Las monedas del escudero : Le digo al peluquero que tiene que “descargar y
arreglar” y después me siento, aliviado porque parece que con las dos palabras está
todo claro, a leer algún número atrasado de Esquire o de Rolling Stones. De vez
en cuando levanto la vista para ver si todo va bien, como si fuera necesario
que estuviera ahí. Daniel no deja de mirarse fijamente en el espejo todo el
rato, mostrando con su seriedad que solo él sabe en qué momento tiene que dar
la señal de que no hay que cortar más. Ese asiento lo convierte en un rey, aunque
las piernas le cuelguen, y a mí en el escudero que dejará unas monedas en el
mostrador como pago por los servicios.
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