Accidente con una copa de vino : Duerme de día y trabaja de noche, una helada le puede arruinar
una cosecha, tiene problemas de cobros, arriesga su dinero y el exceso de
oferta está bajando los precios porque no hay forma de estimular la demanda.
Vale
Vale
Pero vamos al puesto de
Mercavalencia, vacía en este día de fiesta, y, al levantar la puerta metálica,
nos muestra las cajas de fresas apiladas, en cada una de ellas ocho envases de
plástico repletos. El local, pequeño, huele a fresa.
-Prueba una. No hace falta lavarla – dice.
Elijo una fresa grande, con una
carne blanda, jugosa y dulce.
-El secreto está en la cal de la
tierra – dice mientras enciende el resto de las luces – Es lo que da sabor a la
fruta.
Después añade que el logotipo de
la caja te lo hizo un amigo diseñador. Se queda mirando la caja un momento,
como recordando todo el proceso.
-¿Buena, eh?
Sí, es buena. Es, quizás, la mejor
fresa que me he comido nunca, pero no lo digo porque es la típica frase que
pierde sentido si se pronuncia. Buena, respondo.
-No pensaba meterme en algo así
con cuarenta y seis años, pero se me ofreció la oportunidad y me lancé. En
plena crisis, pero me lancé. Y parece que, para ser el primer año, no se da
mal.
Saber que en un local, detrás de
una puerta metálica, se encuentra el resultado de un año de trabajo, debe ser
una buena experiencia. Tienes algo físico. Algo que puedes ofrecer. Algo que
puedes probar. Algo de lo que sentirte orgulloso. Por eso parece tan tranquilo
en cada momento, sin pedir más de lo que se le devuelve por el esfuerzo, en un
trueque que considera justo. Se ve en la forma de ajustarse el sombrero, de
tomarse a broma un accidente con una copa de vino o de caminar por Valencia
mientras muestra sus sitios favoritos.
Los
demás, me doy cuenta, vivimos en ese desequilibrio que provoca el obtener sólo
dinero a cambio de nuestro trabajo
No hay comentarios:
Publicar un comentario