Dosis de tres
colores : Durante la guerra del Golfo, a los niños les repartían tres tubos con
dosis de diferentes colores, dependiendo del tipo de ataque que pudieran
recibir. Para ellos era un juego más y era habitual que se las clavaran en los
muslos unos a otros. Cuando sonaba la alarma tenían que acudir a unas salas que
tenían reservadas en los edificios alrededor del colegio, donde todo era una
fiesta: parece que los únicos que perdían los nervios eran los profesores, que
en vez de ayudar al que se ponía morado por no ponerse bien la máscara de gas,
empezaban a gritar como el que más. Las que mejor mantenían la calma eran las
profesoras.
-La pobre niña gesticulaba porque
no podía respirar por la máscara y el profesor, en vez de ayudarla, la gritaba
sin reaccionar, más asustado que ella, empeorándolo todo.
Escucho la historia antes de apagar
el ordenador. Gracias a Sempé no me cuesta nada imaginar la escena y reírme
como si la estuviera viendo.
Al llegar a casa, la calma de pies
con calcetines en el sofá es mucho más profunda.
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