El fin de la tertulia política : Todo el dinero del mundo no podría ofrecernos más que
esto: el banco, el sol, las manos en los bolsillos, las piernas estiradas, los
sesenta minutos más apacibles de la semana. Apacibles, mansos, agradables. De
fondo, las instrucciones del profesor a los cuatro niños sobre cómo subir en pareja a la red, cómo
mirar la pelota mientras se camina hacia atrás. Y buenos golpes encadenados. ¡Eh!.
Una pelota de las pelotas sobrepasa la valla y cae a la zona del aparcamiento. ¡Eh!.
La vemos junto a un coche. La madre, que llega de la clase de natación infantil
con las llaves en la mano, se agacha y se la ofrece a su hijo, como si las
pelotas surgieran del asfalto. Los padres, animados, golpeamos la red metálica con
las manos como monos que vieran pasar un camión de plátanos. ¡Eh!. Pero la
madre actúa como si no nos escuchara y le da la pelota a su hijo que la coge dudando. La madre le
abre la puerta a su hijo, la cierra, pasa por delante del coche, abre su
puerta, la cierra, arranca el motor. En ese momento, el niño levanta la vista y
nos mira. No parece contento con lo que ha pasado. Seguimos reclamando la
pelota hasta que el coche sale del aparcamiento. Después no tiene mucho sentido seguir echándole toda la culpa a los políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario