Monedas de barro : Salgo del concierto
de Battiato con la sensación de que se va despidiendo de nosotros en cada una
de sus actuaciones. No ayuda a ponerse optimista el hecho de que los lugares
donde estos años le he visto actuar poco después hayan desaparecido : el teatro
Albéniz y el escenario del patio del Conde Duque, como si parte de ese adiós
incluyera una política de tierra quemada. Por eso a la salida del Price no miro
hacia atrás y salgo deprisa, sin detenerme en el puesto en el que se vende su
último cedé. Sólo me siento a salvo cuando no estoy a cubierto.
Al margen de esta separación por
capítulos, el concierto me ha gustado porque ha sido una representación de la
historia de Lázaro con toque siciliano. Battiato comienza sentado
en lo que parece una cama (cada año más grande y mullida), limitándose a mover
las manos, y, conforme van pasando los temas, se va a animando visiblemente
hasta que en un arranque definitivo se pone en pie y se agita con el baile
suave del que descubre que se encuentra en la cubierta de un barco con mar
picada. Un estilo que valoro y aprecio porque es el único que domino. El
público responde poniéndose también en pie y dejándose llevar por esa alegría
contagiosa con la que llenó canciones como "Centro di gravità permanente" o "Cucurrucucú paloma" y que no parecen vaciarse nunca.
Anda Battiato dándole vueltas al
tema de la vida y de la muerte en sus últimas canciones con una extraña alegría
para alguien que le ve ya las guadañas al lobo, lo que contrasta con ese pesimismo
gótico de veinteañeros para los que la muerte es un tema de complementos oscuros de ya es otoño eterno en el Corte Inglés.
Yo escucho interesado porque en cierto modo me está hablando desde el futuro
y cuando llegue a él me gustará encontrar alguna botella vacía (Ribera si
puede ser) con algunas de estas letras dentro. Presto atención y me digo que,
siguiendo la lógica, el próximo concierto lo dará tumbado y a, final, en el
momento más heavy de la noche, se sentará. Que en el siguiente se meterá bajo
el edredón, sacando la cabeza en los dos últimos temas. Y que seguirá así hasta
que lleguemos a dudar de si está ahí o no.
Personalmente, a mí me da igual. Sé
que, por el tipo de canción que es, siempre tendrá fuerzas para cantar la que
más me gusta: “L´ombra della luce”. Esta noche la pantalla que hay en el escenario,
desaprovechada casi todo el tiempo, acierta con las imágenes de esta canción.
Es el tema central : las que le preceden son el camino de ida y las que quedan,
las de regreso. Quizás parte de su optimismo venga de la certeza de que, por
más lagunas que haya que cruzar más allá, un tema como éste te asegura que
siempre tendrás en el bolsillo las monedas de oro necesarias para pagar todos
los peajes hasta llegar a donde quieras.
Supongo que ése es el secreto que
no deja de enseñarte una y otra vez.
Salgo del concierto pensando,
también, en que ahora las cosas son distintas : la hucha es de oro, pero las
monedas que vamos consiguiendo y metemos dentro son de barro.
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