A paso de oso : Los
domingos cierran la calle Fuencarral para hacerla peatonal. La zona se llena de
niños en patines o en bicicleta. La zona se llena de padres grabando a sus
hijos en patines o en bicicleta. El domingo avanza lentamente, como un oso
polar sin ninguna amenaza a la vista.
A las doce y media empieza otra función
en el teatro de marionetas. Nos acercamos a verla aunque es la misma que la
última vez : Un granjero tiene una vaca que quiere robar el demonio. Para
evitarlo, los niños tienen que gritar como locos para avisar al granjero.
Los niños gritan como locos. Si se
combinara esa desinhibición para chillar con nuestra capacidad para ver más y
más demonios intentando llevarse nuestra vaca, la realidad sería un grito
continuo. El granjero, alertado, acude corriendo para salvar a una vaca que
debe dar leche de peluche. Fin.
Antes de que los niños vuelvan a
sus patines y los padres a sus cámaras, el titiritero nos anuncia que vende
cuentos a tres euros. Nos informa de que los ha comprado en una tienda de
chinos, donde son más baratos, pero que así se financia el teatro.
En Madrid, los chinos controlan más
del 50% del pequeño comercio. Puestos a distribuir papeles, no sé si son el
demonio, el granjero o la vaca. O todos a la vez. Lo que sí queda claro es que nuestro papel empieza a ser el de espectadores.
Intento caminar a paso de oso para que la mañana se alargue y mis pensamientos no se dispersen. A veces no hay nada más peligroso que una idea sobre patines.
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