sábado, 8 de febrero de 2014

Pasaporte a Nebraska



Pasaporte a Nebraska : Uno de los mejores momentos del cine es la visita al baño antes de que empiece la película. Un café para estimular la atención y el pis para tranquilizar la vejiga. Creo que es la única ocasión en la  que soy yo el que decide que ha llegado el momento de ir a mear, en vez de dejarme llevar por la pura necesidad. Este cuidado con el que se prepara el tiempo de una película sólo se aplica aquí. Si fuera un perro, marcaría los alrededores de la sala para impedir que se acercaran las preocupaciones, a las que dejaría en la calle, dando vueltas como coches buscando dónde aparcar. Mientras meo, sin prisas, las entradas se convierten en un par de décimos que llevan el premio de la mejor película, la que hemos elegido. Pobres de aquellos que se han equivocado, pienso, en una arrogancia que no me preocupo de justificar. Me lavo las manos. Me las seco. Salgo sin prisas, que corran los que tienen urgencia por saber si se han gastado bien el dinero. Le doy las entradas al que controla el acceso a la sala con la seguridad del viajero experimentado que muestra sus pasaportes. A Nebraska, le digo.

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