Antes de salir de casa, Lucía abre un cajón del armario que está a la entrada, un armario construido en un hueco estrecho y que sólo sirve para colgar bufandas o paraguas, y saca dos guantes de esquí de Hello Kitty que se pone sin decirme nada, como si ella supiera que el viaje al Mac Donald´s va a convertirse en una aventura cuando toda la nieve del cielo caiga sobre nosotros.
Escribo viaje, pero no sé qué palabra define mejor al hecho de coger un coche, ir al Mac Donald´s, comprar dos menús infantiles, que está vez traen regalos de la película de Tintín (imponiéndose a la promoción del Burguer que ellos saben y de la que no me dicen nada, como si no fuera a interesarme) y volver a casa.
Lo dejamos en viaje, aunque la palabra le venga grande a lo que hacemos porque el Mac Donald´s está cerca. Hay otro aún más cerca, abierto hace unos meses, pero el que prefiero es el que está un poco más lejos. Las cosas del querer, supongo. Hacía allí vamos sin que Lucía me diga por qué se ha puesto los guantes.
-Es difícil ponerse el cinturón con ellos – me dice.
Pero lo logra. Y yo conduzco y ella calla y los dos miramos por la ventana.
Veo que la gasolinera está vacía y le pregunto a Lucía si quiere que echemos gasolina.
-Vale – me dice.
Además de vacía, la gasolinera está muerta, a pesar de un nombre tan festivo como Petrolandia. Le hago un gesto a la mujer que me mira desde la tienda (¿me abre el surtidor?) y ella me lo devuelve (ya está abierto). Lucía sale del coche y se me queda mirando, con los guantes todavía puestos.
-Yo quiero.
-¿La manguera?
-Sí
-Pero los guantes te van a oler mal
Se quita los guantes y los deja en el coche. Le doy el mío, de plástico, para que no se manche. Le explico lo que hay que hacer para que este destilado de dinosaurio, que llevaba millones de años bajo la tierra, pase a nuestro depósito. Ella aprieta un rato pero se cansa pronto. Instintivamente, cojo la manguera sin guante. El olor se me pega a la mano y suelto un taco.
-Tenia que haberme puesto un guante – le explico.
-Yo tengo los míos – me dice.
Levanta las manos para que me fije en sus guantes. Ha sido todo un poco raro. Vamos a pagar y cuando vuelvo cojo varios guantes de plástico y me los meto en el bolsillo.
-Lo he hecho adrede – me dice Lucía.
-¿El qué?
-Lo de los guantes – me dice.
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