Esperando
al quitanieves : Cuando Daniel se duerme, salgo a la terraza de la
habitación del hospital, pego una pequeña banqueta a la pared y continúo con la
lectura de “Tú ganas, Jack”, de Elmore Leonard. Una novela negra en papel me
parece hoy la mejor opción, tal vez porque la sangre de la historia casa bien
con mi recuerdo de lo que fue mi operación de amígdalas : han pasado casi
cuarenta años, pero estoy seguro de que el médico todavía niega con la cabeza para
sí al recordar, como yo, aquella palangana rebosante, aquella toalla empapada,
aquella operación que hubo que repetir un año después.
Agradezco el ruido de tráfico que
me acompaña de fondo mientras en el libro una tormenta de nieve asola Chicago y
en el restaurante de la última planta de un hotel tres ejecutivos tratan de
ligar con Karen Sisco, una Marshall que le sigue la pista a dos fugitivos. A
uno de ellos por motivos más que profesionales. Esa nieve también es una buena
razón para haber elegido este libro porque la sensación como acompañante en un
hospital es la de encontrarse atrapado por la nieve. No hay nada que hacer
salvo esperar a que el médico, como si abriera un sendero con un quitanieves,
entregue el alta. En lo que sucede, me doy el lujo de leer despacio.
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