Hay que decirles a los hermanos Ficante que eligieron un mal día para venir a Madrid a vender su elixir de la eterna felicidad momentánea. Tras el derbi de ayer, andaban los merengues metidos en casa, temiendo el sol por culpa de la resaca, y otro tanto hacían los colchoneros, con el fin de no tener que exponerse a las burlas ajenas. Vacía andaba la zona de La Castellana que frecuentan algunos políticos con la Visa de su ayuntamiento, lamisadedoce (el local de copas) y las bibliotecas públicas.
A los que fuimos ayer al campo, el propio Mourinho nos mandó un mensaje dándonos el domingo libre por haber animado a sus chicos, pero pudo más la curiosidad por el elixir de los hermanos Ficante que la bula concedida para dejar pasar la mañana en merecida tranquilidad.
Tengo que decir que había oído hablar bien de esta pareja por Jean Phillipe, un cartero desorientado que sigue pensando que SMS quiere decir Su Majestad Soberana, y que tenía ganas de escuchar su discurso de ventas ahora que andamos obligados a comprar cosas que nadie se esfuerza en vender. Todo ha sido por nuestro bien, es por nuestro bien y será por nuestro bien, así que los que ordenan y mandan no se toman la molestia de exponer unos argumentos para que compremos.
Ver a los hermanos Ficante es regresar al origen del capitalismo, a ese momento en el que la criatura, con la cabeza todavía un poco blanda, podía ser cualquier cosa de mayor. Una carreta, un producto y dos charlatanes uniendo su discurso para seducir a tu cartera y conseguir que se abra ante ellos. Su juego trata de convencerte de que una mentira es verdadera contando otra mentira mayor en un ejercicio al que te abandonas porque todos estamos deseando que nos vendan algo.
El centro de su atención, el elixir, me resulta atractivo por su propia naturaleza. Huyen los hermanos Ficante, y hacen bien, de esas pócimas mágicas que reparten en colegios ingleses a aprendices de brujo y que todo lo solucionan al instante. El elixir tiene cierto aire de provisionalidad y es a la pócima lo que el néctar de naranja es al zumo de naranja. Algo que no acabas de creerte del todo pero que te atrae por esa posibilidad del “y si funciona”. Siguiendo con los ejemplos, el elixir es lo que el software libre a Windows, lo que el flan de la abuela al que te encuentras en el supermercado. Ya van suficientes ejemplos.
Un elixir milagroso que, entre lo que dicen y me imagino, hace que te crezca el pelo, el orgullo, la fortuna, que el universo trabaje para ti, que la energía cuántica fluya, que tus músculos se vuelvan fuertes, que tu potencia sea infinita y que tu capacidad de seducción llegue a funcionar con el tipo que ves en el espejo cada mañana, que tu inteligencia lo abarque todo y que, en un campo de fútbol, como ayer, sepas distinguir a los buenos de los malos.
Junto a su carreta, la pareja trata de aplicar rudimentarias técnicas de mercado, pero es que la mutación genética que dio lugar a los consultores y asesores todavía no se había producido y uno hacía lo que podía, mezclando ofertas con números más propios de un circo y demostraciones científicas con otras más dudosas pero sorprendentes. Como todavía no sabían lo que era el share ni un spot, su propuesta dura cincuenta y cinco minutos, tiempo más que de sobra para que, poniéndonos en situación, al Atlético le piten dos penaltis.
Tanto esfuerzo no da sus frutos y los hermanos Ficante se marchan como vienen.
Pero.
Pero el verdadero elixir de los hermanos Ficante existe, aunque no lo enseñen. Es como esa botella de aguardiente del bueno que te sacan en confianza de debajo de la barra y que al probarlo hace que tu hermano, que vive en Nueva Zelanda apareando kiwis (los animales) note cómo algo le baja por la garganta y le desatasca hasta el ombligo. La imagen es extraña pero verdadera, creo. Ese otro elixir existe, decía, aunque de él sólo tenga algunas pruebas y evidencias y si lo hago público aquí es para que, en el caso de que se encuentren con el carromato de la pareja, no se dejen engañar con vasos de colores y ejercicios gimnásticos y exijan que les enseñen ese otro elixir.
Ese otro elixir es el que les anima a representar la obra una mañana como ésta aunque ese público que seguro que tiene esta función no haya venido. Pero ahí están los hermanos Ficante, poniéndose sus mejores galas de charlatanes para ti. Y la chica, y digo bien chica, que vende las entradas. Y el encargado de la música. Y las dos familias que acudimos a verles. Sé que para hacer dinero es necesario más, pero para hacer una obra, no. Hoy sólo ha faltado cantidad, no calidad. Mal andarían las cosas si fuera al revés.
Al terminar la representación, en ese ambiente familiar, podemos ver la parte oculta del teatro. La zona en la que se guardan los elementos de las futuras obras, el despacho, el camerino. Veo que sobre una mesa hay un cuenco con cuatro manzanas y un cartelito en el que pone “Mucha mierda. Kubik Fabrik”. Sé que ese elixir oculto existe y estoy seguro de que esos deben ser dos de los ingredientes que realmente utilizan. Cuando vuelva a verles haré que me digan el resto, pero a estos dos, capaces de montar su espectáculo frente a la comisaría de Usera, va a resultarles difícil sacarles algo. Todo será que haya que ir directamente a por el director, del que sé su nombre y dónde vive y a qué dedica el tiempo libre.
Los enanos salen encantados de la obra y les perdono a los Ficante que trataran de beneficiarse de mi cartera con extraños discursos. Puestos a elegir, prefiero a los hermanos Ficante que a los Lehman Brothers. Lo que podía haber sido el capitalismo y en lo que se nos ha quedado.
Pues si, no fue un buen día, pero mereció la pena, el publico fue el mejor... y aunque el capital no nos acompaño, el balance con la almohada al final del dia fue positivo, gracias por tus lineas, es muy bonito todo lo que cuentas, gracias por jugar con nosotros, esperamos que se repita, un abrazo familia.... kike y quique
ResponderEliminarPara nosotros fue un placer poder asistir a esa versión "acústica" del espectáculo. A ver cuándo os pasáis por aquí de nuevo.
ResponderEliminarMucha suerte con ese proyecto que tenéis entre manos. Mucha mierda y muchas manzanas.