El martes Daniel se cae en el parque y se da un golpe en la cabeza, a la derecha, encima de la oreja.
-Aquí – dice, de nuevo, el miércoles por la mañana cuando se levanta.
Y
-Aquí – dice, de nuevo, el jueves por la mañana cuando se levanta
Así que, con el miedo de esas historias en las que un pequeño golpe en la cabeza se convierte en algo muy serio, María le lleva a urgencias hoy por la tarde, después del colegio (del de Daniel).
La doctora, que es muy agradable (es lo primero que me dice María cuando la llamo para saber algo) dice que, después de hacerle unas pruebas, no cree que sea nada, que algo así, siendo ese algo el final de las historias de golpes en el parque que todos conocemos, se habría manifestado ya. De todas formas, para asegurarse (un asegurar que empezará a desaparecer con la crisis) le van a hacer una radiografía.
Así que ésta es la radiografía de la cabeza de Daniel. La miro y me sorprende no ver dentro de su cabeza : Un dinosaurio, un bote de kétchup, la imagen de su amigo Jorge, al que tanto echa de menos, un monstruo de plastilina, al cocodrilo del juego Where´s my water, un estuche de lapiceros, una televisión, la tortuga de peluche en la que me apoyo cuando le cuento un cuento, la figura de un animal, cualquiera, o una porra recién servida
Nada. La radiografía permanece muda, transparente, limpia, silenciosa, tranquila, despejada. Ninguna nube negra acercándose desde el horizonte. Alguien nos ha dado el alto en un control inesperado, ha echado un vistazo al coche, y nos ha dejado seguir con nuestra vida.
Debía esperarme que la radiografía fuera así por la respuesta que me ha dado Javier cuando le he preguntado, al entrar en casa, qué le había dicho la doctora.
-Que tengo la cabeza llena de mocos.
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