La entrada a la cámara secreta : Pido
un cortado y miro cuál de los dos periódicos está disponible: si El País o El
Mundo. En caso de poder elegir, me quedo con El País porque sé que puedo
encontrarme con Jabois o Tallón. El Mundo tuvo su buena época, en la que podías
darte el placer de leer juntos a Jabois y Gistau después de un partido del
Madrid, pero los columnistas parecen ponerse nerviosos si no cambian de
tipografía con regularidad.
Sería perfecto que el camarero al
verme entrar anunciara las firmas del día y me cobrara el euro y veinte por
leerlas. Después, para acompañar la lectura, la posibilidad de servirse o no un
café de una máquina. Y la mesa alta de madera. Y los niños camino del colegio.
Y alguna bicicleta al levantar la cabeza.
Hoy podría haberme dicho:
-Gran artículo de Tallón sobre el empate
del Atlético de Madrid. “El fútbol son dos frases”
“Hay partidos aciagos de los que,
incomprensiblemente, sales vivo, sin parar de reírte. Te cae encima la casa y
ni siquiera se posa sobre ti el serrín”. Grande, sí. La primera vez lo leo para
disfrutar. A sorbos. La siguiente para repasar algunas frases como si las
subrayara. Tragos largos. La siguiente para acercar el oído y dar pequeños
golpes aquí y allá para descubrir, sin éxito, la zona por la que entrar en la
cámara y llevarme el secreto. Cuando la columna es perfecta, como hoy, hay ya una
parte del día que solo puede ir hacia abajo. Por eso nos educaron para dejar el
postre para el final.
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