La lonja en las afueras : Ninguno de
los tres editores sabe muy bien qué hacer con un blog como éste. Yo les
entiendo porque a mí me pasa lo mismo. Los tres lo miran como si fuera un pez
fuera del agua que se agitara violentamente en la mesa que nos separa. Se trata
de echarlo al agua, me dicen, sin proponer unos pasos concretos. Pensaba que
sería más fácil elaborar un plan en una ciudad que está rodeada por agua, pero
este mar está reservado para las novelas, a las que imagino nadando tranquilamente,
orgullosas, recibiendo la luz del sol en sus escamas.
El pez que boquea violentamente no
tiene nombre. Lo observan sin saber si su carne es comestible, si se vendería
bien. Me dan alguna sugerencia, algún consejo, con esos segundos de duda del
que señala una dirección sin estar plenamente convencido del mapa. Yo lo anoto
todo en mi cuaderno recién comprado con mi bolígrafo recién comprado, aunque al
final de las jornadas me sobre espacio en la primera hoja.
Cojo al pez por la cola. No voy a
poder soltarlo en las aguas editoriales. Tampoco lo voy a dejar aspirando con
ansia el aire de un entorno que no es el suyo. Abro el portátil, lo enciendo, y
lo voy sumergiendo lentamente en la pantalla brillante. Veo cómo nada aliviado
por la superficie. Después se dirige hacia el fondo hasta desaparecer.
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