Escapada al siglo XII : Viendo las
figuras en la entrada de esta iglesia románica me doy cuenta de que hace unos
cuantos siglos eran más bajos : levanto la mano y puedo pasar los dedos por las
barbas de la figura de un hombre. Estás en el siglo XXI tocando el siglo XII,
repitiendo el mismo gesto que el cantero hizo antes de dar por bueno su
trabajo.
Hace una buena mañana. En un campo
hemos visto a un grupo de personas preparándose para bendecir la tierra.
Caminaban en fila para reunirse alrededor de una carpa blanca cuyos bordes se
agitaban al viento. Esa me parece una buena puerta de entrada para una manera
de entender la religión con la que me sentiría cómodo. Bendecir como ensalzar y
dedicar el esfuerzo a encontrar qué es lo que en cada cosa puede ensalzarse.
Conforme subíamos hacia esta
iglesia, un par de perros se han acercado a la puerta se su finca y han
empezado a ladrarnos.
Gran parte de las figuras son
músicos. También los hay que tienen un libro en la mano. El resto parece
escuchar. Lo que resulta curioso es que no se miren entre ellos, lo que hace
que, aunque estén juntos, no parezcan un conjunto. Puedes detenerte en cómo
está hecho el pelo, o los ojos, o los pies, o los pliegues de la ropa.
Como la iglesia está cerrada y no
hay nada más que ver, no hay prisa. Los perros ya se han calmado y se escucha a
los pájaros, el complemento perfecto para la piedra. Viendo estas figuras
desaparece el deseo de estar en otro lugar. Estar aquí está bien, aunque no se
sepa exactamente por qué. Si estás observando esto es que, en cierto modo,
también fue construido para ti. Eso es lo que transmite la vista. El tacto le
da valor al trabajo que permanece, una necesidad para la que entonces tenían
respuesta. Entonces.
Hago unas cuantas fotos. La persona
que me ha traído aquí, para la que éste es un sitio especial, espera
pacientemente. Me pregunto si el cantero tenía alguna melodía en la cabeza
mientras trabajaba la piedra. Hacer una fotografía a cada una de las imágenes
es una forma válida de despedirse.
Cuando bajamos, los perros están
tumbados en la sombra. Ni nos miran. Parece que guardaran sus energías para
asustar a los que se acercan y así mantener este sitio en el siglo XII.
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