El espíritu del
éxtasis : Tantas explicaciones si ya estaba detallado en “La cenicienta” : Han
sonado las campanadas y desde entonces todo se va convirtiendo en lo que era.
El problema es que en el cuento era fácil recordar qué era de verdad y qué
falso, porque la mutación original había sucedido poco antes, pero en la
realidad esa claridad desaparece y surge la sospecha, que son muchos años
metidos en la fiesta del príncipe. Todo es susceptible de cambiar.
La parte mala es la incertidumbre.
La buena es que vivimos dentro de un cuento y, mejor aun, de una versión
distinta de uno que conocíamos. Es cuestión de tiempo que “El espíritu del
éxtasis”, la figura alada que adorna el capó del Rolls-Royce, se convierta en el
marsupilami de Spirou.
Nosotros, no sé si porque fuimos previsores o porque en su momento no teníamos dinero para ese Rolls-Royce, nos compramos la figura que ahora tenemos encima de la campana extractora de la cocina. No es el mejor sitio para un juguete, pero ahí se ha ido salvando de todas las organizaciones, presentes, pasadas y futuras, que ha sufrido el cuarto de los enanos. Es el Zaratustra de los juguetes en su montaña brillante que, a cambio de ir pregonando una versión colorista de la obra de Nietzsche a todo aquel que quiera escucharla en la cocina, ha conseguido sobrevivir. Ahí hay una lección, creo. Es uno de los juguetes más veteranos que existe en la casa y, desgraciadamente, también ha sufrido el paso del tiempo : su característica cola enrollada se perdió, con la misma naturalidad con la que ahora se pierden miles de millones de euros en las Cajas, porque sí. La buscamos (cosa que no se hace ahora con los millones) y no la encontramos (cosa que tampoco se hace ahora con los millones : hoy se publica que las prensas alemana y suiza han calculado que pueden ser necesarios 150.000 millones para rescatar al sistema bancario). A pesar de esa falta, o tal vez gracias a ella, el bueno del marsupilami ha descubierto que puede sostenerse de pie sin ella.
Nosotros, no sé si porque fuimos previsores o porque en su momento no teníamos dinero para ese Rolls-Royce, nos compramos la figura que ahora tenemos encima de la campana extractora de la cocina. No es el mejor sitio para un juguete, pero ahí se ha ido salvando de todas las organizaciones, presentes, pasadas y futuras, que ha sufrido el cuarto de los enanos. Es el Zaratustra de los juguetes en su montaña brillante que, a cambio de ir pregonando una versión colorista de la obra de Nietzsche a todo aquel que quiera escucharla en la cocina, ha conseguido sobrevivir. Ahí hay una lección, creo. Es uno de los juguetes más veteranos que existe en la casa y, desgraciadamente, también ha sufrido el paso del tiempo : su característica cola enrollada se perdió, con la misma naturalidad con la que ahora se pierden miles de millones de euros en las Cajas, porque sí. La buscamos (cosa que no se hace ahora con los millones) y no la encontramos (cosa que tampoco se hace ahora con los millones : hoy se publica que las prensas alemana y suiza han calculado que pueden ser necesarios 150.000 millones para rescatar al sistema bancario). A pesar de esa falta, o tal vez gracias a ella, el bueno del marsupilami ha descubierto que puede sostenerse de pie sin ella.
A modo de resumen : mejor tener un marsupilami sin cola que una cola sin marsupilami.