Ballenas :
1-El cielo
Miro a la izquierda y veo un cielo
sugerente, así que bajo la ventanilla y hago unas diez fotografías, buscando la
mejor manera de encuadrar la señal que aparece. No tengo mucho tiempo porque
está a punto de cambiar el semáforo.
En el asiento de detrás están
Daniel y Lucía, con el uniforme del colegio y un poco de sueño.
2-La ballena
En las paredes de la sala de espera
hay varios dibujos de animales. Me gustan. Pienso en hacerle una fotografía a
una ballena sonriente pero decido dejarlo para cuando salgamos. En el libro que
Daniel va ojeando mientras esperamos, aparecen dos ballenas.
“Se cuenta que hubo marineros que
confundieron una ballena con una isla e intentaron desembarcar en ella” lee Daniel.
El libro me costó siete euros. El
precio de cinco cortados.
3-La pediatra
Vemos a esta pediatra en la
revisión anual. Nos saluda como si no hubieran pasado doce meses desde la
última vez que preguntó.
-¿Qué me contáis?
Daniel y Lucía discuten para saber
quién es el primero en desnudarse y tumbarse en la camilla. Al final es Lucia
la que tiene que rendirse porque el número que anunciaron en la pantalla es el
que ella tiene en la mano y en él aparecen sus iniciales.
4-El marco del cuadro
Lucía se tumba en la camilla y la
pediatra pone sus manos sobre su estómago.
Ahí está, encima de la camilla, la
misma ballena que he visto fuera. Al lado, un pingüino, y un gato cuadrado con
una especie de collar alrededor del cuello, como el que llevaban los nobles en
siglos pasados. Parecen que esos animales se comunicaran con unos corazones que
van de unos a otros por la pared.
La pediatra da unos pequeños golpes
secos en el estómago de Lucía. Todos colocamos nuestro silencio detrás del
suyo.
Después le pide que se ponga de
pie. La pediatra la mira con la atención del que ve un cuadro. No la pintura en
sí, sino el marco.
5-Dos dientes
Daniel se tumba en la camilla y la
pediatra pone sus manos sobre su estómago.
¿Es exactamente la misma ballena
que había fuera? Es probable que sí, pero debe existir una pequeña diferencia,
aunque sólo sea porque la misma mano no pudo recortarlas iguales. Bastaría con
colocar una encima de la otra para verlo. Sea como sea, creo que ésta se ha
movido un poco. No sé si tanto ella como el pingüino y el gato noble hacen
esfuerzos por mantenerse inmóviles. Diría que sí.
La pediatra y nosotros volvemos a
colocar nuestros silencios en fila india. Dentro de su silencio no sabemos qué
hay. Dentro del nuestro, sí : miedo. Daniel bromea, pero eso no nos
tranquiliza. Sabemos que esa pediatra sabe mirar, tocar, escuchar, y que tiene
la capacidad de descubrir algo que no esté afinado. Tememos, en nuestro
silencio, que haga un gesto y que algo en su cara cambie y vuelva a repetir el
gesto. Cuántas historias habrán cambiado así, por ese pequeño hilo que está
suelto.
Las pruebas se van sucediendo sin
prisas. Al mirar sus dientes nos recomienda que vayamos al dentista. Sus
palabras desmenuzan nuestro miedo convirtiéndolo en el cotidiano, al que ya nos
hemos acostumbrado.
6-La letra de la pediatra
En un papel anota el nombre de un
especialista en marcos. Antes de que hagamos cualquier pregunta, ella se
anticipa.
-Nada que no se pueda solucionar
con natación.
La ballena mueve la cola. Parece
que el pingüino hace lo mismo con una de sus aletas. Están en la consulta de
una pediatra que recomienda a sus pacientes que naden. ¿Cómo no se van a sentir
cómodos ahí? Las paredes y el techo deberían estar cubiertos de animales
marinos. Pulpos, estrellas de mar, delfines, tiburones y hasta peces espada.
La pediatra, Lucía, María y yo
vemos cómo Daniel, tranquilamente, se pone un calcetín y después otro.
7-Gusanos
Por la garganta de la pediatra se
movían palabras oscuras, palabras afiladas, palabras con patas peludas, palabras
gelatinosas, palabras frías, palabras con dientes afilados, palabras directas, palabras
dando vuelas sobre sí mismas, o hambrientas. Subían y bajaban por su garganta,
esperando ese gesto que se repite, ese cambio en el rostro que permita que una
de ellas se adelante y la tarde empiece por oscurecerse para nosotros. Puede
ser una palabra fina como ese hilo del que se tira mientras se piensa en otra
cosa.
Muchas de esas palabras podrían
estar en su lengua, moviéndose como gusanos mientras ella, sonriendo, espera a que
salgamos.
8-Los dibujos de la pared.
Cuando salimos, la pediatra escupe
esos gusanos en sus manos y los acerca a la ballena, al pingüino y al gato. El gato
abre la boca y atrapa varios con sus colmillos. El pingüino se traga otros sin
masticarlas. Los que quedan se los come la ballena.
9-Monedas
Ese es el único problema que
tenemos al salir de la consulta. Meto la tarjeta del aparcamiento en la máquina
y rebusco en los bolsillos monedas para llegar al importe que marca. Tengo
suerte.
Daniel quiere llevar el ticket
hasta el coche.
Cuando ya estamos en la autopista
me doy cuenta de que no le he hecho la fotografía a la ballena. Quizás siga ahí
el año que viene.
10-Gorgueras.
El semáforo se pone en verde. Creo
que han salido fotografías bonitas y prescindibles, porque en el fondo cuentan
una historia que no se ve. Son las fotos que se hacen cuando no hay nada que te preocupe.
Si se presenta la ocasión, les tengo que
contar que lo que llevaba ayer ese gato al cuello era una gorguera.
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