Un collage
italiano : Cocinamos como si preparamos un collage, con la confianza de que es
imposible que salga mal. Lucía, el jamón; Daniel, los tomates y el maíz, que
caen de la lata después de dos o tres golpes secos. Y un cuarto por si algún
grano se quedara pegado a la pared. El calor del horno caldea la cocina. El
termostato marca 180 y tenemos que esperar a los 240 porque sí. Cortamos el
jamón y los tomates y cuando están dispuestos encima de la masa y la salsa,
dejamos caer el maíz como si sembráramos. 204, por fin, y al abrir el horno
recibimos un golpe de calor que nos fija en este momento. Advertimos, con
cuidado. Y dejamos la pizza en la bandeja y ya vamos disfrutando de la mezcla
de olores que van pintando la cocina. Luego regresamos, cada vez dejando pasar
menos tiempo, a admirar este cuadro en el que los tonos se van oscureciendo. Cuando queda poco, ponemos la mesa con una intención distinta porque vamos a cenar algo que hemos
hecho todos. Abrimos el horno y dejamos el plato en medio de la mesa, uniendo
los cuatro manteles.
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