Recetario de medidas evasivas: La relación con un sueño tiene dos fases. La primera,
inofensiva, es la que se representa con la frase “persigue tu sueño”. Es una
persecución tranquila porque es uno el que impone el ritmo : hay domingos,
zonas neutrales, y si ves que lo necesitas puedes aparcar el proyecto unas
semanas (o unos años) en las que aprovechas para quejarte a los amigos de lo
duro que es todo. Todos tenemos un sueño de este tipo, que con el tiempo suele adquirir
la consistencia de un peluche de Disney si no se le hace caso. En caso de
fracasar, tampoco pasa nada. La otra fase es la peligrosa. El sueño, al
sentirse realmente perseguido, nos presta atención y se lanza a por nosotros.
El sí que corre. Ya no hay ni domingos, ni cafés ni mierdas sobre lo difícil
que es todo. No deja de correr detrás de ti. Para obtener cierta ventaja, le
vas dejando en el camino lo que sabes hacer para que al detenerse a olfatearlo
te conceda unos minutos de tregua. No vale cualquier cosa y cada vez tiene que
ser mejor. Si cedes y te rindes, esa persecución que se produce dentro de ti se
acabará y el sueño, como un león seguro de sí mismo, irá comiéndote lentamente
por dentro en un proceso que durará lo que te quede de vida. Por eso, este
plato de arroz que mi hermano nos sirve en la cena no es realmente para
nosotros.
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