La frontera del
estilo : Daniel, a mi lado en la terraza, sigue leyendo un libro de la serie de
Greg. Yo me habría levantado ya de mi silla, abandonando la lectura de “Todo lo
que era sólido”, si no fuera porque sé que con mi gesto sostengo la concentración
de Daniel. El libro de Muñoz Molina deja en la realidad que cuenta las marcas
de unos dientes de leche. Incisivos, caninos, molares y premolares era lo que
yo pretendía encontrar, pero su prosa, que admiro en sus artículos, no se
acerca lo suficiente a lo que está contando. El estilo parece limitar aquello
que puede contar. Del libro de Molina salto a otro de Pennac : “Mal de escuela”
“En mi familia, yo había visto,
sobre todo, leer a los demás: mi padre fumando su pipa en el sillón, bajo el
cono de luz de una lámpara, pasando distraídamente el anular por la impecable
raya de sus cabellos y con un libro abierto sobre las piernas cruzadas;
Bernard, en nuestra habitación, recostado, con las rodillas dobladas y la mano
derecha sosteniendo la cabeza... Había bienestar en aquellas actitudes. En el
fondo, fue la fisiología del lector lo que me impulsó a leer. Tal vez al
comienzo solo leí para reproducir aquellas posturas y explorar otras.”
Me quedo sentado hasta que Daniel
se cansa de leer y me pregunta si puede hacer una figura de plastilina.
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