La fiesta
clandestina : La lluvia llena el cuarto de baño de perchas con la ropa de los
cuatro recién lavada. Es una mezcla que tiene algo de fiesta clandestina en la que
no se va a juzgar a nadie por lo bien planchado que llegue. Cierro y abro la
puerta para medir esa impresión: es la misma. Me gusta que, ya que nosotros
pasamos tan poco tiempo juntos, por lo menos esas prendas tengan unas horas más
para relacionarse, para hablar de nuestras manías, de los desgarrones en el
patio, del cuidado con el que las doblan.
Venía a llevarme algunas de ellas al
armario, pero prefiero dejarlas ahí, elevadas, como si sugirieran que, disuelto
el cuerpo, fuéramos a resucitar en nuestra ropa.
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