Una
fiesta no reconocida : Para ganarme los dos trozos de pan que me tomo para
cenar, es posible que con haber trabajado hasta las once hubiera sido
suficiente. Ya está, que me voy, hasta mañana. Y todo el día aprovechando que
hoy empieza la primavera para ir descubriéndola por el centro de Madrid,
atento, sin demasiada presión, a todo lo que se vaya presentando. Porque si hay
un día que debería ser fiesta es éste y el que no se haya reconocido me provoca
más rechazo hacia los oficiales: el Estado mira hacia donde no debe. Pero no
apago el ordenador. Que no, que no me voy hasta mañana. Y sigo metiendo masas
precocinadas de números en el horno del Excel para repartirlas después. Afuera,
mientras, van pasando cosas. Y al llegar a casa veo los dos trozos de pan. Y lo
que han dejado de la pizza que han cocinado en el horno de verdad. Cien por
cien casera. Esta también me la he ganado, así que me la como de pie en la
cocina atento a esa luz que se ha estropeado y que se enciende y se apaga. Una
bombilla que iría bien en un faro.
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