Historia del ocio: A veces la hora de la cena nos pilla merendando
chucherías. Hoy Lucía abre la bolsa con sus favoritas y solo deja que nos las
comamos de una en una. Son tardes largas frente a la televisión en las que nos
beneficiamos de uno de los frutos de la revolución industrial: el ocio. Ahí donde
se nos ve, somos el resultado de la historia. Tal vez por eso deberíamos
honrarlo de otra manera, pero el ocio no es muy exigente: se puede comprobar en esa fotografía que Cartier-Bresson hizo a un grupo tomando vino un domingo a la orilla del río Mame.
Formó parte de un reportaje con el que se quiso celebrar los quince días de
vacaciones pagadas aprobados por el Frente Popular en 1936. Tampoco hacían gran
cosa. Mirar el río. Charlar. Beberse un vino. Quizás ese sea el camino, hacer
lo mínimo sin llegar a pararse. Nosotros vemos la tele. Charlamos. Comemos
chuches. No soy Cartier-Bresson, pero no por eso nos vamos a quedar sin nuestra
foto.
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