Media
hora antes del Big Bang : En “Prometheus”, una película que no parece una
película, y menos de Ridley Scott, un marciano, alto como una escoba y media,
se tira al mar en un planeta para que sus genes se disuelvan y surja la vida en
esa tierra lejana (que no en la película, que nace muerta y así se queda hasta
el final). Como explicación del origen de la vida no está mal, pero
la historia habría sido diferente si el señor Scott hubiera visto, como yo hoy, en picado, una
vasija de barro con sus alubias, su chorizo y su morcilla, bien cuajado todo. De
haberla visto, de haberla olido, de haberse enfrentado a un plato
caliente con una cuchara en una mano y un trozo de pan en la otra, habría descubierto que la vida nació aquí, en este plato, y que toda esa cháchara del
marciano y su traspiés no deja de ser una rendición por no haber tenido el valor de
sacar un plato de alubias en una película de ciencia ficción. Alubias en el
espacio : con dos cojones. Y así habríamos tenido al marciano volcando la vasija de alubias en el
río para darle un empujón a la naturaleza en una gran escena científicamente
irreprochable. I-rre-pro-cha-ble. En esto pensaba cuando iba por la mitad del segundo plato, media hora antes del Big Bang.
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