El viaje de la tortuga : Las cajas de
Lego traen una pieza de más y las instrucciones de Origami un paso de menos.
Todo va perfectamente hasta que llega ese momento en el que ya no sabemos cómo
avanzar. De nada sirve empezar de nuevo con cuidado, como cuando se dejaba la
aguja con delicadeza para ver si así no volvía a quedarse atrapada en el mismo
punto del disco. De nada sirve aunque lo intentemos. El mundo será digital,
pero la realidad sigue analógica con estas cosas. Mi imagen como padre se queda
ahí atrapada. Y la aguja de los minutos avanza y se retrasa y avanza y se
retrasa. Empiezo entonces a maldecirlo todo lentamente, como la leche que se
desbordaba del cazo cuando me confiaba y salía de la cocina. Lentamente. Es así
con cualquier figura y lo tengo asumido. Esa asunción adulta que te justifica y
que es como un balcón desde el que ver el fracaso. Daniel no tiene tiempo para
estas imágenes. Esta tarde deja en la mesa del salón su interpretación de una
tortuga.
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