Musas
en la mesa : La mesa de la cocina es el espacio reservado para las manualidades
peligrosas. Cuando en la exposición de motivos que pedimos para conceder la
autorización aparece el término pincel, se activa un simple protocolo que se
resume en una palabra: alacocina. Esa superficie de cristal, con algunos
arañazos que solo podrían haber hecho las cuchillas de Lobezno, es el lugar
homologado para desarrollar la auténtica creatividad, la que deja manchas en
los platos de plástico que ya no desaparecen, la que cambia de color las uñas,
la que deja inservibles algunos pinceles. El impulso creativo en su nivel más
orgánico. Es un trabajo de concentración que merece la pena observar desde la
puerta, tragándose el comentario (qué bonito, cariño) que arruinaría toda la
escena. Mirar y callar, como hoy con Lucía y su cocho convertido en calendario.
Mirar y callar. Después viene ya la cena de las cinco o seis recetas que
devuelve a la mesa su simple condición de soporte y la cocina a un nivel de
subsistencia. Pero algo queda: por eso algunas noches me llevo el portátil y
noto que es un buen sitio, frecuentado por las musas de lo cotidiano.
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