Fantasmas de piel fría : Al infierno se
puede llegar subiendo unas escaleras. Ahí está el departamento de reclamaciones
de Movistar, una zona en la que me imagino que los que atienden al público,
como los liquidadores de Chernobyl, solo podrán permanecer por pocos periodos
porque todos los clientes que llegamos tenemos una historia más o menos tóxica.
Son las ocho de la tarde y solo hay
una persona en su puesto. Abajo se quedan las azafatas 3G, el glamour de la
exposición de los nuevos terminales y, en general, ese ambiente de planta neonatal
en el que otros clientes salen contentos con su recién nacido smartphone en la
mano. Abajo hacer calor : aquí se nota cierto frío, como el que dejan los
fantasmas de ojos sangrantes en casas deshabitadas y que en este rincón
provocan todas las quejas, lamentos y maldiciones contra Movistar que se han
ido acumulando en el aire y que merodean alrededor como invisibles medusas.
En este frío infierno, simpatizo al
instante con el trabajador que va atendiendo con paciencia a los que me preceden
en la cola. Una retraso en una reparación. Unas dudas sobre una garantía. Al
margen de la fila, una mujer mayor, inmensa, que se mueve con muletas, exige
hablar con el manager. Que tiene que ser ya. Otra, con cierto humor, explica
que llevan mucho tiempo cobrándole por algo que ella no ha pedido : enseña
papeles, sellos duplicados y fotocopias con la esperanza de que en esta última fortaleza le den una respuesta que no la obligue a caminar sola y desterrada por la llanura
congelada de la burocracia oficial.
Cuando me llega el turno, me convierto en el último al que atiende porque en quince minutos cierran la tienda. Me
alegra pedirle una gestión tan fácil como un duplicado de tarjeta. Parece algo
aliviado. La mujer de las fotocopias espera una respuesta. El hombre descuelga
el teléfono y marca el 1004. Vuelve a hacer una consulta y espera. Somos un puesto
avanzado que espera noticias del Estado Mayor, para el que parece que no
existimos. Deja la señal de espera de fondo y me pasa un papel para que se lo firme. La
mujer de las muletas no se cree que el manager esté reunido. Sigue sonando la
señal de espera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario