Mística a la siciliana : Escucho a
Franco Battiato en el teatro Price desde un asiento bastante alejado, por lo
que no puedo verle bien la cara. Ya es la cuarta o la quinta vez que asisto a
un concierto suyo. Este es prácticamente idéntico al que dio en este mismo
lugar hace unos años, lo que agradezco. Debe ser cosa de la edad: antes buscaba
novedades, ahora quiero escuchar lo mismo. ¿Por qué va a dejar su lugar a otro
un tema como “La sombra de la luz”?
Sí me hubiera gustado ver cómo
reaccionaba Battiato a sus temas, los gestos de su cara, el movimiento de las
manos. Ver cuál sigue siendo su relación con las canciones que se van
sucediendo, sobre todo las que consiguen que el público se levante para
bailarlas. Pero es imposible. Es una figura lejana a la que le pongo la cara de
la foto que aparece en una entrevista que Irene Hernández Velasco le hizo en el número nueve de la
revista Jot Down el año pasado. La nariz, los ojos y al sonrisa de la página
ciento ocho me recuerdan a Virgina Woolf. Es una entrevista interesante de la
que me voy acordando conforme escucho el concierto.
En ella admite que vive en silencio, apartado,
preparándose para una muerte mística que ha elegido; que cree en la reencarnación;
que medita dos horas diarias; que tardó un mes en terminar la letra de “La
sombra de la luz”, escribiendo cada día la frase que le venía a la mente: ”no
que pensé, sino que me vino de arriba”.
Al final del concierto suena “Cucurrucucú”. Todos los que estamos allí, muchos italianos, coreamos el estribillo
de pie, a voz en grito. Esa locura instantánea, pienso, también será el
resultado de sus atentas lecturas de Gurdjieff, Jäger Willigis o Santa Teresa
de Ávila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario