El monstruo de
los mil tacones : Bueno, pues llueve, pero parece una lluvia de promoción de
últimos días antes de que llegue el verano : hay que hacer sitio para el sol y
la horchata y la siesta en el césped y conviene darle salida a estas nubes que
quedan con agua y que sólo ocupan sitio. Venga, pues.
Las gotas están templadas y como es
sábado la ves caer, protegido en la entrada de un cine, con la curiosidad de un
turista al que lo que pasa ni le va ni le viene. No se va a poner tremenda
la Naturaleza un sábado por la tarde, con la cantidad de chicas que recién
arregladas, y en grupo, suben rápidamente las escaleras del metro con un baile
de tacones capaz de marcarte el paso durante varios días. Y qué lástima tener
tan poca agilidad con la cámara. Y qué cierto que las fotografías que mejor se
recuerdan son las que no se pueden hacer.
No se pone tremenda, no, se limita
a vaciar los armarios rápidamente para que las molestias sean las mínimas. Tampoco
se le puede reprochar que nos haya cogido por sorpresa porque esta lluvia venía
anunciándose desde primera hora con la rigidez de un protocolo real : que si
las nubes blancas, que si el sol que se va ocultado, que si las nubes negras,
que si un poco de viento, que si las primeras gotas que caen sobre las chicas
que ya salen del metro tan deprisa y sobre los puestos de libros en oferta que
dos empleadas meten en la tienda con la rapidez con la que dos soldados
apartarían a un compañero herido en el campo de batalla. Cumplido el papeleo,
la lluvia descarga, pero los que saben interpretar las señales de la Naturaleza, más allá del análisis de las lechugas del Mercadona, han podido
coger sus paraguas y pueden abrirlos creando dos grupos : los que se anticipan
y los que, como nosotros, tenemos que protegernos del agua.
Mucha agua, muchos paraguas y esto
que parece una canción de Brassens, una esquina de París, puestos a imaginar.
Detrás de nosotros, los anuncios de dos películas que veré dentro de varios
meses, cuando lleguen, de segunda mano, a algún canal de televisión. "El exótico hotel Marigold" y "Un lugar en donde quedarse". Poco importa teniendo capítulos de "Treme" pendientes. La lluvia
es fotogénica y hago unas cuantas fotos para compensar, en cantidad, ya que no
en calidad, a la de las chicas que no pude hacer antes.
Como la distancia a la librería de
las dos chicas soldado es corta, propongo que nos acerquemos a ella. Los libros
y la lluvia hacen buena pareja, que es como se llamaba al maridaje cuando sólo
había un vaso para el vino y otro para el agua. Saltamos unos cuantos charcos,
cogidos de la mano, y entramos en la librería. Soy un gran defensor de todo lo
digital, del libro electrónico y de la electricidad, por enchufe o por pilas,
pero si el libro impreso desaparece, este preciso momento en el que, empujado
por la lluvia, te metes en una librería en la que te recibe el silencio, el
calor y las novedades dispuestas en unas mesas, listas para que las degustes
como si fueran platos en un bufet, también se desvanecerá.
Una lluvia sin librerías sería
menos lluvia, pero no creo que nadie se venga conmigo a gritarlo frente al
Banco de España o la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Qué tiempos más raros
son estos que estamos viviendo. Sea como sea, mis hijos entran conmigo
en la librería, en un instante que tal vez tenga más de pedagógico de lo que yo
me crea : a veces uno hace de buen padre por accidente. Los enanos se marchan a
la parte infantil y yo me quedo en la de las novedades para tomar nota,
mentalmente, de los libros que me compraré cuando salgan en edición de bolsillo.
Mucha novela negra sueca, muchas Historia novelada y, vaya, el último de
Benjamin Black que ojeo con el interés del turista que encuentra un periódico
de su ciudad a miles de kilómetros de ella. Varios autores dicen que Benjamin
Black escribe muy bien. Claro, vaya descubrimiento. Lo que no sabía es que se
está preparando una serie sobre Quirke que va a protagonizar Gabriel Byrne.
Mentalmente me ordeno leer todo lo que me quede pendiente de Black para poner
ver la serie. También me ordeno pensar en un sitio en el que cenar. Cómo me
gusta obedecerme cuando me ordeno cosas que me gustan.
La lluvia se queda ya en poca cosa.
El sol no respeta las últimas gotas y empieza a lucir antes de tiempo.
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