No me sorprende ver la tienda (“Prensa, pan, minimarket”) cerrada. El dueño se pasaba ya más tiempo fuera que dentro, como si estuviera acostumbrándose a ver la vida desde el otro lado del mostrador antes de dar el paso. Supongo que no debió ser fácil decirse en un determinado momento que cerraba, convertir la idea que le rondaba por la cabeza en una decisión firme.
Me acerco al escaparate a ver lo que queda dentro. Pensaba que el interior estaría limpio, pero hay cierto desorden, como si se hubiera marchado corriendo. Tal vez ni siquiera quisiera llevárselo todo. Para qué. Veo un recipiente de huevos kinder en oferta, a un euro, en el que quedan dos; varias bolsas pequeñas de cheetos; tres coca-colas de plástico en una estantería; dos cajas transparentes con restos de azúcar dentro de una bolsa blanca; un rollo de cinta de embalar encima de la mesa; un rollo de papel de celo en el suelo; tres bandejas rojas de plástico junto a un expositor de chicles vacío; una fotocopiadora; una silla blanca y, pegado al cristal, una caja llena de velas de cumpleaños con formas de números. La vela que está encima es el número siete, el de Ronaldo.
Varias veces entré con los enanos a comprar cromos o sobres con figuras. El dueño, bajo y con un poco de tripa, no hablaba mucho. No era de los que con sus gestos metiera prisa para que los niños se decidieran pronto. Aceptaba, tal vez un poco resignado, que para un niño el placer de la compra está en el tiempo que se dedica a elegir. Yo aprovechaba entonces para detenerme en todas las revistas que estaban expuestas en varias baldas, perfectamente organizadas por temas. Como en el barrio apenas hay librerías, ratos como ése me servían como sucedáneo.
Ahora no queda nada del colorido de las portadas. El sitio resulta más pequeño, como si llevara así ya varios meses, aunque sé que ha debido cerrar hace apenas unos días. Parece una fotografía en blanco y negro en la que sólo destaca el rojo del cartel en el que se anuncia que se alquila.
Yo me habría llevado la caja con las velas, aunque no sabría decir por qué.
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