Pleno : Vivimos
con la creencia de que esa bola de piedra que es el lunes se vuelve el sábado
ligera y que basta con lanzarla con suavidad para que recorra limpiamente la
larga pista hasta derribar esos bolos que el resto de la semana resultan
inalcanzables. No deja de ser una ilusión, porque muchos sábados los bolos
están más lejos. O no están.
Hoy no es el caso. Estamos sentados
en la mesa del salón, con una botella de Arzuaga abierta, el aceite de la
fondue listo, el plato con los trozos de carne cortados en trozos cuadrados, el
pan del día dispuesto en un cuenco de madera, Morcheeba de fondo, las salsas
distribuidas en cuatro recipientes cuadrados, el mantel sin ninguna mancha, la
luz entrando por las cortinas del salón y los enanos a punto de coger cada uno un nacho del plato.
Puestos a elegir, prefiero creer
que escenas como ésta siguen existiendo aunque las olvidemos. Al lado de esto,
lo de la vida después de la muerte me parece secundario.
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