, de la pegatina de la flor en el coche, del coche que se abandona por la bicicleta y del juguete hecho con latas de coca-cola.
El problema es que en el trasvase de una economía a otra, mucha gente se va a quedar en el camino. Es probable que el que tiene la pegatina de la flor en el coche trabaje en la fábrica de ollas exprés.
Así que ahora tenemos dos ollas express y debemos elegir una. Es una elección difícil. A una le hemos cogido cariño (con ella hemos hecho muchos purés para los enanos) pero la otra es más fiable (la famosa pieza negra viene de fábrica)
Y ahí están.
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